Una grave regresi¨®n moral
"Si el dolor es f¨ªsico, tiene que tener la intensidad que acompa?a a las heridas graves, como las que provocan la muerte. En lo psicol¨®gico, no basta el sufrimiento en el momento en que se causa el dolor, sino que han de producirse secuelas de largo plazo, equivalentes al desorden de un estr¨¦s postraum¨¢tico". S¨®lo despreciando siglos de progreso moral es posible entrar en semejante an¨¢lisis, como hac¨ªa en 2002 un informe jur¨ªdico interno de la Casa Blanca al que corresponde esta cita. No es aceptable que para defendernos sea preciso desmantelar todo lo que la civilizaci¨®n nos ha aportado en los ¨²ltimos siglos, en materia de derechos de defensa, de presunci¨®n de inocencia y de respeto a la dignidad del hombre, de cada individuo. M¨¢s tarde, en el a?o 2004, en otro informe al Fiscal General interpretando los l¨ªmites de la definici¨®n de tortura de la ONU, ya se precisaba que la prohibici¨®n de la tortura, eliminada por la Ley Federal (Secci¨®n 2340 del US Code), no pod¨ªa referirse s¨®lo a "conductas que provoquen un dolor del todo insoportable o agonizante". Todo un alivio. Aunque s¨®lo desde enero de 2006 se han extendido esas limitaciones, y a¨²n con matices, a la actuaci¨®n norteamericana fuera de su pa¨ªs, y en ning¨²n caso afectan a los interrogatorios que se dejan en manos de dictaduras aliadas. Es la "tortura por poderes", en la brillante expresi¨®n que da t¨ªtulo a un extenso informe del Colegio de Abogados de Nueva York. Para esta pr¨¢ctica repugnante se requiere la detenci¨®n de aqu¨¦llos de quienes se espera obtener la informaci¨®n que nos ha de hacer a todos m¨¢s seguros, y su transporte al lugar del interrogatorio. Son las llamadas extraordinary renditions (entregas extraordinarias), un programa de trabajo perfectamente orquestado y reconocido por Estados Unidos, nacido durante la guerra civil del L¨ªbano, pero intensificado con crudeza tras el 11 de septiembre. Ellos localizan al sujeto, lo detienen, lo transfieren donde convenga y lo retienen durante meses, o a?os, para ser interrogado (o para que otros lo hagan de forma m¨¢s efectiva y entreguen despu¨¦s el acta). No hay tiempo para pruebas, abogados, instrucciones judiciales ni extradiciones. Incluso si una sentencia ha declarado la total inocencia, como les ocurri¨® a seis residentes de Sarajevo que descansan actualmente en alguna celda de Guant¨¢namo.
Europa est¨¢ obligada a impedir activamente violaciones de derechos en su jurisdicci¨®n
Y ante lo que parece una pr¨¢ctica norteamericana, Europa tiene en Colin Powell a su principal acusador. "Hay algo de Casablanca en todo esto", dijo en la BBC, comparando la reacci¨®n europea sobre el asunto con la actitud hip¨®crita del capit¨¢n Renault cuando ordena el desalojo del Rick's Caf¨¦ al grito de "estoy escandalizado: ?aqu¨ª se juega!". Porque resulta que son ya demasiados los indicios de que algunos, muchos de los gobiernos europeos han ido bastante m¨¢s all¨¢ del simple silencio ante estas pr¨¢cticas vergonzosas hechas en nombre de Occidente, que tan directamente chocan con nuestros ordenamientos, con nuestra conciencia colectiva y sobre todo con nuestro discurso siempre tan cargado de valores. Se ha confirmado algo que quiz¨¢ intu¨ªamos: parte de la informaci¨®n con la que trabajan nuestros servicios de inteligencia, e incluso quiz¨¢ nuestro servicio exterior, ha sido obtenida bajo tortura en los lugares de origen, tal como testific¨® en primera persona Craig Murray, ex embajador brit¨¢nico en Uzbekist¨¢n. Y todo apunta a que de un modo u otro, la mayor¨ªa de miembros de la UE ha colaborado con esas operaciones en el propio territorio europeo, de forma activa o con una pasividad culpable. No hay pruebas, hay indicios, muchos m¨¢s indicios que los que existen al inicio de muchas instrucciones penales. Preguntas cuya gravedad exige respuesta. ?Pueden 20 agentes norteamericanos secuestrar a un ciudadano en el centro de Mil¨¢n y sacarlo del pa¨ªs en avi¨®n, en direcci¨®n a Egipto, sin intervenci¨®n ni conocimiento de ninguna autoridad italiana? ?Pueden varios aviones directamente implicados en los secuestros y transporte de detenidos, propiedad de sociedades privadas fantasma, utilizar durante a?os aeropuertos espa?oles, alguno a cinco kil¨®metros de la residencia veraniega de la Casa Real, con tripulaciones que llevan y usan repetidamente pasaportes falsos, sin que ninguna autoridad se formule alg¨²n interrogante? La lista de lo que resulta inveros¨ªmil es muy larga. Y ha puesto la carga de la prueba del lado de las autoridades.
Merecemos una explicaci¨®n global, porque global es la pr¨¢ctica de la que hablamos: las respuestas parciales suenan huecas y no son atenuante de nada. Aterrizar, repostar, descansar en un hotel no es delito, se nos dice. A lo mejor no. Quiz¨¢ tampoco lo ser¨ªa repostar en Montevideo o descansar en una playa antes o despu¨¦s de salir a volar para lanzar al mar a unos cuantos revolucionarios de Chile o Argentina. ?Es suficiente decir que "aqu¨ª no ha habido actos ilegales"? S¨®lo desde la visi¨®n de conjunto se entiende la magnitud de lo que ha ocurrido, y se puede juzgar la responsabilidad de cada una de las partes implicadas. No en vano el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha reiterado que todos los Estados europeos est¨¢n obligados a impedir activamente que los derechos humanos sean violados "dentro de su jurisdicci¨®n", tambi¨¦n por parte de individuos u ¨®rganos de terceros Estados.
Lo que est¨¢ en juego no son las relaciones con Estados Unidos. Muchos norteamericanos, tambi¨¦n en el Capitolio, se oponen a esta pr¨¢ctica. Est¨¢ en juego la respetabilidad de nuestras instituciones, ante nuestros ciudadanos y ante el mundo, especialmente all¨ª donde luego vamos a ir a dar lecciones de democracia. Aunque algunos crean que esto no va con ellos, est¨¢ en juego nuestra propia libertad. Qu¨¦ oportuno recordar aquellos c¨¦lebres versos que escribi¨® un pastor luterano a su salida del campo nazi de Dachau: "Cuando vinieron a por los comunistas, call¨¦; yo no era comunista. Cuando vinieron a por los socialistas, call¨¦; yo no era socialista. Cuando vinieron a por los sindicalistas, no protest¨¦; no era sindicalista. Cuando vinieron a por los jud¨ªos, no protest¨¦; yo no era jud¨ªo. Cuando vinieron a por m¨ª, ya no quedaba nadie ante quien protestar".
Ignasi Guardans es diputado por CiU en el Parlamento Europeo.
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