M¨¦xico: el paisaje despu¨¦s de la batalla
La actual contienda por la presidencia de M¨¦xico es compleja, competida e incierta. El Gobierno resultante no es s¨®lo un tema interno: M¨¦xico es hoy la pieza clave para mantener o cambiar los equilibrios de la regi¨®n, y aun para incidir en el orden econ¨®mico global.
El triunfo del candidato del Partido de Acci¨®n Nacional (PAN), Felipe Calder¨®n, con los inevitables ajustes heterodoxos, contribuir¨ªa a dar continuidad al modelo vigente, que cumple los objetivos de estabilidad econ¨®mica y de eficiencia de Gobierno, aunque no ha logrado disminuir de manera significativa las cifras de la pobreza en la regi¨®n: el 44% de la poblaci¨®n de Am¨¦rica Latina vive "con menos de un d¨®lar al d¨ªa", como declar¨® hace poco Alejandro Toledo, presidente de Per¨².
Por otro lado, el triunfo del candidato de la izquierda (PRD), Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, aportar¨ªa valor agregado y simb¨®lico al modelo latinoamericano emergente que hoy integran Luiz Inacio, Lula, da Silva, N¨¦stor Kirchner, Michelle Bachelet, Tabar¨¦ V¨¢zquez Rosas, Hugo Ch¨¢vez o Evo Morales.
Los 3.200 kil¨®metros de la frontera norte mexicana facilitar¨ªan el contacto de ese modelo con un valiente mundo nuevo: los 42,7 millones de inmigrantes latinoamericanos, primera minor¨ªa ¨¦tnica en Estados Unidos y de activismo creciente, cuyo n¨²cleo emblem¨¢tico est¨¢ afincado, por razones de contig¨¹idad geogr¨¢fica, en la cultura popular mexicana.
Se trata de escenarios que no han pasado inadvertidos para el Gobierno estadounidense. Condoleezza Rice, se?al¨® recientemente que Washington no exige ning¨²n "precio ideol¨®gico" para trabajar con gobiernos de izquierda o de derecha, "siempre que est¨¦n comprometidos en principio y pr¨¢ctica con las condiciones fundamentales de la democracia, a gobernar justamente, impulsar la libertad econ¨®mica e invertir en sus pueblos". En otras palabras, populismo o lo que sea, s¨ª, pero no tanto. O mejor a¨²n, el estilo de Lula s¨ª, el de Ch¨¢vez no. Mientras tanto, 6.000 efectivos de la Guardia Nacional norteamericana empiezan a llegar a la frontera com¨²n y el Senado estadounidense anuncia miles de millones de d¨®lares disponibles para construir un triple tel¨®n de acero virtual. Pero volvamos a M¨¦xico.
Una parte del electorado mexicano ha interiorizado la l¨®gica de la democracia minimalista y vol¨¢til. M¨¢s del 20% del electorado no piensa votar, otro tanto no sabe a¨²n por qui¨¦n votar¨¢ o puede todav¨ªa cambiar de opci¨®n. Faltan menos de 20 d¨ªas para la jornada electoral del 2 de julio.
En el otro extremo, voces sibilinas anticipan un conflicto poselectoral, en un contexto de turbulencia creciente. De ¨¦sta hay evidencias ominosas: enfrentamientos entre polic¨ªas y manifestantes de Atenco, en el Valle de M¨¦xico; combates con los mineros de una sider¨²rgica, en Ciudad L¨¢zaro C¨¢rdenas, Michoac¨¢n; crisis magisterial en el sure?o estado de Oaxaca, entre otras. Todo un cat¨¢logo de malos augurios al que, de ninguna manera, me adscribo; sin embargo, ah¨ª est¨¢.
Por su parte, del conflicto de la noche del 2 de julio dan cuenta las descalificaciones entre los actores y el tono, acentuadamente pugnaz, de los candidatos punteros al cierre de la contienda. El debate, que tuvo lugar el pasado 5 de junio, contin¨²a en los medios mexicanos con encarnizamiento compulsivo. De ah¨ª que la obsesi¨®n mundial por el f¨²tbol sea, para muchos ciudadanos, una anhelada fuga de las congojas de una campa?a de belicosidades absolutas, de las que todos participan.
En una descalificaci¨®n anticipada del resultado, el rezagado candidato del PRI hablaba hasta hace poco de una "elecci¨®n de Estado". Ha aparecido tambi¨¦n la suspicacia tard¨ªa respecto del padr¨®n electoral que, a su vez, se convirti¨® en uno de los seis puntos del Acuerdo Democr¨¢tico para la Equidad, Legalidad y Gobernabilidad que, en una moci¨®n inusitada, redundante y acaso poco longeva, propusieron los partidos para "respetar" la ley electoral y "acatar" el resultado de la elecci¨®n. A cambio de esta firma, se ha anulado la participaci¨®n del presidente Fox para declarar triunfador el d¨ªa de la jornada y ser¨¢n sujetos de auditor¨ªa dos de las herramientas con las quecuenta el Instituto Federal Electoral: el Programa de Resultados Electorales Preliminares y el Conteo R¨¢pido. En otras palabras, ambos ser¨¢n objetables.
?Cu¨¢les pueden ser los motivos reales de estas tensiones pol¨ªticas y sociales y cu¨¢les, las consecuencias reales de este dise?o conflictivo? Las m¨¢s evidentes, impedir que alguien gane y su correlato perverso: evitar que algunos pierdan, al convertir las debilidades estructurales en fortalezas della Condotta. Hay tambi¨¦n la amenaza de un escenario extremo, en el cual la elecci¨®n no sea reconocida como legal y sea necesario anularla y reponer el proceso, con los mismos actores o, ?por qu¨¦ no?, con un nuevo elenco.
Las encuestas muestran hoy poco m¨¢s que un empate t¨¦cnico entre los candidatos del PAN y PRD, mientras que el candidato del PRI se encuentra a una distancia porcentual dif¨ªcilmente remontable, pero significativa si se mira desde otros ¨¢ngulos: el voto ¨²til, la cooptaci¨®n, las alianzas p¨²blicas y, seg¨²n los cr¨ªticos del PRI, aun las impublicables. De ah¨ª que, a menos de cuatro semanas de los comicios, la disputa por las lealtades de priistas distinguidos se haya convertido en asunto estrat¨¦gico clave para los partidos pol¨ªticos.
Los candidatos del PAN, PRI y PRD, conocen el funcionamiento de las burocracias partidistas. Saben, por lo tanto, que el control disciplinado de elites y cuadros es decisivo en esta etapa. Los tres buscan atraer refuerzos; el PRI, con pocas perspectivas de triunfo, se ha vuelto la di¨¢spora central de este empe?o. Los tres saben probablemente lo que quieren hacer de su partido despu¨¦s de la elecci¨®n. Pero, sobre todo por esto, los tres deber¨¢n tener en claro cu¨¢l ser¨¢ su responsabilidad en la continuidad deseable de la democracia mexicana. No les ser¨¢ f¨¢cil, especialmente para el PRI, que vivir¨¢ un desaf¨ªo monumental ante la eventual derrota.
Como los condotieros de anta?o, quienes no interiorizan todav¨ªa las reglas de la democracia de hoga?o, hacen del reconocimiento del resultado un recurso de negociaci¨®n y hasta de intimidaci¨®n; pero la consideraci¨®n fundamental democr¨¢tica es que sea el voto, y s¨®lo el voto, el origen del triunfante. En las dos ¨²ltimas elecciones presidenciales, quien no ha sido favorecido lo ha reconocido el mismo d¨ªa de la elecci¨®n. Este precedente debe mantenerse, no s¨®lo a partir de la disposici¨®n de los competidores, sino de la calidad de la elecci¨®n y de la neutralidad de las autoridades nacionales y locales.
?Qu¨¦ autoridad ser¨ªa capaz de convencer a los mexicanos y al mundo de que el resultado de la elecci¨®n fue legal y leg¨ªtima? Todas o ninguna, dependiendo de la confianza p¨²blica que, con antelaci¨®n, las instituciones hayan construido.
Importa la confianza p¨²blica en la autoridad electoral, y especialmente la autoridad moral que haya construido el presidente de la Rep¨²blica; importa tambi¨¦n la confianza p¨²blica en los medios y las casas encuestadoras; cuenta, por otro lado, la diversidad partidista de actores pol¨ªticos en busca de acomodo y el comportamiento de los intereses organizados a la caza de transacciones favorables. Pero estoy convencido de que los primeros, las instituciones y sus coadyuvantes deben prevalecer sobre los intereses particulares. No creo que en una democracia sana el tercero en la disputa deba ser el fiel de la balanza. Es la puerta abierta al chantaje y a una complicidad de origen que puede pervertir el punto de partida del nuevo Gobierno.
Lo principal ser¨¢ que un voto -s¨®lo uno- baste para declarar un triunfador y un nuevo y leg¨ªtimo Gobierno, a partir de la legalidad del proceso. La elementalidad democr¨¢tica no es la negociaci¨®n, sino la aceptabilidad de la derrota. De ah¨ª la importancia del buen desempe?o de la autoridad electoral y de la presidencia como espacio de imparcialidad por excelencia. Registra la memoria hist¨®rica la elecci¨®n exitosa de 2000 -cambio de r¨¦gimen sin conflicto-; tambi¨¦n, la elecci¨®n copiosa de 1994, en medio de un contexto de conflictualidad generalizada; finalmente, 1988 y la legitimidad por remontar.
?Ser¨¢ la del 2 de julio "una noche sueca", para usar la expresi¨®n de Felipe Gonz¨¢lez respecto de los comicios mexicanos del a?o 2000, o las televisoras del mundo repetir¨¢n las escenas arquet¨ªpicas del M¨¦xico bronco? En pocas semanas lo sabremos. Por mi parte espero que el paisaje despu¨¦s de la batalla sea, como hace seis a?os, aquel en el que todos los mexicanos salgamos a trabajar tranquilamente, con la convicci¨®n de que un mejor destino nos aguarda y compromete.
Li¨¦bano S¨¢enz es autor de La presidencia moderna (Taurus 2006).
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