El reparto de la globalizaci¨®n
Alg¨²n observador del panorama pol¨ªtico latinoamericano puede tener la impresi¨®n de que en la regi¨®n se est¨¢ formando un nuevo bloque de izquierdas. Hay gobiernos supuestamente de izquierda en Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay, Venezuela; otro con gestos de izquierda en Argentina, y se podr¨ªan a?adir, si son elegidos, presidentes de izquierda en Per¨² (Ollanta Umala o Alan Garc¨ªa), M¨¦xico (L¨®pez Obrador), Nicaragua (Daniel Ortega). Esos pa¨ªses juntos tienen m¨¢s de tres cuartas partes de la poblaci¨®n y de la riqueza de la regi¨®n. En este sentido, se podr¨ªa decir que Am¨¦rica Latina se est¨¢ haciendo mayoritariamente de izquierda. Pero esta afirmaci¨®n es exagerada y superficial. Ni se est¨¢ formando un nuevo bloque, ni lo que se est¨¢ formando es de izquierda en el sentido tradicional del t¨¦rmino. Ninguna de las diferentes izquierdas latinoamericanas es como la de Castro; pero ni siquiera como la de Allende o Daniel Ortega en su primer gobierno.
Ni se est¨¢ formando un nuevo bloque, ni lo que se forma es de izquierda tradicional
Hay un rechazo parcial y tranquilo del orden fijado por el consenso de Washington
La efervescencia pol¨ªtica que observamos en la regi¨®n responde a un rechazo parcial y tranquilo del orden establecido por el Consenso de Washington en las d¨¦cadas de los ochenta y noventa. Ese orden o sistema es el resultado de la integraci¨®n de Am¨¦rica Latina en el proceso de globalizaci¨®n, una globalizaci¨®n que, sin duda, ha creado mucha riqueza (aunque mal repartida) en la regi¨®n, pero ha generado mucho descontento entre las mayor¨ªas populares. Las medidas propiciadas por el Consenso dejaron una huella permanente: la apertura comercial y la de los mercados financieros, la venta masiva de empresas de servicios, bancos y energ¨ªa a extranjeros, que ha aumentado enormemente la presencia de las empresas multinacionales en la regi¨®n. Sin embargo, la reacci¨®n de los ciudadanos no es para implantar el socialismo ni en su versi¨®n m¨¢s dura (comunismo) ni en las m¨¢s blandas (socialismo democr¨¢tico) La econom¨ªa de mercado se acepta con la misma naturalidad -o resignaci¨®n- con que se acepta el sistema de democracia parlamentaria. La agitaci¨®n pol¨ªtica de estos d¨ªas parece m¨¢s bien una lucha, un tanto espont¨¢nea y desorganizada, por un mejor reparto de las ventajas de la globalizaci¨®n, un deseo que se expresa en el lema "otra globalizaci¨®n es posible".
Llamar de izquierda a movimientos populares como los de "los sin tierra", los cocaleros o los de etnias largamente ignoradas, dirigidos por caudillos que se creen elegidos no por los ciudadanos sino por la Providencia, sin una concepci¨®n integral y coherente de la sociedad que quieren crear, es como llamar de izquierda a la sublevaci¨®n de Espartaco, el levantamiento de los campesinos alemanes en la ¨¦poca de Lutero, o la revuelta de los Sioux. Ser de izquierda no consiste en lanzar a los despose¨ªdos contra los ricos y a los impotentes contra los poderosos, y de ninguna manera es de izquierda sembrar el odio y la intranquilidad en la sociedad. En pol¨ªtica, ser de izquierda se funda en el respeto de la dignidad de los seres humanos, una concepci¨®n del Estado solidario, y unas prioridades de los gobernantes basadas en la igualdad de todos ante la ley y el derecho de todos a compartir en proporciones razonablemente iguales los bienes y valores creados por el trabajo y el capital. Y aunque en la pr¨¢ctica la defensa de estos principios tiene que llevar a limitar los privilegios de ricos y poderosos, la izquierda moderna tiene que actuar dentro del marco de la democracia parlamentaria, en una pugna respetuosa con los dem¨¢s partidos que compiten por el poder, sin ventajas, ni atajos, ni abusos. Los caudillos no son de izquierda, por definici¨®n.
La izquierda en Latinoam¨¦rica aprendi¨® durante la "d¨¦cada p¨¦rdida" de los ochenta que la estabilidad de la econom¨ªa, sin una inflaci¨®n desbocada, con una moneda cre¨ªble internacionalmente, un razonable equilibrio fiscal y un entorno favorable a los negocios, es un requisito necesario para progresar y ahorrar a los miembros m¨¢s indefensos de la sociedad las angustias que genera la inestabilidad de las rentas, la incertidumbre por el futuro y la incapacidad de tomar riesgos. Tambi¨¦n aprendi¨® que la redistribuci¨®n de la renta y de la riqueza debe ser una prioridad insoslayable de los gobiernos, si quieren construir una sociedad m¨¢s igual, justa y solidaria. Estabilidad macroecon¨®mica y redistribuci¨®n de la renta resume el modelo que la izquierda latinoamericana est¨¢ llevando a cabo con ¨¦xito. Lula, en Brasil, y Bachelet, de Chile, incorporan los aut¨¦nticos criterios de una izquierda que se mueve con eficacia en la globalizaci¨®n. Cuando Lula asumi¨® la presidencia en 2003, el primer problema que enfrent¨® fue una sangr¨ªa de capitales. Pronto comprendi¨® que si no pon¨ªa fin a esta sangr¨ªa, todos los dem¨¢s planes para "hambre cero", redistribuci¨®n de tierras, mejoras educativas, etc¨¦tera, no se podr¨ªan realizar. En 2006 lleva adelante planes integrales de redistribuci¨®n de la renta en el ambiente tranquilo de una econom¨ªa estable, una moneda que se aprecia, sin inflaci¨®n y un cierto equilibrio fiscal. Y si la corrupci¨®n de su partido no lo descabalga y resulta elegido en octubre, tendr¨¢ tiempo para continuar la ardua tarea de reducir la escandalosa desigualdad de Brasil.
A la luz de los criterios expuestos se podr¨¢ dilucidar qu¨¦ gobiernos son y no son de izquierda. Es evidente que no hay un nuevo bloque de pa¨ªses en la regi¨®n, sobre todo desde que el mesi¨¢nico Hugo Ch¨¢vez se ha dedicado a sustituir los anteriores proyectos de integraci¨®n en Latinoam¨¦rica por un ilusorio mercado bolivariano a trav¨¦s del chantaje del petr¨®leo y el gas natural (y la complicidad ingenua de Evo Morales). Lo que se consigue con estas cosas es dividir a los pa¨ªses "progresistas" de la regi¨®n y dejarlos m¨¢s expuestos a caer en las redes de los tratados con Estados Unidos.
Luis de Sebasti¨¢n es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de ESADE.
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