La obra y su espacio
Unos d¨ªas despu¨¦s de haberse instalado una escultura de Richard Serra en los jardines pr¨®ximos al Museo de Bellas Artes de Bilbao, se ha colocado a pocos metros una escultura pintada en azul del artista valenciano Miquel Navarro. El espacio elegido y la escultura del valenciano no parece que se han puesto de acuerdo. Algo le falta a la obra para entenderse con el espacio.
As¨ª como a la escultura de Serra era como si el espacio le estuviera esperando, en este caso su presencia es como un entrometimiento, un estorbo. La obra del estadounidense se ha compenetrado soberbiamente con el espacio desde el primer momento, por la rotundidez proporcionada de los vol¨²menes, por ser proteica, cambiante y sugeridora. No es este el caso de la escultura del valenciano, debido probablemente a que la pieza sea una ampliaci¨®n de lo que en origen fue de menor tama?o.
Conviene recordar que no vale todo lo que queremos que valga, por la sencilla raz¨®n de que el espacio es muy selectivo. Adem¨¢s, el gigantismo por el gigantismo en arte tiene un valor muy peque?o. Lo prueba la desproporci¨®n entre la enorme altura de la escultura y la exigua filiformidad de las piezas geom¨¦tricas que la conforman. Lo filiforme queda un tanto indefenso y como perdido en el espacio. La parte salvable le viene por el lado de lo l¨²dico, ya que los elementos geom¨¦tricos-constructivistas acaban por convertir la escultura en un tot¨¦mico ente figurativo, de car¨¢cter m¨¢s o menos caricatural y grotesco. La posible sonrisa como m¨¦todo infalible de vida. Lo que no es poco.
Mas volviendo a la realidad art¨ªstica que nos ocupa, debemos dejar bien claro que toda escultura que se precie siempre nace para estar casada con el espacio. Si el arte es poner en la obra la verdad, a?¨¢dase que una obra de arte es buena cuando se ha creado necesariamente. Se puede decir de otro modo: una buena escultura es una pieza ¨²nica, una revelaci¨®n insustituible. ?Ocurre esto con la escultura de Navarro? La respuesta pod¨ªa formularse en forma de pregunta: ?por qu¨¦ esa escultura y el espacio donde se ha instalado dan la impresi¨®n de estar enemistados?
Todo esto que aqu¨ª se ha dicho tiene su fundamento esencial en una premisa procedente de alguien como Gaston Bachelard, que sab¨ªa lo suyo en esta materia. Estas son sus reveladoras palabras, impregnadas de un profundo y sabio conocimiento: "El espacio, el gran espacio es el amigo del ser".
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