Viva la inteligencia
Leyendo en el mismo peri¨®dico la cr¨®nica del Espa?a-T¨²nez, ese partido ¨¦pico que fue una especie de Cantar de los Nibelungos en pantalones cortos y con final feliz, y una entrevista con Sete Gibernau en la que el piloto de Ducati aseguraba, desde su cama del hospital, no recordar absolutamente nada de su accidente del domingo en Montmel¨®, me acord¨¦ de una c¨¦lebre an¨¦cdota del entrenador John Lambie. Cuando el masajista de su equipo le comunic¨®, muy alarmado, que uno de sus delanteros sufr¨ªa una conmoci¨®n, tras chocar con un rival, y que no recordaba qui¨¦n era, le respondi¨®: "?Perfecto! Dile que es Pel¨¦ y que vuelva al campo."
No creo que nadie le dijera a Sete que era ?ngel Nieto y que se volviera a subir a la moto, pero seguro que el entrenador de la selecci¨®n espa?ola s¨ª sugestion¨® a sus chicos en el descanso del encuentro del lunes. Sin duda, a Xabi Alonso le dijo que era Fernando Redondo, a Cesc que era Laudrup, a Fernando Torres que era Van Basten, a Joaqu¨ªn que era el Figo del 2000 y a Ra¨²l que a¨²n era ¨¦l, porque en la segunda parte nuestros rojos volvieron a hacer bien todo lo que hab¨ªan hecho en la primera y, adem¨¢s, le inventaron otros diez metros de fondo al campo, le bajaron la cremallera a los tunecinos y se los merendaron como quien se toma media docena de esos deliciosos huevos rellenos, fritos sobre un pan dulce, que son t¨ªpicos de su pa¨ªs y se llaman tajine. Eso s¨ª, todo ello tras una hora de sufrimiento eterno y que no nos gustar¨ªa padecer de nuevo. Entre otras cosas porque, como ya dijo Woody Allen, "la eternidad es muy pesada, sobre todo hacia el final."
El Espa?a-T¨²nez volvi¨® a recordarnos que en este mundo los t¨®picos existen por dos razones contradictorias: para poder usarlos y para poder acabar con ellos. La selecci¨®n los us¨® por el lado de la epopeya, poni¨¦ndose tan en plan Rocky III para apelar al sacrificio, la heroicidad y hasta la furia espa?ola que creo que si alguno se hubiese lesionado, Aragon¨¦s le hace junto a la camilla una versi¨®n del barrio de Hortaleza de lo que el m¨ªtico entrenador del Liverpool, Bill Shankly, le grit¨® a uno de sus jugadores, mientras los m¨¦dicos le atend¨ªan en la banda y ¨¦l se quejaba amargamente de que le dol¨ªa la rodilla: "Qu¨ªtate ese vendaje, vuelve a tu puesto y deja de decir mi rodilla: ¨¦sa rodilla no es tuya, ?es del Liverpool!".
Pero lo mismo que se tir¨® de esos t¨®picos para encerrar a los tunecinos en su ¨¢rea, hubo que librarse de otros para poder ganar desde donde se ganan los partidos dif¨ªciles, que es desde la inteligencia. La inteligencia necesita espacio, y en ese espacio tiene que haber ideas claras, convicci¨®n, serenidad y un punto de audacia: o sea, todo eso que si lo pones en forma de futbolista te sale Cesc, por ejemplo. Qu¨¦ bien simboliza ese muchacho el mot¨ªn de esta nueva generaci¨®n de deportistas espa?oles que oponen a nuestro cl¨¢sico sentido de la inferioridad un descaro majestuoso; a nuestro fatalismo hist¨®rico, una confianza ciega en su talento y a nuestra fama de perdedores una fe en la victoria que a todos nos est¨¢ volviendo ni m¨¢s ni menos que optimistas, con lo que ha sido este pa¨ªs.
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