D¨®nde est¨¢ Dios
Es el arzobispo quien se lo preguntaba en el funeral de Valencia, con 41 cuerpos destrozados todav¨ªa calientes y una docena muy heridos. La gran, la misma interrogante que hab¨ªa formulado el papa alem¨¢n ante las huellas del Holocausto, as¨ª que no me acus¨¦is de blasfema porque s¨®lo confesar¨ªa ahora un leve pecado de inconstancia, propio por otra parte del oficio de escribir sobre lo que pasa (columnas m¨¢s enhiestas y mejor ancladas que esta han ca¨ªdo ante la fuerza de los acontecimientos, o bien giran como veletas sometidas a aquellos vendavales procedentes de la rabiosa actualidad)
Para este viernes (hoy) en que se supone que tantas sagradas familias deber¨ªan haber anidado ya en Valencia para ver de salvarnos a las que no somos tan santas, una ten¨ªa previsto contarles c¨®mo tan magno acontecimiento contrasta con la imposibilidad o la dificultad para formalizar otros enlaces, concretamente uno compuesto por personas cercanas y queridas. Pero no. Ser¨¢ otro d¨ªa.
Otro d¨ªa. Este era tambi¨¦n el ep¨ªgrafe que las circunstancias aconsejaban tras los 41 cuerpos destrozados a¨²n calientes, antes de que atronara en la Catedral la magna duda episcopal ante la aparente, inquietante ausencia del Alt¨ªsimo.
Porque a partir de lunes a mediod¨ªa los titulares gritaron, lloraron los boletines radiof¨®nicos y de los v¨ªdeos man¨® la sangre. As¨ª que para otro d¨ªa hubo que dejar las novedades referidas a Paco el Pocero, la gala del turismo, los fichajes del Levante, la situaci¨®n de la costa, el juicio del amianto, la feria de julio, los proxenetas de Ondara o las facturas falsas. Se suspendieron actos y modificaron agendas aunque siempre haya quienes, hundi¨¦ndose el mundo, todav¨ªa reclaman para lo suyo honores de portada.
El lunes una llamada bast¨® para dejar definitivamente desenmascarada la relatividad de la noticia, la repentina futilidad de lo que minutos antes juzg¨¢bamos trascendente y digno de ser pregonado a los cuatro vientos. A¨²n a lo largo de la tarde y de la ma?ana siguiente el despiste hizo que los medios continuaran recibiendo convocatorias para un acto en la Bolsa o una representaci¨®n teatral. Durante todo el tiempo, e incluso en medio de debates sobre la tragedia del metro, las radios segu¨ªa emitiendo anuncios con poca cintura como: "Ven al Encuentro de las Familias, en la Feria de Muestras, y lo pasar¨¢s en grande...". Tambi¨¦n escuch¨¢bamos consejos para conseguir un bronceado saludable...y otros contenidos verdaderamente estrafalarios, fuera de lugar. Era publicidad e informaci¨®n como venidas de otra galaxia.
S¨ª, Otro d¨ªa no habr¨ªa sido un mal titular. Otro d¨ªa hablaremos de la gigantesca y lujosa sacrist¨ªa, de la ciudad sitiada, de la invasi¨®n de los urinarios y del cop¨®n bendito. Otra vez ser¨¢, se?oras y se?ores de la empresa de flores que pretenden que divulguemos la ornamentaci¨®n del altar.
?Que no ven que hoy lloran los pies de foto, gritan los boletines y se desangran las pantallas? ?Que no oyen al propio Monse?or interrog¨¢ndose sobre d¨®nde est¨¢ Dios mientras pone toda la cara de conocer la respuesta?
Se siente: ustedes hoy no son noticia, ni ma?ana ni pasado. Y el inter¨¦s que ofrecen sus andanzas es tan relativo como las preguntas ret¨®ricas episcopales y sus m¨²ltiples posibles contestaciones, si ni siquiera Dios es un t¨¦rmino un¨ªvoco. En los tiempos del becerro de oro Dios es el dinero, y ese s¨ª sabemos por d¨®nde para. Y Garc¨ªa Gasc¨®, que alega que la vida humana es fr¨¢gil, tampoco ignora que en parte ha sido puesto a su servicio: en el que no farte de n¨¢; en las sillas y las vallas; en las mochilas y en las pompas; en los gallardetes, las farolas y las faroladas. Desde luego no en la l¨ªnea 1, ni en sus vagones trasto, ni en sus sistemas de seguridad. Ni en tantos otros lugares frecuentados por las gentes m¨¢s fr¨¢giles y mortales (que no todo el mundo lo es en la misma medida), por la humanidad de a pie o de metro. El dinero es dios y est¨¢ en el para¨ªso (fiscal, de los bancos en las Seychelles), en limusinas y palacios con piscina cubierta, o en las tierras donde habitan otras deidades ol¨ªmpicas y m¨ªticas. El endiosado y maldito parn¨¦ mora en la gloria de unos pocos, donde no se nos espera.
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