Europa atrasa el reloj
El revolucionario experimento europeo de uni¨®n pol¨ªtica flaquea. En Gran Breta?a y Polonia, los partidos nacionalistas, inc¨®modos con la integraci¨®n en la Uni¨®n Europea, registraron recientemente avances importantes. La Constituci¨®n de la Uni¨®n Europea, rechazada el a?o pasado por Francia y Holanda, est¨¢ paralizada. El nacionalismo y el proteccionismo econ¨®mico afloran. Recientemente, el Gobierno franc¨¦s, el italiano, el espa?ol y el polaco han tomado medidas para proteger sus empresas nacionales frente a una absorci¨®n extranjera. En un continente que so?aba con eliminar las fronteras nacionales, la hostilidad hacia los inmigrantes -en especial los procedentes de pa¨ªses musulmanes- est¨¢ haciendo que resurjan.
En resumen, la vida pol¨ªtica en Europa se est¨¢ renacionalizando, lo cual ha hundido el esfuerzo de integraci¨®n europea en su crisis m¨¢s grave desde la Segunda Guerra Mundial. Si la Uni¨®n Europea sigue dando traspi¨¦s, los europeos no ser¨¢n los ¨²nicos que saldr¨¢n perdiendo. Los estadounidenses podr¨ªan tener que afrontar la vuelta de los celos nacionales a Europa, as¨ª como una Uni¨®n Europea demasiado d¨¦bil para proporcionar a Estados Unidos el aliado econ¨®mico y estrat¨¦gico que necesita.
Cuatro fuerzas principales est¨¢n minando los cimientos de la UE. En primer lugar, los paternalistas Estados del bienestar europeos luchan por sobrevivir a la doble fuerza de la integraci¨®n europea y de la globalizaci¨®n. Los ciudadanos contraatacan, insistiendo en que el Estado reafirme su soberan¨ªa para bloquear un cambio no deseado. Cuando votaron en contra de la Constituci¨®n el a?o pasado, muchos ciudadanos franceses culparon a la "ultraliberal" UE de sus aprietos econ¨®micos. Esta primavera, los alborotadores tomaron las calles de Francia para bloquear las reformas laborales. Los italianos se quejan de que la adopci¨®n del euro ha deprimido su econom¨ªa. En especial en Francia, Alemania e Italia, los gobiernos se ven atrapados en el medio, aplastados desde arriba por las presiones de los mercados competitivos y desde abajo por un electorado que se aferra a las comodidades del pasado y teme al futuro. La consecuencia es la paralizaci¨®n pol¨ªtica y el estancamiento econ¨®mico, que no hacen sino intensificar el descontento de la ciudadan¨ªa y su escepticismo ante las ventajas de la integraci¨®n europea.
En segundo lugar, la ampliaci¨®n de la UE sumada a la entrada de inmigrantes musulmanes ha diluido las identidades tradicionales europeas y provocado nuevas divisiones sociales. La UE tiene ahora 25 pa¨ªses miembros con niveles de desarrollo muy distintos. Quince millones de musulmanes residen ya en ella y Turqu¨ªa, con 70 millones m¨¢s, est¨¢ llamando a la puerta. Demasiados musulmanes europeos est¨¢n dolorosamente marginados, lo cual invita al radicalismo. Poco acostumbradas a una sociedad multi¨¦tnica y temerosas de la amenaza islamista interna, las poblaciones mayoritarias de la UE se repliegan tras la comodidad ilusoria de las fronteras nacionales y las concepciones ¨¦tnicas de la nacionalidad.
En tercer lugar, la pol¨ªtica europea se vuelve cada vez m¨¢s populista. El electorado considera que tanto las instituciones europeas como las nacionales son elitistas y est¨¢n desconectadas. En Francia, el Frente Nacional de extrema derecha disfruta de una popularidad inaudita; en una encuesta reciente, una tercera parte de los entrevistados opinaba que el partido contrario a la inmigraci¨®n estaba en sinton¨ªa con "las preocupaciones del pueblo franc¨¦s". Los electores polacos han elegido hace poco un presidente, Lech Kaczynski, que insiste en que "lo que les interesa a los polacos es el futuro de Polonia, no el de la UE".
Por ¨²ltimo, Europa carece del fuerte liderazgo necesario para dar nueva vida a la uni¨®n. Los gobiernos de Londres, Par¨ªs, Berl¨ªn y Roma son fr¨¢giles y est¨¢n preocupados por sus electorados divididos y enfadados. El cambio generacional est¨¢ exacerbando la situaci¨®n. Para los europeos que vivieron la Segunda Guerra Mundial y sus amargas secuelas, la UE es un ant¨ªdoto sagrado contra el pasado sangriento de Europa. Pero esa generaci¨®n se est¨¢ acabando, y los europeos m¨¢s j¨®venes no tienen un pasado del que intenten escapar, ni sienten pasi¨®n por la uni¨®n pol¨ªtica.
Al menos por ahora, la UE est¨¢ sencillamente a la deriva, todav¨ªa no a punto de deshacerse. Su defunci¨®n es dif¨ªcilmente inevitable; en las pasadas seis d¨¦cadas, Europa ha capeado muchos periodos de duda interna y estancamiento. Pero s¨®lo medidas audaces y urgentes pueden volver a encarrilar a la UE. Los l¨ªderes europeos tendr¨¢n que dejar de fingir que todo sigue igual y reconocer la gravedad de la actual crisis pol¨ªtica. Deber¨ªan desechar la excesivamente pormenorizada Constituci¨®n de la UE y redactar un documento m¨¢s sucinto con unas cuantas disposiciones clave: nombramiento de un presidente y un ministro de Exteriores de la UE y reforma de la toma de decisiones.
S¨®lo una uni¨®n m¨¢s capaz puede hacer que la UE sea m¨¢s relevante para sus ciudadanos. Los europeos deben afrontar la realidad de que han llegado a un momento decisivo. A no ser que resuciten con urgencia el proyecto de uni¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, uno de los mayores logros del siglo XX correr¨¢ peligro.
? LA Times-Washington Post.
Traducci¨®n de News Clips.
Charles A. Kupchan es catedr¨¢tico de Asuntos Internacionales de la Universidad de Georgetown y miembro del Consejo de Relaciones Exteriores.
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