Todos contra el fuego
?Interesa la pol¨ªtica en Catalu?a? Hubo quienes, a la vista del alto ¨ªndice de abstenci¨®n en el refer¨¦ndum que deb¨ªa aprobar el nuevo Estatut, se apresuraron a responder negativamente a la pregunta. Pero que la pol¨ªtica interesa entre nosotros es algo fuera de toda duda. Baste para confirmarlo con recordar las manifestaciones multitudinarias de hace poco m¨¢s de dos a?os contra la guerra (aunque no habr¨ªa que rebuscar demasiado para encontrar m¨¢s ejemplos). No es, pues, un problema de desinter¨¦s en general hacia la pol¨ªtica, sino de desinter¨¦s (o tal vez de algo m¨¢s fuerte) particular, concreto, que se ha manifestado en este caso y que habr¨ªa que analizar atendiendo los perfiles particulares de la situaci¨®n.
En realidad, la clave del asunto nos la ven¨ªan proporcionando desde hace meses con sus declaraciones los propios responsables pol¨ªticos catalanes. Pr¨¢cticamente todos -con independencia de su adscripci¨®n partidista- reconoc¨ªan (incluso con estas palabras textuales) que hab¨ªan hecho el rid¨ªculo, que se sent¨ªan avergonzados, que se hab¨ªan equivocado en muchas cosas, etc¨¦tera, cada vez que se les instaba a que hicieran una evaluaci¨®n de conjunto del proceso estatutario. Partiendo de semejante premisa, tiene poco de extra?o que una gran parte de los votantes se resistiera a sancionar un proceso cuyos mism¨ªsimos protagonistas juzgaban tan crudamente.
Aunque hay m¨¢s. No habr¨ªa que descartar que el votante -que, como los propios profesionales de la pol¨ªtica, suelen afirmar cuando pretenden regalarle los o¨ªdos para recabar su voto- no es tonto y tambi¨¦n se percatara de otra cosa. A saber, de que los mencionados pol¨ªticos se declaraban apesadumbrad¨ªsimos por su comportamiento pero, qu¨¦ curioso, ninguno de ellos parec¨ªa dispuesto a tomar ninguna medida al respecto (?dimitir, por ejemplo? ?O es que resulta absurdo esperar de un pol¨ªtico que act¨²e en consecuencia cuando, seg¨²n su propio testimonio, ha hecho el rid¨ªculo hasta el extremo de sentirse avergonzado?).
Pero quiz¨¢ lo que ahora m¨¢s importe sea llamar la atenci¨®n sobre la forma en que, una vez llevado a cabo el refer¨¦ndum, las fuerzas pol¨ªticas reaccionaron ante la notoria desafecci¨®n de una parte importante de la ciudadan¨ªa a su propuesta. En resumen: bast¨® con que el PP intentara apropiarse de la abstenci¨®n (como, por cierto, intent¨® apropi¨¢rsela tambi¨¦n ERC en los primeros compases de la noche electoral) para que todo volviera a su cauce. Entre las fuerzas pol¨ªticas catalanas se dir¨ªa que la abstenci¨®n ha pasado a ser un problema menor -por no decir inexistente-. La propia ERC, vista la p¨¦sima experiencia de aparecer asociada al PP en su demanda de no, ha decidido volver al c¨®modo pesebre de la transversalidad y se ha apresurado a hacer enf¨¢ticas proclamas acerca de la legitimidad del resultado del refer¨¦ndum. Pero, ?acaso fue ¨¦se alguna vez el problema? El resultado de este refer¨¦ndum -era cosa sabida de antemano- habr¨ªa sido leg¨ªtimo con cualquier grado de participaci¨®n. La cuesti¨®n es si las formaciones pol¨ªticas catalanas pueden hacer como si no fuera con ellas el alto ¨ªndice de abstenci¨®n registrado el 18 de junio. Es un t¨®pico entre los profesionales de la ense?anza la afirmaci¨®n de que cuando entre un grupo de estudiantes se produce un determinado grado de suspensos, el problema, sin ning¨²n g¨¦nero de dudas, hay que buscarlo en el propio profesor y no en los alumnos (aunque a nadie se le ocurra impugnar su derecho a suspender a cuantos considere justo).
Tengo para m¨ª que una parte significativa de la ciudadan¨ªa de esta comunidad tiene la sensaci¨®n -tal vez difusa y poco elaborada- de que sus representantes no cumplen adecuadamente con la funci¨®n que les ha sido atribuida. La distribuci¨®n de la abstenci¨®n en Barcelona seg¨²n los barrios -clarificadoramente analizada aqu¨ª por Joan Subirats-, as¨ª como el dato constante, reiterado, de que el ¨ªndice de participaci¨®n en las elecciones generales en Catalu?a sea, desde hace a?os, un promedio de 10 puntos superior a la participaci¨®n en las auton¨®micas en ning¨²n caso pueden ser considerados como elementos menores, de escasa trascendencia para el an¨¢lisis, sino que, por el contrario, apuntan al coraz¨®n mismo del mecanismo democr¨¢tico.
Los responsables pol¨ªticos deben responder ante el electorado, que expresa su malestar por diversas v¨ªas (incluyendo, por cierto, el importante aumento del voto en blanco). Pues bien, lejos de eso, con lo que nos hemos ido encontrando con el paso de los d¨ªas es con que, una vez alcanzados los objetivos propuestos, aquellos mismos pol¨ªticos que se declaraban tan avergonzados, ahora han pasado a re?ir al electorado (por ejemplo, por quedarse en la playa en vez de acudir a votar) y a falsear de nuevo los t¨¦rminos del debate. Por supuesto que el PP no tiene ning¨²n derecho a atribuirse la abstenci¨®n -fundamentalmente porque en ning¨²n momento la propuso- pero el resto de fuerzas pol¨ªticas tampoco tienen que identificar con el PP a una tan importante masa de descontentos. A menudo parece olvidarse un dato tan simple como rotundo: en Catalu?a, el PP es ?la cuarta fuerza pol¨ªtica! (y en Madrid, por cierto, se sienta en los bancos de la oposici¨®n). Si el PSC pierde el Gobierno de la Generalitat en las pr¨®ximas elecciones, no ser¨¢ a manos del PP, sino de CiU, que habr¨¢ hecho, gracias a la impagable colaboraci¨®n del propio PSC, una de las traves¨ªas del desierto m¨¢s breves de la historia.
Hay perseverancias que asombran, y ¨¦sta es una de ellas. El PSC ha cometido, por en¨¦sima vez en lo que llevamos de democracia, el error de querer jugar en el terreno equivocado, en el que nunca va a poder vencer. Se ha empe?ado en aparecer como el m¨¢s nacionalista y ah¨ª siempre ser¨¢ penalizado (haga lo que haga: y, si no, que se lo pregunten a Maragall), mientras que a los partidos nacionalistas todo les ser¨¢ perdonado (y, si no, que se lo pregunten a Mas, funambulista impune donde los haya). En cualquier caso, si el gran proyecto, el proyecto estrella del tripartito, se ha saldado as¨ª (con uno de sus tres partidos votando no, con m¨¢s de la mitad del electorado desentendi¨¦ndose del asunto y con un incremento importante del voto en blanco), esto, se mire como se mire, es un fracaso pol¨ªtico. De plena validez legal, eso s¨ª: que se queden tranquilos aqu¨¦llos a los que parece que s¨®lo tal cosa importa.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona e investigador en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC.
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