Qu¨¦ verde era mi valle

Aquel valle verde invadido por urbanizaciones, ese bosque mediterr¨¢neo serrado por el asfalto de una autov¨ªa, el r¨ªo salvaje convertido en agua embalsada? La epidermis terrestre del pa¨ªs se transforma de forma acelerada. ?Qu¨¦ est¨¢ ocurriendo en el territorio? Para analizarlo con rigor se debe fijar la vista hacia arriba, hacia el cielo. A 700 kil¨®metros de la Tierra, flotando en el espacio, el sat¨¦lite Landsat 7 apunta su sensor multiespectral hacia Espa?a y toma im¨¢genes de toda su superficie. Con ellas, el proyecto europeo Corine Land Cover, coordinado por el Instituto Geogr¨¢fico Nacional, del Ministerio de Fomento, ha efectuado el estudio m¨¢s detallado del uso del suelo que se tiene al radiografiar la situaci¨®n del a?o 2000 y compararla con la de 1990. ?La conclusi¨®n? En esa d¨¦cada, la superficie cubierta por ladrillos, hormig¨®n y asfalto, todo lo artificial, creci¨® un 25,46%, el doble que la media europea. Y donde m¨¢s se ampli¨® respecto a 1990 fue en Murcia, Navarra, Madrid y Comunidad Valenciana, con subidas del 50%. Otro informe del Observatorio de la Sostenibilidad de Espa?a, organismo creado por el Ministerio de Medio Ambiente, se?alaba hace dos semanas que el suelo edificado creci¨® un 40% en los ¨²ltimos 18 a?os. "Se est¨¢ modificando el territorio de manera radical, fragment¨¢ndolo, banaliz¨¢ndolo y destruyendo su identidad", se?ala Rafael Mata, presidente de la Asociaci¨®n de Ge¨®grafos Espa?oles y promotor de un manifiesto, firmado por m¨¢s de un centenar de especialistas en urbanismo y ordenaci¨®n, en contra de la expansi¨®n "an¨¢rquica y vertiginosa" del ladrillo.

Tambi¨¦n es cierto que, si se comparan las 839.605 hect¨¢reas del conjunto del suelo artificial con los 25 millones de zonas agrarias y 24 millones de ¨¢reas naturales, todo lo construido no llega a¨²n al 2% de la superficie. Sin embargo, esta visi¨®n resulta enga?osa, pues no refleja el efecto barrera de las v¨ªas de comunicaci¨®n o el impacto visual de un hotel de 20 plantas en una playa des¨¦rtica. Adem¨¢s, esta expansi¨®n se concentra en puntos especialmente fr¨¢giles y valiosos, como el primer kil¨®metro de costa, con un porcentaje de ocupaci¨®n del 21% en el conjunto del pa¨ªs, que se dispara al 55% en M¨¢laga y al 52% en Alicante. "Lo peor es que s¨®lo con que se edifique lo que est¨¢ ahora mismo aprobado se triplicar¨¢ la densidad en el Mediterr¨¢neo", enfatiza Jos¨¦ Fern¨¢ndez, director general de Costas del Ministerio de Medio Ambiente, que ha demolido m¨¢s de 60 construcciones en el litoral desde 2004.

Estos cambios del territorio tienen enormes implicaciones en los modelos de consumo y de transporte de las sociedades, pero tambi¨¦n en sus paisajes. "El concepto de paisaje es mucho m¨¢s amplio que el de uso del suelo porque enlaza valores ecol¨®gicos, sociales, simb¨®licos", recalca Florencio Zoido, catedr¨¢tico de geograf¨ªa de la Universidad de Sevilla. Para este extreme?o cautivado por las dehesas de su tierra, el paisaje lo abarca todo, incluida la ciudad, e influye en la calidad de vida y la salud. "Aqu¨ª a¨²n falta sensibilidad hacia valores m¨¢s permanentes, como la belleza de una vista, por delante de otros m¨¢s inmediatos, como los econ¨®micos", incide el ge¨®grafo, que llama la atenci¨®n sobre c¨®mo, adem¨¢s de las costas y algunas monta?as, la expansi¨®n urban¨ªstica tambi¨¦n influye en la p¨¦rdida de car¨¢cter de muchos peque?os pueblos. Entonces, ?no se puede tocar nada? "En absoluto, la naturaleza no se puede momificar, y tambi¨¦n hay que construir autov¨ªas o colocar aerogeneradores; la cuesti¨®n es que sea de forma ordenada y con criterios paisaj¨ªsticos", responde Zoido.

Un caso particular por la trascendencia de las alteraciones es el de los r¨ªos. Javier Mart¨ªnez Gil, catedr¨¢tico de hidrolog¨ªa de la Universidad de Zaragoza, afirma que en Espa?a el agua nada libre sin chocar contra un muro de hormig¨®n en apenas el 5% de los kil¨®metros de estas corrientes. Destaca que en otros pa¨ªses como Estados Unidos existen leyes que reconocen no s¨®lo sus valores biol¨®gicos o ecol¨®gicos, sino tambi¨¦n los "esc¨¦nicos". "Hay r¨ªos cuya funci¨®n es, simplemente, ser r¨ªos, por su belleza, por constituir v¨ªnculos entre generaciones, por su capacidad de evocaci¨®n, por sus valores culturales", reclama este pirag¨¹ista al que le duele no volver a ver aquel r¨ªo navarro en el que jugaba de ni?o, el Ega. "No podemos seguir destruyendo esto, es como si cada a?o se prohibiese un compositor cl¨¢sico, primero Mozart, luego Bach, Beethoven?".

01 En el fondo del embalse Itoiz (Navarra)

En la ma?ana del 16 de junio de 2003, un lunes, las puertas de Itoiz eran reventadas con mazos por agentes de la Polic¨ªa Foral para desalojar a los ¨²ltimos vecinos que se resist¨ªan a abandonar este peque?o pueblo navarro, entre ellos Patxi Gorraiz y sus hermanos. Hab¨ªan pasado cerca de 16 a?os de dura pugna en los tribunales para impedir la construcci¨®n del embalse de Itoiz, pero el llenado hab¨ªa empezado. Los Gorraiz cargaron los pocos enseres que les quedaban en un cami¨®n y dejaron atr¨¢s el pueblo, mientras ve¨ªan c¨®mo los forcejeos con la polic¨ªa se agravaban y las m¨¢quinas excavadoras comenzaban a derribarlo todo: la iglesia y su torre medieval, la casa Jakue, Bernatena, Toarena?

"Prefiero no hablar de ello y olvidar", comenta este integrante de la Coordinadora de Itoiz, de 44 a?os, al volver a lo que hoy es una gran masa de agua. "Esto no ha terminado, ni mucho menos, y ahora trabajamos para conseguir el vaciado, pues desde que comenz¨® a llenarse no han parado los se¨ªsmos en la zona". Delante suyo, bajo la actual l¨¢mina l¨ªquida de la que todav¨ªa sobresalen algunos chopos, en el fondo silencioso del embalse se encuentran los restos de decenas de casas de Itoiz, Orbaiz, Gorriz, Ezcay, Artozqui?, pero tambi¨¦n de un paisaje muy especial. Como inciden la bi¨®loga Camino Jaso y la profesora de la Universidad P¨²blica de Navarra Julia Ibarra, consultoras ambientales, bajo el agua ha quedado un rico mosaico de ecosistemas formado por laderas cubiertas de bosques de hayas, robles y quejigos, campos amarillos de cereal, y los r¨ªos Irati y Urrobi, que corr¨ªan dibujando preciosos meandros, seguidos en las orillas por sotos de alisos, olmos, fresnos?

Una de las cuestiones que m¨¢s trabajo dieron a los tribunales fue que el embalse afectase a la franja de protecci¨®n de tres reservas naturales: Potxe de Txintxurrenea, Foz de Gaztelu y Foz de I?arbe. Para Jaso, que intenta volver lo menos posible a la zona -"para que no me duela el coraz¨®n"-, todas las piezas de este puzzle natural ten¨ªan un enorme valor; pero destaca el singular paisaje fluvial de los r¨ªos y los encinares de estas foces, con especies como el madro?o y el durillo, a los que todav¨ªa no ha llegado casi el agua. Esta valoraci¨®n de las p¨¦rdidas no es compartida por el Gobierno de Navarra, que afirma que "la mayor¨ªa de las 1.100 hect¨¢reas de superficie inundada eran terrenos de cultivo o repoblaci¨®n". En cualquier caso, el Ejecutivo navarro defiende las ganancias: "El embalse de Itoiz y el canal de Navarra suponen una obra fundamental para el futuro de Navarra, pues evitar¨¢ la desertizaci¨®n y despoblamiento del medio rural. Ambos facilitar¨¢n el abastecimiento de agua durante d¨¦cadas a m¨¢s del 70% de la poblaci¨®n de Navarra; permitir¨¢n la puesta en regad¨ªo de 53.125 hect¨¢reas y la generaci¨®n de 1.600 empleos en la agroindustria, as¨ª como la creaci¨®n de 650 hect¨¢reas de suelo industrial".

02 Cosecha de telesillas

Valle de Espelunciecha (Huesca)

Nunca pens¨® que un d¨ªa hablar¨ªa a los diputados regionales desde la tribuna de oradores del Parlamento de Arag¨®n. Juan Carlos Cirera, veterinario, de 42 a?os y miembro de la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa, acud¨ªa el pasado diciembre algo nervioso a esta C¨¢mara para defender una iniciativa legislativa popular respaldada por las firmas de 30.000 aragoneses en favor de una ley de protecci¨®n de las monta?as. "Lo que ped¨ªa la propuesta era un r¨¦gimen especial por encima de los 1.500 metros de altitud", precisa este monta?ero. "Pero tampoco esper¨¢bamos que fuese aprobada tal cual; lo que quer¨ªamos era que el texto al menos se debatiese para fijar una regulaci¨®n en Arag¨®n, aunque en la tramitaci¨®n se cambiase". Esto no ocurri¨®. Llegado el turno de la votaci¨®n, los 10 diputados de la Chunta e IU apoyaron su toma en consideraci¨®n, los 22 del PP se abstuvieron, pero los 33 del PSOE y el PAR tumbaron la propuesta. Seg¨²n hab¨ªa argumentado el portavoz socialista, "ya existen suficientes cautelas".

La historia de esta iniciativa popular hab¨ªa surgido, en realidad, lejos de all¨ª. Empez¨® entre las majestuosas cumbres nevadas del Pirineo oscense, en el hermoso valle de Espelunciecha, m¨¢s o menos a la vez que las excavadoras comenzaran a remover la tierra de sus laderas y se levantaran las torres de los telesillas para las nuevas pistas de la estaci¨®n de esqu¨ª de Formigal, propiedad de Aram¨®n (participada a partes iguales por el Gobierno de Arag¨®n e Ibercaja). Como incide Jos¨¦ Luis Latas, acompa?ado por Mariano Polanco, ambos de Ecologistas en Acci¨®n e integrantes de la Plataforma en Defensa de las Monta?as de Arag¨®n, "el problema de la ampliaci¨®n no son s¨®lo los da?os en la cubierta vegetal, los telesillas, los aparcamientos o las carreteras, sino que la ¨²nica forma de rentabilizar una estaci¨®n de esqu¨ª pasa por el sector inmobiliario. Y ya han empezado a recalificarse terrenos en Sallent de G¨¢llego".

Para este inform¨¢tico y monta?ero que vive en Zaragoza, cuyos recuerdos de infancia tienen a menudo como fondo las verdes praderas de Espelunciecha, la alternativa que defend¨ªan desde la plataforma era crecer en calidad y no en superficie. "Se ha perdido otro valle. Cada a?o perdemos nuevas zonas de monta?a y no ganamos ninguna. Si retrocedi¨¦semos cinco o diez a?os encontrar¨ªamos muchos valles v¨ªrgenes que hoy est¨¢n destruidos. Y si ¨¦sta fuese una zona deprimida, a¨²n; pero aqu¨ª no existe pr¨¢cticamente paro".

En los pueblos de la cordillera pirenaica, sin embargo, son muchos los que apoyan el incremento de las pistas de esqu¨ª. En el caso de Espelunciecha y las heridas abiertas en el paisaje, el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Arag¨®n asegura: "Se cumpli¨® toda la normativa medioambiental, se realiz¨® la declaraci¨®n de impacto correspondiente, se hizo el seguimiento de las condiciones impuestas en esa declaraci¨®n, y cuando el promotor no las respet¨®, en el caso de regeneraci¨®n de la cubierta vegetal o la afecci¨®n a una turbera, se impusieron las sanciones correspondientes". Adem¨¢s, destaca que "en la declaraci¨®n de impacto ambiental se recort¨® en un 40% las pretensiones del promotor, Aram¨®n, por su impacto visual".

03 Mineros y osos

Comarca de Laciana (Le¨®n)

La brasa del cigarro de Javier Rodr¨ªguez, de 39 a?os, se enciende al rojo con la ¨²ltima calada. Est¨¢ asomado al descomunal cr¨¢ter formado por la mina a cielo abierto de Freixol¨ªn, en el coraz¨®n de la comarca leonesa de Laciana, un precioso paraje reserva de la biosfera, lugar de inter¨¦s comunitario y zona de especial inter¨¦s para las aves. "Antes la gente se pod¨ªa creer que las restauraban, pero han pasado 20 a?os y no hay ninguna arreglada", clama este minero retirado en alusi¨®n a las otras ocho explotaciones abiertas en monta?as desde 1985 (seis ya agotadas) y las ocho nuevas en proyecto.

A Javier le gustaba apurar el cigarrillo antes de meterse a picar con el martillo neum¨¢tico en las galer¨ªas 24 y 25, la del Grupo Calder¨®n, una mina de interior bajo el suelo donde trabajan ahora las palas excavadoras. Como detalla, cuando ¨¦l estaba all¨ª abajo ten¨ªa que llenar en un d¨ªa al menos 17 vagonetas de carb¨®n, 10 toneladas, pero una ¨²nica excavadora de las que mira c¨®mo se van comiendo la monta?a puede cargar en una cazada unas 80. Esto puede explicar por qu¨¦ cuando en la miner¨ªa de interior empezaron a bajar los precios, la empresa Minero Sider¨²rgica de Ponferrada decidi¨® explotar a cielo abierto. "Nos quedaremos sin carb¨®n, sin mina y sin montes", protesta este picador retirado por una lesi¨®n en un brazo, "y todo por cinco simples empleos".

En un bar de Villablino, otro antiguo minero de interior, Luis ?lvarez, de 49 a?os, llega vestido con un ch¨¢ndal rojo y una bolsa de deportes en la mano. Adem¨¢s de pertenecer, junto con otros 50 prejubilados, a la asociaci¨®n Fil¨®n Verde, ligada a WWF / Adena, es tambi¨¦n entrenador de balonmano de un colegio. Asegura que Bruselas ya ha amonestado a Espa?a, y empieza a hablar de m¨¢s de diez a?os de pleitos y sentencias favorables, y recalca que la mina de Freixol¨ªn tendr¨ªa que estar cerrada y restaurada hace ya tiempo por orden de los tribunales de Le¨®n y Valladolid tras una denuncia puesta por el due?o del cercano restaurante Los Ar¨¢ndanos, Ant¨®n Arias Tronco. "Cualquier nuevo cielo abierto que quieran abrir tendr¨¢n que ganarlo en los tribunales, pues con la ley en la mano no se pueden autorizar", subraya este antiguo ayudante de picador, que relata que hace poco una mujer le sugiri¨® que mejor que se dedicaran a jugar la partida. "Le respond¨ª que ahora tengo tiempo para la partida, para el balonmano y para defender mi tierra, porque yo no me voy de aqu¨ª, como muchos".

Otro ex minero que trabaj¨® m¨¢s de 22 a?os en las galer¨ªas, el alcalde de Villablino, Guillermo Murias, de IU, defiende que Laciana no puede prescindir de los cielos abiertos: "Es verdad que tenemos un h¨¢bitat privilegiado, con osos y urogallos, pero no queremos un valle bonito sin gente. El problema es que el futuro de los cielos abiertos est¨¢ ligado al de la miner¨ªa de interior. No son los 500 empleos de los cielos abiertos, sino los m¨¢s de 1.000 de todo el sector". Y termina: "Yo no tengo la herramienta para medir hasta d¨®nde llega la necesidad de complementar la miner¨ªa con los cielos abiertos para que sea viable econ¨®micamente y d¨®nde comienza la usura de los empresarios para ganar dinero f¨¢cil. Pero si cierran todas es una bomba socioecon¨®mica".

04 El monte mordido

Municipio de Pi¨¦lagos (Cantabria)

Elsa tiene nueve a?os y, como a la mayor¨ªa de los ni?os, le encanta dibujar peque?as casas con su tejado y jard¨ªn. Eso s¨ª, la ¨²ltima vez que las pint¨® para un trabajo del colegio, las rode¨® de bloques de apartamentos. Toda una paradoja, pues fue justo al nacer ella cuando sus padres, Mar¨ªa ?ngeles Amazarray y Mariano G¨®mez, decidieron vender su piso de Santander y comenzar una nueva vida rural en Mortera, un tranquilo pueblo a 10 kil¨®metros de la capital c¨¢ntabra, junto al monte La Picota. "Esto era un sitio id¨ªlico, un pueblecito cerca del mar con su iglesia y sus 15 casas antiguas, adonde se llegaba por una carretera sinuosa", describe Mariano como si perfilara con un pincel uno de sus cuadros. Pero entonces lleg¨® el drag¨®n del boom urban¨ªstico, y el bello lienzo de Mariano empez¨® a llenarse de adosados. El mismo monstruo que ahora se ha llevado de una dentellada medio monte de La Picota, a la altura del pico de El Cuco, para construir 750 nuevas viviendas (apartamentos, adosados y pareados). Lo que hasta hace cerca de un a?o era un magn¨ªfico monte muy verde de espaldas al mar, recubierto de eucaliptos y otras 419 especies vegetales y rodeado de prados y vacas, es hoy una enorme mole de roca caliza despanzurrada en la que las m¨¢quinas horadan terrazas gigantes donde edificar. "No es que est¨¦n destrozando nuestros paisajes, sino que sufrimos ya los efectos de un urbanismo ca¨®tico, como cortes de agua, falta de colegios y un tr¨¢fico que en horas punta se parece al de Madrid", se lamenta este pintor, que en los ¨²ltimos d¨ªas ha dejado la paleta para encerrarse en su garaje con un encargo inusual: un enorme drag¨®n de tela y madera que asociaciones de vecinos, como Mortera Verde, y grupos ecologistas piensan pasear por las faldas de La Picota para pedir su protecci¨®n. Y es que en la otra vertiente est¨¢ ya roturado el pr¨®ximo mordisco, en una zona que une el parque natural de Liencres con el m¨¢gico estuario de El Pas, lugar de inter¨¦s comunitario.

"Esto es una aut¨¦ntica aberraci¨®n. Hemos pasado ya a urbanizar las laderas de los montes hasta llegar casi a la cumbre", se exaspera el bi¨®logo y presidente del grupo ecologista Arca, Gonzalo Canales, que asegura que esta vez "el propio Gobierno de Cantabria est¨¢ pleiteando contra la urbanizaci¨®n junto a nosotros". Habitual de los tribunales, esta organizaci¨®n ha conseguido sentencias de demolici¨®n para cerca de medio millar de viviendas en Cantabria, siendo el municipio m¨¢s tocado el de Pi¨¦lagos, del que depende la urbanizaci¨®n de El Cuco. "?El que m¨¢s sentencias de demolici¨®n tiene? No lo s¨¦, puede ser, son cerca de 60 viviendas, dos en el centro de Liencres; pero probablemente sea tambi¨¦n el que m¨¢s sentencias ha ganado de Cantabria", responde el alcalde, Jes¨²s ?ngel Pacheco, del PP. "Nos toca acatar las sentencias, aunque eso no quiere decir que se compartan". Este regidor entiende que La Picota y El Cuco son montes separados e invita a consultar toda la documentaci¨®n sobre la urbanizaci¨®n: "Eso lleva 13 a?os calificado como urbanizable y tiene todos los vistos buenos necesarios, incluido el estudio de impacto ambiental informado por la Consejer¨ªa de Medio Ambiente de Cantabria".

05 Un hotel en la 'luna'

Parque natural de Cabo de Gata (Almer¨ªa)

En la salida de Carboneras (Almer¨ªa) direcci¨®n Moj¨¢car, nada m¨¢s pasar un cartel que anuncia la entrada en los l¨ªmites del parque natural de Cabo de Gata-N¨ªjar, uno se topa de golpe con los 20 pisos del macrohotel de El Algarrobico. Pr¨¢cticamente acabado, las obras de este complejo tur¨ªstico de 411 habitaciones est¨¢n paradas y aguardan que se cumpla su demolici¨®n. Como explica en la playa Minerva Arag¨®n, de la asociaci¨®n Amigos del Parque Natural, cuando rebobina la pel¨ªcula del ¨²ltimo a?o no acaba de creerse lo ocurrido: el anuncio el 10 de mayo de su compra y derribo por la Junta de Andaluc¨ªa, el expediente de Bruselas, las expropiaciones del Ministerio de Medio Ambiente, la paralizaci¨®n cautelar de las obras por un juzgado de Almer¨ªa, las primeras lanchas de Greenpeace? "Parece incre¨ªble que a¨²n se hagan barbaridades as¨ª y se diga que esto es progreso", se enoja un segundo antes de que aparezca en su cara una gran sonrisa. "Milagrosamente, esta vez se ha parado".

Si en lugar de tener que demolerlo bastase con seguir retrocediendo en el tiempo; si comenzase a desaparecer la pintura blanca del hotel, el cemento, los ladrillos?; si las torres de pisos fueran bajando a c¨¢mara r¨¢pida hasta ras de suelo; si las m¨¢quinas excavadoras volvieran a colocar toda la tierra en su sitio y la vegetaci¨®n rebrotase de nuevo, lo que quedar¨ªa ser¨ªa un imponente paisaje de ¨¢ridas monta?as acariciadas por el mar, solamente alterado por unas peque?as casas y el asfalto de la carretera de la costa. Un paisaje casi inveros¨ªmil en el litoral mediterr¨¢neo. "Es la belleza de la nada, la superficie de la luna; una nada aparente que luego encierra una enorme cantidad de especies ¨²nicas, algunas de las cuales no existen en otra parte del planeta", explica esta licenciada en ciencias del mar, de 29 a?os, que piensa que este valioso ecosistema ser¨ªa visto con mejores ojos en la zona si los propietarios privados de las tierras fueran compensados para que siga as¨ª.

En el faro de Mesa Rold¨¢n, otro integrante de Amigos del Parque Natural, Mario Sanz, un madrile?o de 45 a?os que hace 15 dej¨® su bar de copas en la capital para trabajar con las mejores vistas al mar de Carboneras, el anuncio del derribo le lleva a recordar tiempos m¨¢s duros: "Ahora todo el mundo nos da la raz¨®n, pero durante a?os nadie nos hizo ni caso". Y no acaba de estar satisfecho. "No es justo que tengamos que pagar todos su expropiaci¨®n por una ilegalidad de unos pocos". A pesar de todo, en el pueblo la mayor¨ªa de los vecinos apoya al alcalde. "El hotel es legal", insiste el edil socialista Crist¨®bal Fern¨¢ndez, que se queja de la falta de terrenos para edificar: "El 75% de Carboneras es parque natural. No tenemos mucho sitio, como prueba que el plan general de ordenaci¨®n s¨®lo prev¨¦ la construcci¨®n de 5.000 viviendas en los pr¨®ximos a?os, mucho menos que otros municipios de la costa. Los terrenos del hotel, que hubieran supuesto 120 puestos de trabajo directo y 100 eventuales, eran lo que ten¨ªamos para el desarrollo tur¨ªstico de la ciudad".

06 Bloques en la huerta

Valle de Ricote (Murcia)

El olor de la flor de azahar en primavera, el canto de los p¨¢jaros, el sabor de los higos reci¨¦n cogidos del ¨¢rbol y, sobre todo, el colorido de la huerta. ?ste es el mundo de sensaciones de Silvia Salinas, una murciana enamorada de su tierra: el valle de Ricote. "Esto es calidad de vida; si se destruyese perder¨ªa parte de m¨ª misma, de mi identidad", cuenta esta vecina de Archena mientras ense?a a su alrededor un paisaje inveros¨ªmil: en un valle m¨¢s propio de ?frica surcado por el r¨ªo Segura, bajo ¨¢ridas monta?as y cantiles que se deshacen como azucarillos de tierra seca por la erosi¨®n, un vergel de naranjos y limoneros en el que se entremezclan altas palmeras y pinos revienta en una explosi¨®n de color verde. Es el resultado de la huerta tradicional, un entorno heredado de los ¨¢rabes, con sus acequias, brazales, norias y unos valores ambientales muy particulares, pues, como detalla Francisco Robledano, profesor de ecolog¨ªa de la Universidad de Murcia, se ha convertido en el h¨¢bitat natural de aves como el torcecuello, la orop¨¦ndola, el gorri¨®n molinero?; reptiles como el gal¨¢pago leproso; anfibios?

A la entrada de este singular oasis, en el t¨¦rmino municipal de Villanueva del Segura, los ¨¢rboles frutales y las palmeras entre los montes Cobi y Ope, en el paraje de La Morra, se han metamorfoseado, en el ¨²ltimo a?o, en dos grandes bloques de apartamentos de m¨¢s de cuatro alturas. "Por s¨ª solos son una monstruosidad, y hemos denunciado su construcci¨®n tan cerca del r¨ªo; pero es que estos dos bloques son los primeros de una urbanizaci¨®n de 10, que duplicar¨¢ la poblaci¨®n del pueblo, y el adelanto de las cerca de 50.000 viviendas previstas en el valle en los pr¨®ximos a?os", lamenta Joaqu¨ªn Pastor, de Ecologistas en Acci¨®n Murcia y presidente de la Plataforma en Defensa del Valle de Ricote, organizaci¨®n que se ha apresurado a solicitar que toda la zona sea reconocida como paisaje cultural y que piensa pedir su declaraci¨®n como patrimonio de la humanidad.

"Si hay que construir, que se construya; pero para que la gente se integre en los pueblos, en el paisaje, no para acabar con todo esto". Un polo morado de marca, gafas de sol, coche potente? Este prejubilado de 55 a?os no responde al estereotipo de ecologista, pero est¨¢ resuelto a batallar hasta el final para salvar el que dice que es uno de los ¨²ltimos espacios sin destruir de la regi¨®n. Y subraya: "S¨®lo en mi pueblo, Ulea, que tiene 900 habitantes, el Plan General de Ordenaci¨®n Urbana prev¨¦ edificar 21.000 casas para 64.000 personas. Y todo esto sin dotaci¨®n alguna de agua".

?Qu¨¦ dice el alcalde de Villanueva del Segura, el popular Jos¨¦ Luis L¨®pez Ayala? "En la urbanizaci¨®n La Morra se ha hecho nada m¨¢s y nada menos lo que legalmente es posible dentro de los par¨¢metros de ordenaci¨®n del territorio. Esta regi¨®n y este valle tambi¨¦n tienen derecho a su desarrollo". Para el regidor murciano, "ah¨ª s¨®lo hab¨ªa huertas abandonadas y secas; adem¨¢s, tambi¨¦n exist¨ªa una loma que se ha desmontado, y ahora es verdaderamente cuando se puede ver el valle; esa loma imped¨ªa apreciar estas vistas".

07 La cascada con grifo

R¨ªo Xallas. Municipio de ?zaro (A Coru?a)

En un agua en el que se abrazan mar y r¨ªo, el viejo mari?eiro Bruno Sambade rema con fuerza para llevar su barca contra la corriente. "Cuando estaba en Inglaterra so?aba con este lugar", rememora este gallego de 69 a?os que trabaj¨® 20 como camarero en aquel pa¨ªs, entre otros muchos oficios. El acompasado chapoteo de los remos al entrar y salir del agua es casi el ¨²nico sonido que se escucha en este rinc¨®n de la costa coru?esa, en el municipio de ?zaro, bajo el monte de O Pindo. Y sin embargo, a los o¨ªdos deber¨ªa llegar un rugido ensordecedor: el de la espectacular ca¨ªda del Xallas, del que se dice que es el ¨²nico r¨ªo de Europa que desemboca en el mar en una cascada. O, m¨¢s bien, era.

Era en los tiempos en los que Bruno ten¨ªa 17 a?os y ven¨ªa a trabajar a la primera central hidroel¨¦ctrica que se hizo en este salto de agua. Porque, tras una primera mordaza en 1966, con la construcci¨®n de una enorme presa aguas arriba, en 1988 se levant¨® una nueva de la empresa Ferroatl¨¢ntica, la de Santa Ux¨ªa, que result¨® definitiva. La cascada enmudeci¨®. Por la piedra donde antes ca¨ªa en avalancha el agua enloquecida, hoy no corre ni un peque?o hilillo. En su lugar, enormes tuber¨ªas conducen parte del caudal por la falda de la monta?a hasta las turbinas de la central y luego lo sueltan dentro de la r¨ªa, ya amansado.

"Era tan bonita? Fue una l¨¢stima que la cortaran", se apena Marisol Rodr¨ªguez Sambade, peluquera y tabernera de ?zaro, de 58 a?os, que con s¨®lo nueve ven¨ªa a la cascada todos los lunes para lavar la ropa y dejarla que se secase junto a la r¨ªa. "Ahora la abren los domingos en verano, pero es un enga?abobos, la gente se lleva una gran desilusi¨®n". As¨ª ocurre una hora a media ma?ana, todos los s¨¢bados y domingos, desde el 21 de junio al 21 de septiembre, despu¨¦s que en 2000 la presi¨®n popular obligase a abrir un poco la presa para los turistas, una concesi¨®n que el ex presidente de la Xunta de Galicia Manuel Fraga no desaprovech¨® para ir a inaugurar la cascada. Parad¨®jicamente, el r¨ªo no entiende de actos oficiales ni de horarios, sobre todo en verano, cuando fallan ya las fuerzas, y ocurre que este paisaje perdido s¨ª vuelve a verse en algunas ocasiones, pero de improviso, cuando las lluvias le devuelven la furia de anta?o y no queda m¨¢s remedio que abrir las compuertas del embalse para dejarlo escapar.

El caso del Xallas se ha convertido en un s¨ªmbolo en Galicia del movimiento a favor de los r¨ªos. Llevados por esta corriente, 15.000 firmas de gallegos avalaron una iniciativa legislativa popular en defensa de su conservaci¨®n para que fuese debatida en el Parlamento aut¨®nomo. "Aunque son nuestro patrimonio, casi todos est¨¢n aprisionados por 36 grandes presas y cerca de un centenar de minicentrales; s¨®lo hay un r¨ªo gallego de tama?o mediano, el Sor, que corra libre", destaca Xo¨¢n Louzao, del grupo ecologista Adega y de la Coordinadora por la Defensa de los R¨ªos, que aclara que en febrero la C¨¢mara gallega admiti¨® a tr¨¢mite la iniciativa.