Un pa¨ªs en cada acera
De Rionor, pueblo zamorano fronterizo, a Bragan?a, enclave hist¨®rico portugu¨¦s
Lo universal es lo local sin paredes. Lo dec¨ªa Miguel Torga y viene a la memoria al pasear por la aldea de R¨ªo de Onor, entre Tras-os-Montes y Zamora, en la frontera entre Portugal y Espa?a. Y enti¨¦ndase, literalmente, sobre la frontera: simbolizada por una cadena que cruza la calle Mayor, Rionor (o Rihonor de Castilla, que tambi¨¦n as¨ª se llama) se reparte a ambos lados de la raya que corta en dos la Pen¨ªnsula y hace de pared medianera con nuestros vecinos de toda la vida. Basta cambiar de acera: sin darse uno cuenta ha cambiado de pa¨ªs, de lengua, de cultura, de gobierno, de manera de ver la vida. O eso quisieran los amantes de las fronteras selladas: que las paredes de lo local, bien reforzadas, impidieran para siempre la disoluci¨®n excesiva en lo universal.
Por suerte, la frontera, aqu¨ª, es m¨¢s un lugar de encuentro que cord¨®n sanitario entre desconfiados. Los vecinos de uno y otro pa¨ªs llevan el ganado juntos a los pastos comunitarios, y labran tierras de ambos lados. Hablan una jerga com¨²n incluso, el riodonor¨¦s, una especie de portu?ol dulce y elocuente que dice mucho sobre la forma en que puede entenderse la gente cuando quiere.
Torga, ¨¦l mismo trasmontano, dedic¨® muchas p¨¢ginas de su famoso Diario a Rionor. Ve¨ªa en la aldea una Iberia en miniatura, una met¨¢fora de la Pen¨ªnsula entera y de la convivencia entre dos pueblos que han estado tan cerca -y a la vez tan lejos- durante siglos: "Es en R¨ªo de Onor donde se entierran las ra¨ªces de mi comunitarismo impenitente". Tambi¨¦n escribi¨® un hermoso cuento de posguerra, Fronteira, donde un forastero, el guarda Robalo, es destinado a la aldea para controlar el paso fronterizo y acaba enamor¨¢ndose de la contrabandista Isabel, venciendo el aislamiento e integr¨¢ndose en la comunidad.
Lechugas y berzas
El pueblo ya no est¨¢ tan olvidado del mundo como entonces, y anda en marcha su denominaci¨®n como "aldea europea". Sigue corriendo, eso s¨ª, el agua g¨¦lida del r¨ªo Onor, que hace a trechos de frontera, y siguen en pie las casas sencillas de pizarra, los huertos cultivados con esmero a una y otra orilla, entrecruzados por un laberinto de caminitos y vados y puentes de piedra que son a su manera aduanas que todo el mundo cruza a diario y sin aspavientos, con su alijo de lechugas o de berzas. Uno, sin embargo, todav¨ªa siente al llegar a Rihonor la emoci¨®n, el encanto novelero y la anticipaci¨®n de aventuras que dejan en la boca todas las fronteras, por imaginarias que sean. Quiz¨¢ m¨¢s, en realidad, cuanto m¨¢s imaginarias.
Espa?a tiene, con Portugal, rachas de irritante e incomprensible desmemoria. Es muy revelador que de nuestro lado nadie o casi nadie se acuerde de Rionor. Del otro lado lo tienen m¨¢s presente en tanto que s¨ªmbolo y lugar de encuentro. Por algo Jos¨¦ Saramago eligi¨® empezar por all¨ª su hermoso Viaje a Portugal: "El viajero trae una idea fija: visitar R¨ªo de Onor. No es que de la visita espere mundos y maravillas, que al fin y al cabo no pasa de ser una peque?a aldea. Pero cuando un hombre se mete en lecturas, todo esto se va complicando y elaborando hasta llegar, es ¨¦ste el caso, a las idealizaciones del mito. R¨ªo de Onor es para el viajero como un lugar de peregrinaci¨®n". Cuando llega all¨ª por fin, "todo el paisaje chorrea, como un valle submarino". En el portal de una de las casas destilan aguardiente; Saramago bebe y recibe, adem¨¢s, una rebanada generosa de pan reci¨¦n horneado. Y se hace preguntas: "A fin de cuentas, ?d¨®nde est¨¢ la frontera? ?C¨®mo se llama este pa¨ªs aqu¨ª? ?Es a¨²n Portugal? ?Ya es Espa?a? ?O s¨®lo R¨ªo de Onor y s¨®lo eso?".
Uno puede pregunt¨¢rselo mientras decide qu¨¦ ruta seguir, de uno u otro lado de la raya: y no es f¨¢cil elegir. Si tira hacia Espa?a, llegar¨¢ por una carreterita enrevesada a Puebla de Sanabria, con sus cascadas, su lago glaciar y su castillo imponente y adusto. Si se decide por Portugal, cruzar¨¢ los bosques y los montes remotos del parque nacional do Montesinho. Lo suyo es dejar el coche y echarse a andar por los atajos secretos que comunican las aldeas entre s¨ª, y encontrarse con las camas de los jabal¨ªes, ver corzos a lo lejos y a lo mejor huellas de lobos, y subir hasta el santuario de la Virgen da Assun??o, en Varge, que es la patrona de toda la regi¨®n.
Un s¨ªmbolo civil
Despu¨¦s de tantas soledades, el viajero ver¨¢ con gusto, al final del camino, la silueta del castillo y el caser¨ªo de la muy noble y muy leal ciudad de Bragan?a, villa de mucho abolengo, solar y apellido de la casa que rein¨® en Portugal hasta 1910. Lo mejor es no entrar de buenas a primeras: remolonear un poco y acercarse a la Pousada de S?o Bartolomeu, sobre la ladera de la colina que queda frente a la ciudad. Su jard¨ªn es el mejor mirador para seguir con los ojos el dibujo de sus murallas intactas, el barrio del castillo encerrado a¨²n en el ¨²ltimo recinto, y por encima de todo, como en una especie de acr¨®polis inexpugnable, la torre del Homenaje, la iglesia de Santa Mar¨ªa do Castelo -su barroco no puede ser m¨¢s portugu¨¦s- y la Domus Municipalis: un peque?o edificio pentagonal muy sencillo que emociona como s¨ªmbolo de civilidad, construido en el siglo XII -dicen que sobre cimientos mucho m¨¢s antiguos- para que el concejo de la villa pudiera reunirse en sitio propio, sin pedir permiso a nobles ni a curas. En Espa?a, por entonces, los mun¨ªcipes deliberaban en los porches de las iglesias: aqu¨ª, en Bragan?a, la Domus es, para entendernos, como una especie de porche que, desafiante, se hubiese sacudido de encima los muros de la iglesia.
Pero extramuros hay tambi¨¦n cosas que ver, indicios de otras venas del car¨¢cter portugu¨¦s: en el refinado Palacio Episcopal, del siglo XVIII, se aloja el famoso museo del Abad Ba?al, uno de los m¨¢s completos del pa¨ªs, con las colecciones reunidas por este abad ilustrado y fino. Y en la iglesia de San Vicente, seg¨²n la leyenda, se casaron al alba y en secreto don Pedro I de Portugal y su bell¨ªsima amante espa?ola, la malhadada In¨¦s de Castro. Hab¨ªa de reinar la pobre s¨®lo despu¨¦s de muerta -desenterrada y colocada en el trono por su viudo inconsolable- y convertirse en leitmotiv nacional en el XIX, s¨ªmbolo de amores terribles para una legi¨®n de pintores pompier y poetas desmelenados (ten¨ªan buenos maestros: el propio Camoens le dedic¨® un famoso pasaje de sus Lus¨ªadas).
Saramago, por su parte, cuenta que se empe?¨® en visitar el cementerio y dio con la tumba de otro asesinado injustamente: el soldado Jos¨¦ Jorge, ejecutado en 1843 por no delatar a su mejor amigo, el verdadero criminal. Medita el Nobel sobre los destinos de una y otro, y se pregunta, con humor sibilino, qui¨¦n ser¨ªa este tal Jos¨¦, "un hombre tan callado, y tan de fiar". Hacia el final de la excursi¨®n, a uno, si ha sabido mirar, ya no le extra?a que en tierras como ¨¦stas nazca gente as¨ª: serena, seria, con un coraz¨®n amurallado.
A Bragan?a le sientan bien las tardes de primavera, cuando verdean los carvalhos que dan sombra a la Porca da Vila, el verraco prehist¨®rico que sirve de emblema a la villa y que no se libr¨® del cruceiro que plantaron en la Edad Media sobre su lomo. Flota entonces, al anochecer, una neblina indecisa sobre las casas; llega el vientecillo todav¨ªa fr¨ªo desde las monta?as de la sierra, y se respira a fondo su aire melanc¨®lico de basti¨®n fronterizo, remoto y orgulloso.
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Prefijo telef¨®nico de Portugal: 00 351.- Bragan?a tiene unos 34.000 habitantes. La comarca de Bragan?a est¨¢ en la provincia portuguesa de Tras-os-Montes y tiene 12 municipios.C¨®mo llegar- Desde la A-6, tomar la A-52 y luego la N-525 en direcci¨®n a Puebla de Sanabria. Despu¨¦s de atravesar el pueblo, Rionor se encuentra a unos 15 kil¨®metros por la ZA-921.Para llegar a Bragan?a, que est¨¢ a unos 25 kil¨®metros de Rionor, hay que tomar la N-218 / N-308.Comer y dormir- Solar Bragan?ano (273 32 38 75). Praceta da S¨¦, 34. Restaurante de los de toda la vida. Cocina casera y recetas tradicionales, justo enfrente de la catedral.- Hotel Pousada de S?o Bartolomeu (273 33 14 93). Estrada de Turismo, 271. Con restaurante y piscina. La habitaci¨®n doble cuesta 160 euros, desayuno incluido.Informaci¨®n- Turismo de Portugalwww.visitportugal.com.- www.bragancanet.pt.
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