La voz de la dignidad
Treinta a?os exiliada por el 'apartheid'. Se ha relacionado con presidentes y reyes. Cant¨® para Kennedy. A sus 74 a?os, la cantante surafricana Miriam Makeba, conocida como 'Mam¨¢ ?frica', se despide con una gira que recala en el festival murciano La Mar de M¨²sicas
Un s¨ªmbolo de ?frica, uno de sus personajes m¨¢s queridos y admirados, se retira. Miriam Makeba quiere despedirse con una gira de 14 meses. "Tengo 74 a?os y ya me resulta dif¨ªcil viajar y moverme. Llega un momento en el que una tiene que decir 'gracias'. Es hora de irse. No estoy diciendo que deje de cantar porque mientras tenga mi voz voy a hacerlo, pero me he pasado la vida de un lado para otro y me gustar¨ªa tener tiempo para descansar en casa y poder estar con mis dos bisnietos". Se apoya en un bast¨®n tras un peque?o accidente en la rodilla izquierda. "No es por la edad", explica con una suave sonrisa. Habla bajito. Recuerda lo que le dijo Stevie Wonder: "La edad s¨®lo es un n¨²mero". "Si cuando uno se va haciendo mayor se pone a pensar '?qu¨¦ viejo soy!', envejece. Muchas mujeres no quieren hablar de su edad. ?Por qu¨¦ no? Hay que envejecer con elegancia".
El 11 de junio de 1990 regres¨® a Sur¨¢frica despu¨¦s de treinta a?os de exilio. Con pasaporte franc¨¦s. "Cuando viajo en avi¨®n me duermo siempre antes incluso de despegar. Pues no pude pegar ojo desde que salimos de Bruselas. No pod¨ªa creer que volv¨ªa. Ten¨ªa miedo. Pero estaba muy contenta de regresar a casa. Y segu¨ªa siendo la misma aunque no lo creyeran. Mucha gente, despu¨¦s de pasar un a?o o dos en otro pa¨ªs, vuelve con un acento diferente. El m¨ªo nunca cambi¨®. En treinta a?os. ?Sabe por qu¨¦? Porque estaba lejos f¨ªsicamente, pero, mental y sentimentalmente, siempre estuve en Johanesburgo". Una joven funcionaria del aeropuerto se acerc¨® a pedirle el pasaporte. "Pens¨¦: '?Negra?, vaya, las cosas han cambiado'. Mandela hab¨ªa salido de la c¨¢rcel s¨®lo unos meses antes y me asust¨¦. Me rog¨® que la siguiera y yo sospech¨¦? 'Todos los dem¨¢s pasajeros van por otro lado?'. De repente, las puertas se abrieron y hab¨ªa c¨¢maras, mucha gente, mi hermano. Y Brenda Fassie empez¨® a cantar Nkosi Sisekele [el himno del Congreso Nacional Africano (ANC), el partido de Nelson Mandela, y hoy himno oficial de la Rep¨²blica de Sur¨¢frica]. La gente lloraba y yo lloraba. Y me tocaban y abrazaban. Era temprano por la ma?ana. Un lunes. Fue uno de los momentos m¨¢s conmovedores y maravillosos de mi vida". Se emociona. "Dej¨¦ las maletas en casa de mi hermano y fui al cementerio. Sentada sobre la tumba de mi madre me sent¨ª como un beb¨¦ que duerme en el regazo materno. Le ped¨ª perd¨®n por no haberla podido acompa?ar". No la dejaron. En 1960, Makeba hab¨ªa participado en un documental cr¨ªtico con el r¨¦gimen racista y, al ir al consulado de su pa¨ªs en Nueva York, le estamparon en el pasaporte "cancelado". Tanto ella como sus discos quedaban prohibidos.
El 16 de junio de 1976, durante una revuelta, unos estudiantes mueren por disparos de la polic¨ªa en Soweto, al suroeste de la ciudad de Johanesburgo. "Yo sufr¨ªa sabiendo que la gente estaba muriendo all¨ª". Soweto era el resultado de la ideolog¨ªa del Partido Nacional Afrikaner, llegado al poder en 1948: el odioso apartheid, una palabra afrikaans que quiere decir aparte, y que defin¨ªa la pol¨ªtica de segregaci¨®n racial del r¨¦gimen de Pretoria. Educaci¨®n diferenciada, imposibilidad de acceder a la propiedad privada para los negros, prohibici¨®n de matrimonios mixtos y de relaciones sexuales entre personas de diferente raza? Ya en 1960, en Sharpeville, una marcha pac¨ªfica para protestar contra la ley de los pases -que restring¨ªa los movimientos a los negros- hab¨ªa terminado en carnicer¨ªa. Aunque los manifestantes no llevaban armas, el ej¨¦rcito abri¨® fuego. Murieron 69 personas -entre ellas, dos t¨ªos de Makeba.
Miriam Makeba naci¨® el 4 de marzo de 1932. Con 18 meses estaba en la c¨¢rcel con su madre. ?El crimen? Elaborar cerveza -se llama umqombothi y se pronuncia con el caracter¨ªstico chasquido de la lengua del idioma xhosa- y venderla para mantener a la familia. "A los africanos no se les permit¨ªa beber, y mi madre acab¨® en la c¨¢rcel por no poder pagar la multa. Eran 15 libras o seis meses. Hoy, las f¨¢bricas surafricanas de cerveza la fabrican para vend¨¦rnosla a nosotros, que somos la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Se apropiaron de la receta de nuestras abuelas y no les dieron un centavo a cambio".
Su primera casa, una vivienda prefabricada, la alquil¨® cuando ya estaba cantando con los Manhattan Brothers, grupo que dejar¨ªa para unirse a las Skylarks. Al llegar a Londres, en 1959, no se atrev¨ªa a entrar en los restaurantes porque ve¨ªa a blancos en las mesas. Y comer con ellos era impensable en Sur¨¢frica. En el vuelo de South African Airways que la hab¨ªa llevado a Europa viaj¨® con tres asientos para ella porque nadie quiso sentarse a su lado: era la ¨²nica pasajera negra. Tampoco era f¨¢cil la vida para un negro en el sur de Estados Unidos. "En un restaurante de Atlanta no nos dejaron cenar", recuerda. El ma?tre aleg¨® que no aceptaban a "gente de color". Y fueron los primeros negros en poder alojarse en un gran hotel de la capital de Georgia. "Vaya", pens¨¦, "algunas cosas aqu¨ª se parecen a lo que ocurre all¨ª de donde yo vengo", dice riendo. Por entonces andaba con Harry Belafonte, al que en sus memorias llama Big Brother (Gran Hermano). "Con ¨¦l aprend¨ª a estar en el escenario. La disciplina. Me ense?¨® que si respetas al p¨²blico, ¨¦ste a su vez te va a respetar".
Se ha relacionado con hombres poderosos. "He conocido a reyes y presidentes, pero no me siento especial por eso. Hasta conoc¨ª al emperador Haile Selassie, que me pidi¨® que acudiera a Addis Abeba para cantar en el establecimiento de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana". All¨ª estaban figuras hist¨®ricas como Nasser, Ben Bella, Bourguiba, Sedar Senghor? Makeba fue testigo del nacimiento de un continente. En Kenia, junto al presidente Jomo Kenyatta, asisti¨® a la ceremonia en la que la Union Jack fue arriada y dej¨® su lugar a la bandera nacional. Julius Nyerere, primer presidente de Tanzania, le regal¨® la piel de un leopardo, y Sekou Tour¨¦ la acogi¨® en Guinea-Conakry en 1968, cuando su estancia en Estados Unidos se torn¨® problem¨¢tica: Makeba hab¨ªa anunciado en marzo su boda con Stokely Carmichael, l¨ªder de los Panteras Negras, y empezaron a cancelarle actuaciones. En abril mor¨ªa asesinado Martin Luther King. Crec¨ªa la oposici¨®n a la guerra de Vietnam, arreciaban las reivindicaciones de los afroamericanos y el FBI no perd¨ªa de vista a Carmichael. "No me importa si eres un revolucionario o no, tienes que vestir correctamente', le dije. Ahora hay quien compra tejanos y los rasga. Es como si se estuvieran burlando de la gente pobre. Cuando crecimos ¨¦ramos pobres, pero nos sent¨ªamos orgullosos de nuestro aspecto. La gente sin dinero para comprar ropa intenta coser y zurcir la que tiene".
Makeba cant¨® en aquella famosa velada del Madison Square Garden en la que Marilyn Monroe felicit¨® el cumplea?os a Kennedy. Ten¨ªa fiebre y se sent¨ªa mal, as¨ª que se retir¨® pronto. "Mandaron una limusina a mi casa porque el presidente preguntaba d¨®nde estaba la joven cantante surafricana. Al final fui a la recepci¨®n y estrech¨¦ su mano. Cuando volv¨ªa a casa pens¨¦: 'Yo, la peque?a Makeba, desde el anonimato de Sur¨¢frica, y un presidente quiere agradecerme haber cantado para ¨¦l". De manos del rey de Suecia recibi¨® en 2002 el Premio Polar -especie de Nobel de la M¨²sica otorgado a Rostropovitch, Bob Dylan o Isaac Stern-. Tambi¨¦n posee el Dag Hammarskj?ld por su labor humanitaria o, igual que Gorbachov y Simon Wiesenthal, la Medalla de la Paz de la Sociedad Alemana para la ONU.
En 1976, declarado "A?o contra el apartheid" por las Naciones Unidas, Miriam Makeba lee un discurso ante la Asamblea General. Esta mujer, que super¨® un c¨¢ncer y estuvo casada con el trompetista Hugh Masekela, cuenta en sus memorias que Marlon Brando fue a verla a un caf¨¦ de Melrose, en Los ?ngeles, y que la invit¨® luego a su casa. Conoci¨® a cantantes de jazz como Sarah Vaughan, Carmen McRae o Dinah Washington. Y se hizo muy amiga de Nina Simone, que estaba en el Village Vanguard de Nueva York, con Duke Ellington, Miles Davis y Sidney Poitier, invitados por Belafonte, la noche de su estreno.
No hay modo de terminar un concierto sin cantar, una vez m¨¢s, y por imperativo popular, Pata pata. Se lleva la mano a los ojos. "Es una de las canciones m¨¢s insignificantes de todo mi repertorio. Toca toca es el nombre de un baile que estaba de moda en los cincuenta", cuenta mientras va tocando con sus manos rodillas, codos, antebrazos? "Cuando la gente oye las primeras notas [ella la canturrea] se pone de pie y comienza a dar palmas. As¨ª que deber¨ªa estar agradecida", dice con sonrisa resignada. "Tambi¨¦n est¨¢ Click song [as¨ª titulada porque a los ingleses les resultaba impronunciable el nombre original en xhosa de Quongqothwane]".
Sus discos se etiquetan ahora como world music. "?De d¨®nde vienen las otras m¨²sicas? ?De Marte? Vaya estupidez. Si alguien me dice que es world, le doy las gracias por reconocer que nosotros tambi¨¦n somos de este mundo. Y a?ado: 'S¨¦ que est¨¢ siendo cort¨¦s, porque lo que realmente est¨¢ queriendo decir es que nuestra m¨²sica es del Tercer Mundo, igual que nuestro continente. As¨ª que, por favor, no nos insulte'. Tengo 74 a?os y todav¨ªa me solicitan de muchos pa¨ªses. Sin tener una canci¨®n de ¨¦xito ni vender millones. La gente quiere verme y o¨ªrme".
En abril actu¨® en Ciudad del Cabo ante m¨¢s de 10.000 personas. Muchas lloraron al escucharla cantar Africa is where I belong? "Si lo hicieron, me siento feliz porque significa que he llegado profundamente a sus corazones. ?frica es el lugar al que pertenezco. Toda mi vida he dicho que soy hija de ?frica. Y me siento muy triste cada vez que veo todos los problemas que hay. Es un continente muy rico que fue colonizado por naciones que se limitaron a coger y llevarse de la tierra. Y no dejaron nada para la gente. Tampoco podemos continuar reproch¨¢ndoselo porque hace much¨ªsimos a?os que los pa¨ªses de ?frica son libres, y de haber tenido buenos gobernantes, estar¨ªamos mucho mejor. Desgraciadamente, estamos casi igual. Y no podemos ech¨¢rselo en cara a los colonizadores, sino a nosotros mismos. Tenemos que mirar y preguntarnos: '?Qu¨¦ hemos hecho?".
Es sorprendente que muchas de aquellas familias blancas acudieran a ni?eras negras para cuidar a sus reto?os. "Yo me ocup¨¦ de beb¨¦s blancos. Los criamos, pero cuando crecieron les ense?aron a odiarnos y a no respetarnos. S¨®lo tenemos 12 a?os de edad. Hay democracias viejas de doscientos a?os y tambi¨¦n hay racismo".
"La gente se piensa que me paso el d¨ªa con Mandela. Y no. Yo cantaba con los Manhattan Brothers, que eran muy populares y cultos. Yo era joven y est¨²pida, pero cantaba muy bien. En los a?os cincuenta sol¨ªamos actuar con el fin de obtener fondos para el ANC. Ellos hablaban con personas como Baba -padre, en zul¨²- Mandela y yo las conoc¨ªa". El sufrimiento que caus¨® el apartheid podr¨ªa haber provocado un ba?o de sangre. Algunos piensan que es un milagro que haya paz y democracia en la nueva Sur¨¢frica. "Desde que est¨¢bamos colonizados hay gente que trabaj¨® duro para lograrlo. Hubo mucho dolor y muchos murieron, pero no somos un pueblo que no pueda perdonar", asegura. "Nuestros l¨ªderes nos ense?aron la paciencia y el perd¨®n. No hemos olvidado, pero hemos sido capaces de perdonar. Nuestra gente es generosa y me siento orgullosa de ello".
Miriam Zenzile Makeba vive en Johanesburgo y no recuerda qui¨¦n la bautiz¨® como Mam¨¢ ?frica. "Viene de gente que me quiere. Es una manera que tienen de expresarme su afecto. La primera vez que la o¨ª dije: '?Por qu¨¦ me llam¨¢is as¨ª? ?frica es un continente enorme y coloc¨¢is una gran responsabilidad sobre mis espaldas". Sus nietos y bisnietos la llaman Ma Ze -se pronuncia masi-: por madre y por Zenzile -que significa "t¨² te lo buscaste" ("a mi madre le dijeron que no tuviera m¨¢s hijos, y cuando llegu¨¦ yo, mi abuela se lo espet¨®")-. La madre de Miriam Makeba era una sangoma, una sanadora. De ella aprendi¨® canciones tradicionales y muchas cosas sobre su cultura.
Los nombres de sus dos nietos salen en la conversaci¨®n: "Lumumba ha producido mi ¨²ltimo disco, Reflections, y Makeba forever, el pr¨®ximo. Zenzi abri¨® el Africa Festival de W¨¹rzburg a finales de mayo, y yo, al lado, feliz y llorando de alegr¨ªa. Su madre muri¨®. Mi hija, mi ¨²nica hija, muri¨® sin poder ver de lo que sus hijos eran capaces. Y eso me causa mucho dolor. Aunque creo que, all¨¢ donde est¨¦, lo ve y lo sabe".
Bongi falleci¨® hace 20 a?os. Cuando Miriam Makeba participaba en la gira Graceland, de Paul Simon. "Mi ¨²nica hija", repite. "Si para las personas que tienen varios hijos es duro perder a uno, cuando s¨®lo tienes uno y se va, creo que resulta m¨¢s doloroso a¨²n. Un padre siente que ser¨¢ enterrado por sus hijos y no cree que tendr¨¢ que enterrarlos. La hija de mi nieto, que tiene dos a?os, se llama Bongi por ella".
En Sur¨¢frica mantiene un hogar de acogida para ni?as abandonadas o maltratadas. "Siempre quise ayudar a las j¨®venes. Desde 1997 estuve organizando una campa?a con otras mujeres para comprar esa casa". El centro acoge a 18 de entre 10 y 17 a?os. "Tenemos que construir m¨¢s refugios. Y nos falta dinero para poder tener una escuela con profesores, pero la tendremos". Hay un dicho: "Educa a una mujer y educas a una naci¨®n". "La raz¨®n por la que abr¨ª el centro es porque siento que las mujeres son las que sostienen", dice mostrando con el dedo una columna. "Nosotras embarazamos, parimos y educamos a los hijos. Los padres se han ido y las madres est¨¢n ah¨ª. Si dejamos a nuestras ni?as en la calle, ?qu¨¦ pa¨ªs vamos a tener?". Nelson Mandela se lo habr¨ªa confesado un d¨ªa a Winnie: "Cuando vi a aquella jovencita supe que iba a ser alguien".
Miriam Makeba inaugura en Cartagena el 30 de junio el Festival La Mar de M¨²sicas (www.lamardemusicas.com), dedicado este a?o a Sur¨¢frica.
Miradas en La Mar de M¨²sicas
Por Amelia Castilla
La valent¨ªa se mide en las dificultades. Las fotos de Peter Magubane (1930, Johanesburgo) sobre las revueltas de Soweto del 16 de junio de 1976 no s¨®lo dieron la vuelta al mundo como denuncia del apartheid, sino que tambi¨¦n le convirtieron en uno de los maestros del foto-periodismo. Con todo, Magubane tardar¨ªa en conocer la gloria. Tras publicarse las fotos fue detenido y torturado por la polic¨ªa. No era la primera vez que pisaba la c¨¢rcel. Creci¨® en un suburbio de Johanesburgo bajo unas leyes que institucionalizaban la discriminaci¨®n racial, pero no estaba dispuesto a callar. Sab¨ªa que su c¨¢mara era un arma. Trabajaba en el Rand Daily Mail cuando fue detenido por primera vez en 1967 por fotografiar una manifestaci¨®n ante la c¨¢rcel donde estaba Winnie Mandela. Tras su liberaci¨®n le prohibieron realizar fotos durante cinco a?os. Acababa de salir de la terrible prohibici¨®n cuando estallaron los disturbios raciales de Soweto, y hab¨ªa que contar c¨®mo mataban a su gente en la calle.
Johanesburgo sigue siendo una de las ciudades m¨¢s peligrosas del mundo y no parece recomendable para los turistas, pero negros y blancos tienen los mismos derechos. Magubane vive dedicado a explorar las nuevas tecnolog¨ªas y la riqueza de la impresi¨®n digital en blanco y negro. En julio desembarcar¨¢ en Cartagena para presentar su exposici¨®n La revuelta de Soweto dentro del Festival La Mar de M¨²sicas, que tiene a Sur¨¢frica como pa¨ªs invitado. No ser¨¢ la suya la ¨²nica mirada de ese pa¨ªs. M¨²sicos, cineastas, escritores y artistas pl¨¢sticos tomar¨¢n la ciudad mediterr¨¢nea durante cerca de treinta d¨ªas para mostrar las ¨²ltimas tendencias culturales directamente vinculadas a la democratizaci¨®n del pa¨ªs.
La m¨²sica, la base del festival, incluye, adem¨¢s de a Miriam Makeba, a Hugh Masekela, trompetista de jazz, o Johnny Clegg, el "zul¨² blanco". Tampoco faltar¨¢ el cine, asegura Joaqu¨ªn C¨¢novas, coordinador de las jornadas y profesor de cine de la Universidad de Murcia. Si en los primeros momentos, dada la ausencia de industria, e incluso de tradici¨®n de cine, s¨®lo personalidades destacadas pudieron realizar las primeras pel¨ªculas, ahora llega el recambio, j¨®venes cineastas que exploran nuevas v¨ªas. Adem¨¢s de Tsotsi, Oscar a la mejor pel¨ªcula de habla no inglesa, se proyectar¨¢n algunos de los trabajos del denominado Project 10, una serie de 13 filmes en los que los realizadores j¨®venes reflexionan sobre los primeros diez a?os de libertad y de elecciones democr¨¢ticas. El ciclo se completa con una muestra retrospectiva de Dumisani Phakathi, uno de los m¨¢s activos y valiosos cineastas surafricanos del posapartheid.
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