La querella de M¨¦xico
En 1915, Mart¨ªn Luis Guzm¨¢n public¨® un notable y pol¨¦mico op¨²sculo titulado La querella de M¨¦xico. Noventa a?os m¨¢s tarde, podemos reconocernos y desconocernos en el espejo desenterrado por el escritor. El problema de M¨¦xico, se?ala Guzm¨¢n, es resolver su existencia normal como pueblo organizado. No lo hemos hecho porque "padecemos penuria de esp¨ªritu" y somos gobernados por "esp¨ªritus d¨¦biles e inmorales" o por simples "materialistas" que ponen por delante la econom¨ªa sin darse cuenta de que, si no cambia el esp¨ªritu, habr¨¢ desorden econ¨®mico. No existe, concluye Guzm¨¢n, esperanza que se funde en el desconocimiento de nuestros defectos.
Cabe evocar estas palabras ante el espect¨¢culo de un pa¨ªs confrontado, m¨¢s que dividido, despu¨¦s de la jornada electoral del 2 de julio. Sustituyo la palabra "esp¨ªritu" del autor de La sombra del caudillo por tres "¨ªes" que me parecen m¨¢s relevantes nueve d¨¦cadas m¨¢s tarde: inteligencia, intuici¨®n e imaginaci¨®n. Las opongo a tres malas vocales: ignorancia, idiotez e ilusi¨®n. En todo caso, es el primer tr¨ªo el que vamos a necesitar, y el segundo el que debemos evitar, para superar la confrontaci¨®n y sustituirla, con suerte, por un ejercicio inteligente, intuitivo e imaginativo que compete a ambos bandos, el de Felipe Calder¨®n y el de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador.
Calder¨®n llega pr¨¢cticamente solo a la alfaj¨ªa de la presidencia. No fue el candidato preferido de Los Pinos. Carga con desechables operadores e ideolog¨ªas de extrema derecha -Manuel Espino y El Yunque- que salen sobrando en una presidencia moderna. Ha recibido visitas indeseables como la del inmiscuido Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Todos ¨¦stos son o pueden ser males pasajeros. En esencia, Calder¨®n aparece hoy como un hombre solitario, lo cual, m¨¢s que una desventaja, puede ser su gran ventaja a fin de modelar su propia Administraci¨®n con autonom¨ªa despu¨¦s de una elecci¨®n muy re?ida donde la mitad del electorado postula valores que Calder¨®n y el PAN no hacen expl¨ªcitos pero sin los cuales no podr¨¢n gobernar con ¨¦xito. La paradoja es que dichos valores han sido la bandera del candidato opositor Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador y tienen que ver, el lector lo sabe o lo adivina, con pol¨ªticas sociales que se han quedado rezagadas en el sexenio que concluye. Se trata de valores sociales como el combate contra una pobreza que en grados diversos afecta a la mitad de la poblaci¨®n. Se trata de multiplicar fuentes de trabajo que aten¨²en el ¨¦xodo laboral mexicano a Estados Unidos. Se trata de distribuir la riqueza con mayor equidad. Actualmente, el 10% de los mexicanos detenta el 43% de la riqueza y el 40% de la poblaci¨®n vive en la pobreza.
L¨®pez Obrador ha encarnado estas exigencias dotado de una aureola casi m¨ªstica que, seg¨²n opini¨®n de un amigo m¨ªo que no es partidario de AMLO, el pa¨ªs no hab¨ªa visto desde el apostolado de Francisco I. Madero, en 1910, o quiz¨¢s desde la campa?a de Jos¨¦ Vasconcelos en 1930. Calder¨®n, en cambio, es la imagen misma de la clase media mexicana cat¨®lica, conservadora, profesional y consciente a veces, inconsciente otras, de que posee una base popular tan amplia o m¨¢s que la de AMLO: la de la mayor¨ªa cat¨®lica de M¨¦xico, una mayor¨ªa "guadalupana" que se siente encarnaci¨®n del "esp¨ªritu" evocado por Guzm¨¢n, que es practicante b¨¢sica de rodilla herida y corona de espinas, pero tambi¨¦n clase media, practicante o no, pero pose¨ªda de la costumbre de un pa¨ªs donde hasta los ateos son cat¨®licos.
Sin embargo, vaya la siguiente paradoja, ese mismo pueblo cat¨®lico es el que ha protagonizado, con el estandarte guadalupano muy en alto, las luchas por la independencia y la revoluci¨®n y ha cambiado de signo conservador s¨®lo cuando los conservadores han obstaculizado el desarrollo econ¨®mico, pol¨ªtico y social de la mayor¨ªa cat¨®lica, liberal o revolucionaria. Ejemplos: la oposici¨®n conservadora a las leyes de Reforma de Benito Ju¨¢rez, el apoyo conservador a la Intervenci¨®n Francesa y al imperio de Maximiliano y la lucha contra la Constituci¨®n de 1917 en numerosos postulados.
Si esto habla muy alto de la complejidad de nuestra historia, nos obliga, para regresar a La querella de M¨¦xico, a revisar nuestros valores sociales en vez de "pulir m¨¢s nuestra f¨¢bula hist¨®rica". Acaso sea ¨¦sta la oportunidad mayor del actual proceso electoral, m¨¢s all¨¢ de las querellas ejemplificadas, al cabo, por la frangible diversi¨®n de los insultos que o¨ªmos: chachalaca, pelele, usurpador, renegado, traidor, mapache, peligro para M¨¦xico, que la literatura, madre de todas las ofensas, recoger¨¢ sin duda para reiterar, enriqueci¨¦ndolo, el lenguaje popular mexicano, pero que al cabo nada tiene que ver con lo que H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn llama "la concordia activa". No una rendici¨®n de principios ni un arriar de banderas, sino una conciencia pr¨¢ctica de que ninguno de los dos contendientes, Calder¨®n o L¨®pez Obrador, podr¨ªan gobernar sin incorporar, uno y otro, ideas, programas y personalidades del bando contrario.
A Felipe Calder¨®n le corresponder¨ªa hacer suyo buena parte del programa social de L¨®pez Obrador. Las propuestas de la izquierda no pueden ser olvidadas en lo que ser¨ªa una presidencia calderonista desamparada en la soledad de un partido heredero de una presidencia paral¨ªtica. A Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador le tocar¨ªa darle cuanto antes bases jur¨ªdicas y calma pol¨ªtica a lo que vendr¨ªa siendo, a la Roosevelt, un "nuevo trato" para M¨¦xico: las soluciones animadas desde abajo, la movilizaci¨®n del desperdiciado esfuerzo colectivo, el incremento del capital humano y una nueva y vigorosa campa?a educativa como las que Vasconcelos y Torres Bodet iniciaron en un pa¨ªs mucho menos poblado y diferenciado que el de hoy.
Nuevo trato desde abajo, sin desde?ar los valores, desde arriba, de la inversi¨®n p¨²blica y privada ni la acci¨®n plural de la sociedad civil. Si Calder¨®n llega a Los Pinos en diciembre, quiz¨¢s L¨®pez Obrador siga en la escena pol¨ªtica como jefe de un movimiento. Dos cosas me parecen, sin embargo, ciertas. La primera, que aunque AMLO desaparezca, su programa y los reclamos que el programa incorpora, seguir¨¢n all¨ª. No son postulados que dependan de un candidato, por carism¨¢tico que ¨¦ste sea. Son el articulado de un movimiento social que rebasa y debe continuar rebasando a su l¨ªder para incorporarse a la vida p¨²blica mexicana. El programa suscitado por AMLO estar¨¢ desde ahora presente como parte de una esperanza que, esta vez, se fundar¨ªa en el conocimiento de nuestras virtudes. Calder¨®n no podr¨¢ gobernar sin los valores de L¨®pez Obrador. Y L¨®pez Obrador no podr¨¢ gobernar sin las reformas del Estado -la reelecci¨®n de legisladores, la segunda vuelta electoral, el referendo constitucional- que hemos aplazado por demasiado tiempo y que s¨®lo son asequibles mediante la negociaci¨®n pol¨ªtica, el compromiso, la primac¨ªa de la inclusi¨®n sobre la exclusi¨®n y la moderaci¨®n de los lenguajes.
Hace poco, el historiador norteamericano John Womack advirti¨® que M¨¦xico paga sus divisiones con cuotas de soberan¨ªa. Hoy, ser soberano incluye la obligaci¨®n de estar en el mundo. No podemos ser avestruces. Debemos pugnar por una globalizaci¨®n -fen¨®meno tan inevitable como el descubrimiento de Am¨¦rica o la Revoluci¨®n Industrial- con rostro humano. Es decir: la mundializaci¨®n o internacionalizaci¨®n sujeta a derecho y atenta a la dignidad del trabajador.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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