Empacho de memoria
S¨®lo llevamos seis meses del oficialmente llamado "A?o de la Memoria Hist¨®rica", y algunos empezamos ya a estar un poco empachados. No es que estemos saturados de memoria, nada de eso. Pero s¨ª empalagados por todo tipo de suced¨¢neos que, como golosinas, engordan pero no alimentan, enga?an al hambre y hasta saben bien, pero no son muy recomendables desde el punto de vista nutricional. Trasladado el paralelismo alimenticio al debate sobre la memoria, uno tiene a veces la sensaci¨®n de que, entre bocado y bocado, le cuelan cucharadas de suced¨¢neo dulc¨ªsimo que poco tiene que ver con la recuperaci¨®n de la memoria, y s¨ª con otro tipo de intereses. Me explico.
En los ¨²ltimos a?os, desde finales de los noventa, se ha producido un fuerte resurgir del inter¨¦s por el pasado, el llamado movimiento de recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica, que se diferencia de anteriores intentos de alumbrar el pasado. Sustentado sobre un decisivo cambio generacional (la llegada a la madurez de quienes no vivimos el franquismo ni hicimos la transici¨®n), se trata de un fen¨®meno ciudadano, asociativo e intelectual que plantea una recuperaci¨®n mucho m¨¢s s¨®lida y posible que la que se plante¨® en los primeros a?os de democracia. Adem¨¢s de homenajes, este movimiento pide rehabilitaci¨®n, indemnizaciones, anulaci¨®n de juicios. Adem¨¢s de poner nombre a las v¨ªctimas, se?ala a los verdugos. Adem¨¢s de exigir memoria, demanda justicia. Y se niega a dar por cerrado el pasado reciente, a considerarlo hist¨®rico e irrecuperable, impugnando el discurso construido en torno al mismo, optando por reivindicar la experiencia republicana y cuestionar la hasta ahora sacralizada transici¨®n espa?ola.
Ante tales planteamientos, amenazantes para quienes durante a?os se han sentido c¨®modos con una memoria floja, inofensiva, con aspecto de expediente resuelto y liquidado, han surgido varias formas de respuesta que son las que amenazan con hacer zozobrar este barco, bien sea por exceso de carga, bien por falta de rumbo.
Una de esas respuestas, la m¨¢s evidente, es el creciente revisionismo hist¨®rico por parte de un sector de la derecha pol¨ªtica y medi¨¢tica, que se ha dedicado a jalear a unos cuantos sedicentes historiadores que se limitan a actualizar el viejo discurso franquista y pasarlo por las m¨¢s eficaces herramientas de la comunicaci¨®n de masas. Ante su incapacidad para acallar la demanda cada vez mayor de quienes quieren conocer el pasado, el revisionismo apuesta por la confusi¨®n y el relativismo, pero m¨¢s a¨²n por la tensi¨®n, por crear una apariencia de enfrentamiento social (de oposici¨®n irreconciliable entre dos memorias contrapuestas) que aconsejar¨ªa a los prudentes "no remover el pasado". Ello en un a?o en que, por la concurrencia de acontecimientos pol¨ªticos (reformas estatutarias, negociaci¨®n con ETA), la derecha m¨¢s crispadora se mueve en terreno favorable.
Una segunda respuesta al resurgir de la memoria vendr¨ªa desde el lado institucional. Al movimiento social se han unido muchos memoriosos de ¨²ltima hora, que nunca han estado muy interesados por mirar al pasado ni por cuestionar el discurso construido en torno al mismo, y que ahora sin embargo se suben al tren y se colocan la gorra de revisor y hasta el traje de maquinista. Es apreciable un cierto intento por controlar ese rebrote de la memoria, por poner diques, limitar el alcance de esa mirada cr¨ªtica al pasado.
Los mismos que durante a?os hemos reclamado una mayor implicaci¨®n institucional, desde pol¨ªticas p¨²blicas de la memoria, nos asustamos ahora ante su progresiva institucionalizaci¨®n. El cambio de gobierno tras las ¨²ltimas elecciones generales levant¨® expectativas pero tambi¨¦n suspicacias. La creaci¨®n de la Comisi¨®n Interministerial encargada de estudiar el asunto y dar forma a la prometida Ley de Memoria Hist¨®rica lleva meses atascada, provocando la desconfianza del movimiento asociativo, que ve en la dilaci¨®n un s¨ªntoma de desgana y de pretender controlar, o cuando menos congelar, ese cuestionamiento del ayer antes de que se vaya de las manos.
Ha habido numerosas iniciativas p¨²blicas en el ¨²ltimo a?o,desde ayuntamientos, comunidades aut¨®nomas y administraci¨®n central, relativas a la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. En muchos casos se trata de actuaciones valientes y valiosas, ins¨®litas hasta ahora. En otros, sin embargo, s¨®lo se crea una ilusi¨®n de memoria un tanto enga?osa. Se apuesta en estos casos, con presupuesto p¨²blico y mediante la creaci¨®n de nuevos organismos, por formas limitadas de memoria, inofensivas, mientras siguen pendientes asuntos esenciales, aquellos elementos m¨¢s controvertidos, m¨¢s molestos, m¨¢s incompatibles con el discurso hasta ahora sostenido del pasado.
Hay todav¨ªa una tercera respuesta que contribuye a ese empacho del que hablaba al principio, la que dan los verdaderos fabricantes de golosinas. Se trata de la respuesta "comercial" que se da al movimiento de recuperaci¨®n de la memoria. Desde la industria cultural se ha detectado que, en efecto, existe un inter¨¦s amplio entre los ciudadanos por todo lo que tiene que ver con la historia reciente de Espa?a, con la llamada recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. Eso, unido a la coincidencia de aniversarios (30 a?os de la muerte de Franco, 70 del inicio de la Guerra Civil, 75 de la proclamaci¨®n de la Segunda Rep¨²blica) y al impulso institucional (A?o de la Memoria, programaci¨®n televisiva, exposiciones y actos...), hace que algunos vean en toda esta inflaci¨®n memoriosa un fil¨®n comercial.
Se tratar¨ªa, en resumen, de convertir ese inter¨¦s ciudadano, esa demanda de conocimiento, esa exigencia de memoria, en un acto de consumo. De ah¨ª la sobreproducci¨®n de t¨ªtulos referidos a la Guerra Civil o al franquismo que llenan las librer¨ªas. Pareciera que las editoriales han corrido a vaciar sus almacenes, recuperando t¨ªtulos olvidados en sus fondos, a la vez que apremian a sus autores a producir obras relacionadas con la memoria. Librer¨ªas con mostradores monotem¨¢ticos y quioscos desbordados de coleccionables dan prueba de ello. Por debajo de esta acumulaci¨®n (que, sin duda, ha permitido recuperar t¨ªtulos interesantes que estaban descatalogados, y que conviven con nuevas obras de indudable valor) se aprecia un claro oportunismo por parte de algunas editoriales y tambi¨¦n de algunos autores empe?ados en no quedar al margen de este fil¨®n de la memoria.
El lector interesado por el pasado, sensibilizado por esa recuperaci¨®n de la memoria, puede acabar confundido ante la convivencia de t¨ªtulos de desigual inter¨¦s y calidad, as¨ª como aturdido por lo inabarcable de tanta producci¨®n. Dependiendo de lo que escoja para su alimentaci¨®n, puede aprovecharle o puede sin m¨¢s empacharle. Lo ¨²nico cierto es que no se quedar¨¢ con hambre.
Porque corremos el riesgo de que este a?o se tome a efectos de liquidaci¨®n. Como si nos diesen todo un a?o de la memoria para, una vez pasado, olvidarnos para siempre. Pareciera que nos encontr¨¢semos en un a?o decisivo, definitivo, en el que hacerlo todo de una vez porque no tendremos m¨¢s oportunidades, no como ¨¦sta. Lo que queramos recuperar, reivindicar, denunciar u homenajear, hag¨¢moslo ahora o nunca. Y de la misma forma, para otros, la sensaci¨®n de que lo que no vendan este a?o ya no lo vender¨¢n despu¨¦s.
Nada de eso es cierto. Este movimiento de recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica, por esa solidez de la que habl¨¦ al principio, no concluye en este a?o de la memoria. Pero s¨ª puede ocurrir que algunos acaben el a?o con la barriga llena de pasteles y, pasada la fiesta, rechacen otro bocado agitando una mano y palme¨¢ndose la abultada tripa mientras disimulan un reg¨¹eldo ah¨ªto y dicen: no m¨¢s memoria, por favor.
Isaac Rosa es escritor. Su ¨²ltima novela es El vano ayer (Seix Barral).
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