El le¨®n que vino de Brasil
Zinha abandon¨® su pa¨ªs hace ocho a?os y hoy es el h¨¦roe de M¨¦xico
Cuando los marineros portugueses llegaron a la India trajeron a Europa sedas, especias, joyas, plantas y animales ex¨®ticos, pero tambi¨¦n alguna que otra palabra en s¨¢nscrito que qued¨® incorporada al idioma de Enrique el Navegante. Una de ellas fue Sinha, le¨®n peque?o. No consta que el apodo de Antonio Naelson Mat¨ªas, que en la n¨®mina oficial de la FIFA figura con z aunque ¨¦l asegure que es con s, tenga que ver con una melena rubia o un reinado selv¨¢tico que un cuerpo menudo y un cabello corto desmienten al primer vistazo. Tampoco queda claro si aprendi¨® a caminar con la inteligencia que demostr¨® el domingo pasado en N¨²remberg, cuando su ingreso result¨® vital en la victoria de M¨¦xico sobre Ir¨¢n, esquivando piedras sobre la tierra ardiente de Itaj¨¢, en el estado brasile?o de R¨ªo Grande do Norte, o mirando a sus primos Souza y Bebeto, y a su hermano Netinho, todos ellos tambi¨¦n profesionales. Lo ¨²nico concreto es que tambi¨¦n ¨¦l, como su apodo, debi¨® atravesar varios miles de kil¨®metros hasta encontrar su lugar en el mundo. Parti¨® de casa en 1998 rumbo a una aventura improbable en un equipo desconocido, el Saltillo de la Segunda Divisi¨®n mexicana, y las tierras aztecas le cambiaron la vida.
Salvo que se posea un talento privilegiado, las cosas no suelen ser f¨¢ciles en el f¨²tbol para alguien que apenas llega a los 163 cent¨ªmetros de altura (estamos hablando del segundo jugador m¨¢s bajo del Mundial). No lo fueron para Zinha, uno m¨¢s entre once hermanos (cinco mujeres y seis varones), uno m¨¢s entre los infinitos habilidosos que las lluvias tropicales hacen brotar sin esfuerzos en los pueblos y ciudades de Brasil.
"Yo jugaba para divertirme y pasar el rato con los amigos de mi pueblo. Llegu¨¦ a profesional porque me ofrecieron la posibilidad de hacerlo, no porque me lo hubiera planteado cuando era chico", dice ahora mirando hacia atr¨¢s, como si aquel pasado tan lejano no fuese suyo. Primero fue el R¨ªo Branco, despu¨¦s el Am¨¦rica de R¨ªo de Janeiro los que le vieron pasar sin hacer demasiado caso a su capacidad para ubicar los espacios libres, a su exquisita visi¨®n de juego, a su explosiva llegada desde la segunda l¨ªnea.
En M¨¦xico todo fue diferente. Apenas dur¨® una temporada en las mazmorras de la Segunda Divisi¨®n. Al a?o siguiente fich¨® por el Monterrey y doce meses despu¨¦s, por el Toluca que por entonces dirig¨ªa Ricardo Lavolpe, actual seleccionador, donde ya ha cosechado cuatro t¨ªtulos de campe¨®n. El resto vino solo: su boda con una saltillense, su nacionalizaci¨®n y su llamada para la tricolor. "Si digo que cuando llegu¨¦ al Saltillo imagin¨¦ algo como lo que estoy viviendo, mentir¨ªa. Uno siempre tiene la ilusi¨®n de hacer bien las cosas, pero no tanto", dec¨ªa el domingo despu¨¦s de su asistencia en el segundo gol mexicano y el cabezazo para el 3-1 definitivo.
Una rotura del ligamento cruzado en la rodilla derecha estuvo a punto de dejarle sin Mundial. Pero se recuper¨® a tiempo, y hoy, el peque?o le¨®n de Itaj¨¢ vuelve al "lugar del crimen". Porque hace exactamente un a?o, el 16 de junio de 2005, M¨¦xico derrotaba 2-1 a Jap¨®n en Hannover, en el arranque de la Copa de las Confederaciones, donde d¨ªas despu¨¦s repetir¨ªa ante Brasil. Esa tarde, Antonio Naelson Mat¨ªas marc¨® el primer gol y fue elegido el mejor jugador del partido. Ya por entonces, en M¨¦xico a casi nadie le importaba si su apodo, Zinha, se escribe con z o con s.
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