Las tapias de Modesto Las tapias de Modesto
Es aqu¨ª, ?ven? -la chica rubia se adelanta unos pasos, se da la vuelta para mirarles de frente, contin¨²a con su explicaci¨®n-. Eran estas dos tapias, pero sobre todo ¨¦sta de aqu¨ª, la peque?ita?
Por un instante, Modesto se arrepiente de haber venido. ?l ya lo sabe todo, estuvo aqu¨ª muchas veces cuando viv¨ªa con su abuela, y entonces no era m¨¢s que un cr¨ªo, pero todav¨ªa se acuerda perfectamente. Al acercarse a la tapia, sin otra carga que un ramo de flores, la abuela empezaba a resoplar y, aunque no hubiera nadie cerca, se limpiaba la cara con un pa?uelo y se pon¨ªa las manos en los ri?ones, como si le dolieran mucho de repente. Despu¨¦s, con toda la naturalidad del mundo, se sentaba sobre cualquier l¨¢pida que pareciera vieja, descuidada, miraba a un lado, luego al otro, y por fin a ¨¦l. T¨² vigila, que no vengan los guardias, le dec¨ªa. Y mientras Modesto, muerto de miedo, segu¨ªa sus instrucciones, la abuela, con una agilidad y una punter¨ªa asombrosas, encajaba todas las flores del ramo, una por una, en los agujeros de bala que segu¨ªan abiertos en el muro de ladrillo donde hab¨ªan fusilado a su marido. Anda, v¨¢monos ya, le dec¨ªa entonces, y ¨¦l volv¨ªa a tener miedo, mucho miedo, tanto que el coraz¨®n se le sal¨ªa por la boca, porque no lo entend¨ªa, no pod¨ªa entender cu¨¢l era el peligro, el delito que hab¨ªan cometido, qu¨¦ hab¨ªa de malo en que su abuela y otras mujeres como ella llevaran flores a la tapia de un cementerio, aquel sitio inmenso que estaba lleno de flores, aunque los dem¨¢s las dejaran sobre las tumbas y no en aquella pared donde s¨®lo hab¨ªa nombres escritos con tiza que nunca eran los mismos, porque los borraban enseguida y no se reconoc¨ªan entre una y otra visita.
-Y aqu¨ª est¨¢ la placa que les puso el Ayuntamiento a las Trece Rosas en 1988, ?ven? -la chica rubia avanza un poco y todos la siguen-. Esto es lo ¨²nico que han respetado. Han dejado s¨®lo este trocito y todo lo dem¨¢s lo han llenado de columbarios, que son como nichos peque?os para guardar cenizas. Pero aqu¨ª no fusilaron s¨®lo a las Trece Rosas. Aqu¨ª fusilaron a 2.663 personas entre 1939 y 1944. Dos mil seiscientas sesenta y tres, que se dice pronto, y eso que no fusilaban los domingos?
Su abuelo era uno de aqu¨¦llos, el ¨²nico del que se sab¨ªa cu¨¢ndo hab¨ªa muerto, y d¨®nde. Despu¨¦s de la guerra, en su familia faltaron dos personas m¨¢s, un hermano de su padre y un cu?ado de su madre. Los dos viv¨ªan cerca del r¨ªo, a los dos se los llevaron la misma noche, y de ninguno de los dos se volvi¨® a saber nada. Como no hubo constancia de su detenci¨®n ni llegaron a ingresar en ninguna c¨¢rcel, oficialmente siguieron estando vivos hasta que sus viudas reunieron el valor suficiente para pedir que, por lo menos, se les declarara muertos. Por aquel entonces, mediados de los cincuenta, Modesto ya hab¨ªa o¨ªdo un mont¨®n de cosas, que Madrid estaba lleno de t¨²neles, perforado de punta a punta, que hab¨ªa una fosa enorme en el arroyo Abro?igal, otra en la Universitaria? Vete a saber, dec¨ªa su abuela, vete a saber, porque la gente, con tal de hablar, dice lo primero que se le ocurre? Por eso, ella prefer¨ªa seguir yendo a la tapia del cementerio del Este, que ya ni siquiera se llamaba as¨ª, sino de la Almudena, pero que no hab¨ªa dejado de ser el mismo, con las mismas paredes acribilladas a balazos.
-Y no podemos pedirle al Ayuntamiento que quite los columbarios -la chica rubia habla cada vez con m¨¢s energ¨ªa, m¨¢s convicci¨®n-, pero s¨ª que no haga nada en la tapia peque?a, que fue donde fusilaron a m¨¢s gente. Que no la tapen, que no la escondan, que no sigan haciendo como si aqu¨ª nunca hubiera pasado nada. Que coloquen una placa en recuerdo de los fusilados, porque ellos fueron v¨ªctimas de la paz, no de la guerra. Porque no los mat¨® la guerra, los mat¨® el r¨¦gimen de Franco, eran presos pol¨ªticos, casi tres mil presos pol¨ªticos asesinados por sus ideas. Ninguna democracia puede dejar de condenar su muerte ni de honrar su memoria, y si la derecha no est¨¢ dispuesta a asumir ese deber, que lo diga en voz alta, bien clarito. Y como ustedes ya lo pidieron hace un par de a?os, e hicieron una asociaci¨®n y todo, pues queremos informarles y pedirles que nos apoyen, por supuesto?
Habla bien la chica, piensa Modesto, mientras saca el bol¨ªgrafo. Y firma, claro que firma, pero no se encuentra bien, y lo que m¨¢s le duele es no haberse acordado de traer una flor para meterla en esta pared que hoy, en junio de 2006, sigue estando llena de flores.
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