Monteverdi siempre

En los ¨²ltimos a?os, el Festival Mozart de A Coru?a ha tendido un puente a Rossini y otro al barroco italiano. Fruto de ello es que Alberto Zedda ha sido elegido el mejor director del ¨²ltimo a?o por una ¨®pera rossiniana, y Orfeo, de Sartorio, de Pierluigi Pizzi, la mejor nueva producci¨®n durante 2005 en Espa?a, en los premios l¨ªricos Campoamor de Oviedo. En esta edici¨®n del festival que contempla ¨®peras de libertinos "donjuanescos" sin recurrir a Mozart, no pod¨ªa faltar el barroco y lo ha hecho con uno de sus t¨ªtulos m¨¢s hermosos, La coronaci¨®n de Popea, de Monteverdi, en la producci¨®n de la Zarzuela de 1999, que en A Coru?a no ha lucido tanto. Tal vez por la aplicaci¨®n de la iluminaci¨®n, tal vez por la escasa teatralidad de los cantantes o tal vez simplemente porque ha envejecido.

Zedda ama esta obra con el coraz¨®n y se nota. A contracorriente de los Christie o Minkowski, utiliza instrumentos modernos y dirige deleit¨¢ndose en la belleza del sonido, recre¨¢ndose en la suerte del estiramiento quiz¨¢s con exceso, aunque sin perder en ning¨²n momento la serenidad. La obra llega al espectador y eso es lo que importa. No llega, en cualquier caso, en su plenitud en esta ocasi¨®n porque el reparto vocal est¨¢ lejos de lo deseable en estas pruebas al l¨ªmite, con cierta inestabilidad en los equilibrios, una afinaci¨®n manifiestamente mejorable y problemas evidentes de estilo. El foso est¨¢ un pel¨ªn alto, lo que no favorece la conjunci¨®n con la escena. Pero la obra conmociona a pesar de que los cantantes no traspasen el umbral de las emociones.