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GRANDES REPORTAJES

El viaje de Zapatero

Cuando gan¨® las elecciones hace dos a?os era un enigma. Hoy es una realidad. Se encuentra en el ecuador de su legislatura y ante el reto hist¨®rico de poner fin a ETA. Su lema: no decepcionar al ciudadano. El escritor fue su sombra durante tres d¨ªas clave. As¨ª ve al presidente del Gobierno

Juan Jos¨¦ Mill¨¢s

Aquel d¨ªa nos despertamos con la revelaci¨®n de que los intereses de Zapatero coincid¨ªan punto por punto con los de ETA. As¨ª apareci¨® en los peri¨®dicos, que citaban fuentes del PP cuyos l¨ªderes confirmaron y amplificaron la noticia a trav¨¦s de las emisoras de radio, mientras desayun¨¢bamos. La revelaci¨®n funcion¨® a la manera de un Apocalipsis de bolsillo que alivi¨® la contrariedad de que el mundo, pese a ser el 6-06-06, no se hubiera acabado. El fin del mundo tiene un extraordinario tir¨®n electoral que hab¨ªa venido explotando en r¨¦gimen de monopolio el PP. Lo normal, pues, es que ofreciera algo a cambio. Y ah¨ª estaba: Zapatero y ETA eran siameses.

Todos pensamos que el Gobierno, tras este descubrimiento escandaloso, se ir¨ªa al carajo. Inconcebiblemente, no ocurri¨® nada, en parte porque el fin del mundo no es lo que era y en parte porque Espa?a no exist¨ªa. As¨ª lo hab¨ªa asegurado tambi¨¦n Rajoy unos d¨ªas antes sin que nadie le prestara atenci¨®n. "Este hombre", dijo refiri¨¦ndose a Zapatero, "ha borrado a Espa?a del mapa". Y no la hab¨ªa borrado de cualquier manera, sino con la minuciosidad de un psic¨®pata, desmembr¨¢ndola regi¨®n a regi¨®n y escondiendo sus extremidades en la nevera, para devorarlas poco a poco.

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No era todo: un columnista, apenas unos d¨ªas antes de la fecha del fin del mundo, hab¨ªa escrito que la capacidad de Zapatero para el Mal (as¨ª, con may¨²scula) carec¨ªa de l¨ªmites; otro, que era un tontiloco al que atribu¨ªa sin embargo poderes especiales para acabar ¨¦l solo con el Estado de derecho. Uno m¨¢s lo compar¨® con Harry Potter, asegurando que viv¨ªa, junto a su mujer e hijas, rodeado de b¨²hos. Alguien nos advirti¨® de que sus formas suaves ocultaban a un lobo sediento de sangre. Un profesor, no recordamos ahora mismo de qu¨¦ materia, lo describir¨ªa como "un hombre resentido, simulador, visceral, con obsesiones pol¨ªticamente inconfesables". Rajoy, solo o en compa?¨ªa de otros, hab¨ªa dicho de ¨¦l una y otra vez que era un inconsistente, un tonto, un in¨²til, un bobo, un incapaz, un acomplejado, un cobarde, un prepotente, un mentiroso, un inestable, un desleal, un perezoso, un pardillo, un irresponsable, un revanchista, un d¨¦bil, un arc¨¢ngel, un sectario, un radical, un chisgarab¨ªs, un maniobrero, un indecente, un loco, un hooligan, un propagandista, un visionario, un chapucero, un exc¨¦ntrico, un disimulador, un estafador, un agitador, un fracasado, un triturador constitucional, un malabarista, un mendigo de treguas, un traidor a los muertos? Hab¨ªa asegurado que no ten¨ªa programa, que no ten¨ªa equipo, que no ten¨ªa proyecto, que no ten¨ªa ideas, que no ten¨ªa agallas (el buen gusto le imped¨ªa a?adir que no ten¨ªa pilila). Pese a tantas y tan graves carencias, se le atribu¨ªan empe?os heroicos, como el de pretender ganar la Guerra Civil con setenta a?os de retraso.

El domingo anterior a este martes negro, una caricatura del diario El Mundo mostraba a Zapatero regando una planta (la de la paz) con las aguas fecales procedentes de una manguera que sal¨ªa de una alcantarilla. La manguera estaba dibujada de tal forma que parec¨ªa al mismo tiempo la cola de una rata estrat¨¦gicamente colocada en el cuerpo del presidente del Gobierno. Se suger¨ªa as¨ª que reinaba en las cloacas, como uno de los m¨¢s c¨¦lebres enemigos de Batman y de Robin. "Este presidente", escrib¨ªa un catedr¨¢tico en Abc, "adolece de una inanidad intelectual indisimulable, casi espectacular". ?lex Vidal-Quadras, en La Raz¨®n, le atribu¨ªa el empe?o de "resucitar el clima cainita de la II Rep¨²blica". Santos Juli¨¢ escrib¨ªa en EL PA?S: "Hay que mirar muy atr¨¢s para encontrar un presidente de pensamiento tan d¨¦bil, pero tan rebosante de lo que, a falta de mejor definici¨®n, acostumbramos a llamar instinto de poder". Jos¨¦ Garc¨ªa Abad atribu¨ªa a Felipe Gonz¨¢lez la siguiente frase, referida a Zapatero: "?ste sigue con su idea? Que no pasa nada? Que no pasa nada? Y se nos cae el invento. Est¨¢ loco?".

Si tuvi¨¦ramos que hacer una relaci¨®n de los calificativos (con frecuencia contradictorios) aplicados a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero desde diferentes sectores y a lo largo de estos dos a?os de Gobierno, necesitar¨ªamos un volumen de la Espasa. Y ello sin contabilizar los lanzados desde las manifestaciones de la derecha que sali¨® a la calle en varias ocasiones, unas a favor del matrimonio (cuya destrucci¨®n, junto a Espa?a y el Estado de derecho, era uno de los objetivos de Zapatero); otras, a favor de Dios (que, incre¨ªblemente, estaba perdiendo la batalla tambi¨¦n frente a este individuo de formas educadas), y, otras, en contra de su pol¨ªtica antiterrorista, pues llev¨¢bamos ya tres a?os sin muertos, dos de los cuales se pod¨ªan imputar, evidentemente, a su gesti¨®n. Asimismo, durante este periodo se hab¨ªa derogado una norma no escrita, dictada por Aznar y aceptada por las fuerzas pol¨ªticas y la ciudadan¨ªa, seg¨²n la cual el responsable de un crimen era el criminal. Ahora, si alguien lanzaba un c¨®ctel molotov contra un cajero autom¨¢tico, el responsable era, indefectiblemente, Zapatero. En cuanto a los comunicados de la banda, gozaban tambi¨¦n, al contrario de lo que ocurr¨ªa en otras ¨¦pocas, de m¨¢s credibilidad que los del Gobierno. Si el 11-M se calificaba de miserables a quienes cre¨ªan a Otegi en vez de al ministro del Interior, ahora los miserables eran quienes cre¨ªan al ministro del Interior en vez de a Otegi. Lo que dec¨ªan ETA o Batasuna iba a misa. Y, hablando de misas, hasta los obispos, que no se hab¨ªan manifestado jam¨¢s, nunca, por nada, pese a las imperfecciones del mundo, abandonaron ostent¨®reamente (cortes¨ªa de Gil y Gil) sus palacios y tomaron las calles con sus gafas de sol para rasgarse las vestiduras frente a las c¨¢maras de la tele.

Entre unos y otros, hab¨ªan convertido a Zapatero en un superh¨¦roe inverso, en un canalla, si ustedes quieren, pero un canalla con cualidades sobrenaturales contra el que no hab¨ªan aparecido un Batman, un Superm¨¢n, ni siquiera un Hombre Ara?a capaz de hacerle frente. Las fuerzas del bien, representadas por Rajoy, Acebes y Zaplana (tres flojos), s¨®lo pod¨ªan rezar el rosario y encargar novenas frente a una poblaci¨®n que parec¨ªa anestesiada. Tanto era as¨ª que Zapatero ni siquiera necesit¨® defenderse de la evidencia de haberse puesto al servicio de ETA. M¨¢s a¨²n, orden¨® a su gente que no respondiera a aquella imputaci¨®n que, de ser cierta, constituir¨ªa un delito de colaboraci¨®n con banda armada.

Cuando la tarde del 6-06-06 Rajoy anunci¨® en el Congreso que daba por rotas las relaciones con el Gobierno de Espa?a, Espa?a, Espa?a, el presidente del Gobierno subi¨® a la tribuna de oradores y le respondi¨® con educaci¨®n, con cortes¨ªa, con amabilidad, invit¨¢ndole una y otra vez a sumarse al resto de la C¨¢mara para terminar con la violencia. Por no responder, Zapatero no respondi¨® ni a Esperanza Aguirre, que ese mismo d¨ªa le ech¨® en cara que a¨²n no hubiera pedido perd¨®n por los "Gulag" de Stalin. Zapatero le pod¨ªa haber contestado que Manuel Fraga, felizmente reinsertado sin haber pedido perd¨®n por sus cr¨ªmenes, fue uno de los colaboradores m¨¢s activos de la banda armada de Franco antes de presidir el PP. En lugar de eso, call¨® y orden¨® a los suyos tender puentes con el adversario. Al d¨ªa siguiente, un Jos¨¦ Blanco l¨ªvido, si se me permite la redundancia, ped¨ªa p¨²blicamente disculpas al PP si se le hab¨ªa ofendido en algo.

Un hombre del que se afirmaba simult¨¢neamente que era listo y tonto, grande y peque?o, alto y bajo, ingenuo y malicioso, bondadoso y perverso, vanidoso y humilde, calculador y visceral, etc¨¦tera, era, literariamente hablando, un mito. Y con la actitud sobrecogida del que espera a un mito le aguardaba yo la ma?ana del domingo 21 de mayo en el helipuerto del palacio de la Moncloa, para acompa?arle a Barakaldo, donde dar¨ªa un mitin. Aunque hab¨ªan anunciado que las temperaturas a mediod¨ªa ser¨ªan altas, ahora hac¨ªa un fresco que combat¨ªamos frot¨¢ndonos las manos mientras ¨ªbamos de un lado a otro de la pista. En esto, apareci¨® un coche con los cristales ahumados del que descendi¨® un individuo normalmente constituido, con expresi¨®n de sue?o. Al darle la mano, observ¨¦ que se hab¨ªa dejado al afeitarse tres o cuatro pelillos de dif¨ªcil acceso debajo de la nariz y que ten¨ªa un peque?o derrame en el ojo derecho. Costaba creer que se tratara de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, pues no se advert¨ªa en ¨¦l ning¨²n atributo sobrenatural. O sea, que mucho ruido y pocas nueces.

Aunque, para ruido, el que hab¨ªa dentro del helic¨®ptero de las Fuerzas Armadas que nos traslad¨® a Torrej¨®n, donde tomar¨ªamos una aeronave. El viaje desde Moncloa a la base a¨¦rea apenas dura 10 minutos, pero resultan inolvidables por el estruendo de las aspas y tambi¨¦n por el olor a gasolina, que coloca mucho, una cosa por otra. Le pregunt¨¦ a Zapatero si el helic¨®ptero de Bush ser¨ªa tan agresivo y me dijo que no estaba seguro, pero que cre¨ªa que no. Luego fingimos mantener una conversaci¨®n, pues aunque ni yo le o¨ªa a ¨¦l ni ¨¦l a m¨ª, sonre¨ªamos mucho y asent¨ªamos sin parar como cuando hablas con alguien cuyo idioma no entiendes y no te atreves a dec¨ªrselo. De vez en cuando, mir¨¢bamos por la ventanilla. Madrid ten¨ªa el aire caracter¨ªstico de un domingo por la ma?ana, sin tr¨¢fico, sin humo, sin nervios: un mundo de caf¨¦ con leche y peri¨®dicos desplegados sobre las mesas de las primeras terrazas veraniegas. Le pregunt¨¦ qu¨¦ iba a decir en Barakaldo, donde los socialistas celebraban el D¨ªa de la Rosa, y me dijo que iba a dar un par de titulares.

-Ya he aprendido a dar titulares -a?adi¨® con iron¨ªa-. Al principio cre¨ªa que bastaba con dar ideas. Pero me dec¨ªan que no, que hab¨ªa que dar titulares.

De modo que ¨¦l se dedic¨® a lo suyo y yo a lo m¨ªo. Pero tuvo m¨¢s ¨¦xito ¨¦l en lo suyo que yo en lo m¨ªo, pues triunf¨® en el mitin, donde la gente se mat¨® a aplaudirle, y logr¨® ser cabecera de todos los telediarios. Yo, en cambio, no di con ning¨²n signo que delatara su alianza con los poderes infernales. Y despu¨¦s de triunfar, en vez de quedarse a comer con los amigotes, volvi¨® a casa, para pasar el resto del domingo en familia. Todo muy decepcionante, incluido el discurso con el que arrebat¨® los aplausos, en el que no insult¨® a nadie ni se cag¨® en nada ni ridiculiz¨® a sus adversarios. Record¨® con emoci¨®n a los muertos, dijo que los valientes son los que usan la palabra, pues s¨®lo el miedo recurre a la fuerza, y tras lanzar un mensaje de esperanza a los asistentes, asegur¨¢ndoles que lo iban a conseguir, que iban a ver el final de la violencia, anunci¨® que a lo largo del mes de junio acudir¨ªa al Congreso para anunciar el principio de los contactos con ETA. Todo en un tono muy civilizado, muy reflexivo, asegurando que la f¨®rmula para obtener resultados era una combinaci¨®n de paciencia democr¨¢tica m¨¢s valent¨ªa.

Ya en el avi¨®n, durante el viaje de vuelta, decid¨ª meter el dedo en una zona de su biograf¨ªa sobre la que sabemos poco. Rodr¨ªguez Zapatero fue diputado por Le¨®n durante 20 a?os. Eso quiere decir que pasaba pr¨¢cticamente la mitad de la semana en Madrid, completamente solo, alejado de su familia y sin nadie que le controlara. Era como vivir una vida dentro de otra. Sabemos a lo que se dedicaba en la vida de afuera. ?Pero en la de dentro? ?Ad¨®nde iba por las tardes, al salir del Congreso? ?Qu¨¦ hac¨ªa al llegar al apartamento o al hotel? ?Qu¨¦ libros hab¨ªa en su mesilla? ?Qu¨¦ pensaba cuando se despertaba en medio de la noche y durante una fracci¨®n de segundo no sab¨ªa si estaba aqu¨ª o all¨ª? ?C¨®mo imaginaba que ser¨ªa el resto de su vida? ?C¨®mo, el resto de la nuestra? La historia de la literatura est¨¢ llena de individuos que en situaciones semejantes se aficionan al satanismo, al bricolaje, a los burdeles o a la investigaci¨®n sobre el movimiento continuo. Convencido a¨²n de encontrarme frente a un mito, me dio por imaginar que durante aquellos a?os le hab¨ªa ocurrido algo esencial que explicar¨ªa, de un lado, la existencia de sus superpoderes, y, de otro, el hecho de que los dedicara a la propagaci¨®n del mal.

Pero me quit¨® la idea de la cabeza enseguida. Dijo que no le hab¨ªa ocurrido nada esencial durante aquellos a?os. Hab¨ªa llegado a Madrid, desde Le¨®n, con lo esencial puesto. A?adi¨® que paraba siempre en hoteles, porque la idea del apartamento le desagradaba, y que su dedicaci¨®n al Parlamento era tal que no le quedaba tiempo para otra cosa. No era un diputado conocido, pero s¨ª reconocido, pues echaba muchas horas en el despacho y trabajaba bien, seg¨²n los cronistas parlamentarios de la ¨¦poca. Cuando sal¨ªa, era, por lo general, de noche, y o bien se iba a cenar con los compa?eros o bien se met¨ªa en un cine de la Gran V¨ªa. Al salir del cine, entraba en el VIPS, tomaba algo y compraba la prensa del d¨ªa siguiente, con la que se iba al hotel como un ni?o con zapatos nuevos. Recuerda, el de leer la prensa del d¨ªa siguiente antes de acostarse, como uno de los grandes placeres de la ¨¦poca.

Intent¨¦ extraer alguna conclusi¨®n sobre esta afici¨®n a sacar unas horas de ventaja a sus contempor¨¢neos, pero tampoco me ayud¨®. En vez de alimentar el mito, como Dios manda, se empe?aba en destruirlo, comport¨¢ndose como un sujeto normal. As¨ª las cosas, la conversaci¨®n comenz¨® a languidecer. Me pareci¨®, sin embargo, que miraba por la ventanilla del avi¨®n con expresi¨®n nost¨¢lgica, como si se acordara de algo perdido o muerto. Se trataba de una expresi¨®n que ya le hab¨ªa visto en el coche oficial. Estuvo de acuerdo conmigo en que echaba de menos aquellos d¨ªas en los que pod¨ªa caminar solo por la calle, un placer del que no hab¨ªa vuelto a disfrutar desde que ganara el congreso de su partido. Tal vez, cuando se asomaba al mundo por la ventanilla, contemplaba una versi¨®n de s¨ª en la que continuaba siendo un desconocido que compraba la prensa del d¨ªa siguiente en VIPS. Tal vez se ve¨ªa saliendo del cine, caminando, Gran V¨ªa abajo, hacia uno de los hoteles -el Prado, el Suecia, el Carlton, el Ingl¨¦s- que entonces frecuentaba. Tal vez se imaginaba entrando en la habitaci¨®n, quit¨¢ndose la chaqueta y la corbata. Podemos verlo sentado en el borde de la cama, telefoneando a su mujer, para ver c¨®mo estaba todo por Le¨®n. Dice que s¨ª, que llamaba mucho a su mujer, varias veces al d¨ªa. Por lo dem¨¢s, no le molestaba estar solo. Siempre ha apreciado un cierto grado de soledad.

El avi¨®n de las Fuerzas Armadas en el que viaj¨¢bamos ten¨ªa, pese a sus comodidades, un aire un poco cuartelero. Las almendras y la cerveza que nos sirvieron sab¨ªan a cantina. No se puede ganar una cosa (ni las elecciones) sin perder otra. Se lo coment¨¦ a Zapatero y me dijo que la vida era as¨ª, una curiosa mezcla entre la nostalgia y la esperanza.

-Cuando naci¨® mi hija mayor, por ejemplo, yo estaba asistiendo al declive de mi partido. Una cosa muere y nace otra. Un primo carnal m¨ªo, al que mi padre quer¨ªa mucho, muri¨® a los nueve a?os, cuando yo estaba a punto de nacer. Y mi madre falleci¨® cuando tomaba las riendas del partido. La muerte y la vida van juntas. Siempre es as¨ª. Sent¨ª mucho lo de mi madre porque nadie, como ella, habr¨ªa disfrutado tanto de esta ¨¦poca. Yo era su ojito derecho -a?adi¨® ri¨¦ndose con un punto de malicia.

Nos despedimos en Moncloa, despu¨¦s de otra sobredosis de gasolina y ruido, y yo me fui a casa completamente decepcionado. No hab¨ªa conseguido ver al diablo ni al arc¨¢ngel ni al brujo ni al psic¨®pata que, de acuerdo con mi documentaci¨®n, habitaban sucesiva o simult¨¢neamente en el cuerpo de ese hombre. Pero s¨ª hab¨ªa dado titulares, pues tambi¨¦n los peri¨®dicos del d¨ªa siguiente abrieron con sus palabras en el mitin de Barakaldo.

Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero lleva dos a?os gobernando, pero parece que lleva quince debido a la velocidad diab¨®lica (nunca mejor dicho) que ha impreso a su legislatura. Trabaja con la tenacidad de un aficionado al bricolaje y llega con el destornillador a todas partes. A la rapidez con la que cumpli¨® la promesa de traer las tropas de Irak, se sum¨® la creaci¨®n de un Consejo de Ministros paritario desde el que ha sacado adelante la ley contra la violencia de g¨¦nero, la de igualdad, la de matrimonios homosexuales, la de dependencia, la del tabaco, la de reproducci¨®n asistida? ?stas son algunas de las m¨¢s conocidas, porque afectan a la vida cotidiana de grandes colectivos y han acaparado la atenci¨®n de los medios. Pero tambi¨¦n en lo aparentemente peque?o se percibe la actividad del destornillador. As¨ª, durante este tiempo se ha suprimido la tartamudez como causa de exclusi¨®n en el acceso al empleo p¨²blico; se ha incrementado en un 30% la inserci¨®n laboral de personas con discapacidad; se ha aprobado la ley que reconoce la lengua de signos (una antiqu¨ªsima reivindicaci¨®n del colectivo de sordos) y la de asistencia gratuita jur¨ªdica a personas con discapacidad. Ha mejorado la ley del divorcio (ya no es necesario que haya un culpable)? De entre sus perversas pasiones, la de la igualdad es la que m¨¢s le obsesiona y a la que m¨¢s tiempo dedica.

Lo curioso, con todo, no es que Zapatero d¨¦ la impresi¨®n de gobernar desde hace quince a?os, sino que Rajoy parece que lleva treinta a?os en la oposici¨®n. Y al d¨ªa siguiente de haber perdido el ¨²ltimo debate sobre el estado de la naci¨®n parec¨ªa que llevaba treinta y uno. Ni los propios socialistas comprend¨ªan muy bien qu¨¦ le hab¨ªa ocurrido al que pasa por ser el mejor orador de la C¨¢mara. La justificaci¨®n m¨¢s extendida era que Rajoy hab¨ªa perdido por negarse a hablar de terrorismo. Pero esa justificaci¨®n resultaba terrible, pues confirmaba la idea, muy extendida, de que si al PP le quitas ETA se queda sin discurso.

El 31 de mayo, segunda jornada del debate sobre el estado de la naci¨®n, consegu¨ª un pase especial para moverme a mis anchas por el Congreso. A las nueve en punto me encontraba en la tribuna de invitados. Mir¨¦ hacia abajo y no vi a nadie, excepto a Zapatero y a Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, reci¨¦n duchados y planchados los dos. Enseguida apareci¨® Mar¨ªn y tres o cuatro parlamentarios m¨¢s. Poco a poco, la marea subi¨® y a eso de las once hab¨ªa media entrada.

El segundo d¨ªa del debate carece del morbo del primero, pero es excelente para apreciar el estado de ¨¢nimo de los grupos. La C¨¢mara tiene la forma de un vaso en cuyo borde superior se encuentra la tribuna de invitados. Lo que se ve¨ªa al mirar hacia abajo desde ese borde eran los restos del naufragio del grupo parlamentario popular. Los escasos asistentes de esa formaci¨®n flotaban a la deriva entre un desolado mar de sillas. Record¨¦ un verso de Virgilio, en La Eneida: "Aparent rari in gurgite vasto" (aparecen pocos n¨¢ufragos en el vasto mar). Al mediod¨ªa entr¨® en escena Rajoy, braceando penosamente hacia su esca?o, que se hab¨ªa convertido en un resto de la embarcaci¨®n con el que mantenerse a flote. Mientras el orador de turno hablaba, algunos de los que hab¨ªan naufragado con ¨¦l se acercaban nadando al pecio del dirigente popular e intercambiaban algunas palabras antes de regresar a su pedazo de madera.

Leyendo los peri¨®dicos, te dabas cuenta de que lo ¨²nico que hab¨ªa hecho Zapatero para ganar el debate hab¨ªa sido poner enfrente de Rajoy un espejo. A cada cr¨ªtica del dirigente popular, Zapatero le hab¨ªa respondido record¨¢ndole lo que hizo el PP, cuando gobernaba, en esa materia. Finalmente, le dio la puntilla con una frase capic¨²a muy apropiada para las v¨ªsperas de un Apocalipsis fallido: "Es usted, se?or Rajoy, un profeta del desastre, pero un desastre como profeta". Punto y aparte.

Tras echar una cabezada en mi silla de la tribuna de invitados (un periodista de La Vanguardia me pill¨® y lo public¨® en su cr¨®nica), poco antes de la hora de la comida me acerqu¨¦ a la zona del Gobierno, col¨¢ndome en el despacho del presidente sin pedir permiso, a ver qu¨¦ pasaba. No pas¨® nada. Lo encontr¨¦ tom¨¢ndose unas almendras con coca-cola en vez de sorprenderlo esnifando una raya de coca. Cog¨ª una almendra del platillo, para analizarla m¨¢s tarde, y le pregunt¨¦ sagazmente c¨®mo se encontraba (no lo puedo remediar, soy un tipo incisivo). Me dijo que el debate sobre el estado de la naci¨®n era un poco agotador, como jugar dos partidos de f¨²tbol seguidos, pero se sent¨ªa en forma. Le pregunt¨¦ entonces c¨®mo se explicaba el costalazo de Rajoy y me dijo que un debate de esas caracter¨ªsticas no se pierde o se gana porque tengas una buena o una mala tarde, sino porque hayas entrenado durante todo el a?o.

-Y Rajoy -a?adi¨®- ha venido sin entrenar. Se pas¨® el primer a?o de oposici¨®n hablando del 11-M y lleg¨® al segundo sin respiraci¨®n, y muy averiado respecto al Estatuto catal¨¢n. Su problema, ahora se ha visto, es que s¨®lo ten¨ªa una oportunidad y se la ha jugado a la desesperada. En pol¨ªtica las cosas no pasan porque s¨ª. La pol¨ªtica tiene una l¨®gica aplastante. Se ha ca¨ªdo porque se ten¨ªa que caer.

En ese momento le llevaron la comida, y, aunque no me pidi¨® que me marchara, lo hice por iniciativa propia, para aflojar un poco la presi¨®n y que se confiara. Tarde o temprano lo descubrir¨ªa meti¨¦ndose un pico de hero¨ªna o hablando con Luzbel. Pasaban de las dos de la tarde y a las cuatro comenzaba de nuevo el debate. Pero no me fui lejos. Sal¨ª al pasillo y estuve merodeando por los alrededores del despacho, a la espera de alguna se?al. Todo el mundo, excepto las secretarias del presidente, que pidieron unos bocadillos, se hab¨ªa ido a comer. No hab¨ªa moros en la costa, con perd¨®n. En esto, escuch¨¦ la voz de Zapatero, a trav¨¦s de la puerta del despacho que daba al pasillo. Hablaba por tel¨¦fono con alguien. Pegu¨¦ el o¨ªdo, convencido de que le iba a sorprender pactando con Josu Ternera el modo en que el Gobierno entregar¨ªa las armas a ETA, pero estaba resolviendo un asunto dom¨¦stico, algo relacionado con sus hijas. Me sorprendi¨® que un tipo empe?ado en acabar con la familia tuviera aquellas preocupaciones, pero lo cierto es que ya empezaba a dudar de todo.

Por la tarde, cuando termin¨® el debate sobre el estado de la naci¨®n, lo acompa?¨¦ a Moncloa. Esa noche daba una entrevista en directo para un programa muy conocido de la televisi¨®n catalana. Su equipo estaba preocupado, pues pod¨ªa ser el remate a dos d¨ªas demasiado intensos. Pero no pas¨® nada. Zapatero lleg¨®, se dio una ducha, se fotografi¨® con las maquilladoras, habl¨® por el m¨®vil (es un vicioso del m¨®vil), dio la entrevista, y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria.

Tras despedirlo a la puerta de su casa, un coche me llev¨® a la m¨ªa. En la radio hab¨ªa una tertulia de periodistas. Escuch¨¢ndolos, daba la impresi¨®n de que quien hab¨ªa ganado el debate hab¨ªa sido Rajoy. Como tengo complejo de inferioridad, estuve a punto de dudar de mis sentidos. Al llegar a casa, en vez de acostarme, entr¨¦ en Internet y revis¨¦ atentamente los titulares de la prensa de ese d¨ªa y del anterior, advirtiendo de s¨²bito la falta de apoyos medi¨¢ticos de Zapatero. Los peri¨®dicos de la derecha apoyaban sin excepci¨®n a Rajoy, intentando rebajar la magnitud de su descalabro, cuando no neg¨¢ndola, pero no hab¨ªa uno s¨®lo que aplaudiera la actuaci¨®n de Zapatero. Comparado con Aznar, que, adem¨¢s de manipular sin rubor los medios p¨²blicos, cre¨® con el dinero de todos los espa?oles un gigantesco grupo medi¨¢tico a su servicio, Zapatero se encontraba, desde el punto de vista medi¨¢tico, desnudo. En parte, por voluntad propia, pues ni siquiera hab¨ªa intentado utilizar los medios p¨²blicos, como si no los quisiera o no diera importancia a su influencia. Esto puede chocar con una idea muy instalada seg¨²n la cual hay una prensa que es mera correa de transmisi¨®n de sus iniciativas, pero basta repasar con cierta objetividad los titulares de estos dos a?os, as¨ª como los art¨ªculos de opini¨®n, para comprobar lo que decimos. Hay, desde luego, unos medios que est¨¢n m¨¢s cerca de los planteamientos del PSOE que de los del PP, pero la figura de Zapatero no goza, ni de lejos, de los favores de los que goz¨® en su d¨ªa Felipe Gonz¨¢lez ni de los que disfrut¨® Aznar.

Pens¨¦: Zapatero pertenece a una generaci¨®n cuyos hermanos mayores forman parte de la del 68, caracterizada por ser una generaci¨®n tap¨®n. La generaci¨®n del 68 siempre ha mirado con cierta displicencia a la del 80, cuyos componentes no se hab¨ªan tenido que enfrentar al franquismo, no hab¨ªan sufrido la clandestinidad, no hab¨ªan le¨ªdo los mismos libros (quiz¨¢ ni siquiera hab¨ªan le¨ªdo). La gente del 80, desde el punto de vista de la gente del 68, eran unos flojos. No estaban politizados, no eran agresivos, ped¨ªan las cosas por favor y, en vez de asesinar a sus hermanos mayores, los hab¨ªan observado siempre con admiraci¨®n. Se me ocurri¨® que quiz¨¢ la indiferencia, cuando no la hostilidad, con la que Zapatero era tratado en los mismos medios que tanto hab¨ªan protegido a Gonz¨¢lez se explicaba en t¨¦rminos generacionales, y llam¨¦ a Jos¨¦ Andr¨¦s Torres Mora para coment¨¢rselo.

Jos¨¦ Andr¨¦s Torres Mora es soci¨®logo y diputado del PSOE por M¨¢laga. Pertenece a la generaci¨®n de Zapatero y fue su jefe de gabinete desde que accedi¨® a la secretar¨ªa general del PSOE hasta que gan¨® las elecciones. Su despacho, que se encontraba al lado del de Rodr¨ªguez Zapatero, estaba lleno de libros de teor¨ªa pol¨ªtica. Si pasabas por all¨ª, sal¨ªas con tres o cuatro manuales de republicanismo debajo del brazo. Torres Mora habla como si hubiera alguien durmiendo, en un murmullo. Al principio ni le escuchas porque te parece mentira que de unas maneras tan sosegadas pueda salir algo medianamente agudo. Pero si prestas un poco de atenci¨®n, resulta que pronuncia una o dos frases afiladas por minuto. Me confirm¨®, desde la sociolog¨ªa, que las dificultades de Zapatero con los medios se explicaban en clave generacional.

-La generaci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez -a?adi¨®- tiene un gran relato sobre s¨ª misma, un relato ¨¦pico. Nosotros somos una generaci¨®n sin relato. M¨¢s a¨²n: nuestra generaci¨®n no hace relato, no relata, no escribimos, no hay cosas nuestras. No estuvimos detenidos, no conocimos el mayo del 68, no contribuimos a construir una democracia que apreci¨¢bamos, pero en la que no hab¨ªa sitio para nosotros, pues cuando intentamos irnos de casa, no hab¨ªa un mercado laboral en el que refugiarnos. No pod¨ªamos ser ciudadanos porque no se puede ser ciudadano en casa. Se es ciudadano en la calle, en el trabajo, en el ¨¢gora, en el Parlamento. Sin embargo, y como dijo Zapatero en su d¨ªa, nuestra lengua materna es la democracia. Por eso entendemos a la generaci¨®n de Felipe mejor que ella a la nuestra. Nosotros, para salir adelante, nos hemos tenido que mover en ¨¢ngulo ciego de la sociedad. Adelantamos a Bono en el congreso del PSOE por ese lado, lo mismo que a Aznar. Ni Bono ni Aznar se lo pod¨ªan creer, porque ni nos hab¨ªan visto llegar. Y no necesitamos a los medios como los necesitaron Felipe o Aznar porque nosotros conectamos con el ciudadano gracias a la fuerza que nos da creer en lo que decimos. Esa fuerza nos conecta con el mundo. En ese sentido, Zapatero inaugur¨® una tendencia nueva cuando hizo, desde la oposici¨®n, su primer debate sobre el estado de la naci¨®n. En vez de dirigirse a los periodistas, se dirigi¨® a los ciudadanos. El resultado fue que los peri¨®dicos dijeron al d¨ªa siguiente que hab¨ªa perdido el debate. A los pocos d¨ªas, la encuesta del CIS lo dio como ganador. ?Por qu¨¦ se equivocaron los medios? Porque estaban en manos de una generaci¨®n que no le entend¨ªa. Nosotros creemos en las palabras que decimos; esto nuestro no es un experimento de laboratorio, sino una convicci¨®n. En ese sentido, la generaci¨®n de Felipe fue una generaci¨®n antipol¨ªtica, muy pragm¨¢tica, pero antipol¨ªtica. Les estamos muy agradecidos porque modernizaron Espa?a y nos colocaron en Europa. Pusieron las bases para convertir a este pa¨ªs en lo que es. Pero eran antipol¨ªticos en el sentido de que tend¨ªan a separar el pensamiento de la acci¨®n. Separar el pensamiento de la acci¨®n significa que unos piensan y que otros act¨²an, y los que piensan no hablan con los que act¨²an, no hay di¨¢logo. Eso equivale a expulsar el pensamiento democr¨¢tico con la coartada de que hay una verdad pol¨ªtica preexistente al debate. Nosotros creemos que la realidad social es el punto de partida y que el acuerdo es el punto de llegada. Somos una generaci¨®n de pol¨ªticos porque estamos convencidos de que las decisiones mejoran cuanto mayor es la obligaci¨®n p¨²blica de explicarlas. Creemos que hay que devolver el poder al demos, al pueblo, y eso los ciudadanos lo perciben sin necesidad de grandes estrategias de comunicaci¨®n. Lo que hace fuerte a Zapatero es su apoyo social. Conecta con la gente, no con los medios. De otro lado, nosotros hemos sido con la generaci¨®n de nuestros mayores m¨¢s generosos que ella con nosotros. Tenemos en el Gobierno a Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, a Rubalcaba, a Solbes. Y tuvimos a Bono?

Mi siguiente cita con Zapatero era el domingo 4 de junio (estaba empe?ado en hacerme trabajar los domingos). Le acompa?ar¨ªa a Lleida, donde participar¨ªa en un mitin a favor del s¨ª en el refer¨¦ndum sobre el Estatuto catal¨¢n. Zapatero estaba ilusionado con ese viaje porque ir¨ªamos en el AVE de Cascos, un tren de alta velocidad parad¨®jico (va despacio).

-Cuando viajo de una ciudad a otra, siempre veo las cosas desde el helic¨®ptero o desde el avi¨®n -me dijo-. El AVE me permitir¨¢ verlas al nivel de suelo.

Se equivocaba: nada m¨¢s entrar en el vag¨®n lo condujeron a un departamento con aspecto de caja fuerte en el que los asientos estaban colocados de espaldas a las ventanillas.

-Siempre impidiendo que vea usted la realidad -le dije.

-As¨ª son las cosas -respondi¨® resignado, abriendo un peri¨®dico.

A m¨ª me ven¨ªa bien aquella especie de caja fuerte porque no le permitir¨ªa distraerse con el paisaje. Aunque el departamento estaba preparado para cuatro personas, ¨ªbamos ¨¦l y yo solos, uno enfrente del otro. Es muy dif¨ªcil quedarse a solas con un presidente de Gobierno. Ahora es la m¨ªa, pens¨¦ observ¨¢ndole los tobillos, para ver si ten¨ªa pies de cabra, uno de los s¨ªntomas que delatan la presencia del diablo. Pero advert¨ª, pese al filtro de los calcetines, que los ten¨ªa normalmente conformados. Por lo dem¨¢s, estaba alegre, descansado, bromeando sobre s¨ª mismo con aciertos surrealistas.

-Hoy me he levantado delgado -dijo- porque ayer nad¨¦ mucho y cen¨¦ poco.

Como no hab¨ªa manera de que se comportara como un mito para darme una satisfacci¨®n y resolverme de paso el reportaje, le pregunt¨¦ c¨®mo se defend¨ªa del proceso de mitificaci¨®n al que estaba siendo sometido por sus adversarios, pero tambi¨¦n por la gente m¨¢s cercana a ¨¦l, que lo adoraba. Me dijo que no corr¨ªa ning¨²n peligro de creerse las exageraciones de los amigos ni las de los enemigos, que eso les ocurr¨ªa a los que ten¨ªan m¨¢s pasi¨®n por el poder que por la pol¨ªtica.

-Pero mi pasi¨®n -a?adi¨®- es la pol¨ªtica, no el poder.

-?Eso explica tambi¨¦n su relaci¨®n con los medios? -le pregunt¨¦ tras hacerle part¨ªcipe de mis conclusiones (y de las de Torres Mora).

-En parte, s¨ª. Los medios son una forma de hacer pol¨ªtica desde el poder, porque quieren poder, pero no quieren transformar la sociedad. ?Tienen los medios alguna vocaci¨®n transformadora, de cambio? Tiene mucho m¨¢s af¨¢n de cambio la ciudadan¨ªa. Por eso, yo trabajo cada d¨ªa m¨¢s pensando en los ciudadanos que en los periodistas, tanto en mi forma de actuar como en la de comunicar. Y esto constituye un acto de fe democr¨¢tica. La fe en la democracia informa cada acto de mi vida. La idea es que mandan los ciudadanos. En mi campa?a electoral dije varias veces que me propon¨ªa quitar poder a los poderosos y entreg¨¢rselo a los ciudadanos, y a eso es a lo que me dedico. El ¨²nico poder que tiene el 90% de los ciudadanos es su voto, cada cuatro a?os. Los poderosos, en cambio, votan todos los d¨ªas. Y esta convicci¨®n hay que llevarla a todas partes. Te voy a poner un ejemplo muy claro, el de la energ¨ªa nuclear, que va a provocar un debate muy importante. En nuestro programa, que coincid¨ªa con un deseo muy fuerte de la ciudadan¨ªa, se inclu¨ªa la reducci¨®n de centrales. Ya hemos cerrado una. Es evidente que hay problemas de energ¨ªa, y que quiz¨¢ aumenten por el precio del petr¨®leo. Pues bien, nosotros, en ese contexto, vamos a hacer un calendario de cierre de centrales. Esto va a generar mucha pol¨¦mica porque la mayor¨ªa pol¨ªtica, estoy seguro, va a apostar por la energ¨ªa nuclear. La energ¨ªa nuclear es la respuesta sencilla. Yo, sin embargo, creo que hay que hacer crecer las energ¨ªas alternativas. Y eso, cuando lo haces por convicci¨®n, trasciende, con independencia de lo que digan los medios. Los ciudadanos desconf¨ªan con raz¨®n de la energ¨ªa nuclear porque no est¨¢ resuelta la seguridad ni est¨¢ resuelto el problema de los residuos. Adem¨¢s, una cultura que contempla un l¨ªmite a la energ¨ªa nuclear es una cultura que pone freno tambi¨¦n a los proyectos militares. No s¨®lo tenemos Ir¨¢n como problema. Hay otros pa¨ªses que van a caer en esa tentaci¨®n. Siempre se empieza con fines civiles y de ah¨ª se pasa a los militares.

Al hablar, inclina el cuerpo hacia m¨ª e invade con frecuencia mi burbuja. Cuando algo de lo que dice le entusiasma, me golpea la rodilla, para subrayarlo. En las pausas, echa el cuerpo hacia atr¨¢s, hasta alcanzar el l¨ªmite del respaldo y desde all¨ª me observa como el pintor observa una pincelada de su cuadro. M¨¢s que hablar al interlocutor, lo utiliza como un lienzo sobre el que dibuja apasionadamente sus ideas. Da la impresi¨®n de que puede ver el efecto que han producido dentro de su cabeza. Despu¨¦s de valorar ese efecto, adelanta otra vez los brazos y el cuerpo hacia el oyente, rompe de nuevo su burbuja, le mira francamente a los ojos y vuelve a la carga poniendo m¨¢s convicci¨®n o m¨¢s matices o m¨¢s datos, todo ello en funci¨®n de unos c¨¢lculos que ha llevado a cabo mientras te observaba. No se advierte en ¨¦l ninguna afectaci¨®n, ninguna reserva, ninguna distancia. A los diez minutos te olvidas de que est¨¢s hablando con el presidente del Gobierno.

-Yo -est¨¢ diciendo ahora- procuro cumplir cada d¨ªa mi compromiso con los ciudadanos porque eso es lo ¨²nico que me preocupa. De hecho, el grado de cumplimiento de nuestro programa, cuando termine la legislatura, va a ser espectacular. Ya lo es a dos a?os vista. Quiz¨¢ el grado de reconocimiento de los medios no est¨¦ a la altura del grado de cumplimiento, pero a m¨ª me parece bien que sea as¨ª, porque no estamos aqu¨ª para que los medios nos halaguen, sino para cumplir el mandato de los ciudadanos. A veces, en el Consejo, alg¨²n ministro se queja de que los telediarios de TVE no nos tratan bien. Y yo les digo que hemos ganado las elecciones para esto, para que los telediarios de la televisi¨®n p¨²blica sean, al fin, independientes. Si quieres que te traten mejor, hazlo mejor. A m¨ª las satisfacciones m¨¢s grandes no me las producen los aplausos, sino el hecho de ver a los dem¨¢s felices. Un hombre en el poder no es un hombre en su destino. Lo que importa es el destino del pa¨ªs al que sirve. En eso consiste la visi¨®n republicana de la vida. La norma es muy sencilla: austeridad con uno mismo y generosidad con los dem¨¢s.

Al observar que est¨¢ El Mundo entre los peri¨®dicos que acaba de hojear, le pregunto si no le ha molestado la caricatura citada m¨¢s arriba, en la que se le tacha de rata de alba?al.

-En absoluto. Estas cosas no me llegan -asegura sonriendo-. Y cuanto m¨¢s alejadas est¨¢n de la realidad, menos me llegan.

-?Qu¨¦ le llega entonces? ?Qu¨¦ le emociona?

-Me emocionan, por ejemplo, los subsaharianos. El problema de la inmigraci¨®n ocupa mucho mi pensamiento porque vivo respecto a ¨¦l en una contradicci¨®n absoluta. S¨¦ que no podemos dejarles pasar, pero mi deseo ser¨ªa ofrecerles trabajo a todos. Y tenemos que encontrar f¨®rmulas para resolver eso. Tambi¨¦n me preocupa mucho la generaci¨®n de los llamados mileuristas. Por eso, al debate sobre el estado de la naci¨®n llev¨¦ una serie de medidas dirigidas a estas personas. Un pa¨ªs tan rico como Espa?a ha de tener a esta generaci¨®n, que representa el arranque del siglo XXI, absolutamente comprometida con el proyecto pol¨ªtico del futuro. Dentro de quince a?os ser¨¢n ellos lo que tengan que cambiar el pa¨ªs, y no ser¨¢ posible si no les hemos hecho sentir afecto por lo p¨²blico. Hoy tienen poco afecto porque, perteneciendo a una generaci¨®n mejor formada que la m¨ªa, encuentran dificultades para salir a la vida. Y el problema no es que tengan que esperar cinco o seis a?os para acceder a un piso, que lo es y estamos trabajando en ello, el problema es que nosotros no nos podemos permitir el lujo de que las ideas con las que esa generaci¨®n va a cambiar el mundo lleguen a la sociedad con cinco o seis a?os de retraso. Me gustar¨ªa que esa generaci¨®n estuviese tan politizada como lo estuve yo. Yo sent¨ªa tanta pasi¨®n por la pol¨ªtica como por mi mujer. Cre¨ªa tanto en ella como en mi mujer. Yo sent¨ª que la democracia del 78 estaba hecha para mi generaci¨®n, para m¨ª, que voy a pasar, al contrario de mi padre, el 80% de mi vida en democracia. Yo soy la primera generaci¨®n que ha disfrutado de Espa?a. Ten¨ªa 16 a?os cuando las primeras elecciones. Iba con mi hermano por Le¨®n repartiendo propaganda de izquierdas porque ten¨ªamos la impresi¨®n de habernos ligado a la chica m¨¢s guapa del mundo, que era la democracia. Y esa creencia nos salv¨®. Por eso considero tan importante que esta otra generaci¨®n sienta tambi¨¦n afecto por lo p¨²blico, que crea en la pol¨ªtica, en la democracia.

-?Y lo est¨¢ consiguiendo?

-Claro que s¨ª. De hecho, en las pr¨®ximas elecciones el voto joven va a ser decisivo.

-Por cierto que, hablando de su hermano, con el que repart¨ªa propaganda, creo que tanto ¨¦l como su padre estaban m¨¢s a la izquierda que usted.

-Mi hermano era del PC, y muy activo, y mi padre hab¨ªa colaborado con el PC en la clandestinidad. Recuerdo que en mi casa hab¨ªa una multicopista de esas. ?C¨®mo se llamaban?

-?Vietnamitas?

-Eso es, una vietnamita. Pero mi padre ya vot¨® al PSOE en el 77. Marx es un extraordinario pensador y un excelente analista del capitalismo. Pero le falta reflexi¨®n sobre la democracia. El monopolio econ¨®mico produce efectos negativos. El origen de la izquierda se encuentra en los valores de la Revoluci¨®n Francesa, que es una revoluci¨®n ciudadana porque se enfrenta a quienes en esos momentos monopolizan el poder: la nobleza y el campesinado. De ah¨ª salen todos los valores de la izquierda. Lo malo es que habitualmente se piensa m¨¢s en t¨¦rminos de poder que de democracia. Quienes piensan que al poder se puede llegar de cualquier manera (a trav¨¦s de la lucha armada, por ejemplo) tambi¨¦n piensan que se puede ejercer de cualquier manera. Y eso no puede ser. El Muro de Berl¨ªn fue un argumento excelente para la derecha. Era tan bueno que Berlusconi todav¨ªa lo utiliz¨® en las ¨²ltimas elecciones. Ahora la derecha no tiene fantasmas con los que azuzarnos para ejercitar el poder. Por eso utiliza a Bin Laden. Pero nadie se cree que Bin Laden pueda debilitarnos tanto. No tiene el poder que hab¨ªa al otro lado del Muro. Lo que da fuerza a un proyecto democr¨¢tico es la transparencia, la deliberaci¨®n democr¨¢tica, el debate. El poder tiene que tener todos los controles del mundo. Cuantos m¨¢s controles tenga, mejor. Por eso puse tanto empe?o en dar libertad a los medios p¨²blicos Ahora bien, yo creo que los medios deber¨ªan aportar m¨¢s ideas de cambio. Aportan poco en esa direcci¨®n. Y se equivocan, porque un medio de comunicaci¨®n puede dar muchas satisfacciones a los suyos, pero carecer de influencia social.

-Acaba de hacer frente al debate sobre el estado de la naci¨®n. Dentro de unos d¨ªas se votar¨¢ el Estatuto catal¨¢n. Adem¨¢s, ha asegurado que de un momento a otro anunciar¨¢ en el Parlamento el inicio de los contacto con ETA. ?No hay una concentraci¨®n excesiva de asuntos capitales en muy poco tiempo?

-La pol¨ªtica es el control de los tiempos. La pol¨ªtica es tiempo, mucho m¨¢s en una sociedad cuyo volumen de informaci¨®n al d¨ªa es impresionante. Hay que pensar no s¨®lo c¨®mo dices las cosas, sino cu¨¢ndo las dices. Siempre hay un margen aleatorio de error, siempre se corre alg¨²n riesgo, pero estamos aqu¨ª tambi¨¦n para correr riesgos. Antes de ganar las elecciones, coment¨¦ con algunas personas que me iba a tocar la tarea de poner fin a ETA, no porque yo tuviera cualidades especiales o porque dispusiera de unos recursos que no hubiera descubierto nadie, sino porque era el tiempo de acabar con ETA. No gan¨¦ el congreso de mi partido por ser Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, sino porque hab¨ªa llegado el momento de los Zapateros. Pues bien, ahora ha llegado el momento de desatar este nudo. Si a esa certeza le pones unas gotas de sentido com¨²n y de intuici¨®n (y esto se da por descontado en una persona muy bregada pol¨ªticamente como yo), lo normal es que las cosas salgan bien.

Cuando le recuerdo una idea muy extendida en determinados ambientes seg¨²n la cual es m¨¢s beneficioso (incluso electoralmente) mantener a ETA como una enfermedad cr¨®nica que intentar eliminarla, me dice que ese tipo de an¨¢lisis pertenecen a aquellos que aman el poder por encima de la pol¨ªtica y cuyo deseo es perpetuarse en el poder.

-Mi experiencia de estos dos a?os en el Gobierno -a?ade- es que el poder es un buscador incansable de excusas para demorar la soluci¨®n de las tareas dif¨ªciles. Yo no estoy dispuesto a caer en ese vicio. Por eso tomo decisiones cuando creo que es el momento de tomarlas. Eval¨²o los riesgos y mido las consecuencias, desde luego, pero en esta evaluaci¨®n jam¨¢s intervienen c¨¢lculos electoralistas. No te puedes imaginar hasta qu¨¦ punto esos c¨¢lculos pueden retrasar las decisiones importantes. En el problema de ETA, si no hubiera elecciones dentro de dos a?os, estar¨ªamos todos de acuerdo. F¨ªjate, por ejemplo, en el asunto de las pensiones. Yo llevo 20 a?os oyendo que no se pueden subir las pensiones porque el sistema no aguanta. Pues las hemos subido y no s¨®lo aguanta, sino que mejora. Si se hubieran cumplido las profec¨ªas de los agoreros, el sistema de pensiones habr¨ªa saltado a mediados de los noventa.

-?Qu¨¦ m¨¢s ha aprendido durante estos dos a?os?

-He aprendido a estimar a¨²n m¨¢s a la ciudadan¨ªa com¨²n, en la que hay un verdadero af¨¢n de cambio, y a ignorar a los que justifican tanto. Y veo con iron¨ªa ese aire de superioridad que transmiten algunos como Rajoy: "Usted no sabe nada, usted es un insolvente, usted no tiene proyecto, ni equipo ni ideas?". Me divierte. Mira, yo no estaba de acuerdo con Aznar, pero Aznar ten¨ªa un proyecto pol¨ªtico. Rajoy es como el recuelo del caf¨¦. Es un hombre de hace 30 a?os, incluso del siglo XIX. ?No te lo imaginas perfectamente en el casino, pasando la tarde?

Cuando llegamos a Lleida, un colaborador se acerca a ¨¦l y le dice que tiene que bajarse el ¨²ltimo del tren.

-Siempre me tengo que bajar el ¨²ltimo o el primero, pero a¨²n no he averiguado de qu¨¦ depende -me conf¨ªa con expresi¨®n divertida.

A pie de vag¨®n le est¨¢n esperando Montilla, Maragall y las autoridades locales. Tras los saludos de rigor, la comitiva se dirige a una sala de la estaci¨®n habilitada para un peque?o ¨¢gape. Antes de llegar a la sala, a¨²n en pleno and¨¦n, Zapatero ve entre el p¨²blico a un grupo de limpiadoras a las que se acerca, rompiendo el circuito establecido. Son ocho o diez chicas a las que besa y con las que bromea unos instantes antes de preguntar cu¨¢ntas de ellas son catalanas. S¨®lo hay dos. El resto son inmigrantes. Zapatero registra el dato y contin¨²a el recorrido.

Dedic¨® gran parte del mitin a los j¨®venes, a los mileuristas de los que me hab¨ªa hablado en el tren. Dijo que ellos gobernar¨ªan mejor que ¨¦l porque entender¨ªan su tiempo mejor que ¨¦l. En contra de la tentaci¨®n, tan extendida, de vaticinar que con uno se acaba el mundo, Zapatero asegura siempre que lo mejor est¨¢ por llegar.

Ese d¨ªa regresamos a Madrid en avi¨®n, desde Zaragoza. Despu¨¦s de que nos sirvieron las almendras y la cerveza cuarteleras, le dije si pensaba a veces en el d¨ªa que dejara de gobernar y si no le daba miedo salir mal de La Moncloa, lo que parece que es, hasta ahora, el destino de todos los que han pasado por ella.

-Lo peor -brome¨®- no es c¨®mo salen, sino en lo que se convierten despu¨¦s.

Enseguida, cambiando de gesto, como diciendo ahora en serio, a?adi¨®:

-Soy psicol¨®gicamente muy distinto a Aznar o a Felipe Gonz¨¢lez. Me veo, una vez que termine esta etapa, tranquilo, trabajando para el Consejo de Estado, ayudando en lo que pueda y, sobre todo, dando algunas clases a los alumnos de Pol¨ªticas, para decirles la verdad sobre este mundo. No me veo opinando ni intentando dar clases a mi sucesor de c¨®mo se es presidente. Los ex presidentes creen que hay que ense?ar a ser presidente, lo cual en democracia es absurdo. Hay que aprender a ser presidente, pero no se ense?a a serlo. Adem¨¢s, lo que se aprende sin estudiar no se olvida.

Cuando estamos llegando a Madrid, me pregunta si es muy dif¨ªcil escribir un reportaje. Le miro con desconfianza, dando por supuesto que se trata de una pregunta ret¨®rica, pero ¨¦l pone un gesto de estar a la escucha que me conmueve, de modo que empiezo a mostrarle mi cocina. Cuando llevo un rato hablando, me doy cuenta de lo absurdo de la situaci¨®n, pero ¨¦l contin¨²a prest¨¢ndome una atenci¨®n desmesurada. As¨ª que le explico c¨®mo re¨²no los materiales, c¨®mo los articulo, c¨®mo intento ponerlos al servicio del sentido? Todo ello con una sensaci¨®n insoportable de cazador cazado.

Zapatero gan¨® el debate sobre el estado de la naci¨®n celebrado los d¨ªas 30 y 31 de mayo. Seg¨²n la encuestas del CIS, a la pregunta de qui¨¦n cree usted que gan¨® el debate, el 50,2% de los encuestados respondi¨® que Zapatero, frente al 14,3%, que atribuy¨® la victoria a Rajoy. Una goleada que los medios no reflejaron al d¨ªa siguiente ni de lejos. El 18 de junio, el pueblo catal¨¢n dio al Estatuto un s¨ª abrumadoramente mayoritario con una participaci¨®n escasa, aunque superior a las de otras consultas de este tipo. Y el 29 de junio, por fin, Zapatero anunci¨® en el Congreso el comienzo de las conversaciones con ETA. No le cab¨ªa en la cabeza, me hab¨ªa dicho, que hubiera una fuerza pol¨ªtica que no quisiera participar en este esfuerzo por acabar con la violencia. No pod¨ªa entenderlo y siempre tuvo la esperanza de recuperar a Rajoy. Por ello demor¨® el anuncio, aunque lo llev¨® a cabo dentro del mes de junio, como hab¨ªa prometido el d¨ªa de nuestro primer encuentro, en el mitin de Barakaldo. Para no subrayar la soledad de Rajoy en aquel momento hist¨®rico, hizo el anuncio en una comparecencia ante la prensa, en vez de en el hemiciclo, y orden¨® a su gente que no hiciera una sola cr¨ªtica al jefe de la oposici¨®n ni al PP. Era jueves, d¨ªa de pleno parlamentario.

-Qu¨¦ va usted a hacer ahora? -le pregunt¨¦ al acabar la conferencia de prensa.

-Irme al pleno a trabajar, es un d¨ªa cualquiera.

Se fue al pleno, se sent¨® en su sitio y logr¨® de este modo impregnar de cotidianidad un hecho hist¨®rico. En apenas cinco semanas hab¨ªa resuelto tres asuntos que pod¨ªa haber sacado adelante en dos legislaturas sin que nadie se lo reprochara.

Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero se encuentra en medio de la legislatura y en la mitad de su vida. Le apasiona su trabajo, tiene una vida familiar apacible y un optimismo sin l¨ªmites sobre las posibilidades del pa¨ªs en el que le ha tocado vivir. En los aviones y en los trenes en los que viaja se sigue respirando el mismo ambiente informal que hace dos a?os, cuando lleg¨® al poder. La gente del equipo est¨¢ atenta a sus responsabilidades, pero jam¨¢s se la ve tensa.

-Soy -me dir¨ªa para explicarme c¨®mo logra crear esa atm¨®sfera- el presidente de la democracia que menos distancia ha marcado con sus subordinados. Soy poco jer¨¢rquico, lo que a veces puede parecer an¨¢rquico. Nunca he echado a nadie una bronca, jam¨¢s. Cuando algo no me gusta, me callo. Esa es la m¨¢xima reacci¨®n de disgusto que me permito. Es fundamental que la gente se encuentre bien, que sienta que reconoces su trabajo y sabes lo que hace. Me cuentan las cosas tres y cuatro veces, porque yo recibo informaci¨®n por v¨ªas muy distintas. Jam¨¢s le he dicho a un colaborador que ya s¨¦ lo que me quiere contar.

Cuando hace dos a?os gan¨® las elecciones, dec¨ªamos de ¨¦l que era un enigma. Hoy, en muchos ambientes (tambi¨¦n fuera de Espa?a), es un mito. Entre el enigma y el mito, oculto o protegido por ambos, cabalga un hombre de izquierdas, excepcionalmente dotado para la pol¨ªtica (que no para el poder) y empe?ado en cumplir el punto m¨¢s importante de su programa electoral: no decepcionar a los votantes. A la hora de cerrar est¨¢s l¨ªneas, y seg¨²n la ¨²ltima encuesta del instituto Opina, Zapatero sacaba 20 puntos de ventaja a Rajoy en valoraci¨®n ciudadana. Y una parte significativa de los votantes del PP aseguraba preferir que ganara el PSOE. Pero Rajoy continuaba predicando el fin del mundo con una pasi¨®n que evidenciaba su deseo de que sucediera, pues s¨®lo en un escenario apocal¨ªptico pod¨ªa germinar su mensaje. Continuar¨¢?

El viaje de Zapatero

Cuando gan¨® las elecciones hace dos a?os era un enigma. Hoy es una realidad. Se encuentra en el ecuador de su legislatura y ante el reto hist¨®rico de poner fin a ETA. Su lema: no decepcionar al ciudadano. El escritor fue su sombra durante tres d¨ªas clave. As¨ª ve al presidente del Gobierno. Por Juan Jos¨¦ Millas.

Aquel d¨ªa nos despertamos con la revelaci¨®n de que los intereses de Zapatero coincid¨ªan punto por punto con los de ETA. As¨ª apareci¨® en los peri¨®dicos, que citaban fuentes del PP cuyos l¨ªderes confirmaron y amplificaron la noticia a trav¨¦s de las emisoras de radio, mientras desayun¨¢bamos. La revelaci¨®n funcion¨® a la manera de un Apocalipsis de bolsillo que alivi¨® la contrariedad de que el mundo, pese a ser el 6-06-06, no se hubiera acabado. El fin del mundo tiene un extraordinario tir¨®n electoral que hab¨ªa venido explotando en r¨¦gimen de monopolio el PP. Lo normal, pues, es que ofreciera algo a cambio. Y ah¨ª estaba: Zapatero y ETA eran siameses.

Todos pensamos que el Gobierno, tras este descubrimiento escandaloso, se ir¨ªa al carajo. Inconcebiblemente, no ocurri¨® nada, en parte porque el fin del mundo no es lo que era y en parte porque Espa?a no exist¨ªa. As¨ª lo hab¨ªa asegurado tambi¨¦n Rajoy unos d¨ªas antes sin que nadie le prestara atenci¨®n. "Este hombre", dijo refiri¨¦ndose a Zapatero, "ha borrado a Espa?a del mapa". Y no la hab¨ªa borrado de cualquier manera, sino con la minuciosidad de un psic¨®pata, desmembr¨¢ndola regi¨®n a regi¨®n y escondiendo sus extremidades en la nevera, para devorarlas poco a poco.

No era todo: un columnista, apenas unos d¨ªas antes de la fecha del fin del mundo, hab¨ªa escrito que la capacidad de Zapatero para el Mal (as¨ª, con may¨²scula) carec¨ªa de l¨ªmites; otro, que era un tontiloco al que atribu¨ªa sin embargo poderes especiales para acabar ¨¦l solo con el Estado de derecho. Uno m¨¢s lo compar¨® con Harry Potter, asegurando que viv¨ªa, junto a su mujer e hijas, rodeado de b¨²hos. Alguien nos advirti¨® de que sus formas suaves ocultaban a un lobo sediento de sangre. Un profesor, no recordamos ahora mismo de qu¨¦ materia, lo describir¨ªa como "un hombre resentido, simulador, visceral, con obsesiones pol¨ªticamente inconfesables". Rajoy, solo o en compa?¨ªa de otros, hab¨ªa dicho de ¨¦l una y otra vez que era un inconsistente, un tonto, un in¨²til, un bobo, un incapaz, un acomplejado, un cobarde, un prepotente, un mentiroso, un inestable, un desleal, un perezoso, un pardillo, un irresponsable, un revanchista, un d¨¦bil, un arc¨¢ngel, un sectario, un radical, un chisgarab¨ªs, un maniobrero, un indecente, un loco, un hooligan, un propagandista, un visionario, un chapucero, un exc¨¦ntrico, un disimulador, un estafador, un agitador, un fracasado, un triturador constitucional, un malabarista, un mendigo de treguas, un traidor a los muertos? Hab¨ªa asegurado que no ten¨ªa programa, que no ten¨ªa equipo, que no ten¨ªa proyecto, que no ten¨ªa ideas, que no ten¨ªa agallas (el buen gusto le imped¨ªa a?adir que no ten¨ªa pilila). Pese a tantas y tan graves carencias, se le atribu¨ªan empe?os heroicos, como el de pretender ganar la Guerra Civil con setenta a?os de retraso.

El domingo anterior a este martes negro, una caricatura del diario El Mundo mostraba a Zapatero regando una planta (la de la paz) con las aguas fecales procedentes de una manguera que sal¨ªa de una alcantarilla. La manguera estaba dibujada de tal forma que parec¨ªa al mismo tiempo la cola de una rata estrat¨¦gicamente colocada en el cuerpo del presidente del Gobierno. Se suger¨ªa as¨ª que reinaba en las cloacas, como uno de los m¨¢s c¨¦lebres enemigos de Batman y de Robin. "Este presidente", escrib¨ªa un catedr¨¢tico en Abc, "adolece de una inanidad intelectual indisimulable, casi espectacular". ?lex Vidal-Quadras, en La Raz¨®n, le atribu¨ªa el empe?o de "resucitar el clima cainita de la II Rep¨²blica". Santos Juli¨¢ escrib¨ªa en EL PA?S: "Hay que mirar muy atr¨¢s para encontrar un presidente de pensamiento tan d¨¦bil, pero tan rebosante de lo que, a falta de mejor definici¨®n, acostumbramos a llamar instinto de poder". Jos¨¦ Garc¨ªa Abad atribu¨ªa a Felipe Gonz¨¢lez la siguiente frase, referida a Zapatero: "?ste sigue con su idea? Que no pasa nada? Que no pasa nada? Y se nos cae el invento. Est¨¢ loco?".

Si tuvi¨¦ramos que hacer una relaci¨®n de los calificativos (con frecuencia contradictorios) aplicados a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero desde diferentes sectores y a lo largo de estos dos a?os de Gobierno, necesitar¨ªamos un volumen de la Espasa. Y ello sin contabilizar los lanzados desde las manifestaciones de la derecha que sali¨® a la calle en varias ocasiones, unas a favor del matrimonio (cuya destrucci¨®n, junto a Espa?a y el Estado de derecho, era uno de los objetivos de Zapatero); otras, a favor de Dios (que, incre¨ªblemente, estaba perdiendo la batalla tambi¨¦n frente a este individuo de formas educadas), y, otras, en contra de su pol¨ªtica antiterrorista, pues llev¨¢bamos ya tres a?os sin muertos, dos de los cuales se pod¨ªan imputar, evidentemente, a su gesti¨®n. Asimismo, durante este periodo se hab¨ªa derogado una norma no escrita, dictada por Aznar y aceptada por las fuerzas pol¨ªticas y la ciudadan¨ªa, seg¨²n la cual el responsable de un crimen era el criminal. Ahora, si alguien lanzaba un c¨®ctel molotov contra un cajero autom¨¢tico, el responsable era, indefectiblemente, Zapatero. En cuanto a los comunicados de la banda, gozaban tambi¨¦n, al contrario de lo que ocurr¨ªa en otras ¨¦pocas, de m¨¢s credibilidad que los del Gobierno. Si el 11-M se calificaba de miserables a quienes cre¨ªan a Otegi en vez de al ministro del Interior, ahora los miserables eran quienes cre¨ªan al ministro del Interior en vez de a Otegi. Lo que dec¨ªan ETA o Batasuna iba a misa. Y, hablando de misas, hasta los obispos, que no se hab¨ªan manifestado jam¨¢s, nunca, por nada, pese a las imperfecciones del mundo, abandonaron ostent¨®reamente (cortes¨ªa de Gil y Gil) sus palacios y tomaron las calles con sus gafas de sol para rasgarse las vestiduras frente a las c¨¢maras de la tele.

Entre unos y otros, hab¨ªan convertido a Zapatero en un superh¨¦roe inverso, en un canalla, si ustedes quieren, pero un canalla con cualidades sobrenaturales contra el que no hab¨ªan aparecido un Batman, un Superm¨¢n, ni siquiera un Hombre Ara?a capaz de hacerle frente. Las fuerzas del bien, representadas por Rajoy, Acebes y Zaplana (tres flojos), s¨®lo pod¨ªan rezar el rosario y encargar novenas frente a una poblaci¨®n que parec¨ªa anestesiada. Tanto era as¨ª que Zapatero ni siquiera necesit¨® defenderse de la evidencia de haberse puesto al servicio de ETA. M¨¢s a¨²n, orden¨® a su gente que no respondiera a aquella imputaci¨®n que, de ser cierta, constituir¨ªa un delito de colaboraci¨®n con banda armada.

Cuando la tarde del 6-06-06 Rajoy anunci¨® en el Congreso que daba por rotas las relaciones con el Gobierno de Espa?a, Espa?a, Espa?a, el presidente del Gobierno subi¨® a la tribuna de oradores y le respondi¨® con educaci¨®n, con cortes¨ªa, con amabilidad, invit¨¢ndole una y otra vez a sumarse al resto de la C¨¢mara para terminar con la violencia. Por no responder, Zapatero no respondi¨® ni a Esperanza Aguirre, que ese mismo d¨ªa le ech¨® en cara que a¨²n no hubiera pedido perd¨®n por los "Gulag" de Stalin. Zapatero le pod¨ªa haber contestado que Manuel Fraga, felizmente reinsertado sin haber pedido perd¨®n por sus cr¨ªmenes, fue uno de los colaboradores m¨¢s activos de la banda armada de Franco antes de presidir el PP. En lugar de eso, call¨® y orden¨® a los suyos tender puentes con el adversario. Al d¨ªa siguiente, un Jos¨¦ Blanco l¨ªvido, si se me permite la redundancia, ped¨ªa p¨²blicamente disculpas al PP si se le hab¨ªa ofendido en algo.

Un hombre del que se afirmaba simult¨¢neamente que era listo y tonto, grande y peque?o, alto y bajo, ingenuo y malicioso, bondadoso y perverso, vanidoso y humilde, calculador y visceral, etc¨¦tera, era, literariamente hablando, un mito. Y con la actitud sobrecogida del que espera a un mito le aguardaba yo la ma?ana del domingo 21 de mayo en el helipuerto del palacio de la Moncloa, para acompa?arle a Barakaldo, donde dar¨ªa un mitin. Aunque hab¨ªan anunciado que las temperaturas a mediod¨ªa ser¨ªan altas, ahora hac¨ªa un fresco que combat¨ªamos frot¨¢ndonos las manos mientras ¨ªbamos de un lado a otro de la pista. En esto, apareci¨® un coche con los cristales ahumados del que descendi¨® un individuo normalmente constituido, con expresi¨®n de sue?o. Al darle la mano, observ¨¦ que se hab¨ªa dejado al afeitarse tres o cuatro pelillos de dif¨ªcil acceso debajo de la nariz y que ten¨ªa un peque?o derrame en el ojo derecho. Costaba creer que se tratara de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, pues no se advert¨ªa en ¨¦l ning¨²n atributo sobrenatural. O sea, que mucho ruido y pocas nueces.

Aunque, para ruido, el que hab¨ªa dentro del helic¨®ptero de las Fuerzas Armadas que nos traslad¨® a Torrej¨®n, donde tomar¨ªamos una aeronave. El viaje desde Moncloa a la base a¨¦rea apenas dura 10 minutos, pero resultan inolvidables por el estruendo de las aspas y tambi¨¦n por el olor a gasolina, que coloca mucho, una cosa por otra. Le pregunt¨¦ a Zapatero si el helic¨®ptero de Bush ser¨ªa tan agresivo y me dijo que no estaba seguro, pero que cre¨ªa que no. Luego fingimos mantener una conversaci¨®n, pues aunque ni yo le o¨ªa a ¨¦l ni ¨¦l a m¨ª, sonre¨ªamos mucho y asent¨ªamos sin parar como cuando hablas con alguien cuyo idioma no entiendes y no te atreves a dec¨ªrselo. De vez en cuando, mir¨¢bamos por la ventanilla. Madrid ten¨ªa el aire caracter¨ªstico de un domingo por la ma?ana, sin tr¨¢fico, sin humo, sin nervios: un mundo de caf¨¦ con leche y peri¨®dicos desplegados sobre las mesas de las primeras terrazas veraniegas. Le pregunt¨¦ qu¨¦ iba a decir en Barakaldo, donde los socialistas celebraban el D¨ªa de la Rosa, y me dijo que iba a dar un par de titulares.

-Ya he aprendido a dar titulares -a?adi¨® con iron¨ªa-. Al principio cre¨ªa que bastaba con dar ideas. Pero me dec¨ªan que no, que hab¨ªa que dar titulares.

De modo que ¨¦l se dedic¨® a lo suyo y yo a lo m¨ªo. Pero tuvo m¨¢s ¨¦xito ¨¦l en lo suyo que yo en lo m¨ªo, pues triunf¨® en el mitin, donde la gente se mat¨® a aplaudirle, y logr¨® ser cabecera de todos los telediarios. Yo, en cambio, no di con ning¨²n signo que delatara su alianza con los poderes infernales. Y despu¨¦s de triunfar, en vez de quedarse a comer con los amigotes, volvi¨® a casa, para pasar el resto del domingo en familia. Todo muy decepcionante, incluido el discurso con el que arrebat¨® los aplausos, en el que no insult¨® a nadie ni se cag¨® en nada ni ridiculiz¨® a sus adversarios. Record¨® con emoci¨®n a los muertos, dijo que los valientes son los que usan la palabra, pues s¨®lo el miedo recurre a la fuerza, y tras lanzar un mensaje de esperanza a los asistentes, asegur¨¢ndoles que lo iban a conseguir, que iban a ver el final de la violencia, anunci¨® que a lo largo del mes de junio acudir¨ªa al Congreso para anunciar el principio de los contactos con ETA. Todo en un tono muy civilizado, muy reflexivo, asegurando que la f¨®rmula para obtener resultados era una combinaci¨®n de paciencia democr¨¢tica m¨¢s valent¨ªa.

Ya en el avi¨®n, durante el viaje de vuelta, decid¨ª meter el dedo en una zona de su biograf¨ªa sobre la que sabemos poco. Rodr¨ªguez Zapatero fue diputado por Le¨®n durante 20 a?os. Eso quiere decir que pasaba pr¨¢cticamente la mitad de la semana en Madrid, completamente solo, alejado de su familia y sin nadie que le controlara. Era como vivir una vida dentro de otra. Sabemos a lo que se dedicaba en la vida de afuera. ?Pero en la de dentro? ?Ad¨®nde iba por las tardes, al salir del Congreso? ?Qu¨¦ hac¨ªa al llegar al apartamento o al hotel? ?Qu¨¦ libros hab¨ªa en su mesilla? ?Qu¨¦ pensaba cuando se despertaba en medio de la noche y durante una fracci¨®n de segundo no sab¨ªa si estaba aqu¨ª o all¨ª? ?C¨®mo imaginaba que ser¨ªa el resto de su vida? ?C¨®mo, el resto de la nuestra? La historia de la literatura est¨¢ llena de individuos que en situaciones semejantes se aficionan al satanismo, al bricolaje, a los burdeles o a la investigaci¨®n sobre el movimiento continuo. Convencido a¨²n de encontrarme frente a un mito, me dio por imaginar que durante aquellos a?os le hab¨ªa ocurrido algo esencial que explicar¨ªa, de un lado, la existencia de sus superpoderes, y, de otro, el hecho de que los dedicara a la propagaci¨®n del mal.

Pero me quit¨® la idea de la cabeza enseguida. Dijo que no le hab¨ªa ocurrido nada esencial durante aquellos a?os. Hab¨ªa llegado a Madrid, desde Le¨®n, con lo esencial puesto. A?adi¨® que paraba siempre en hoteles, porque la idea del apartamento le desagradaba, y que su dedicaci¨®n al Parlamento era tal que no le quedaba tiempo para otra cosa. No era un diputado conocido, pero s¨ª reconocido, pues echaba muchas horas en el despacho y trabajaba bien, seg¨²n los cronistas parlamentarios de la ¨¦poca. Cuando sal¨ªa, era, por lo general, de noche, y o bien se iba a cenar con los compa?eros o bien se met¨ªa en un cine de la Gran V¨ªa. Al salir del cine, entraba en el VIPS, tomaba algo y compraba la prensa del d¨ªa siguiente, con la que se iba al hotel como un ni?o con zapatos nuevos. Recuerda, el de leer la prensa del d¨ªa siguiente antes de acostarse, como uno de los grandes placeres de la ¨¦poca.

Intent¨¦ extraer alguna conclusi¨®n sobre esta afici¨®n a sacar unas horas de ventaja a sus contempor¨¢neos, pero tampoco me ayud¨®. En vez de alimentar el mito, como Dios manda, se empe?aba en destruirlo, comport¨¢ndose como un sujeto normal. As¨ª las cosas, la conversaci¨®n comenz¨® a languidecer. Me pareci¨®, sin embargo, que miraba por la ventanilla del avi¨®n con expresi¨®n nost¨¢lgica, como si se acordara de algo perdido o muerto. Se trataba de una expresi¨®n que ya le hab¨ªa visto en el coche oficial. Estuvo de acuerdo conmigo en que echaba de menos aquellos d¨ªas en los que pod¨ªa caminar solo por la calle, un placer del que no hab¨ªa vuelto a disfrutar desde que ganara el congreso de su partido. Tal vez, cuando se asomaba al mundo por la ventanilla, contemplaba una versi¨®n de s¨ª en la que continuaba siendo un desconocido que compraba la prensa del d¨ªa siguiente en VIPS. Tal vez se ve¨ªa saliendo del cine, caminando, Gran V¨ªa abajo, hacia uno de los hoteles -el Prado, el Suecia, el Carlton, el Ingl¨¦s- que entonces frecuentaba. Tal vez se imaginaba entrando en la habitaci¨®n, quit¨¢ndose la chaqueta y la corbata. Podemos verlo sentado en el borde de la cama, telefoneando a su mujer, para ver c¨®mo estaba todo por Le¨®n. Dice que s¨ª, que llamaba mucho a su mujer, varias veces al d¨ªa. Por lo dem¨¢s, no le molestaba estar solo. Siempre ha apreciado un cierto grado de soledad.

El avi¨®n de las Fuerzas Armadas en el que viaj¨¢bamos ten¨ªa, pese a sus comodidades, un aire un poco cuartelero. Las almendras y la cerveza que nos sirvieron sab¨ªan a cantina. No se puede ganar una cosa (ni las elecciones) sin perder otra. Se lo coment¨¦ a Zapatero y me dijo que la vida era as¨ª, una curiosa mezcla entre la nostalgia y la esperanza.

-Cuando naci¨® mi hija mayor, por ejemplo, yo estaba asistiendo al declive de mi partido. Una cosa muere y nace otra. Un primo carnal m¨ªo, al que mi padre quer¨ªa mucho, muri¨® a los nueve a?os, cuando yo estaba a punto de nacer. Y mi madre falleci¨® cuando tomaba las riendas del partido. La muerte y la vida van juntas. Siempre es as¨ª. Sent¨ª mucho lo de mi madre porque nadie, como ella, habr¨ªa disfrutado tanto de esta ¨¦poca. Yo era su ojito derecho -a?adi¨® ri¨¦ndose con un punto de malicia.

Nos despedimos en Moncloa, despu¨¦s de otra sobredosis de gasolina y ruido, y yo me fui a casa completamente decepcionado. No hab¨ªa conseguido ver al diablo ni al arc¨¢ngel ni al brujo ni al psic¨®pata que, de acuerdo con mi documentaci¨®n, habitaban sucesiva o simult¨¢neamente en el cuerpo de ese hombre. Pero s¨ª hab¨ªa dado titulares, pues tambi¨¦n los peri¨®dicos del d¨ªa siguiente abrieron con sus palabras en el mitin de Barakaldo.

Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero lleva dos a?os gobernando, pero parece que lleva quince debido a la velocidad diab¨®lica (nunca mejor dicho) que ha impreso a su legislatura. Trabaja con la tenacidad de un aficionado al bricolaje y llega con el destornillador a todas partes. A la rapidez con la que cumpli¨® la promesa de traer las tropas de Irak, se sum¨® la creaci¨®n de un Consejo de Ministros paritario desde el que ha sacado adelante la ley contra la violencia de g¨¦nero, la de igualdad, la de matrimonios homosexuales, la de dependencia, la del tabaco, la de reproducci¨®n asistida? ?stas son algunas de las m¨¢s conocidas, porque afectan a la vida cotidiana de grandes colectivos y han acaparado la atenci¨®n de los medios. Pero tambi¨¦n en lo aparentemente peque?o se percibe la actividad del destornillador. As¨ª, durante este tiempo se ha suprimido la tartamudez como causa de exclusi¨®n en el acceso al empleo p¨²blico; se ha incrementado en un 30% la inserci¨®n laboral de personas con discapacidad; se ha aprobado la ley que reconoce la lengua de signos (una antiqu¨ªsima reivindicaci¨®n del colectivo de sordos) y la de asistencia gratuita jur¨ªdica a personas con discapacidad. Ha mejorado la ley del divorcio (ya no es necesario que haya un culpable)? De entre sus perversas pasiones, la de la igualdad es la que m¨¢s le obsesiona y a la que m¨¢s tiempo dedica.

Lo curioso, con todo, no es que Zapatero d¨¦ la impresi¨®n de gobernar desde hace quince a?os, sino que Rajoy parece que lleva treinta a?os en la oposici¨®n. Y al d¨ªa siguiente de haber perdido el ¨²ltimo debate sobre el estado de la naci¨®n parec¨ªa que llevaba treinta y uno. Ni los propios socialistas comprend¨ªan muy bien qu¨¦ le hab¨ªa ocurrido al que pasa por ser el mejor orador de la C¨¢mara. La justificaci¨®n m¨¢s extendida era que Rajoy hab¨ªa perdido por negarse a hablar de terrorismo. Pero esa justificaci¨®n resultaba terrible, pues confirmaba la idea, muy extendida, de que si al PP le quitas ETA se queda sin discurso.

El 31 de mayo, segunda jornada del debate sobre el estado de la naci¨®n, consegu¨ª un pase especial para moverme a mis anchas por el Congreso. A las nueve en punto me encontraba en la tribuna de invitados. Mir¨¦ hacia abajo y no vi a nadie, excepto a Zapatero y a Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, reci¨¦n duchados y planchados los dos. Enseguida apareci¨® Mar¨ªn y tres o cuatro parlamentarios m¨¢s. Poco a poco, la marea subi¨® y a eso de las once hab¨ªa media entrada.

El segundo d¨ªa del debate carece del morbo del primero, pero es excelente para apreciar el estado de ¨¢nimo de los grupos. La C¨¢mara tiene la forma de un vaso en cuyo borde superior se encuentra la tribuna de invitados. Lo que se ve¨ªa al mirar hacia abajo desde ese borde eran los restos del naufragio del grupo parlamentario popular. Los escasos asistentes de esa formaci¨®n flotaban a la deriva entre un desolado mar de sillas. Record¨¦ un verso de Virgilio, en La Eneida: "Aparent rari in gurgite vasto" (aparecen pocos n¨¢ufragos en el vasto mar). Al mediod¨ªa entr¨® en escena Rajoy, braceando penosamente hacia su esca?o, que se hab¨ªa convertido en un resto de la embarcaci¨®n con el que mantenerse a flote. Mientras el orador de turno hablaba, algunos de los que hab¨ªan naufragado con ¨¦l se acercaban nadando al pecio del dirigente popular e intercambiaban algunas palabras antes de regresar a su pedazo de madera.

Leyendo los peri¨®dicos, te dabas cuenta de que lo ¨²nico que hab¨ªa hecho Zapatero para ganar el debate hab¨ªa sido poner enfrente de Rajoy un espejo. A cada cr¨ªtica del dirigente popular, Zapatero le hab¨ªa respondido record¨¢ndole lo que hizo el PP, cuando gobernaba, en esa materia. Finalmente, le dio la puntilla con una frase capic¨²a muy apropiada para las v¨ªsperas de un Apocalipsis fallido: "Es usted, se?or Rajoy, un profeta del desastre, pero un desastre como profeta". Punto y aparte.

Tras echar una cabezada en mi silla de la tribuna de invitados (un periodista de La Vanguardia me pill¨® y lo public¨® en su cr¨®nica), poco antes de la hora de la comida me acerqu¨¦ a la zona del Gobierno, col¨¢ndome en el despacho del presidente sin pedir permiso, a ver qu¨¦ pasaba. No pas¨® nada. Lo encontr¨¦ tom¨¢ndose unas almendras con coca-cola en vez de sorprenderlo esnifando una raya de coca. Cog¨ª una almendra del platillo, para analizarla m¨¢s tarde, y le pregunt¨¦ sagazmente c¨®mo se encontraba (no lo puedo remediar, soy un tipo incisivo). Me dijo que el debate sobre el estado de la naci¨®n era un poco agotador, como jugar dos partidos de f¨²tbol seguidos, pero se sent¨ªa en forma. Le pregunt¨¦ entonces c¨®mo se explicaba el costalazo de Rajoy y me dijo que un debate de esas caracter¨ªsticas no se pierde o se gana porque tengas una buena o una mala tarde, sino porque hayas entrenado durante todo el a?o.

-Y Rajoy -a?adi¨®- ha venido sin entrenar. Se pas¨® el primer a?o de oposici¨®n hablando del 11-M y lleg¨® al segundo sin respiraci¨®n, y muy averiado respecto al Estatuto catal¨¢n. Su problema, ahora se ha visto, es que s¨®lo ten¨ªa una oportunidad y se la ha jugado a la desesperada. En pol¨ªtica las cosas no pasan porque s¨ª. La pol¨ªtica tiene una l¨®gica aplastante. Se ha ca¨ªdo porque se ten¨ªa que caer.

En ese momento le llevaron la comida, y, aunque no me pidi¨® que me marchara, lo hice por iniciativa propia, para aflojar un poco la presi¨®n y que se confiara. Tarde o temprano lo descubrir¨ªa meti¨¦ndose un pico de hero¨ªna o hablando con Luzbel. Pasaban de las dos de la tarde y a las cuatro comenzaba de nuevo el debate. Pero no me fui lejos. Sal¨ª al pasillo y estuve merodeando por los alrededores del despacho, a la espera de alguna se?al. Todo el mundo, excepto las secretarias del presidente, que pidieron unos bocadillos, se hab¨ªa ido a comer. No hab¨ªa moros en la costa, con perd¨®n. En esto, escuch¨¦ la voz de Zapatero, a trav¨¦s de la puerta del despacho que daba al pasillo. Hablaba por tel¨¦fono con alguien. Pegu¨¦ el o¨ªdo, convencido de que le iba a sorprender pactando con Josu Ternera el modo en que el Gobierno entregar¨ªa las armas a ETA, pero estaba resolviendo un asunto dom¨¦stico, algo relacionado con sus hijas. Me sorprendi¨® que un tipo empe?ado en acabar con la familia tuviera aquellas preocupaciones, pero lo cierto es que ya empezaba a dudar de todo.

Por la tarde, cuando termin¨® el debate sobre el estado de la naci¨®n, lo acompa?¨¦ a Moncloa. Esa noche daba una entrevista en directo para un programa muy conocido de la televisi¨®n catalana. Su equipo estaba preocupado, pues pod¨ªa ser el remate a dos d¨ªas demasiado intensos. Pero no pas¨® nada. Zapatero lleg¨®, se dio una ducha, se fotografi¨® con las maquilladoras, habl¨® por el m¨®vil (es un vicioso del m¨®vil), dio la entrevista, y aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria.

Tras despedirlo a la puerta de su casa, un coche me llev¨® a la m¨ªa. En la radio hab¨ªa una tertulia de periodistas. Escuch¨¢ndolos, daba la impresi¨®n de que quien hab¨ªa ganado el debate hab¨ªa sido Rajoy. Como tengo complejo de inferioridad, estuve a punto de dudar de mis sentidos. Al llegar a casa, en vez de acostarme, entr¨¦ en Internet y revis¨¦ atentamente los titulares de la prensa de ese d¨ªa y del anterior, advirtiendo de s¨²bito la falta de apoyos medi¨¢ticos de Zapatero. Los peri¨®dicos de la derecha apoyaban sin excepci¨®n a Rajoy, intentando rebajar la magnitud de su descalabro, cuando no neg¨¢ndola, pero no hab¨ªa uno s¨®lo que aplaudiera la actuaci¨®n de Zapatero. Comparado con Aznar, que, adem¨¢s de manipular sin rubor los medios p¨²blicos, cre¨® con el dinero de todos los espa?oles un gigantesco grupo medi¨¢tico a su servicio, Zapatero se encontraba, desde el punto de vista medi¨¢tico, desnudo. En parte, por voluntad propia, pues ni siquiera hab¨ªa intentado utilizar los medios p¨²blicos, como si no los quisiera o no diera importancia a su influencia. Esto puede chocar con una idea muy instalada seg¨²n la cual hay una prensa que es mera correa de transmisi¨®n de sus iniciativas, pero basta repasar con cierta objetividad los titulares de estos dos a?os, as¨ª como los art¨ªculos de opini¨®n, para comprobar lo que decimos. Hay, desde luego, unos medios que est¨¢n m¨¢s cerca de los planteamientos del PSOE que de los del PP, pero la figura de Zapatero no goza, ni de lejos, de los favores de los que goz¨® en su d¨ªa Felipe Gonz¨¢lez ni de los que disfrut¨® Aznar.

Pens¨¦: Zapatero pertenece a una generaci¨®n cuyos hermanos mayores forman parte de la del 68, caracterizada por ser una generaci¨®n tap¨®n. La generaci¨®n del 68 siempre ha mirado con cierta displicencia a la del 80, cuyos componentes no se hab¨ªan tenido que enfrentar al franquismo, no hab¨ªan sufrido la clandestinidad, no hab¨ªan le¨ªdo los mismos libros (quiz¨¢ ni siquiera hab¨ªan le¨ªdo). La gente del 80, desde el punto de vista de la gente del 68, eran unos flojos. No estaban politizados, no eran agresivos, ped¨ªan las cosas por favor y, en vez de asesinar a sus hermanos mayores, los hab¨ªan observado siempre con admiraci¨®n. Se me ocurri¨® que quiz¨¢ la indiferencia, cuando no la hostilidad, con la que Zapatero era tratado en los mismos medios que tanto hab¨ªan protegido a Gonz¨¢lez se explicaba en t¨¦rminos generacionales, y llam¨¦ a Jos¨¦ Andr¨¦s Torres Mora para coment¨¢rselo.

Jos¨¦ Andr¨¦s Torres Mora es soci¨®logo y diputado del PSOE por M¨¢laga. Pertenece a la generaci¨®n de Zapatero y fue su jefe de gabinete desde que accedi¨® a la secretar¨ªa general del PSOE hasta que gan¨® las elecciones. Su despacho, que se encontraba al lado del de Rodr¨ªguez Zapatero, estaba lleno de libros de teor¨ªa pol¨ªtica. Si pasabas por all¨ª, sal¨ªas con tres o cuatro manuales de republicanismo debajo del brazo. Torres Mora habla como si hubiera alguien durmiendo, en un murmullo. Al principio ni le escuchas porque te parece mentira que de unas maneras tan sosegadas pueda salir algo medianamente agudo. Pero si prestas un poco de atenci¨®n, resulta que pronuncia una o dos frases afiladas por minuto. Me confirm¨®, desde la sociolog¨ªa, que las dificultades de Zapatero con los medios se explicaban en clave generacional.

-La generaci¨®n de Felipe Gonz¨¢lez -a?adi¨®- tiene un gran relato sobre s¨ª misma, un relato ¨¦pico. Nosotros somos una generaci¨®n sin relato. M¨¢s a¨²n: nuestra generaci¨®n no hace relato, no relata, no escribimos, no hay cosas nuestras. No estuvimos detenidos, no conocimos el mayo del 68, no contribuimos a construir una democracia que apreci¨¢bamos, pero en la que no hab¨ªa sitio para nosotros, pues cuando intentamos irnos de casa, no hab¨ªa un mercado laboral en el que refugiarnos. No pod¨ªamos ser ciudadanos porque no se puede ser ciudadano en casa. Se es ciudadano en la calle, en el trabajo, en el ¨¢gora, en el Parlamento. Sin embargo, y como dijo Zapatero en su d¨ªa, nuestra lengua materna es la democracia. Por eso entendemos a la generaci¨®n de Felipe mejor que ella a la nuestra. Nosotros, para salir adelante, nos hemos tenido que mover en ¨¢ngulo ciego de la sociedad. Adelantamos a Bono en el congreso del PSOE por ese lado, lo mismo que a Aznar. Ni Bono ni Aznar se lo pod¨ªan creer, porque ni nos hab¨ªan visto llegar. Y no necesitamos a los medios como los necesitaron Felipe o Aznar porque nosotros conectamos con el ciudadano gracias a la fuerza que nos da creer en lo que decimos. Esa fuerza nos conecta con el mundo. En ese sentido, Zapatero inaugur¨® una tendencia nueva cuando hizo, desde la oposici¨®n, su primer debate sobre el estado de la naci¨®n. En vez de dirigirse a los periodistas, se dirigi¨® a los ciudadanos. El resultado fue que los peri¨®dicos dijeron al d¨ªa siguiente que hab¨ªa perdido el debate. A los pocos d¨ªas, la encuesta del CIS lo dio como ganador. ?Por qu¨¦ se equivocaron los medios? Porque estaban en manos de una generaci¨®n que no le entend¨ªa. Nosotros creemos en las palabras que decimos; esto nuestro no es un experimento de laboratorio, sino una convicci¨®n. En ese sentido, la generaci¨®n de Felipe fue una generaci¨®n antipol¨ªtica, muy pragm¨¢tica, pero antipol¨ªtica. Les estamos muy agradecidos porque modernizaron Espa?a y nos colocaron en Europa. Pusieron las bases para convertir a este pa¨ªs en lo que es. Pero eran antipol¨ªticos en el sentido de que tend¨ªan a separar el pensamiento de la acci¨®n. Separar el pensamiento de la acci¨®n significa que unos piensan y que otros act¨²an, y los que piensan no hablan con los que act¨²an, no hay di¨¢logo. Eso equivale a expulsar el pensamiento democr¨¢tico con la coartada de que hay una verdad pol¨ªtica preexistente al debate. Nosotros creemos que la realidad social es el punto de partida y que el acuerdo es el punto de llegada. Somos una generaci¨®n de pol¨ªticos porque estamos convencidos de que las decisiones mejoran cuanto mayor es la obligaci¨®n p¨²blica de explicarlas. Creemos que hay que devolver el poder al demos, al pueblo, y eso los ciudadanos lo perciben sin necesidad de grandes estrategias de comunicaci¨®n. Lo que hace fuerte a Zapatero es su apoyo social. Conecta con la gente, no con los medios. De otro lado, nosotros hemos sido con la generaci¨®n de nuestros mayores m¨¢s generosos que ella con nosotros. Tenemos en el Gobierno a Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, a Rubalcaba, a Solbes. Y tuvimos a Bono?

Mi siguiente cita con Zapatero era el domingo 4 de junio (estaba empe?ado en hacerme trabajar los domingos). Le acompa?ar¨ªa a Lleida, donde participar¨ªa en un mitin a favor del s¨ª en el refer¨¦ndum sobre el Estatuto catal¨¢n. Zapatero estaba ilusionado con ese viaje porque ir¨ªamos en el AVE de Cascos, un tren de alta velocidad parad¨®jico (va despacio).

-Cuando viajo de una ciudad a otra, siempre veo las cosas desde el helic¨®ptero o desde el avi¨®n -me dijo-. El AVE me permitir¨¢ verlas al nivel de suelo.

Se equivocaba: nada m¨¢s entrar en el vag¨®n lo condujeron a un departamento con aspecto de caja fuerte en el que los asientos estaban colocados de espaldas a las ventanillas.

-Siempre impidiendo que vea usted la realidad -le dije.

-As¨ª son las cosas -respondi¨® resignado, abriendo un peri¨®dico.

A m¨ª me ven¨ªa bien aquella especie de caja fuerte porque no le permitir¨ªa distraerse con el paisaje. Aunque el departamento estaba preparado para cuatro personas, ¨ªbamos ¨¦l y yo solos, uno enfrente del otro. Es muy dif¨ªcil quedarse a solas con un presidente de Gobierno. Ahora es la m¨ªa, pens¨¦ observ¨¢ndole los tobillos, para ver si ten¨ªa pies de cabra, uno de los s¨ªntomas que delatan la presencia del diablo. Pero advert¨ª, pese al filtro de los calcetines, que los ten¨ªa normalmente conformados. Por lo dem¨¢s, estaba alegre, descansado, bromeando sobre s¨ª mismo con aciertos surrealistas.

-Hoy me he levantado delgado -dijo- porque ayer nad¨¦ mucho y cen¨¦ poco.

Como no hab¨ªa manera de que se comportara como un mito para darme una satisfacci¨®n y resolverme de paso el reportaje, le pregunt¨¦ c¨®mo se defend¨ªa del proceso de mitificaci¨®n al que estaba siendo sometido por sus adversarios, pero tambi¨¦n por la gente m¨¢s cercana a ¨¦l, que lo adoraba. Me dijo que no corr¨ªa ning¨²n peligro de creerse las exageraciones de los amigos ni las de los enemigos, que eso les ocurr¨ªa a los que ten¨ªan m¨¢s pasi¨®n por el poder que por la pol¨ªtica.

-Pero mi pasi¨®n -a?adi¨®- es la pol¨ªtica, no el poder.

-?Eso explica tambi¨¦n su relaci¨®n con los medios? -le pregunt¨¦ tras hacerle part¨ªcipe de mis conclusiones (y de las de Torres Mora).

-En parte, s¨ª. Los medios son una forma de hacer pol¨ªtica desde el poder, porque quieren poder, pero no quieren transformar la sociedad. ?Tienen los medios alguna vocaci¨®n transformadora, de cambio? Tiene mucho m¨¢s af¨¢n de cambio la ciudadan¨ªa. Por eso, yo trabajo cada d¨ªa m¨¢s pensando en los ciudadanos que en los periodistas, tanto en mi forma de actuar como en la de comunicar. Y esto constituye un acto de fe democr¨¢tica. La fe en la democracia informa cada acto de mi vida. La idea es que mandan los ciudadanos. En mi campa?a electoral dije varias veces que me propon¨ªa quitar poder a los poderosos y entreg¨¢rselo a los ciudadanos, y a eso es a lo que me dedico. El ¨²nico poder que tiene el 90% de los ciudadanos es su voto, cada cuatro a?os. Los poderosos, en cambio, votan todos los d¨ªas. Y esta convicci¨®n hay que llevarla a todas partes. Te voy a poner un ejemplo muy claro, el de la energ¨ªa nuclear, que va a provocar un debate muy importante. En nuestro programa, que coincid¨ªa con un deseo muy fuerte de la ciudadan¨ªa, se inclu¨ªa la reducci¨®n de centrales. Ya hemos cerrado una. Es evidente que hay problemas de energ¨ªa, y que quiz¨¢ aumenten por el precio del petr¨®leo. Pues bien, nosotros, en ese contexto, vamos a hacer un calendario de cierre de centrales. Esto va a generar mucha pol¨¦mica porque la mayor¨ªa pol¨ªtica, estoy seguro, va a apostar por la energ¨ªa nuclear. La energ¨ªa nuclear es la respuesta sencilla. Yo, sin embargo, creo que hay que hacer crecer las energ¨ªas alternativas. Y eso, cuando lo haces por convicci¨®n, trasciende, con independencia de lo que digan los medios. Los ciudadanos desconf¨ªan con raz¨®n de la energ¨ªa nuclear porque no est¨¢ resuelta la seguridad ni est¨¢ resuelto el problema de los residuos. Adem¨¢s, una cultura que contempla un l¨ªmite a la energ¨ªa nuclear es una cultura que pone freno tambi¨¦n a los proyectos militares. No s¨®lo tenemos Ir¨¢n como problema. Hay otros pa¨ªses que van a caer en esa tentaci¨®n. Siempre se empieza con fines civiles y de ah¨ª se pasa a los militares.

Al hablar, inclina el cuerpo hacia m¨ª e invade con frecuencia mi burbuja. Cuando algo de lo que dice le entusiasma, me golpea la rodilla, para subrayarlo. En las pausas, echa el cuerpo hacia atr¨¢s, hasta alcanzar el l¨ªmite del respaldo y desde all¨ª me observa como el pintor observa una pincelada de su cuadro. M¨¢s que hablar al interlocutor, lo utiliza como un lienzo sobre el que dibuja apasionadamente sus ideas. Da la impresi¨®n de que puede ver el efecto que han producido dentro de su cabeza. Despu¨¦s de valorar ese efecto, adelanta otra vez los brazos y el cuerpo hacia el oyente, rompe de nuevo su burbuja, le mira francamente a los ojos y vuelve a la carga poniendo m¨¢s convicci¨®n o m¨¢s matices o m¨¢s datos, todo ello en funci¨®n de unos c¨¢lculos que ha llevado a cabo mientras te observaba. No se advierte en ¨¦l ninguna afectaci¨®n, ninguna reserva, ninguna distancia. A los diez minutos te olvidas de que est¨¢s hablando con el presidente del Gobierno.

-Yo -est¨¢ diciendo ahora- procuro cumplir cada d¨ªa mi compromiso con los ciudadanos porque eso es lo ¨²nico que me preocupa. De hecho, el grado de cumplimiento de nuestro programa, cuando termine la legislatura, va a ser espectacular. Ya lo es a dos a?os vista. Quiz¨¢ el grado de reconocimiento de los medios no est¨¦ a la altura del grado de cumplimiento, pero a m¨ª me parece bien que sea as¨ª, porque no estamos aqu¨ª para que los medios nos halaguen, sino para cumplir el mandato de los ciudadanos. A veces, en el Consejo, alg¨²n ministro se queja de que los telediarios de TVE no nos tratan bien. Y yo les digo que hemos ganado las elecciones para esto, para que los telediarios de la televisi¨®n p¨²blica sean, al fin, independientes. Si quieres que te traten mejor, hazlo mejor. A m¨ª las satisfacciones m¨¢s grandes no me las producen los aplausos, sino el hecho de ver a los dem¨¢s felices. Un hombre en el poder no es un hombre en su destino. Lo que importa es el destino del pa¨ªs al que sirve. En eso consiste la visi¨®n republicana de la vida. La norma es muy sencilla: austeridad con uno mismo y generosidad con los dem¨¢s.

Al observar que est¨¢ El Mundo entre los peri¨®dicos que acaba de hojear, le pregunto si no le ha molestado la caricatura citada m¨¢s arriba, en la que se le tacha de rata de alba?al.

-En absoluto. Estas cosas no me llegan -asegura sonriendo-. Y cuanto m¨¢s alejadas est¨¢n de la realidad, menos me llegan.

-?Qu¨¦ le llega entonces? ?Qu¨¦ le emociona?

-Me emocionan, por ejemplo, los subsaharianos. El problema de la inmigraci¨®n ocupa mucho mi pensamiento porque vivo respecto a ¨¦l en una contradicci¨®n absoluta. S¨¦ que no podemos dejarles pasar, pero mi deseo ser¨ªa ofrecerles trabajo a todos. Y tenemos que encontrar f¨®rmulas para resolver eso. Tambi¨¦n me preocupa mucho la generaci¨®n de los llamados mileuristas. Por eso, al debate sobre el estado de la naci¨®n llev¨¦ una serie de medidas dirigidas a estas personas. Un pa¨ªs tan rico como Espa?a ha de tener a esta generaci¨®n, que representa el arranque del siglo XXI, absolutamente comprometida con el proyecto pol¨ªtico del futuro. Dentro de quince a?os ser¨¢n ellos lo que tengan que cambiar el pa¨ªs, y no ser¨¢ posible si no les hemos hecho sentir afecto por lo p¨²blico. Hoy tienen poco afecto porque, perteneciendo a una generaci¨®n mejor formada que la m¨ªa, encuentran dificultades para salir a la vida. Y el problema no es que tengan que esperar cinco o seis a?os para acceder a un piso, que lo es y estamos trabajando en ello, el problema es que nosotros no nos podemos permitir el lujo de que las ideas con las que esa generaci¨®n va a cambiar el mundo lleguen a la sociedad con cinco o seis a?os de retraso. Me gustar¨ªa que esa generaci¨®n estuviese tan politizada como lo estuve yo. Yo sent¨ªa tanta pasi¨®n por la pol¨ªtica como por mi mujer. Cre¨ªa tanto en ella como en mi mujer. Yo sent¨ª que la democracia del 78 estaba hecha para mi generaci¨®n, para m¨ª, que voy a pasar, al contrario de mi padre, el 80% de mi vida en democracia. Yo soy la primera generaci¨®n que ha disfrutado de Espa?a. Ten¨ªa 16 a?os cuando las primeras elecciones. Iba con mi hermano por Le¨®n repartiendo propaganda de izquierdas porque ten¨ªamos la impresi¨®n de habernos ligado a la chica m¨¢s guapa del mundo, que era la democracia. Y esa creencia nos salv¨®. Por eso considero tan importante que esta otra generaci¨®n sienta tambi¨¦n afecto por lo p¨²blico, que crea en la pol¨ªtica, en la democracia.

-?Y lo est¨¢ consiguiendo?

-Claro que s¨ª. De hecho, en las pr¨®ximas elecciones el voto joven va a ser decisivo.

-Por cierto que, hablando de su hermano, con el que repart¨ªa propaganda, creo que tanto ¨¦l como su padre estaban m¨¢s a la izquierda que usted.

-Mi hermano era del PC, y muy activo, y mi padre hab¨ªa colaborado con el PC en la clandestinidad. Recuerdo que en mi casa hab¨ªa una multicopista de esas. ?C¨®mo se llamaban?

-?Vietnamitas?

-Eso es, una vietnamita. Pero mi padre ya vot¨® al PSOE en el 77. Marx es un extraordinario pensador y un excelente analista del capitalismo. Pero le falta reflexi¨®n sobre la democracia. El monopolio econ¨®mico produce efectos negativos. El origen de la izquierda se encuentra en los valores de la Revoluci¨®n Francesa, que es una revoluci¨®n ciudadana porque se enfrenta a quienes en esos momentos monopolizan el poder: la nobleza y el campesinado. De ah¨ª salen todos los valores de la izquierda. Lo malo es que habitualmente se piensa m¨¢s en t¨¦rminos de poder que de democracia. Quienes piensan que al poder se puede llegar de cualquier manera (a trav¨¦s de la lucha armada, por ejemplo) tambi¨¦n piensan que se puede ejercer de cualquier manera. Y eso no puede ser. El Muro de Berl¨ªn fue un argumento excelente para la derecha. Era tan bueno que Berlusconi todav¨ªa lo utiliz¨® en las ¨²ltimas elecciones. Ahora la derecha no tiene fantasmas con los que azuzarnos para ejercitar el poder. Por eso utiliza a Bin Laden. Pero nadie se cree que Bin Laden pueda debilitarnos tanto. No tiene el poder que hab¨ªa al otro lado del Muro. Lo que da fuerza a un proyecto democr¨¢tico es la transparencia, la deliberaci¨®n democr¨¢tica, el debate. El poder tiene que tener todos los controles del mundo. Cuantos m¨¢s controles tenga, mejor. Por eso puse tanto empe?o en dar libertad a los medios p¨²blicos Ahora bien, yo creo que los medios deber¨ªan aportar m¨¢s ideas de cambio. Aportan poco en esa direcci¨®n. Y se equivocan, porque un medio de comunicaci¨®n puede dar muchas satisfacciones a los suyos, pero carecer de influencia social.

-Acaba de hacer frente al debate sobre el estado de la naci¨®n. Dentro de unos d¨ªas se votar¨¢ el Estatuto catal¨¢n. Adem¨¢s, ha asegurado que de un momento a otro anunciar¨¢ en el Parlamento el inicio de los contacto con ETA. ?No hay una concentraci¨®n excesiva de asuntos capitales en muy poco tiempo?

-La pol¨ªtica es el control de los tiempos. La pol¨ªtica es tiempo, mucho m¨¢s en una sociedad cuyo volumen de informaci¨®n al d¨ªa es impresionante. Hay que pensar no s¨®lo c¨®mo dices las cosas, sino cu¨¢ndo las dices. Siempre hay un margen aleatorio de error, siempre se corre alg¨²n riesgo, pero estamos aqu¨ª tambi¨¦n para correr riesgos. Antes de ganar las elecciones, coment¨¦ con algunas personas que me iba a tocar la tarea de poner fin a ETA, no porque yo tuviera cualidades especiales o porque dispusiera de unos recursos que no hubiera descubierto nadie, sino porque era el tiempo de acabar con ETA. No gan¨¦ el congreso de mi partido por ser Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, sino porque hab¨ªa llegado el momento de los Zapateros. Pues bien, ahora ha llegado el momento de desatar este nudo. Si a esa certeza le pones unas gotas de sentido com¨²n y de intuici¨®n (y esto se da por descontado en una persona muy bregada pol¨ªticamente como yo), lo normal es que las cosas salgan bien.

Cuando le recuerdo una idea muy extendida en determinados ambientes seg¨²n la cual es m¨¢s beneficioso (incluso electoralmente) mantener a ETA como una enfermedad cr¨®nica que intentar eliminarla, me dice que ese tipo de an¨¢lisis pertenecen a aquellos que aman el poder por encima de la pol¨ªtica y cuyo deseo es perpetuarse en el poder.

-Mi experiencia de estos dos a?os en el Gobierno -a?ade- es que el poder es un buscador incansable de excusas para demorar la soluci¨®n de las tareas dif¨ªciles. Yo no estoy dispuesto a caer en ese vicio. Por eso tomo decisiones cuando creo que es el momento de tomarlas. Eval¨²o los riesgos y mido las consecuencias, desde luego, pero en esta evaluaci¨®n jam¨¢s intervienen c¨¢lculos electoralistas. No te puedes imaginar hasta qu¨¦ punto esos c¨¢lculos pueden retrasar las decisiones importantes. En el problema de ETA, si no hubiera elecciones dentro de dos a?os, estar¨ªamos todos de acuerdo. F¨ªjate, por ejemplo, en el asunto de las pensiones. Yo llevo 20 a?os oyendo que no se pueden subir las pensiones porque el sistema no aguanta. Pues las hemos subido y no s¨®lo aguanta, sino que mejora. Si se hubieran cumplido las profec¨ªas de los agoreros, el sistema de pensiones habr¨ªa saltado a mediados de los noventa.

-?Qu¨¦ m¨¢s ha aprendido durante estos dos a?os?

-He aprendido a estimar a¨²n m¨¢s a la ciudadan¨ªa com¨²n, en la que hay un verdadero af¨¢n de cambio, y a ignorar a los que justifican tanto. Y veo con iron¨ªa ese aire de superioridad que transmiten algunos como Rajoy: "Usted no sabe nada, usted es un insolvente, usted no tiene proyecto, ni equipo ni ideas?". Me divierte. Mira, yo no estaba de acuerdo con Aznar, pero Aznar ten¨ªa un proyecto pol¨ªtico. Rajoy es como el recuelo del caf¨¦. Es un hombre de hace 30 a?os, incluso del siglo XIX. ?No te lo imaginas perfectamente en el casino, pasando la tarde?

Cuando llegamos a Lleida, un colaborador se acerca a ¨¦l y le dice que tiene que bajarse el ¨²ltimo del tren.

-Siempre me tengo que bajar el ¨²ltimo o el primero, pero a¨²n no he averiguado de qu¨¦ depende -me conf¨ªa con expresi¨®n divertida.

A pie de vag¨®n le est¨¢n esperando Montilla, Maragall y las autoridades locales. Tras los saludos de rigor, la comitiva se dirige a una sala de la estaci¨®n habilitada para un peque?o ¨¢gape. Antes de llegar a la sala, a¨²n en pleno and¨¦n, Zapatero ve entre el p¨²blico a un grupo de limpiadoras a las que se acerca, rompiendo el circuito establecido. Son ocho o diez chicas a las que besa y con las que bromea unos instantes antes de preguntar cu¨¢ntas de ellas son catalanas. S¨®lo hay dos. El resto son inmigrantes. Zapatero registra el dato y contin¨²a el recorrido.

Dedic¨® gran parte del mitin a los j¨®venes, a los mileuristas de los que me hab¨ªa hablado en el tren. Dijo que ellos gobernar¨ªan mejor que ¨¦l porque entender¨ªan su tiempo mejor que ¨¦l. En contra de la tentaci¨®n, tan extendida, de vaticinar que con uno se acaba el mundo, Zapatero asegura siempre que lo mejor est¨¢ por llegar.

Ese d¨ªa regresamos a Madrid en avi¨®n, desde Zaragoza. Despu¨¦s de que nos sirvieron las almendras y la cerveza cuarteleras, le dije si pensaba a veces en el d¨ªa que dejara de gobernar y si no le daba miedo salir mal de La Moncloa, lo que parece que es, hasta ahora, el destino de todos los que han pasado por ella.

-Lo peor -brome¨®- no es c¨®mo salen, sino en lo que se convierten despu¨¦s.

Enseguida, cambiando de gesto, como diciendo ahora en serio, a?adi¨®:

-Soy psicol¨®gicamente muy distinto a Aznar o a Felipe Gonz¨¢lez. Me veo, una vez que termine esta etapa, tranquilo, trabajando para el Consejo de Estado, ayudando en lo que pueda y, sobre todo, dando algunas clases a los alumnos de Pol¨ªticas, para decirles la verdad sobre este mundo. No me veo opinando ni intentando dar clases a mi sucesor de c¨®mo se es presidente. Los ex presidentes creen que hay que ense?ar a ser presidente, lo cual en democracia es absurdo. Hay que aprender a ser presidente, pero no se ense?a a serlo. Adem¨¢s, lo que se aprende sin estudiar no se olvida.

Cuando estamos llegando a Madrid, me pregunta si es muy dif¨ªcil escribir un reportaje. Le miro con desconfianza, dando por supuesto que se trata de una pregunta ret¨®rica, pero ¨¦l pone un gesto de estar a la escucha que me conmueve, de modo que empiezo a mostrarle mi cocina. Cuando llevo un rato hablando, me doy cuenta de lo absurdo de la situaci¨®n, pero ¨¦l contin¨²a prest¨¢ndome una atenci¨®n desmesurada. As¨ª que le explico c¨®mo re¨²no los materiales, c¨®mo los articulo, c¨®mo intento ponerlos al servicio del sentido? Todo ello con una sensaci¨®n insoportable de cazador cazado.

Zapatero gan¨® el debate sobre el estado de la naci¨®n celebrado los d¨ªas 30 y 31 de mayo. Seg¨²n la encuestas del CIS, a la pregunta de qui¨¦n cree usted que gan¨® el debate, el 50,2% de los encuestados respondi¨® que Zapatero, frente al 14,3%, que atribuy¨® la victoria a Rajoy. Una goleada que los medios no reflejaron al d¨ªa siguiente ni de lejos. El 18 de junio, el pueblo catal¨¢n dio al Estatuto un s¨ª abrumadoramente mayoritario con una participaci¨®n escasa, aunque superior a las de otras consultas de este tipo. Y el 29 de junio, por fin, Zapatero anunci¨® en el Congreso el comienzo de las conversaciones con ETA. No le cab¨ªa en la cabeza, me hab¨ªa dicho, que hubiera una fuerza pol¨ªtica que no quisiera participar en este esfuerzo por acabar con la violencia. No pod¨ªa entenderlo y siempre tuvo la esperanza de recuperar a Rajoy. Por ello demor¨® el anuncio, aunque lo llev¨® a cabo dentro del mes de junio, como hab¨ªa prometido el d¨ªa de nuestro primer encuentro, en el mitin de Barakaldo. Para no subrayar la soledad de Rajoy en aquel momento hist¨®rico, hizo el anuncio en una comparecencia ante la prensa, en vez de en el hemiciclo, y orden¨® a su gente que no hiciera una sola cr¨ªtica al jefe de la oposici¨®n ni al PP. Era jueves, d¨ªa de pleno parlamentario.

-Qu¨¦ va usted a hacer ahora? -le pregunt¨¦ al acabar la conferencia de prensa.

-Irme al pleno a trabajar, es un d¨ªa cualquiera.

Se fue al pleno, se sent¨® en su sitio y logr¨® de este modo impregnar de cotidianidad un hecho hist¨®rico. En apenas cinco semanas hab¨ªa resuelto tres asuntos que pod¨ªa haber sacado adelante en dos legislaturas sin que nadie se lo reprochara.

Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero se encuentra en medio de la legislatura y en la mitad de su vida. Le apasiona su trabajo, tiene una vida familiar apacible y un optimismo sin l¨ªmites sobre las posibilidades del pa¨ªs en el que le ha tocado vivir. En los aviones y en los trenes en los que viaja se sigue respirando el mismo ambiente informal que hace dos a?os, cuando lleg¨® al poder. La gente del equipo est¨¢ atenta a sus responsabilidades, pero jam¨¢s se la ve tensa.

-Soy -me dir¨ªa para explicarme c¨®mo logra crear esa atm¨®sfera- el presidente de la democracia que menos distancia ha marcado con sus subordinados. Soy poco jer¨¢rquico, lo que a veces puede parecer an¨¢rquico. Nunca he echado a nadie una bronca, jam¨¢s. Cuando algo no me gusta, me callo. Esa es la m¨¢xima reacci¨®n de disgusto que me permito. Es fundamental que la gente se encuentre bien, que sienta que reconoces su trabajo y sabes lo que hace. Me cuentan las cosas tres y cuatro veces, porque yo recibo informaci¨®n por v¨ªas muy distintas. Jam¨¢s le he dicho a un colaborador que ya s¨¦ lo que me quiere contar.

Cuando hace dos a?os gan¨® las elecciones, dec¨ªamos de ¨¦l que era un enigma. Hoy, en muchos ambientes (tambi¨¦n fuera de Espa?a), es un mito. Entre el enigma y el mito, oculto o protegido por ambos, cabalga un hombre de izquierdas, excepcionalmente dotado para la pol¨ªtica (que no para el poder) y empe?ado en cumplir el punto m¨¢s importante de su programa electoral: no decepcionar a los votantes. A la hora de cerrar est¨¢s l¨ªneas, y seg¨²n la ¨²ltima encuesta del instituto Opina, Zapatero sacaba 20 puntos de ventaja a Rajoy en valoraci¨®n ciudadana. Y una parte significativa de los votantes del PP aseguraba preferir que ganara el PSOE. Pero Rajoy continuaba predicando el fin del mundo con una pasi¨®n que evidenciaba su deseo de que sucediera, pues s¨®lo en un escenario apocal¨ªptico pod¨ªa germinar su mensaje. Continuar¨¢?

Con su mujer, Sonsoles Espinosa, en el Congreso de los Diputados el pasado 31 de mayo, tras el debate sobre el estado de la naci¨®n.
Con su mujer, Sonsoles Espinosa, en el Congreso de los Diputados el pasado 31 de mayo, tras el debate sobre el estado de la naci¨®n.BERNARDO P?REZ

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Sobre la firma

Juan Jos¨¦ Mill¨¢s
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, adem¨¢s del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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