Semejanzas
"El f¨²tbol es un juego que, a trav¨¦s de s¨ªmbolos y valores, construye Estado. Son hombres los que juegan. Hombres quienes dirigen el juego y sus s¨ªmbolos, las mujeres somos comparsas. Los jugadores encarnan valores que antes s¨®lo exist¨ªan en las guerras: honestidad, gallard¨ªa, traici¨®n, fortaleza, inteligencia... Si no representaran todo esto, no cobrar¨ªan tantos millones". Mercedes Fern¨¢ndez Martorell, antrop¨®loga y profesora de la Universidad de Barcelona, explica a sus alumnos desde hace a?os que el deporte es parte sustancial en "la recreaci¨®n de la identidad". Hablamos en pleno Mundial: calles vac¨ªas, petardos de celebraci¨®n. Nos sobrevuela la resaca del refer¨¦ndum del Estatuto. Ella ha pasado el d¨ªa en los juzgados, escuchando a maltratadores. "Investigo ahora qu¨¦ modelo de hombre estamos construyendo", dice.
Lleva 25 a?os estudiando afinidades y diferencias, observando c¨®mo se organiza la identidad de las personas y de los pueblos. "Los individuos nacemos con potencialidades, pero vac¨ªos de habilidades y de sentido: la sociedad llena este vac¨ªo. Obviamente, no hay dos individuos iguales, s¨®lo de sus diferencias puede salir la unidad: en Catalu?a hablamos el catal¨¢n, pero todos lo hacemos con nuestro acento. Cada jugador de un equipo es distinto pese a haber aprendido las mismas normas: juntos componen una unidad. No hay igualdad, sino semejanza". Existe algo, b¨¢sico, universal: a todos nos mueve la necesidad de sobrevivir. Para ella esto significa que hay que reinventarse cada d¨ªa: jugar el partido. "El f¨²tbol es la representaci¨®n viva de c¨®mo se construye hoy la identidad colectiva. La ¨¦tica social se ha democratizado, ha salido de las iglesias. Sigue en manos de los hombres".
No duda ni un segundo. "El Estatuto, como todas las leyes, muestra c¨®mo nos reinventamos para seguir sobreviviendo como pueblo". Hab¨ªa que jugar ese partido, ese pacto social: la colectividad dota de sentido a los individuos y ellos recrean la colectividad. F¨¢cil. "La baja participaci¨®n no empa?a el resultado, pero significa el rechazo de buena parte de la poblaci¨®n a la gesti¨®n de los pol¨ªticos. Por cierto, casi todos ¨¦stos son hombres", se?ala. Nada nuevo. Lamenta que Maragall lo deje: "Me gustar¨ªa que no le tuvi¨¦ramos que echar de menos".
A esta barcelonesa de 57 a?os y de familia burguesa, que hizo su tesis sobre los jud¨ªos y cuyo libro Antropolog¨ªa de la convivencia (C¨¢tedra, 1997) es un referente en las relaciones entre culturas, su padre no la dejaba trabajar. Pero a los 19 a?os, a trav¨¦s de un anuncio en el peri¨®dico, se coloca en una empresa de confecci¨®n y as¨ª se paga sus estudios de historia. "Fui una hippy a la espa?ola que me disfrazaba de se?orita para ir al trabajo", cuenta. Hace de secretaria en la Diputaci¨®n de Barcelona: la llaman la roja y la echan cuando un d¨ªa, en ausencia del responsable, da la raz¨®n a una madre que no quer¨ªa dar a su hijo en adopci¨®n como hab¨ªa sido acordado. Se casa con un m¨¦dico y tiene una hija, Carlota, que hoy es la famosa (y mal¨ªsima) Ester de El cor de la ciutat, el culebr¨®n m¨¢s celebrado de Catalu?a. Le encanta ver c¨®mo piden aut¨®grafos a su hija.
En la facultad descubre la antropolog¨ªa. Eran las ¨¦pocas de Margaret Mead y de Claude Levi-Strauss, a quien ella entrevist¨® para Diario 16. "De ni?a me sorprend¨ªa un mundo adulto incomprensible. Era curiosa, quer¨ªa entender qu¨¦ suced¨ªa a mi alrededor. La antropolog¨ªa es un instrumento adecuado para comprender el mundo: todos se aprovechan de nuestras aportaciones. Yo las he visto en boca de pol¨ªticos e intelectuales. Eso es bueno, aunque no te citen, que es lo que suele pasar". Acaba de terminar un ensayo (a¨²n por publicar) sobre La semejanza del mundo.
El Senado la convoc¨® en 2001 para hablar de la violencia sobre las mujeres, un tema que la ha preocupado, antes de volcarse en saber qu¨¦ les pasa hoy a los hombres: "Sobre las mujeres ya sabemos mucho m¨¢s". ?No hay semejanza entre ellos y ellas? "Al construir nuestra identidad podemos potenciarnos o aniquilarnos, tambi¨¦n a nivel colectivo". No quiere avanzar conclusiones. Explica: "El cuerpo ha sido utilizado para sistematizar las diferencias entre individuos: es un invento simp¨¢tico que nos hayan dividido en hombres y mujeres". Este invento de sistematizar diferencias se da en distintos ¨¢mbitos y tiene efectos como la familia, los equipos de f¨²tbol, Catalu?a, Espa?a -"un c¨²mulo de diferencias obvias y l¨®gicas"-, Europa o el mundo. "Desde nuestras diferencias, somos semejantes hasta en la manera de sentir el Mundial o el Estatuto".
m.riviere17@yahoo.es
PERFIL
Esta barcelonesa de 57 a?os, una 'hippy' de familia burguesa, profesora de antropolog¨ªa en la Universidad de Barcelona, comenz¨® estudiando a los jud¨ªos barceloneses. Hoy es una experta en 'Antropolog¨ªa de la convivencia', t¨ªtulo de uno de sus libros, y en construcci¨®n de la identidad de personas o grupos. Observa el f¨²tbol o la pol¨ªtica como elementos que determinan esa identidad colectiva. No cree en la igualdad, sino en la semejanza. Un matiz capital.
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