La Luna
Algo me despert¨® en la mitad de la noche. Abr¨ª los ojos y vi la Luna al otro lado de la ventana. Me di cuenta de que ten¨ªa costuras, como un bal¨®n de f¨²tbol, y recib¨ª la visi¨®n como un mensaje. Al d¨ªa siguiente fui a una tienda de deportes y ped¨ª un bal¨®n blanco de primera calidad. Me mostraron uno cuyas costuras, m¨¢s que cicatrices, parec¨ªan las se?ales de una operaci¨®n de cirug¨ªa est¨¦tica. Pregunt¨¦ si lo hab¨ªa cosido un cirujano pl¨¢stico, pero me dijeron que no, que era obra de un ni?o indio o coreano, no estaban seguros. Me lo dieron deshinchado, porque tal era la costumbre, pero me indicaron la cantidad de aire que deb¨ªa introducir en ¨¦l y c¨®mo hacerlo. Fue una sorpresa, pues yo cre¨ªa que los balones nac¨ªan inflados. Cre¨ªa, de hecho, que la inflaci¨®n constitu¨ªa uno de sus rasgos constitutivos, pero no me atrev¨ª a protestar por miedo a hacer el rid¨ªculo (la tienda estaba llena).
Un buen partido de f¨²tbol es un recital, una lectura. Ronaldo mete gol y cambia de p¨¢rrafo
Lo infl¨¦ en lo alto de una monta?a, para que el aire estuviera limpio, pues me pareci¨®, al acariciar su piel, que pose¨ªa cierta textura de pulm¨®n. Adem¨¢s, en lo alto de las monta?as hay menos ox¨ªgeno. Se me ocurri¨® que, ante tal escasez, la pelota se mover¨ªa con un poco de angustia, lo que le dar¨ªa m¨¢s viveza.
No me equivoqu¨¦. De vuelta a casa, jugu¨¦ un poco en el pasillo y el bal¨®n daba, en efecto, tres botes donde yo hab¨ªa calculado que dar¨ªa dos. Nunca antes hab¨ªa jugado al f¨²tbol, de manera que era como aprender a deletrear o a escribir. Enviaba la pelota contra la pared con la delicadeza del que escribe una frase en el cuaderno de caligraf¨ªa. Mi mam¨¢ me mima, parec¨ªa decir el bal¨®n cuando regresaba hasta mis pies. Record¨¦ la infancia de los grandes jugadores brasile?os y comprend¨ª que, cuando daban patadas a una pelota de trapo en las calles de su barrio, estaban realmente aprendiendo a leer. Un buen partido de f¨²tbol es un recital, una lectura. Cuando Ronaldo se interna en las filas del adversario da sentido al movimiento, crea una sintaxis. Si adem¨¢s mete gol, cambia de p¨¢rrafo.
A veces me despertaba en medio de la noche. Ahora, en vez de mirarme la Luna, me miraba el bal¨®n que hab¨ªa colocado sobre una silla, al lado de la cama. Estaba deseando moverse en busca de esa pizca de ox¨ªgeno que le faltaba. Comprend¨ª entonces que hab¨ªa descubierto un secreto que podr¨ªa haber sido de gran utilidad para la selecci¨®n de mi pa¨ªs. No deber¨ªan haber jugado con un bal¨®n inflado en Alemania y a poca altura respecto al nivel del mar, donde hay un aire que evidentemente nos perjudica. Telefone¨¦ a la Federaci¨®n para dec¨ªrselo a Luis Aragon¨¦s, pero no se puso al tel¨¦fono. Peor para ¨¦l.
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