Los d¨ªas del amor y la ira
En estos d¨ªas, la paz es un comod¨ªn que circula por las bocas de la pol¨ªtica, llen¨¢ndolas de su densa carga simb¨®lica. Uno coge un micr¨®fono, pone cara de circunstancias, menta la gran palabra y la raz¨®n se vuelca a su lado, como si Newton mismo tensara la implacable ley de la gravedad. Hay conceptos que parecen puros, v¨ªrgenes de la maldad de las intenciones que los gestan, casi inocentes. Sin embargo ya nos ense?¨® Gandhi que la paz es un concepto abstracto cuyo previsible valor depende de las contingencias que lo hacen tangible. Depende de c¨®mo sobrevive a la contaminaci¨®n terrenal. De c¨®mo se mancha. La historia est¨¢ sobrecargada de paz de cementerios, de dictaduras pac¨ªficas, de pacifistas b¨¦licos y hasta de guerreros que luchan por la paz. "No hay un camino para la paz. La paz es el camino", dice la m¨ªtica expresi¨®n. Pero puede ser un camino tortuoso, complejo, incluso debatido y polemizado. Gandhi, por ejemplo, se pronunci¨® apasionadamente a favor de la guerra contra Hitler. Y, haciendo una introspecci¨®n ¨ªntima radicalmente sincera, ?qu¨¦ har¨ªamos, cualquiera de nosotros, si nos encontr¨¢ramos cara a cara con Goebbels, a las puertas de Auschwitz, y tuvi¨¦ramos una pistola? Por supuesto que estamos contra la pena de muerte. Pero los principios, como los amores, s¨®lo son aut¨¦nticos si no son puros. Si no juegan a ser inocentes. Sin embargo, en estos d¨ªas pre?ados de esperanza, los hay que usan el sustantivo paz como si fuera inmaculado a los tiempos, a las razones y a las circunstancias, como si estuviera en una urna de vidrio y fuera de su propiedad.
S¨ª. Hablo de Mariano Rajoy. Y de su adosado Acebes. Y de toda la retah¨ªla de escribanos del PP que pasean palmito por los micr¨®fonos del reino, avisando de los l¨ªmites de la paz, de su precio que no tiene precio, de su car¨¢cter de bien innegociable. Incluso hasta hablo de Fraga, que me lo han resucitado en Tele 5 para la ocasi¨®n. Grandes palabras en bocas grandes para un momento grande. Pero, en su trascendencia impostada, ?qu¨¦ vac¨ªas palabras, hu¨¦rfanas de otro sentido que el de la oportunidad! ?C¨®mo que la paz no tiene precio? ?C¨®mo que es innegociable? Todas las paces del mundo han tenido precio y todas han sido negociadas. Y, por supuesto, todas han incluido su dosis de sacrificio, dolor e injusticia. Otra cosa es pedir los m¨ªnimos de desgaste, l¨ªmites precisos, incluso exigencias inapelables. Pero negociar, negociaremos, porque si la paz es el camino, ¨¦ste es su verbo. De manera que, si me permiten, expreso mi..., ?cu¨¢l ser¨ªa la palabra, indignaci¨®n, desconcierto, fatiga -cr¨®nica-? por la actitud maximalista, perversamente oportunista, falsamente trascendente y obtusamente est¨¦ril que el PP mantiene contra viento y raz¨®n. Y desde esa fatiga cr¨®nica, considero que hace una apropiaci¨®n indebida de la paz, cuyo territorio simb¨®lico no es su coto privado. Puede que, mentando la paz en vano, abusando del concepto hasta el delirio, arrastr¨¢ndolo por el lodo de la pelea pol¨ªtica tabernaria -al estilo de la escuela de Dolors Nadal-, est¨¦ trabajando contra la paz. Puede que los que m¨¢s hablan de paz, no crean en ella. ?Contra ETA, la pol¨ªtica de algunos era m¨¢s f¨¢cil? El terrorismo, desgraciadamente, siempre simplifica la realidad...
A pesar de los pesares, e incluso con el PP panza arriba, el momento aparece con la grandeza de lo solemne, pre?ado del nerviosismo atmosf¨¦rico pertinente, tintado de emoci¨®n y de anhelo. ?Notaron la profunda carga emotiva que respiraba la comparecencia de Zapatero? Hab¨ªa algo m¨¢s que tensa responsabilidad en ese rostro para la historia. ?Esperanza? Y esa esperanza, percibida colectivamente, le da el aval necesario para andar s¨®lido el camino. Lo est¨¢ haciendo muy bien. Y lo digo porque en este mundo de monas, donde el elogio es una impertinencia -y la felicidad, un insulto-, resulta muy escaso hablar bien de un pol¨ªtico. La encrucijada que estamos viviendo es clave y las opciones son escasas: podemos hacer las cosas muy mal o muy bien, dif¨ªcilmente a medias. De momento, y toquemos madera, Zapatero las est¨¢ haciendo muy bien. Que los vientos le soplen a favor no le quita m¨¦rito, sino que le a?ade riesgo. Por supuesto que su ¨¦xito ser¨¢ rotundo si consigue que el Partido Popular entre en el amplio consenso de la negociaci¨®n. Pero si no lo consigue, m¨¢s que un fracaso de Zapatero, ser¨¢ una honda derrota de Rajoy. Por todo ello es pertinente preguntarse, en el caso de ruptura definitiva del consenso, si el PP puede hacer fracasar el proceso iniciado. Lo dudo mucho, es un proceso que va a velocidad de crucero, que ha encontrado su momento en la historia para producirse y que, para desgracia del PP, no lo necesita. El PP puede acompa?ar con mucho ruido este proceso, pero dif¨ªcilmente podr¨¢ pararlo. Lo cual nos lleva a algo terrible: la ¨²nica posibilidad de que el PP triunfe en su obcecaci¨®n, es que fracase la paz. Sin ninguna duda, Rajoy ha iniciado una veloz carrera hacia un callej¨®n sin salida.
Pero m¨¢s all¨¢ de los ruidos de la pol¨ªtica y sus bajas pasiones, lo cierto es que tenemos motivos para sentirnos optimistas, quiz¨¢ ilusionados. Estamos viviendo lo que puede ser el final de un agujero negro que, durante d¨¦cadas, ha tra¨ªdo dolor, desconcierto y ausencias. ?C¨®mo pesan las ausencias, en d¨ªas como ¨¦stos! ?Qu¨¦ dir¨ªan ellos?... Si rubricamos con inteligencia el cap¨ªtulo que estamos viviendo, si somos h¨¢biles en el manejo de la aguja que tiene que coser las heridas, repuntar los desaguisados, cortar los malos hilos, si lo hacemos bien, m¨¢s que protagonizar el presente, estaremos construyendo el futuro. La sola idea de que nuestros hijos no vivan un nuevo Hipercor, ni tengan su alma colgada del ¨²ltimo aliento de un Miguel ?ngel Blanco, ni aprendan a amar lo vasco sin tener que sufrir su parte m¨¢s negra, esa sola idea adquiere, hoy, la categor¨ªa de grande. La categor¨ªa de inmensa. Del verde pa¨ªs nos llega hoy la verde esperanza. Verde de creer y anhelar, verde de volver a entender, verde de palabra sin fuego. Hay momentos, en la historia de los pueblos, en que millones de almas respiramos un mismo aliento. En esos momentos, la historia adquiere sentido.
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