Naranjitas y bufones
En 1982, segundo a?o triunfal de la movida madrile?a, cuando todos and¨¢bamos a¨²n "enamorados de la moda juvenil" y del dise?o gr¨¢fico, o textil, un burdo monigote vino a romper el espejo en el que se miraban los narcisos posmodernos, el infame e infamante Naranjito, seleccionado como mascota del campeonato mundial de f¨²tbol que ese a?o se celebraba en Espa?a, rompi¨® el espejo en el que se miraban los narcisos de la posmodernidad y enturbi¨® la imagen innovadora y vanguardista que los j¨®venes madrile?os primero, y luego del resto del pa¨ªs, ten¨ªan de s¨ª mismos; la irrupci¨®n del Naranjito en el floreciente panorama iconogr¨¢fico nacional fue una inmersi¨®n en el t¨²nel del tiempo y una amarga constataci¨®n de en qu¨¦ pa¨ªs viv¨ªamos, o con qu¨¦ clase de pa¨ªs conviv¨ªamos, el futuro a¨²n no estaba aqu¨ª, como cantaban los de Radio Futura en la canci¨®n cuyo estribillo se cita l¨ªneas arriba, el futuro a¨²n no hab¨ªa llegado, pero el pasado nos pisaba los talones; la infame e infamante mascota tuvo muchos y documentados detractores, que ve¨ªan en ella el retorno de una est¨¦tica cutre y casposa, que nunca hab¨ªa dejado de estar ah¨ª, una zafia imitaci¨®n de los dibujos animados de la Disney, del estilo de los cortos de animaci¨®n espa?oles que en los a?os sesenta y setenta afloraban en la televisi¨®n espa?ola y ¨²nica, pat¨¦ticos remedos de los cartoons norteamericanos. El Naranjito hab¨ªa sido seleccionado por un an¨®nimo comit¨¦ de supuestos expertos y, como afirma un proverbio contempor¨¢neo, un burro es un caballo dise?ado por un comit¨¦, si a ese comit¨¦ se le proporciona anonimato pudiera ser que al burro le faltaran las orejas, o el rabo.
A?os despu¨¦s, el Cobi ol¨ªmpico de Mariscal, y en menor medida el Curro de la Expo, redimir¨ªan la penosa imagen de la mascota futbol¨ªstica, el Naranjito parec¨ªa ya olvidado y enterrado definitivamente. As¨ª lo cre¨ªa yo hasta hace unos meses, cuando husmeando por el concurrido zoco de la calle de Fuencarral, mercadillo global con precios de dise?o exclusivo, vi emerger, como un fantasma entre los multiculturales y heter¨®clitos indumentos y complementos del gran bazar, la rechoncha efigie de la naranja con botas, estampada en bolsos, camisetas, chupas y chapas, los naranjitos no estaban precisamente de saldo sino que se cotizaban en ocasiones por encima de art¨ªculos similares de firmas de cierto prestigio entre los j¨®venes marquistas. Intrigado por la inesperada resurrecci¨®n del engendro interrogu¨¦ a un adolescente, que por sus tatuajes, piercings y logos me pareci¨® un experto, sobre el significado para su tribu de la naranja balomp¨¦dica y obtuve una escueta respuesta: "Est¨¢ claro, t¨ªo, es un icono del pop".
Est¨¢ claro, se trata de una recuperaci¨®n ir¨®nica del icono, no de una reivindicaci¨®n est¨¦tica, ejemplo impecable del kitsch ib¨¦rico m¨¢s rancio, del estilo "bizarro", subg¨¦nero que juega con lo m¨¢s cutre, extravagante y casposo del abigarrado paisaje del pop espa?ol de Georgie Dan y Los Hermanos Calatrava a El Fary y al Koala. Un juego inofensivo, una broma que resultar¨ªa inocente si ese kitsch ib¨¦rico de pata negra no tuviera estos d¨ªas manifestaciones nada ir¨®nicas y reivindicaciones est¨¦ticas y ¨¦ticas de lo m¨¢s rancio. Nada m¨¢s kitsch, nada m¨¢s bizarro ni m¨¢s rancio que los iconos, pancartas, consignas y parafernalias de los manifestantes que amparados por una causa tan justa como la de las v¨ªctimas del terrorismo, hacen de esa capa un sayo para taparse y embozar sus sectarias intenciones, militantes, simpatizantes y diletantes de la derecha ultramontana que afirma que cualquier pasado fue mejor, por lo menos desde los tiempos de los "Reyes Cat¨®licos", iconos tambi¨¦n, Isabel sobre todo del bizarrismo nacional. Estas turbas cainitas que no dudan en atacar, apabullar y abuchear incluso a los suyos, v¨¦ase Ruiz-Gallard¨®n en la ¨²ltima convocatoria de la AVT, proclaman con sus actos que el pasado nos sigue pisando los talones y machac¨¢ndonos los juanetes.
En el Mundial de Alemania de este a?o, no se han preocupado mucho por la mascota, los cainitas del Partido Popular tienen la que se merecen, el "Federico", pat¨¦tico monigote, incitador de odios, buf¨®n consagrado al que sus patronos de la Conferencia Episcopal deber¨ªan calmar con un buen exorcismo, a la antigua y bizarra usanza.
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