Audaz y brillante
El primer retrato que Klimt dedica a Adele Bloch-Bauer es, seguramente, uno de los cuadros m¨¢s bellos del mundo y ahora tambi¨¦n el m¨¢s caro. Klimt tard¨® m¨¢s de tres a?os en su realizaci¨®n, para la cual trabaj¨® en much¨ªsimos dibujos, y cuando lo present¨® al p¨²blico, en la exposici¨®n de Arte de 1908, fue calificado de "¨ªdolo en un santuario dorado". Realmente es el cuadro que marca el punto culminante de lo que se ha dado en llamar su etapa dorada.
En ¨¦l destaca el fondo completamente dorado y el poderoso juego decorativo que rodea al rostro, las manos y el busto de la mujer que parecen aislados en medio del dorado como si se tratara de un icono o de un mosaico bizantino. Frente a lo artificioso y lo decorativo del marco, sorprende la autenticidad y la fuerte expresi¨®n de la mujer que transmite una imponente sensaci¨®n de realidad.
De Adele Bloch -Bauer dijo su sobrina, la misma que ahora acaba de subastar la obra: "Enferma, sufriente, siempre con dolor de cabeza, fumando como una chimenea, terriblemente fr¨¢gil, oscura. Un rostro espiritual, delgada, elegante. Complaciente, arrogante". Y algo de ello hay en este retrato que transmite perfectamente esa imagen delicada y algo misteriosa. A ello contribuye poderosamente el fondo decorativo que no es, en modo alguno, inocente. Se pueden reconocer f¨¢cilmente ojos egipcios en el vestido, al lado de otros s¨ªmbolos de no menos inquietante misterio. Y todo ello en una especie de corriente subterr¨¢nea formada por los pliegues del vestido y que llena de inquietud el conjunto.
Algo muy propio de Klimt: los personajes que evolucionan un poco a su pesar; las mujeres que establecen un equilibrio entre la vida y un m¨¢s all¨¢ misterioso que las trasciende.
R¨ªo de oro
Todo ello est¨¢ en este brillante retrato lleno de audacias y de trascendencia. Audacia formal en ese gesto radical de reducir a la retratada al rostro y a sus delicad¨ªsimas manos, en saber convertir el cuadro en una superficie plana decorativa, en la que el oro lleva al extremo la elegancia de los adornos; pero, al mismo tiempo, todo el misterio de las grandes cuestiones, la mujer que parece flotar en un r¨ªo de oro que la lleva, como si fuera el r¨ªo de la vida, un r¨ªo que ondula su cuerpo y lo hace acomodarse al ritmo profundo de la vida, al ritmo de las cosas esenciales.
El 19 de diciembre de 1899 Adele, hija de un important¨ªsimo banquero, contrajo matrimonio con Gustav Bloch, el gran magnate de la industria, 16 a?os mayor que ella. Fue ¨¦l el que encarg¨® este retrato a Klimt. Se trataba de un matrimonio sin amor y tal vez por eso Klimt se esforz¨® en esta figura hier¨¢tica hecha para ser adorada y mirada con admiraci¨®n desde lejos. Tambi¨¦n hay quien ha escrito que el cuadro muestra que hubo una relaci¨®n de amor entre Adele y Klimt. Lo que nadie sab¨ªa es que, casi 100 a?os m¨¢s tarde, este cuadro de oro ser¨ªa el propio s¨ªmbolo del oro, o del d¨®lar, qu¨¦ m¨¢s da.
Pablo Jim¨¦nez Burillo es director del Instituto de Cultura de la Fundaci¨®n Mapfre y uno de los comisarios de la exposici¨®n Mujeres. Klimt.
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