El pr¨ªncipe del jaque
Arturo Pomar fue campe¨®n de Espa?a de ajedrez siete veces, la primera a los 14 a?os
Arturo Pomar, Arturito, salt¨® a la fama en 1942, cuando s¨®lo ten¨ªa 11 a?os, tras ganar el campeonato de ajedrez de Baleares. A los 13 a?os, Pomar logr¨® hacer tablas con el entonces campe¨®n mundial Alexander Alekhine, quien ya preconiz¨® que ten¨ªa "unas dotes excepcionales de intuici¨®n para llegar a ser un gran jugador de ajedrez". M¨¢s tarde, en 1946, otro de los grandes ajedrecistas de la ¨¦poca, Bernstein, tuvo que conformarse con quedar en tablas frente al joven Arturo. Fue ese a?o cuando lleg¨® su consagraci¨®n definitiva al ganar el campeonato de Espa?a. Y esa ser¨ªa s¨®lo la primera de siete victorias.
"Cuando se dio a conocer chocaba su juventud porque se enfrentaba a campeones de Europa y del mundo", cuenta su hijo Eduard. Pero el inter¨¦s de Arturo por los caballos, torres y alfiles fue mucho m¨¢s precoz. "Mis abuelos, que jugaban al ajedrez, nos contaban que a los tres a?os mi padre les ped¨ªa que le ense?aran. A ellos le parec¨ªa pronto, pero a los cinco a?os ya jugaba, y a los siete ganaba a mi abuelo".
Pronto llegaron el traslado a Madrid, las visitas a Franco en el palacio del Pardo y las victorias, que encumbraron al peque?o Pomar hasta convertirlo en un icono del resurgimiento de la Espa?a de posguerra. Fue campe¨®n de Espa?a en 1946, 1950, 1957, 1958, 1959, 1962 y 1966, y particip¨® en las olimpiadas de M¨²nich (1958), Leipzig (1960), Varna (1962), Tel Aviv (1964), La Habana (1966), Lugano (1968), Siegen (1970), Skopje (1972), Niza (1974) y Buenos Aires (1978).
Eduard recuerda que en el primer campeonato de Espa?a, que se celebr¨® en el casino militar de Madrid, el ni?o Pomar recibi¨® el alto del portero porque no dejaban entrar a los menores. "Era un ni?o normal", recuerda su hijo. "Cuando no jugaba al ajedrez, jugaba con la pelota o con la bicicleta. Aunque es cierto que muchas veces el castigo que le impon¨ªan mis abuelos era prohibirle jugar al ajedrez, porque era lo peor que le pod¨ªa pasar".
Muchas son las an¨¦cdotas que pueblan la larga historia de Arturo Pomar frente al tablero, del que no se retir¨® hasta los a?os noventa. En 1952 estaba jugando un torneo internacional en La Habana, en Cuba. Mientras se afeitaba, un compa?ero entr¨® corriendo en la habitaci¨®n para decirle que Batista acababa de dar un golpe de Estado. ?l respondi¨® con un escueto: "?Ah!, vale", y contin¨²o con su afeitado.
La fama y la habilidad de un jugador tan excepcional podr¨ªan haber sido apoyadas para conseguir el reconocimiento internacional. Sin embargo, Arturo Pomar no cont¨® con el apoyo de la federaci¨®n de ajedrez ni del Consejo Superior de Deportes. ?l tuvo que compaginar los campeonatos con su trabajo como funcionario de Correos. "Incluso pa¨ªses como Estados Unidos le ofrecieron la nacionalidad. Pero ¨¦l no quer¨ªa. S¨®lo quer¨ªa competir por su pa¨ªs".
"Pasaba las noches en vela analizando las partidas, mientras el resto de jugadores apoyados por la federaci¨®n ten¨ªa equipos de analistas que lo hac¨ªan por ellos", se lamenta Eduard. La presi¨®n le afect¨® tanto que con 30 a?os desarroll¨® una enfermedad mental que le ha acompa?ado hasta la actualidad. "No estaba preparado psicol¨®gicamente para jugar de aquel modo, pero fue ¨¦l quien quiso encontrarse en esa situaci¨®n. Todav¨ªa ahora, cuando en alg¨²n lugar se le reconoce como ajedrecista, lo echa en falta".
Babelia
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