La gran aventura de La Habana
Una urbe congelada en el tiempo que se enfrenta al reto de su restauraci¨®n
Uno de los grandes alicientes de La Habana es que no es una sola: hay muchas Habanas. La m¨¢s conocida y menos deteriorada es La Habana colonial, la de las cinco grandes plazas -la de Armas, la de San Francisco, la Vieja, la de la Catedral y la del Cristo-, la ciudad de los baluartes militares de La Fuerza y La Caba?a y de la calle del Obispo. Pero m¨¢s all¨¢ de este centro hist¨®rico existe una fabulosa Habana ecl¨¦ctica, y una Habana d¨¦co, y tambi¨¦n una Habana moderna, de los a?os cincuenta, todas de gran inter¨¦s.
Est¨¢ adem¨¢s la ciudad carpenteriana de las columnas y los soportales, La Habana de las grandes calzadas -la del Cerro, la de Monte, la de Infanta- que serpentean en todas direcciones protegiendo al paseante de la lluvia y el sol. Y La Habana se?orial de El Vedado, dividida y subdividida en cuadr¨ªculas regulares y lotes independientes; o La Habana exclusiva de las residencias de la Quinta Avenida y el Country Club; o la marinera de Regla y Casa Blanca.
La Calzada del Cerro, hoy en un estado deplorable, pero todav¨ªa hermosa en su decadencia, conserva gran parte de las casas-quinta edificadas en el siglo XIX por el patriciado habanero
Pasear hoy por cualquiera de las calles o plazas recuperadas del centro hist¨®rico, como Mercaderes, Oficios o la plaza de San Francisco, llena de caleseros, terrazas y palomas, es realmente un placer
Pocos viajeros, sin embargo, llegan a apreciar y a disfrutar estas otras Habanas.
La Habana es quiz¨¢ la ¨²nica ciudad de Am¨¦rica -y una de las pocas del mundo- que re¨²ne dos raros privilegios: haber tenido un grand¨ªsimo y valioso fondo arquitect¨®nico de diversos periodos y estilos, y que ¨¦ste haya sobrevivido a la especulaci¨®n inmobiliaria y al desarrollismo, pues, por circunstancias hist¨®ricas y pol¨ªticas, la capital cubana qued¨® pr¨¢cticamente congelada al final de los a?os cincuenta.
Desde la loma de Chaple, un grupo de casonas y palacetes sobrepuestos en una trama laber¨ªntica tiene las mejores vistas de La Habana. El peque?o reparto, construido entre los a?os veinte y cincuenta sobre una elevaci¨®n de 60 metros, es un tesoro tan escondido al turista como la Calzada del Cerro, en la que se transform¨® el primitivo camino que comunicaba la capital con las vegas de Vuelta Abajo, en Pinar del R¨ªo.
Esta extensa calzada porticada, hoy en deplorable estado, pero todav¨ªa hermosa en su decadencia, conserva gran parte de las casas-quinta edificadas en el siglo XIX por el patriciado habanero en su huida de la congestionada ciudad intramuros. "El Cerro fue la primera opci¨®n de escape de los ricos hacia nuevos territorios. All¨ª construyeron casas aisladas, rodeadas de jardines y precedidas por amplios portales de columnas, verdaderos palacetes al estilo neocl¨¢sico. Para edificarlos utilizaron materiales de gran riqueza ornamental, maderas preciosas, m¨¢rmoles policromados, bronces, vidrios de colores y rejas, que todav¨ªa hoy deslumbran por su originalidad", afirma Mar¨ªa Elena Mart¨ªn, coautora de la m¨¢s documentada gu¨ªa de arquitectura de La Habana.
La Calzada del Cerro se complet¨® en la primera mitad del siglo XX con la construcci¨®n de viviendas y servicios para las clases media y obrera, que respetaron los patrones urban¨ªsticos establecidos con respecto a los puntales, fachadas continuas y portales al frente. Hoy, al caminar por esta majestuosa v¨ªa en forma de culebra, el transe¨²nte tropieza con ese pasado integrado a la vida misma: hay abuelas meci¨¦ndose en sillones de majagua bajo los sombreados portales; gente jugando al domin¨® a las puertas de casonas se?oriales semidestruidas; trasiego de camiones y bicicletas en medio de un barullo industrial; cuentapropistas que rellenan fosforeras (mecheros) o reparan relojes junto a pilastras retorcidas, adornos de laureles y uvas y un amasijo de columnas d¨®ricas, j¨®nicas, corintias, ecl¨¦cticas, de colores desva¨ªdos y todas las formas que uno pueda imaginar.
Por su valor patrimonial, gran parte del Cerro fue declarada zona protegida en 1987. Pero esto no ha servido de mucho: el deterioro avanza, y d¨ªa a d¨ªa se pierden notables exponentes de un periodo arquitect¨®nico importante en la historia de la ciudad. Otras barriadas habaneras concentran gran cantidad de edificios fundamentales pero igualmente olvidados, y no s¨®lo por la ruta de los turistas, tambi¨¦n por las autoridades municipales y el Gobierno.
Riqueza y arquitectura
En una de las esquinas de El Vedado, frente al parque John Lennon, existe un palacio de estilo ecl¨¦ctico con una excepcional torre de dos pisos que nadie ve. En la actualidad, esta casona de los a?os veinte alberga a 15 familias, que han subdividido los espacios originales de acuerdo con sus posibilidades y necesidades. La antigua cocina es hoy un min¨²sculo apartamento, y lo mismo pasa con el comedor, la biblioteca y el resto de las estancias y salones. En las terrazas, un delirio: unos vecinos se han hecho un peque?o apartamento que es la ant¨ªtesis de los majestuosos puntales primitivos de la casa. M¨¢s arriba, en la torre despedazada, habitan dos familias.
Desgraciadamente, este panorama es bastante com¨²n en El Vedado, un barrio que comenz¨® a desarrollarse en la etapa colonial y que introdujo en La Habana un moderno modelo de urbanismo. "En contraste con la vieja ciudad, El Vedado contempl¨® anchas calles arboladas, manzanas enteras dedicadas a parques p¨²blicos y espacios reservados para escuelas, iglesias, mercados y otros servicios. Las casas, construidas en lotes aislados, ten¨ªan jard¨ªn y portal privados al frente, y muchas de ellas fueron proyectadas por los mejores arquitectos del momento", explica Mart¨ªn.
Es el caso de la antigua mansi¨®n de Catalina Lasa, durante a?os Casa de la Amistad Cubano-Sovi¨¦tica, o del antiguo palacete de Jos¨¦ G¨®mez Mena, hoy Museo de Artes Decorativas, en cuyos proyectos intervinieron las firmas francesas de Ren¨¦ Lalique, en la primera, y de Viard y Destugue, en la segunda.
"En La Habana, los ricos eran muy ricos, y adem¨¢s eran muchos... Y la riqueza siempre ayuda a dejar buena arquitectura", observa Mario Coyula, quien dirigi¨® el Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital. A juicio de este arquitecto, "el principal valor patrimonial de La Habana est¨¢ en una extens¨ªsima masa construida para una clase media omnipresente". Y este patrimonio, "deteriorado, pero todav¨ªa en pie y en uso, cubre un abanico de estilos arquitect¨®nicos acumulado durante casi cinco siglos de actividad constructiva, que van desde el prebarroco, barroco, neoclasicismo, eclecticismo, art nouveau y art d¨¦co hasta la importante aportaci¨®n del movimiento moderno".
En la calle de San L¨¢zaro, que une el casco hist¨®rico con la ciudad moderna, se puede encontrar un cat¨¢logo de fachadas diferentes, la mayor¨ªa de estilo ecl¨¦ctico, que combinan sin pudor columnas, pilastras, balcones, cornisas, balaustradas y otros elementos arquitect¨®nicos. No hay en esta v¨ªa principal de Centro Habana un edificio espectacular que destaque por sus valores intr¨ªnsecos; como en una orquesta, es el sonido armonioso del conjunto lo que atrae y prevalece. ?sta es una caracter¨ªstica de todos los barrios de Centro Habana, que fascina al viajero sin saber por qu¨¦.
Las 14 manzanas del malec¨®n centrohabanero, desde el paseo del Prado hasta el parque Antonio Maceo, son un testimonio excepcional de este singular patrimonio arquitect¨®nico. Y una desgarradora denuncia de lo que est¨¢ sucediendo. Los casi dos kil¨®metros de este gran escaparate de la ciudad est¨¢n seriamente da?ados, y algunos edificios ya se han derrumbado; seguramente hacen falta cientos de millones de euros para rescatar estas cuadras, que constituyen uno de los ambientes m¨¢s maravillosos de la ciudad.
Al pasear por el malec¨®n de El Vedado no es dif¨ªcil darse cuenta de que, de haber continuado en los sesenta un desarrollo urban¨ªstico normal, muchos de los incre¨ªbles barrios habaneros habr¨ªan sucumbido. "Por suerte, La Habana se libr¨® de este peligro, pero no de otros", asegura Mart¨ªn, quien defiende la arquitectura -y especialmente el patrimonio del siglo XX- como uno de los m¨¢s preciados valores de la ciudad, soslayado hoy por su deterioro.
El principal enemigo de La Habana en la actualidad es la dejadez y la falta de recursos para rehabilitarla. Pero tambi¨¦n, parad¨®jicamente, en algunas zonas de la ciudad, el "exceso de dinero" empieza a ser un problema, aseguran diversos arquitectos.
El ejemplo del centro hist¨®rico
La labor de restauraci¨®n y conservaci¨®n de La Habana Vieja es un buen ejemplo de c¨®mo avanzar en el rescate de la ciudad. En el centro hist¨®rico -de 214 hect¨¢reas- existen 3.370 edificaciones, de ellas 551 monumentos arquitect¨®nicos, y 22.623 viviendas en las que habitan cerca de 70.000 personas. Algo m¨¢s del 45% de las casas-habitaciones censadas carecen de condiciones adecuadas y la mitad est¨¢n en solares o ciudadelas donde conviven varias familias que comparten las ¨¢reas comunes, incluido el servicio sanitario.
En 1981, las autoridades aprobaron el Plan de Restauraci¨®n para el Centro Hist¨®rico, el cual, un a?o despu¨¦s, fue declarado por la Unesco patrimonio cultural de la humanidad. Desde entonces, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, que dirige Eusebio Leal, se ha ocupado de recobrar palacios, plazas, edificios, calles y viviendas en La Habana Vieja, combinando la recuperaci¨®n de inmuebles para la explotaci¨®n comercial con la creaci¨®n de obras de beneficio social, como residencias de ancianos, hogares materno-infantiles y escuelas.
Entre 1994 y 2004, en medio de una de las peores crisis econ¨®micas de Cuba, se restauraron y terminaron m¨¢s de 80 obras del patrimonio cultural, 14 hoteles con 413 habitaciones, adem¨¢s de un centenar de instalaciones tur¨ªsticas como cafeter¨ªas y comercios y 11 inmobiliarias; tambi¨¦n 171 obras sociales y 3.092 viviendas fueron beneficiadas. En este periodo se recuperaron 10 veces m¨¢s inmuebles que en los 15 a?os precedentes, y se han creado m¨¢s de 11.000 puestos de trabajo directos y unos 2.000 indirectos.
Las cifras son contundentes pero fr¨ªas; no reflejan el verdadero impacto de lo realizado. Pasear hoy por cualquiera de las calles o plazas recuperadas, como Mercaderes, Oficios o la plaza de San Francisco, llena de caleseros, terrazas y palomas, o la de Armas, tomada por los libreros de viejo y los voceadores de peri¨®dicos, es realmente un placer. En estos momentos se trabaja en la terminaci¨®n del Colegio Universitario de San Jer¨®nimo, que pretende reincorporar la academia al centro hist¨®rico, su lugar de origen.
Expertos cubanos y extranjeros coinciden en que el modelo aplicado en La Habana Vieja ha funcionado eficazmente. Pero muchos se preguntan si es aplicable a otros lugares de La Habana con valores arquitect¨®nicos y en riesgo de desaparecer. Sin duda, desde hace tiempo existe una conciencia gubernamental y popular para conservar La Habana Vieja, pero no ocurre lo mismo con otras zonas, aunque algunas hayan sido protegidas por regulaciones legales, asegura el arquitecto Juan Garc¨ªa.
Falta de conciencia
Como muchos de sus colegas, considera -y lo ha planteado oficialmente- que el abandono en que se hallan hoy muchos barrios y edificios se debe, entre otras razones, a la falta de conciencia general y al desconocimiento. En Cuba se habla de cultura y se piensa en la m¨²sica, la danza, la literatura, el cine o las artes pl¨¢sticas, pero, se queja Garc¨ªa, la arquitectura no tiene el reconocimiento oficial apropiado, pese a que es uno de los grandes patrimonios culturales de la isla.
El Vedado fue declarado en 1999 zona de protecci¨®n, y sin embargo se transforma d¨ªa a d¨ªa bajo acciones impunes de sus pobladores y tambi¨¦n de entidades estatales. Mario Coyula y otros profesionales cubanos denuncian un fen¨®meno preocupante que tiende a agravarse: "Si la falta de recursos para rehabilitar la ciudad es un problema, tambi¨¦n lo es el exceso de dinero".
Se refiere a c¨®mo algunos que han mejorado econ¨®micamente o reciben dinero de sus familiares en el exterior est¨¢n haciendo verdaderas barbaridades en sus casas, que van desde transformar fachadas de gran valor hasta construir garajes improvisados en portales y jardines, sustituyendo en estos ¨²ltimos las necesarias parcelas verdes por suelos de cemento, entre otras muchas transgresiones. Y todo sin que las autoridades act¨²en o al menos aparenten interesarse en la soluci¨®n de este creciente problema.
Esto, quiz¨¢, es s¨®lo el pre¨¢mbulo. ?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando llegue el dinero de verdad y la especulaci¨®n inmobiliaria se convierta en el peor enemigo de la ciudad?, se preguntan muchos arquitectos cubanos y extranjeros que han visto el desastre en otras ciudades. Mart¨ªn, Coyula, Leal y otros coinciden: lo primero es conocer lo que se tiene y darle el valor que merece, y, por supuesto, proteger la ciudad con vehemencia desde ahora. La Habana es muchas a la vez y tambi¨¦n ¨²nica: descubrirla y salvarla es toda una aventura, y son muchos los que creen que todav¨ªa se est¨¢ a tiempo. Ojal¨¢ se pueda.
SEIS PISTAS PARA CONOCEDORES
El hostal Conde de Villanueva(00 53 78 62 92 93) es un recomendable alojamiento de La Habana Vieja. La doble sale por unos 115 euros. Para comer, La Guarida es quiz¨¢ el mejor lugar de la ciudad. Buena bodega y un excelente at¨²n a la ca?a de az¨²car. Sale por unos 20 euros y hay que reservar (00 53 78 66 90 47). Si quiere una comida sencilla y sabrosa a buen precio junto al mar, El Laurel es el lugar. Est¨¢ en Jaimanitas, un antiguo poblado de pescadores, a unos 20 minutos del centro (00 53 72 09 77 67). Para tomar una copa bajo una terraza porticada frente al mar, nada como los jardines del hotel Nacional. En el bar del ¨²ltimo piso del edificio La Torre est¨¢n las mejores vistas de la ciudad, y junto a la bater¨ªa de ca?ones llamada La Divina Pastora hay un bar semioculto desde donde se ven espl¨¦ndidas puestas de sol.
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