Capital de la gloria
Ha pasado mucho tiempo, las cosas son hoy muy distintas y para Juan Urbano todo aquello era simple Historia, escrita con una de esas haches may¨²sculas que parecen la puerta del Castillo de los Tiempos Pasados. Pero, a pesar de todo, qu¨¦ emocionante encontraba la batalla absurda de aquellas personas que tuvieron la ingenuidad de creer que un ej¨¦rcito de poetas ser¨ªa capaz de frenar a uno de soldados; que le llamaban a Madrid cosas como "centro del hombre", "br¨²jula del mundo" y que eran capaces de dar hasta su propia vida por salvar de la muerte una ciudad en la que no s¨®lo ve¨ªan un sin¨®nimo de la raz¨®n y la libertad, sino tambi¨¦n un ejemplo de toda la belleza asediada de este desdichado planeta. Eso hab¨ªa ocurrido hace setenta a?os en el Madrid cercado de la Guerra Civil y ahora pasaba otra vez dentro del libro que Juan ten¨ªa en las manos, una antolog¨ªa preparada por Jes¨²s Garc¨ªa S¨¢nchez que se llama Capital de la gloria (Poemas de la defensa de Madrid), y que junta en casi mil p¨¢ginas ciento treinta y seis poetas y miles de versos con los que los resistentes intentaban montar un escudo contra el fascismo. "Aqu¨ª estoy para vivir, / mientras el alma me suene", escribi¨® Miguel Hern¨¢ndez.
En el libro que Juan ten¨ªa entre las manos, estaban algunos de los poemas que hab¨ªan hecho Antonio Machado, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Rosa Chacel o Jos¨¦ Bergam¨ªn sobre la ciudad sitiada, y otros de autores extranjeros que llegaron desde todos los rincones de la Tierra para formar parte de su muralla, celebridades como Paul ?luard, C¨¦sar Vallejo, W. H. Auden, Octavio Paz, Nazim Hikmet, Louis Aragon, Bertolt Brecht, Vladimir Holan, Pablo Neruda, Tristan Tzara o Vicente Huidobro; pero tambi¨¦n otros muchos de escritores desconocidos o de circunstancias que, en aquel momento propicio a la heroicidad y la exaltaci¨®n rom¨¢ntica, llegaron a estar seguros de que las palabras eran, de alg¨²n modo, un ant¨ªdoto contra las balas. No lo fueron entonces, naturalmente, pero s¨ª son hoy un refugio contra el olvido, y una muestra de lo que los habitantes de una ciudad pueden sentir por ella cuando la ven amenazada. Porque a Juan le gust¨®, sobre todo, leer los poemas de gente llamada ?ngel L¨¢zaro, Silvio Alonso, Domingo del Pino o Nicolasa Jim¨¦nez, que, seg¨²n aprendi¨® en las entradillas que llevaba detr¨¢s de cada nombre el libro de la editorial Visor, eran campesinos, maestros, alba?iles o abogados, y que en muchos de esos poemas hubiese, adem¨¢s de himnos para la lucha y consignas pol¨ªticas, constantes referencias al cielo de Madrid, al sabor de su aire, a los secretos de sus plazas, a la Cibeles o la Ciudad Universitaria, a la hermosura de sus calles y sus edificios... Capital de la gloria es tambi¨¦n un mapa sentimental dibujado en una bandera. Y si sumas todos sus poemas, es la autobiograf¨ªa de los perdedores.
Claro que ese libro de mil caras es muchas m¨¢s cosas, dependiendo de a cu¨¢l de sus autores escuches, pero lo que m¨¢s impresion¨® a Juan Urbano fue ver en ¨¦l la fotograf¨ªa de una ciudad levantada sobre "un pedestal de escombros", como dice alguno de los poetas incluidos, a la que se miraba con tanto orgullo. "Seguramente", se dijo Juan, que estaba sentado en una terraza del parque del Oeste, delante de un vermout, "porque en aquel instante Madrid era un s¨ªmbolo, pero tambi¨¦n porque a¨²n se parec¨ªa a ella misma, y es m¨¢s f¨¢cil defender aquello que se ama porque se conoce que algo que ha desaparecido, a lo que le se ha despojado de su identidad". Bueno, es que Juan es fil¨®sofo, como ustedes saben, y por lo tanto tiende a ponerse melodram¨¢tico. Pero s¨ª es cierto que al leer Capital de la gloria (Poemas de la defensa de Madrid), uno puede llegar a sentir cierta nostalgia, y hasta cierta envidia, al ver la pasi¨®n que sent¨ªan aquellos seres acorralados por una ciudad que se defendi¨® con tanto coraje que el cu?ado de Franco, Ram¨®n Serrano Su?er, propuso que se castigara a Madrid quit¨¢ndole la capitalidad de Espa?a, para d¨¢rsela a Sevilla. Ya ven.
"?Ser¨ªa posible conseguir que en tiempos de paz am¨¢semos Madrid como lo hicieron estos poetas conocidos y desconocidos en tiempos de guerra?", se pregunt¨® Juan Urbano. "Pensar en tu ciudad como si fuera una persona a la que m¨¢s quieres; ver en ella el centro del hombre, la br¨²jula del mundo". Volvi¨® a casa y all¨ª ley¨® hasta el final aquel libro, Capital de la gloria, y se sinti¨® noble bajo los bombardeos, orgulloso de aquella derrota tan llena de esperanza.
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