Igualdad de posibilidades
En la tradici¨®n liberal, se ha puesto el ¨¦nfasis en la igualdad de oportunidades. Lo importante ha sido conseguir que la gente dispusiera de similares alternativas para desarrollar sus potencialidades. Se ha dado por supuesto que exist¨ªa una desigualdad procedente de la propia diversidad de or¨ªgenes y de trayectorias, pero lo importante ha sido asegurar que no se alzasen barreras que, en la pr¨¢ctica, discriminaran unos ciudadanos de otros. De esta manera, la igualdad de oportunidades se constru¨ªa desde bases estrictamente individualistas. Cada uno viene de donde viene, pero no por ello puede reclamar a nadie si se asegura que no existen restricciones a?adidas a las oportunidades que se le vayan ofreciendo. De esta manera, como sabemos, la desigualdad se individualiza, se sustrae a razones de car¨¢cter colectivo. Cada uno es como es y est¨¢ donde est¨¢ debido a su propia capacidad de aprovechar las ventanas que se le han ido abriendo. La igualdad de oportunidades, de hecho, desconsidera la parte social que todos tenemos. Individualiza trayectorias, ¨¦xitos y fracasos. Y de esta manera se despolitiza la desigualdad. Desde esa perspectiva, si tienes problemas, haz acto de contrici¨®n o c¨®mprate un libro de autoayuda. No te compliques la vida a ti y a los dem¨¢s con quejas que s¨®lo reflejan tu impotencia, tu falta de temple o de capacidades para aprovechar las oportunidades que la sociedad te ha ofrecido generosamente dejando al lado tus or¨ªgenes y tus pecados originales. Si ¨¦sa es una postura bien conocida, simplificando, dir¨ªamos que en el otro extremo tendr¨ªamos aquellos que niegan cualquier influencia individual en la situaci¨®n de personas y colectivos. La gente es como es debido a condiciones estructurales que vienen definidas por su posici¨®n social.
Uno de los mayores retos en momentos como los actuales en que crece la desigualdad social a pesar de que tambi¨¦n ocurre que en ciertos lugares la pobreza disminuya, es lograr articular pol¨ªticas sociales que se enfrenten a esa desigualdad y exclusi¨®n, atendiendo al mismo tiempo factores de car¨¢cter individual y factores de car¨¢cter colectivo. Desde mi punto de vista, la conexi¨®n estructural entre ambos elementos es clara. Y para ello es necesario tratar de avanzar en la igualaci¨®n de los procesos de constituci¨®n de cada persona. Yendo m¨¢s all¨¢ de las condiciones en que desarrolla su personalidad. Los objetivos son las personas y sus trayectorias vitales. No hay categor¨ªas abstractas de personas. Ni tampoco existen las personas que se desarrollen al margen de sus familias, entornos sociales y condicionantes territoriales. Todos sabemos que no es lo mismo nacer en Llefi¨¤ que en Pedralbes. No es lo mismo educarse en una familia con estudios universitarios que en un hogar en que los libros son apenas algo m¨¢s que aquello que decora la estanter¨ªa. Y cada d¨ªa las diferencias se agigantan entre aquellos que tienen acceso regular y sin l¨ªmites a Internet, y aquellos otros que no disponen de esa conexi¨®n o s¨®lo pueden lograrla fuera de casa o de manera circunstancial y constantemente conflictiva.
No se puede aceptar la hip¨®tesis de que las personas parten con id¨¦nticas condiciones en esa hipot¨¦tica carrera competitiva en que han convertido nuestras vidas. Las situaciones originarias con que cada cual trata de establecer su propia trayectoria son muy desiguales. Nos lo recuerda la Constituci¨®n: "corresponde a los poderes p¨²blicos... remover los obst¨¢culos que impidan o dificulten (la) plenitud (de la libertad o la igualdad)". Lo que est¨¢ en juego por parte de unos poderes p¨²blicos que no acepten como natural y estructural esa desigualdad de origen, es la igualdad de posibilidades. Tratando as¨ª de combinar los aspectos individuales con los aspectos colectivos, y centrando las pol¨ªticas en los espacios de partida, en los escenarios territoriales en que esas trayectorias de desigualdad se originan. Inversi¨®n en territorios, en escuelas, en conectividad material y de conocimientos, son todo ello aspectos esenciales. Pero, sin olvidar que la desigualdad no es s¨®lo una resultante de las condiciones diferenciales de partida, sino que es tambi¨¦n algo en lo que todos colaboramos de manera m¨¢s o menos expl¨ªcita, seleccionando el lugar de residencia, la escuela de nuestros hijos, el sitio en el que pasar nuestros d¨ªas de descanso o incluso las tiendas en las que comprar.
El territorio va revel¨¢ndose como un indicador esencial de las desigualdades y de las posibilidades de superarlas. La segregaci¨®n urbana es en este sentido muy significativa, pero no debemos albergar la ilusi¨®n que tratando de manera segmentada y espec¨ªfica cada uno de los enclaves seleccionados, habremos resuelto el tema. Eso implicar¨ªa suponer que el resto del territorio es b¨¢sicamente homog¨¦neo. Y, por otra parte, supone pensar que el problema b¨¢sico est¨¢ en los "barrios en peligro", en esos barrios con tales dificultades estructurales que o se interviene en ellos o la cosa se enquistar¨¢ y ser¨¢ de dif¨ªcil salida. Pero lo significativo en todo el mundo es que, tan preocupante es la segmentaci¨®n por abajo como la segmentaci¨®n por arriba. La tendencia a cerrar barrios, blindar casas, armar habitaciones, como respuesta a la inseguridad social puede provocarnos tantos problemas o m¨¢s que la conversi¨®n en peligrosos de lo que por ahora son barrios con problemas. El economista franc¨¦s Eric Maurin ha popularizado el t¨¦rmino "igualdad de posibilidades" como manera de resumir un conjunto de cambios y propuestas con relaci¨®n a la concepci¨®n dominante de las pol¨ªticas sociales. Y resulta en este sentido sugerente la intensidad con que defiende el intervenir tanto en las condiciones estructurales de partida como en las trayectorias vitales de ni?os y adolescentes. Vinculando as¨ª cambio social y cambio individual, lo cual no resulta muy habitual en posiciones progresistas tradicionales. La lucha debe situarse en evitar la irreversibilidad de las trayectorias, mejorando los puntos de partida, interviniendo en diversos frentes a la vez, y generando numerosas pasarelas, flexibles y naturales, que permitan trayectorias m¨²ltiples. Todos decimos preferir una sociedad diversa y mezclada, pero actuamos m¨¢s bien en sentido contrario. Y nos sentimos confortados pensando que las oportunidades existen y que no es culpa nuestra que no sean aprovechadas. Pero la realidad nos indica que seguimos optando por la segmentaci¨®n, buscando la comodidad de los nuestros. Entre todos deber¨ªamos buscar otras salidas, ya que si seguimos insistiendo en ello, s¨®lo conseguiremos incrementar nuestras incertidumbres e inseguridades.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas de la UAB.
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