Entre la panacea y el miedo
Alemania ve su torneo como un impulso psicol¨®gico en todos los ¨®rdenes, pero teme la violencia y el terrorismo
Alemania vive las v¨ªsperas de la Copa del Mundo en medio de una org¨ªa que parece movilizar a toda la sociedad. El f¨²tbol lo ha invadido todo y deja su impronta en los lugares m¨¢s inauditos. Llega el evento en un raro momento de optimismo: una situaci¨®n pol¨ªtica tranquila con el Gobierno de gran coalici¨®n entre democristianos (CDU/CSU) y socialdem¨®cratas (SPD) y la locomotora de la econom¨ªa europea que parece ponerse de nuevo en marcha con expectativas de crecimiento, fuerte descenso del paro y aumento de las ansias de consumo.
El Mundial ha servido tambi¨¦n para que toda clase de grupos sociales y pol¨ªticos intenten sacar tajada y arrimar el ascua a su sardina: desde organizaciones feministas, que se inventan 40.000 prostitutas forzadas en una campa?a contra la explotaci¨®n sexual de la mujer, hasta neonazis que tratan de aprovechar una posible presencia del presidente de Ir¨¢n y negador del Holocausto, Mahmud Ahmadineyad, para su propaganda.
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre la bonanza econ¨®mica que deparar¨¢ el evento
El af¨¢n de la buena letra hace que pol¨ªticos y prensa comulguen con ruedas de molino
Pero Alemania no ser¨ªa Alemania si este ambiente de euforia mundialista, como panacea de todos los males, no estuviese acompa?ado de miedos latentes. Existe el temor a los incidentes con los hooligans, a un posible atentado del terrorismo islamista, a agresiones de ultraderechistas, xen¨®fobos y neonazis contra visitantes de otra raza, cuando el lema es El mundo entre amigos, e incluso la posibilidad de que un loco, como d¨ªas atr¨¢s en Berl¨ªn con motivo de la inauguraci¨®n de la nueva estaci¨®n central de ferrocarriles, se l¨ªe a pu?aladas y deje dos docenas de heridos.
No obstante, por encima de todo, predomina la identificaci¨®n con la selecci¨®n nacional y el deseo de que su triunfo permita, como declar¨® su t¨¦cnico, J¨¹rgen Klinsmann, "mostrar lo que en realidad somos": "Tenemos la posibilidad de definir de nuevo Alemania: una marca y una impronta".
Desde sus balcones de la Canciller¨ªa Federal, la jefa de Gobierno, la democristiana ?ngela Merkel, de 51 a?os, nacida dos semanas despu¨¦s del milagro de Berna, cuando en 1954 la Alemania casi reci¨¦n salida de la guerra y del nazismo gan¨® su primer Mundial, puede contemplar a su izquierda un monumento gigante: dos botas de f¨²tbol de 12 metros de largo, 4,5 de ancho, 5 de altura y 20 toneladas de peso. Al frente, la torre de televisi¨®n de la Alexanderplatz, en el centro de Berl¨ªn Este, con un enorme bal¨®n en la c¨²pula. Hacia abajo, la pradera ante el edificio del Reichstag reconvertida en un miniestadio para que los hinchas puedan seguir los partidos en pantallas gigantes.
Su antecesor, el socialdem¨®crata Gerhard Schr?der, de 62 a?os, un futbolero que llor¨® al ver precisamente la pel¨ªcula El milagro de Berna, se las hab¨ªa prometido felice. Sus c¨¢lculos fallaron. Pensaba llegar al Mundial al frente del Gobierno, que la selecci¨®n venciera y, al rebufo de su triunfo, ganar otra vez las elecciones. Cuentas de la lechera. Schr?der y su coalici¨®n con Los Verdes no resistieron. Las elecciones anticipadas llevaron al poder a Merkel, que podr¨ªa capitalizar una victoria futbol¨ªstica.
De momento, la econom¨ªa, postrada el ¨²ltimo medio decenio, parece funcionar. Se espera para fin de a?o que el crecimiento del producto interior bruto (PIB) supere las previsiones. Empieza a palparse la posibilidad de que Alemania, tras a?os de rebasarlo, cumpla con el l¨ªmite del d¨¦ficit p¨²blico del 3% del PIB que exige la Uni¨®n Europea a los pa¨ªses del euro; en mayo el paro descendi¨® de forma vertiginosa: 255.000 desempleados menos que en abril, una ca¨ªda del 0,7% hasta un 10,8%; ya es tambi¨¦n el pa¨ªs m¨¢s exportador... Se a?ade que los ¨ªndices sobre el consumo registran que los alemanes est¨¢n m¨¢s predispuestos a gastar, un tir¨®n sobre la demanda interna. La pata de la que se cojeaba.
No se ponen de acuerdo, sin embargo, los expertos en hasta qu¨¦ punto esta bonanza econ¨®mica se deriva del Mundial. Algunos pol¨ªticos lanzaron las campanas al vuelo. El socialdem¨®crata Otto Schily, ex ministro del Interior, cifraba en cinco millones las pernoctas de turistas y en 3.000 millones de euros los ingresos del sector m¨¢s 5.500 por las inversiones relacionadas con el torneo. Pero el Instituto de Investigaci¨®n Econ¨®mica de Berl¨ªn (DIW) concluy¨® que el Mundial "es un acontecimiento cultural y deportivo importante, pero sin especial repercusi¨®n para le econom¨ªa en su conjunto". Espera un crecimiento en ramos espec¨ªficos, como las ventas de productos deportivos y electr¨®nica, pero "no del consumo privado". En cambio, analistas bancarios estiman que puede suponer un incremento del PIB de hasta un 0,25%. La C¨¢mara de Industria y Comercio incluso lo eleva hasta un 0,33%.
S¨ª coinciden casi todos en el efecto propagand¨ªstico para una Alemania amable que recibe a todos como amigos y para ofrecer una pulida representaci¨®n del made in Germany, cuyo prestigio ha sufrido ¨²ltimamente. Campa?as publicitarias con esl¨®ganes como T¨² eres Alemania o Alemania, pa¨ªs de las ideas bombardean los cerebros. El presidente del comit¨¦ organizador, la multinacional publicitaria ambulante que responde al nombre de Franz Beckenbauer, lo resume: "Una oportunidad as¨ª no la recibir¨¢ nuestro pa¨ªs nunca m¨¢s. Ser¨ªa naturalmente muy bonito que el Mundial trajese tambi¨¦n un giro en la econom¨ªa".
El af¨¢n de la buena letra hace que los pol¨ªticos y los medios de comunicaci¨®n comulguen con ruedas de molino y acepten que desde fuera les acusen hasta de fomentar la prostituci¨®n obligada con la importaci¨®n de 40.000 meretrices. En vez de enfrentarse a la estupidez de semejante campa?a, las autoridades responden seg¨²n la mejor correcci¨®n pol¨ªtica: "Tomamos en serio estas advertencias. La polic¨ªa se esforzar¨¢ por controlar la prostituci¨®n forzada". Bajo cuerda, polic¨ªas de la Oficina Federal Criminal (BKA) reconocen: "Lo de las 40.000 prostitutas forzosas es una estupidez, pero no me cite". Los promotores de la campa?a parecen olvidar que cualquier rufi¨¢n de tan siniestro negocio sabe sumar y restar y conoce las leyes de la econom¨ªa del mercado. En Alemania la prostituci¨®n es legal y hay 400.000 meretrices que pagan impuestos sobre la renta y cotizan a la Seguridad Social. Un dirigente sindical suyo declar¨® que se bastan y sobran para satisfacer la demanda mundialista. Un simple c¨¢lculo muestra la falsedad de las 40.000 forzadas. Se espera un mill¨®n de visitantes. As¨ª que, aunque todos requiriesen estos servicios, bastar¨ªa con las 400.000 ejercientes. Una dirigente de la campa?a confes¨®: "De lo que se trata es de aprovechar el Mundial como se hizo en 1978 contra la dictadura argentina. Una sola mujer obligada a prostituirse ya ser¨ªa demasiado".
El mostrar la cara amable de Alemania podr¨ªa frustrarse por las actividades de grup¨²sculos o individuos neonazis y xen¨®fobos. Se han registrado agresiones a negros en Berl¨ªn y en el Estado de Brandenburgo. Atiz¨® la pol¨¦mica el periodista Uwe-Karsten Heye, ex portavoz de Schr?der, al afirmar que los negros corr¨ªan riesgo de no salir vivos de Brandeburgo. La indignaci¨®n y el temor recorri¨® el pa¨ªs e introdujo en el lenguaje cotidiano la expresi¨®n inglesa No go areas para describir las zonas peligrosas para las personas de otra raza.
La posible asistencia del presidente iran¨ª Ahmadineyad, que une a sus afanes por conseguir la bomba at¨®mica la de ser un notorio hincha, trajo de cabeza a las autoridades. ?C¨®mo tratar a un personaje al que, C¨®digo Penal en mano, habr¨ªa que encarcelar nada m¨¢s pisar territorio alem¨¢n por negar el Holocausto? Hay precedentes y podr¨ªa recurrirse al casuismo. En su d¨ªa, el Gobierno barri¨® debajo de la alfombra roja, puesta en Bonn a los pies de Erich Honnecker, el dictador de la otra Alemania, los cr¨ªmenes de su polic¨ªa en el Muro de Berl¨ªn. A Ahmadineyad, que parece que al final no vendr¨¢, no se le pondr¨ªa la alfombra roja, pero habr¨ªa que hacer la vista gorda.
El presidente iran¨ª, por su antisemitismo radical, se ha convertido en un icono para los neonazis, que consideran la posibilidad de organizar manifestaciones a su favor. Tambi¨¦n del otro lado, los dem¨®cratas opuestos al antisemitismo tratan de sacar partido. El ex vicepresidente de la Comunidad Jud¨ªa Michel Friedmann, que tuvo que dimitir por consumo de coca¨ªna y de prostitutas, tal vez forzadas, ha propuesto una manifestaci¨®n contra Ahmadineyad, "el mayor antisemita viviente".
Adem¨¢s de estos temas, quita el sue?o a los organizadores la posibilidad de enfrentamientos violentos entre hooligans. Preocupan en especial los polacos, holandeses e ingleses. Interior planea para los locales fichados un trato exquisito: obligarlos a presentarse en comisar¨ªa a la hora de los partidos. Esto no impide que, como ocurri¨® en el pasado, gamberros de uno y otro lado del Oder se citen en un bosque de Brandeburgo para zurrarse.
Todo ello ser¨ªa insignificante ante la posibilidad de un atentado terrorista en gran escala. Las autoridades toman todas las precauciones, pero la seguridad absoluta no existe. Ah¨ª est¨¢ el ejemplo del muchacho de 16 a?os que apu?al¨® a dos docenas de pac¨ªficos ciudadanos en Berl¨ªn para dejar en mal lugar un acontecimiento del que Alemania espera salir con un triunfo que haga surgir un esp¨ªritu de Berl¨ªn como el de Berna, cuando el pa¨ªs levant¨® la cabeza de entre las ruinas. Ahora, la victoria ser¨ªa un impulso importante para consolidar el inicio de la recuperaci¨®n econ¨®mica y psicol¨®gica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.