Amar el da?o
Una de las mayores fuentes de atracci¨®n sexual y amorosa entre los humanos es el desequilibrio mental. No es una broma, sino una inquietante realidad a tener muy en cuenta. Lo explica muy bien Cyril Connolly, el c¨¦lebre cr¨ªtico literario ingl¨¦s, en su Obra Selecta publicada por Lumen: "El amor a primera vista -y la primera vista es la consumaci¨®n suprema para los rom¨¢nticos- es una intuici¨®n, engendrada por el h¨¢bito, de la persona que puede hacernos da?o". Cyril Connolly era un neur¨®tico importante, y de ah¨ª que conociera tan bien esa terrible tendencia amorosa que consiste en emparejarse con la persona m¨¢s inconveniente. Muchos hombres y muchas mujeres se sienten instant¨¢nea y extra?amente atra¨ªdos por individuos ps¨ªquicamente inestables y adem¨¢s da?inos. No se trata, naturalmente, de una elecci¨®n consciente, sino de un error tan repetitivo que termina siendo una costumbre.
Se me ocurre que, cuanto m¨¢s neur¨®tico es uno, m¨¢s se dispara este mecanismo. Es como si los desequilibrios se atrajeran mutuamente. A veces las carencias de uno y otro se armonizan para bien, pero a menudo se produce una especie de enganche en lo peor, como si la neura de uno avivara la neura del contrario. Como dos argollas que se cierran para procurar la perdici¨®n de los encadenados. Hay parejas, en fin, que son un verdadero monumento a la inadecuaci¨®n, como si ambos hubieran buscado, justamente, a la persona que m¨¢s pudiera perjudicarles.
Recuerdo, por ejemplo, la terror¨ªfica historia del pintor Modigliani y Jeanne H¨¦buterne, su ¨²ltima mujer. Cuando se conocieron, en 1917, ¨¦l ten¨ªa 33 a?os y ella diecinueve. Paup¨¦rrimo, bohemio, drogadicto y alcoh¨®lico, para entonces Modigliani ya estaba a medio camino de la cat¨¢strofe, pero Jeanne, una mujer terriblemente pasiva, dependiente y mort¨ªfera, no s¨®lo no hizo nada por sacarle de all¨ª, sino que complet¨® el c¨ªrculo autodestructivo. Durante tres a?os se machacaron el uno al otro, encerrados en un infierno dom¨¦stico cuyo solo atisbo pone los pelos de punta. Al cabo, en enero de 1920, tras unos ¨²ltimos d¨ªas demenciales que pasaron encerrados en el cuchitril en el que viv¨ªan, sin dinero, sin le?a para el fuego, sin medicinas y sin comida, Modigliani muri¨® de meningitis tuberculosa entre terribles sufrimientos. Horas m¨¢s tarde, Jeanne, que estaba embarazada de nueve meses, se suicid¨® arroj¨¢ndose por una ventana desde un quinto piso. Y lo m¨¢s impresionante es que, a medida que vas siguiendo los s¨®rdidos avatares de esta relaci¨®n, va creciendo en ti la certidumbre de que, si se hubieran separado, posiblemente hubieran podido sobrevivir los dos.
Hay amores que matan, en efecto, pero justamente porque no son amores, sino dislocaciones del alma, desquiciamientos. Como la p¨¦rfida pasi¨®n que mantuvieron los poetas Rimbaud y Verlaine durante un par de a?os. Violentos, sadomasoquistas y feroces, jugaban a clavarse cuchillos en las manos sobre los veladores de los caf¨¦s parisinos. Su historia termin¨® cuando Verlaine le peg¨® un tiro a Rimbaud (y por casualidad le hiri¨® tambi¨¦n en una mano, precisamente). Ambos llegaron a tener tan claro que la relaci¨®n les destru¨ªa que el resto de su vida se estuvieron huyendo, de la misma manera que intentaron huir del alcohol o el hashish. De hecho, estoy convencida de que la separaci¨®n prolong¨® la existencia de los dos. Aunque, a decir verdad, los a?os que vivieron cada uno por su lado despu¨¦s de la ruptura fueron penosos.
Vargas Llosa describe maravillosamente bien este tipo de amor, que en realidad es m¨¢s bien una enfermedad, en su ¨²ltima novela, Travesuras de la ni?a mala (Alfaguara). Su protagonista, un hombre pasivo y vitalmente cobarde, queda prendado de una chica desquiciada y nociva, el tipo de mujer del que cualquier persona sensata saldr¨ªa huyendo. Pero en el amor (en la dolencia amorosa) casi nadie es sensato. Antes al contrario: como he dicho, la chifladura del otro atrapa y encandila. Y eso es lo que le sucede al protagonista de Vargas Llosa: se enamora de la loca precisamente porque es loca. Y en un giro conmovedor de esta hermosa y triste historia, resulta que al final, pese al dolor y la perturbaci¨®n, la locura de la loca es lo mejor que le pasa en la vida a ese hombre pasivo. Pero esto, claro, es una novela del maestro Vargas Llosa. En la vida real me parece que es mejor salir corriendo cada vez que te atraiga alguien da?ino.
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