Cort¨¦s sali¨® a hombros
Los toros de ayer son los que piden las figuras. Desean que salgan bobones, sin peligro, que embistan sin incordiar. Pero esos ganaderos, que dan gusto a los toreros, se ven impelidos a rebajar tanto la casta y, por ende, se les va la mano. El resultado a la vista est¨¢: toros mansotes con avaricia como los corridos ayer en Pamplona. Y los toreros ya tienen el pretexto. La corrida no ha servido. El siguiente paso tiene nombre de tal¨®n bancario. Cobra el ganadero, cobra el torero, cobra la empresa y el casto p¨²blico pamplon¨¦s es el pagano.
Ayer se ejemplific¨® la escena aludida a la perfecci¨®n. Enrique Ponce peg¨® un petardo de los gordos en su primer toro. Se le vio descompuesto, sin sitio, hizo un muestreo completo de precauciones y miedos. Cada vez que se perfilaba para entrar a matar se ganaba una gran pitada. Eso acaeci¨® en su primero. Es verdad que la faena estuvo fabricada con menos fervor que el que tiene un ap¨¢trida por una bandera. En su segundo, los proleg¨®menos que exhibieron miedos y pavores fueron de corte parecido a su toro anterior. Luego, en la faena, se hizo con el toro domin¨¢ndolo con buen oficio e inteligencia. Sus adeptos hablar¨¢n de un dominio excepcional. Pero no fue tan excepcional. No hizo nada del otro mundo. Cumpli¨® con ciertas pinceladas de calidad, pero sin excederse.
Alcurruc¨¦n, Lozano / Ponce, Cid, Cort¨¦s
Tres toros de Alcurruc¨¦n (3?, 4? y 5?) y tres de Hermanos Lozano: mansos y descastados; manejable el 3?. Enrique Ponce: cinco pinchazos y dos descabellos (pitos); bajonazo -aviso- y tres descabellos (silencio). El Cid: pinchazo y estocada baja (silencio); estocada baja y dos descabellos (silencio). Salvador Cort¨¦s: estocada (dos orejas); estocada baja (silencio). Plaza de Toros de Pamplona, 12 de julio. 6? corrida de lidia ordinaria. Lleno.
El Cid, en su primero, puso voluntad y poco m¨¢s. En su segundo, minti¨® todo lo que pudo. Hizo como que hac¨ªa, sin hacer nada de nada.
Quien fue triunfador en esa tarde, que no quedar¨¢ en la memoria, se llama Salvador Cort¨¦s. En su primer toro, tercero de la tarde, aprovech¨® que fuera el ¨²nico manejable. Inici¨® la faena con pases cambiados en el centro del anillo. Se pas¨® el toro muy cerca. Eso enardeci¨® al p¨²blico. Lo que vino a continuaci¨®n se compuso de tres tandas de derechazos, dos tandas de naturales y unas manoletinas muy ajustadas como remate. Se fue tras el acero, cobrando un buen espadazo. Tuvo tanto empaque esa estocada que tal vez pod¨ªa decirse al modo de los cronista de los tiempos de Lagartijo y Frascuelo -sobre todo en referencia a este ¨²ltimo- "hundi¨® el estoque por las reverend¨ªsimas agujas". Le concedieron las dos orejas, quiz¨¢ en un exceso de prodigabilidad del presidente, gan¨¢ndose la salida a hombros.
En su segundo le sobr¨® aceleraci¨®n. En cuando a esa aceleraci¨®n, cabe arg¨¹ir que en el que cort¨® las dos orejas existi¨® parecida rapidez, aunque algo soterrada. Pero el p¨²blico estaba tanto con ¨¦l que no se percat¨®.
Conclusi¨®n: existi¨® un torero que sali¨® por la puerta grande y dos toreros a los que cab¨ªa recordar que la cobard¨ªa es el miedo consentido, en tanto el valor es el miedo dominado. El que quiera entender, que entienda.
Babelia
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