El ¨¢ngel rebelde
Suso de Toro (Santiago, 1956) ha escrito una novela atroz, a veces excesivamente desagradable, reiterativa en ocasiones en su violencia extrema (tras Berl¨ªn y Santiago, Leningrado es prescindible), sobre un monstruo, la personificaci¨®n del mal absoluto, una suerte de ¨¢ngel rebelde, ca¨ªdo, perseguido por sus fantasmas, por sus violencias, por sus maldades, un hombre sin nombre, cuyas atrocidades le impiden el descanso ¨²ltimo, como si arrastrara una inmortalidad errante. Es, ciertamente, una novela, aunque Suso de Toro, al final, en la p¨¢gina y media de los agradecimientos, tal vez ¨¦l mismo sea consciente de que la novela, aunque sea un campo que no se puede cercar, exige unas ciertas dosis de verosimilitud, que aqu¨ª no siempre se administran y nos podemos pasar sin ellas, en cambio, en la narraci¨®n teatral. Y es por eso, quiz¨¢ -ya llego-, que en los agradecimientos y explicaciones ¨²ltimos el autor de Hombre sin nombre hable de que su novela es teatro de sombras, drama religioso e incluso auto sacramental. Y, s¨ª, lo teatral le facilita mucho la coartada (en una novela no hubieran sido cre¨ªbles los convocados, en teatro, s¨ª).
HOMBRE SIN NOMBRE
Suso de Toro
Lumen. Barcelona, 2006
408 p¨¢ginas. 22 euros
Suso de Toro se ha enfrentado con mucha ambici¨®n a este reto de escenificar, a base de di¨¢logos, mon¨®logos y narraciones de sue?os, la tragedia de este hombre sin nombre, casi cien a?os, que en un hospital de Santiago, en fase totalmente terminal, convoca a su alrededor a sus fantasmas por ver si logra el descanso eterno. Mediante el recurso a los di¨¢logos, mon¨®logos y sue?os, Suso de Toro cuenta, a r¨¢fagas, la vida de un siglo, a trav¨¦s de este monstruo, a quien, all¨¢ en la aldea gallega -un mundo galaico a lo Valle-Incl¨¢n-, una bruja le predijo que nunca morir¨ªa, nunca dejar¨ªa de hacer el mal, tal vez porque el mal nunca se destruye y, simb¨®licamente, este hombre sin nombre es la personificaci¨®n del mal, una suerte de criatura como la del doctor Frankenstein que no puede evitar hacerlo y se pierde, como en la novela de Shelley, en la pel¨ªcula de Su¨¢rez, entre los hielos ¨¢rticos.
Aunque Suso de Toro ha buscado, con justa ambici¨®n y tambi¨¦n con riesgo, comprimir muchas cosas en este libro, lo cierto es que ha salido bastante airoso del empe?o, pese a que las descripciones de actos violentos o de violaciones gratuitas -ese aparente ox¨ªmoron- a veces resulten irritantes e innecesarias (tal vez una mayor utilizaci¨®n de la elipsis hubiera sido m¨¢s aconsejable). El autor ha querido contar c¨®mo fue el comienzo de la guerra en Santiago, esa ciudad lev¨ªtica; describir la violencia de la Falange gallega contra sus propios paisanos; denunciar la supremac¨ªa nazi y la justificaci¨®n de la violencia contra los otros, los d¨¦biles, los bueyes; reflexionar sobre verdugos y v¨ªctimas y c¨®mo hombres como ¨¦ste sin nombre, ejemplo de monstruo puro, pronto son apartados, como apestados, una vez realizado el trabajo sucio. Y aunque ese monstruo, ebrio de malas lecturas de Nietzsche, desprecia el galleguismo, o esas se?as de identidad gallegas por las que, por borrarlas, ha matado tanto, la parte mejor, la m¨¢s l¨ªrica y valle-inclanesca -?no es este viejo monstruo, que escupe sapos y demonios, una suerte de Juan Manuel Montenegro, el terrible caballero y se?or de las "Comedias b¨¢rbaras" y no es aquel viejo, de joven, derribando caballos por los caminos y retando a los rayos de la c¨®lera divino el propio Cara de Plata?- es precisamente la que sue?a el viejo en fase terminal, cuando de ni?o, frente a su hermano gemelo, que personifica el bien, empez¨® a ser prisionero de su destino.
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