Cartas de Atocha
Lo mejor de la cartelera madrile?a no est¨¢ actualmente en los cines, sino en una peque?a sala escalonada, con capacidad para apenas veinte personas, que muestra gratuitamente en sesi¨®n continua, desde las diez de la ma?ana a las diez de la noche, las ¨²ltimas obras maestras de V¨ªctor Erice. Ojal¨¢ que la dispersi¨®n del verano, la pereza vacacional y la propia gratuidad de la entrada, que a algunos en lugar de animarles les hace desconfiar, no impidan al mayor n¨²mero posible de gente acudir a la ronda de Valencia, donde en el interior de La Casa Encendida brilla (hasta el 24 de septiembre) una de las m¨¢s originales y apasionantes exposiciones que yo haya visto nunca.
El visitante encontrar¨¢ nada m¨¢s entrar un bosque de ¨¢rboles que enga?a la vista y despierta el deseo de juego. ?Laberinto, rompecabezas, jard¨ªn de infancia? Se trata de la instalaci¨®n Bosque sin hojas, la mayor contribuci¨®n del director iran¨ª Abbas Kiarostami a la muestra, que lleva el t¨ªtulo Erice-Kiarostami. Correspondencias, y la colocaci¨®n de la falsa arboleda en el patio central de La Casa Encendida es un acierto, luciendo en Madrid mejor que en la sede del Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona, entidad coproductora de la exposici¨®n y donde yo la vi por primera vez (llevo cuatro visitas) el pasado mes de febrero; los dem¨¢s contenidos "respiraban", sin embargo, mejor en la Casa de la Caritat barcelonesa.
El hermoso bosque de Kiarostami deja ver el resto. Confieso aqu¨ª, y no es la primera vez que me expongo a la irritaci¨®n de sus fieles, que tengo poca estima por el cine de este realizador; de hecho, los ejemplos f¨ªlmicos suyos presentes en la exposici¨®n, el ni?o y la pareja durmiente, las dos cartas a Erice, me resultan tan ¨¢ridos y raqu¨ªticos como toda su filmograf¨ªa, paradigma de un "discurso sobre la poca realidad" hecho con escasa elocuencia cinematogr¨¢fica. He de reconocer que sus fotos, expuestas en dos amplias salas de La Casa Encendida, son, asimismo, de gran belleza, lo cual me inclina a¨²n m¨¢s a pensar que Kiarostami es un formidable artista pl¨¢stico al que la imagen en movimiento paraliza o reseca.
Lo contrario de Erice, cuyo gran aprecio por la obra del iran¨ª, sin hacerme cambiar de opini¨®n, le reviste a mis ojos de un aura de respetabilidad que hace a?os, cuando vi sus primeras pel¨ªculas, fui incapaz de captar. Los dos comisarios de la exposici¨®n, Jordi Ball¨® y Alain Bergala, que han hecho un excelente trabajo, rastrean -y encuentran- correspondencias, afinidades, ecos y, a partir de 2005, una fraternidad inducida pero palpable entre los dos directores, nacidos, con una semana de diferencia, en junio de 1940. De ah¨ª que el tejido global de lo presentado (cine, pintura, fotograf¨ªa, v¨ªdeo) es siempre sugestivo, abundante en significados, inagotable en sus recovecos, por lo que una visita de dos horas, el m¨ªnimo aconsejable, no agota la riqueza de la muestra.
Ahora bien, el acontecimiento es el nuevo Erice, o, para ser m¨¢s precisos, los dos ¨²ltimos erices que se dan a conocer en La Casa Encendida. El m¨¢s antiguo, Alumbramiento, es un corto de 10 minutos realizado en 2002 para un filme colectivo sobre el paso del tiempo que lleg¨® a estrenarse (aunque no en Espa?a) y en el que el material de otro de los convocados, nuestro famoso Kiarostami, no lleg¨® a montarse. Erice rod¨® -principalmente en Asturias- la f¨¢bula de una mancha de sangre que amenaza a un reci¨¦n nacido, y el fantasma de ese nacimiento se cierne a la vez sobre una familia, una guerra civil, un reloj falso, un juego de ni?os y unas sombras que a lo largo de todo el corto se van expandiendo; acabada la proyecci¨®n, el espectador tiene la impresi¨®n de que, en vez de una miniatura, ha visto una pel¨ªcula-r¨ªo de torrencial calado. Producido y "encargado" por los organizadores de la muestra, La Morte Rouge es un mediometraje de 35 minutos que Erice finaliz¨® este mismo 2006. La Morte Rouge es el nombre de un pueblo canadiense imaginario que aparece en la primera pel¨ªcula que el ni?o Erice (narrador del texto escrito por ¨¦l) vio en su vida, en un grandioso cine hoy derruido de San Sebasti¨¢n. Infancia y cinefilia, esos dos lugares amenos a los que el autor de El esp¨ªritu de la colmena vuelve sin cesar, son aqu¨ª met¨¢fora de una iniciaci¨®n y presagio del fin del cine como "pol¨ªtica de la lentitud" (palabras de Bergala). Narraci¨®n de intriga, poema en prosa, ensayo l¨ªrico, La Morte Rouge obliga a parafrasear lo que, refiri¨¦ndolo a Rossellini, se dec¨ªa en Antes de la revoluci¨®n de Bertolucci: "No podemos vivir sin Erice".
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