Siete cartas
?Qu¨¦ misterio se esconde tras las cartas que env¨ªa una esposa a su marido? Una partida de ajedrez y los delirios de una mujer sola en su casa, en un caluroso mes de verano. En este escenario, Irene Zoe Alameda sit¨²a a los personajes de una narraci¨®n intensa.
Madrid, 1 de agosto de 2004
Estimado Dr. Contreras:
Aqu¨ª le env¨ªo las cartas de las que le habl¨¦ en nuestra ¨²ltima sesi¨®n. Se trata de las cartas que mi madre nos envi¨® a mi padre y a m¨ª en el verano de 1974. Como le expliqu¨¦, es la primera vez que hablo de ellas con alguien, ni siquiera mi padre supo de su existencia. Nunca pensar¨¦ haberlas le¨ªdo lo suficiente, ni haber comprendido ni sido capaz de revivir todo el horror que hay en ellas.
Espero que este paquete le llegue a tiempo antes de que se marche de vacaciones, y que podamos continuar con mi terapia a su ansiado regreso.
Carta n¨²mero 1
En Madrid, a 2 de agosto de 1974
Querido Basilio:
Te escribo esta carta all¨¢, en tu pueblo natal del norte, donde espero que t¨² y la ni?a est¨¦is pasando unos buenos d¨ªas de descanso. A ratos me remuerdo por no haberme ido con vosotros, pero ya sabes lo que dicen los m¨¦dicos de este maldito reuma que me lleva a maltraer, sobre todo por las noches. Hoy mismo, cuando fregaba los cacharros de la cena, he roto un plato, pero es que me duelen mucho los dedos. Con decirte que no puedo ni quitarme la alianza para llevarla a agrandar?
Me he estado encontrando las fichas del ajedrez mezcladas. Las colocaba en su sitio, pero volv¨ªan a su posici¨®n anterior
Hoy ha venido a verme Teresa para jugar al ajedrez y despu¨¦s hemos ido a misa juntas, y bien que me ha venido; la verdad es que llevo un par de d¨ªas pachucha. No s¨¦ si cont¨¢rtelo, pero, ?bah!, eres mi marido, y como t¨² no hay nadie que me entienda; eres muy bueno, y muy paciente.
De sobra s¨¦ que me tienes dicho que guardo demasiadas supersticiones metidas en la cabeza, pero es que, si no te lo cuento, reviento. La misma noche que os fuisteis, de madrugada, las cuatro m¨¢s o menos ser¨ªan, o¨ª a alguien hurgando en la puerta. Tuve tanto miedo que me qued¨¦ paralizada. F¨ªjate c¨®mo ser¨ªa que no me pude ni mover; hasta pens¨¦ que, si me mataban, lo mismo daba, que en paz estaba con Dios, y que la ni?a ya ten¨ªa edad para salir adelante sin m¨ª.
No me preguntes qu¨¦, pero algo me dio que me qued¨¦ como dormida, no s¨¦, muy tranquila, como un manto que me cubriese; imag¨ªnate, se me cerraron los ojos y ni miedo ni nada pas¨¦, y me despert¨¦ a la ma?ana siguiente sin acordarme de lo que hab¨ªa sucedido.
Hasta que me llegu¨¦ a la puerta de la calle para ir a la plaza a comprar el pan, y me encuentro el panorama de que estaba la puerta toda descerrajada, y abierta, como lo oyes, abierta, pero no faltaba nada de la casa, pero nada. En fin, te lo cuento ahora que ya pas¨®, para que no te alteres, que s¨¦ que est¨¢is all¨ª arriba muy a vuestras anchas, respirando salud, que bien os viene, sobre todo a la ni?a. (Por favor, oc¨²pate de que coma bien, que al despedirme de ella la vi demacradilla). Bueno, que vino el cerrajero y cambi¨® la llave; ya he hecho copia para ti, y Teresa tiene la otra.
Pero es que ah¨ª no queda la cosa. Eso fue hace dos d¨ªas. Lo tremendo vino despu¨¦s. Que ayer me pongo a cruzar la calle, corriendo porque se cambiaba el disco del sem¨¢foro, y, no me digas c¨®mo, me veo en medio de la carretera de rodillas, tal cual, de rodillas, y que no me pod¨ªa levantar. Total, que vinieron unos se?ores y me levantaron, y resulta que ten¨ªa los pies liad¨ªsimos con una especie de cuerda dura de las de embalar, como las que tienes que cortar t¨² en la conserjer¨ªa, y ni la m¨¢s remota idea de c¨®mo se me pudo poner eso en los pies, y at¨¢rmelos sin que me diera cuenta.
Ya estoy mejor, pero he estado muy mal, la verdad. Con la artritis que tengo, que me ha dicho el m¨¦dico que es algo del calcio de cuando dej¨¦ de menstruar, la rodilla no la pod¨ªa ni mover; hoy parece que se me ha bajado un poco la hinchaz¨®n.
Bueno, querido, esto ha sido lo que me ha venido pasando. No te alteres, que Teresa est¨¢ al lado y me ayuda en todo lo que hace falta. Escr¨ªbeme a vuelta de correo, o mejor, no hace falta que me escribas, que yo te escribo porque estoy sola, y me alivia un poco el aburrimiento ¨¦ste de estar en Madrid con tanto calor. T¨² disfruta de las vacaciones, que merecidas las tienes despu¨¦s de todo el a?o trabajando, y no me escribas, que mejores cosas tendr¨¢s que hacer, digo yo.
Dales un beso a la ni?a y otro a tu madre, y el m¨¢s largo para ti.
Carta n¨²mero 2
En Madrid, a 6 de agosto de 1974
Querido Basilio:
Te escribo una nueva carta, algo impaciente por saber qu¨¦ me has contestado a lo que te cont¨¦ en la carta anterior, porque seguro que t¨² encuentras una explicaci¨®n a estas cosas. Como ves, tu carta a¨²n no ha llegado, y mira que me extra?a, con lo puntual que eres con la correspondencia y lo atento que eres conmigo.
La noticia que tengo que contarte es que parece que, de la ca¨ªda que te mencion¨¦, ?te acuerdas?, la de la carretera, que se me enred¨® una cinta de embalar, a saber c¨®mo fue, que voy muy despistada por la vida, pues parece que tengo rota la rodilla; ya notaba yo algo raro, que me dol¨ªa demasiado, ?y con raz¨®n! Como que la tengo rota, desintegrada, como dice el m¨¦dico; por la artritis, debe de ser.
Yo ya les he dicho que de operarme nada, aunque parece que tampoco tiene mucha soluci¨®n. Mejor me lo pienso, y espero a que volv¨¢is. Me han vendado bien la pierna y me han dicho que no la apoye. No sabes qu¨¦ aburrimiento es estar sin poder moverme ni salir de casa. Teresa viene a ayudarme todo lo que puede, la mujer, se est¨¢ portando muy bien. Lo que m¨¢s siento es no poder ir a misa, porque es como si me hiciera falta estar con el Se?or; estoy muy confusa, no s¨¦ c¨®mo explicarlo, con lo que me ha pasado, me da por pensar cosas raras.
Como puedo, ordeno algo la casa, m¨¢s que nada para no aburrirme, con el calor que hace no me puedo concentrar en leer. La cosa es que el otro d¨ªa me puse a limpiar las estanter¨ªas de la alcoba de la ni?a, y les cambi¨¦ los trajes a los mu?ecos, para vestirlos de verano, como corresponde, y les puse las ropitas que he venido tejiendo en el invierno, que a la ni?a le van a encantar, tan rica ella, es muy agradecida.
Y mira t¨², cuando entra Teresa a charlar un rato para hacerme compa?¨ªa, se lo cuento, que les he vestido con la ropita nueva a los mu?ecos, y cuando se va a la habitaci¨®n a verlos pega un grito que para qu¨¦, por poco me da un infarto. Me llego como puedo hasta all¨¢, y me encuentro con que todos los mu?ecos est¨¢n por los suelos, como si la ni?a hubiese estado jugando con ellos, pero igualito, ?eh!, y con las ropas cambiadas, ?puestas del rev¨¦s, Basilio! Cada mu?eco con los jersecitos y los bermudas del rev¨¦s, como lo est¨¢s leyendo, Teresa da fe de ello.
?Pero bueno! ?Que esto es cosa de locos! ?Y tanto! Y Teresa que se pensaba que lo hab¨ªa hecho yo eso, ?pero en qu¨¦ cabeza cabe que pueda una hacer semejante disparate! No s¨¦, no s¨¦, Basilio, una cosa muy rara.
Y lo mismo me ha venido ocurriendo desde entonces con otras cosas. Oye, es que figurita que coloco, figurita que me encuentro cambiada de lugar. Yo ya no s¨¦ qu¨¦ pensar, y al p¨¢rroco no le voy a hacer venir para contarle esto, porque ir yo a la iglesia no puedo, me tienen prohibido caminar. Si lo mismo es una chaladura.
Sin embargo, desde que pas¨® lo de los mu?ecos -que luego los coloqu¨¦ otra vez y ya est¨¢, ah¨ª se han quedado, quietecitos-, cada vez que entro en el dormitorio de la ni?a me embarga como un malestar que se me pone en el pecho, como si se me cerrara la garganta, y no me entra el aire. Ser¨¢ aprensi¨®n, del susto tan grande que me llev¨¦.
En fin, voy terminando. Espero que est¨¦is disfrutando de estos d¨ªas de descanso. Yo, de tu madre me acuerdo mucho, ya lo sabes; ins¨ªstele en que, de buena gana, habr¨ªa ido, de no ser por el reuma. Por quien m¨¢s lo siento es por la ni?a, que la he tenido tarde; como vienen las cosas, claro, pero que con una madre tan mayor no s¨¦ qu¨¦ va a hacer, la pobre.
Recibe un abrazo afectuoso de tu mujer, que te quiere.
Carta n¨²mero 3
En Madrid, a 9 de agosto de 1974
Basilio, cari?o, ?qu¨¦ haces que no me escribes, que tanta falta me haces? No es que tenga mucho que contarte, salvo que me duele la pierna. Acabo de empezar con unos calmantes, a ver si me hacen efecto.
Se me est¨¢ haciendo muy cuesta arriba vuestra ausencia. Teresa se r¨ªe de m¨ª: que c¨®mo voy a estar deprimida estando sola, que eso es lo que est¨¢ deseando ella, quedarse libre de obligaciones. Me r¨ªo yo: la soledad hay que probarla para saber lo mala que es. Lo que no me explico es c¨®mo aguanta tu madre todo el a?o hasta que vas t¨² a hacerle compa?¨ªa; es muy dura, la mujer, muy independiente, no como yo, que me ahogo en un vaso de agua.
Por aqu¨ª, las cosas siguen raras. Te escribo ahora, aunque son las tantas de la noche, porque estoy con los nervios a flor de piel. Hace mucho calor, pero tengo todo cerrado. Desde que rompieron la cerradura estoy fuera de m¨ª, cuando llega la noche vivo aterrorizada.
Para no tener tanto calor apago las luces de las habitaciones si no estoy en ellas. Pues hace una media hora me ha despertado como una nube, qu¨¦ se yo, como un viento abrasador justo encima de mi cara, y cuando me he levantado para ir a la cocina a refrescarme, me he encontrado con que la luz del sal¨®n estaba encendida. As¨ª que he pasado, la he apagado y me he ido a beber un vaso de agua. Pero cuando me volv¨ªa a la alcoba, me ha dado una aprensi¨®n por ver si estaba todo normal en el sal¨®n; no s¨¦ por qu¨¦ me ha dado por ah¨ª, como un sexto sentido.
Pues s¨ª, al principio parec¨ªa que estaba todo normal. Hasta que, al ir a apagar, al bajar la cabeza hacia el interruptor, me fijo en el ajedrez de la mesita, porque resulta que la torre azul estaba en el sitio de la roja. ?Qu¨¦ te parece?
Ya s¨¦ que parece cosa de locos, pero aqu¨ª est¨¢n pasando cosas muy raras, Basilio; yo me coger¨ªa el tren ma?ana mismo para all¨¢ arriba, si no fuera porque ahora estoy como inv¨¢lida, que no me puedo mover, con el dolor de la rodilla que me hace sufrir mucho.
Bueno, pero no te preocupes. Hazme el favor de no contarle a tu madre esto, que no quiero causarle una mala impresi¨®n. Son cosas que te puedo confesar a ti, que eres el ¨²nico que me entiende. Ni a Teresa le contar¨ªa esto, que son tonter¨ªas; seguro que al ordenarlo el otro d¨ªa coloqu¨¦ mal las fichas, y debe de ser que la rodilla me tiene trastornada, con lo escrupulosa que soy yo para el orden, en fin.
Un beso muy fuerte para todos. Tu mujer, que te a?ora.
Carta n¨²mero 4
En Madrid, a 10 de agosto de 1974
Ya s¨®lo falta una semana para que volv¨¢is. As¨ª que no te escribo m¨¢s cartas, que llegar¨¢s t¨² antes que ellas a ti.
Os echo de menos a ti y a la ni?a. Teresa se ha marchado unos d¨ªas a Alicante y me siento muy sola, para qu¨¦ te voy a mentir.
Pues estoy que no puedo dar un paso ya. Yo no s¨¦ si se me va a curar la pierna alguna vez. Viendo c¨®mo est¨¢n las cosas, pierdo la confianza. Y como ya ni tengo una amiga con la que pasar las tardes, me agosto mucho. Menos mal que me dej¨® una buena compra hecha para estos d¨ªas, porque de no ser por ella me mor¨ªa de hambre, ni andar siquiera puedo.
No s¨¦ por qu¨¦ no me escribes, o si es que el correo desde all¨¢ arriba tarda m¨¢s en llegar que desde aqu¨ª. Estoy segura de que ya me habr¨¢s escrito, con lo considerado que t¨² eres. Es una pena que all¨ª no teng¨¢is tel¨¦fono, pero me he acordado de que una de las amigas de tu madre tiene uno; a ver si puedes llamarme, que me haces falta.
El dolor de la rodilla me tiene crucificada. Esta ma?ana me he quitado la venda, porque la verdad es que esto no era normal, y adem¨¢s me molestaba mucho tanta tela enrollada encima. Me he lavado bien la pierna, que me ol¨ªa fatal; debe de ser de tanto sudor, tan tapada con este calor que hace, y como tengo las ventanas cerradas todo el tiempo, del miedo que me da que entren en casa estando sola? Bueno, a ver si se me mejora la pierna.
Ya puedo entrar en el dormitorio de la ni?a. Ahora las cosas raras pasan en el sal¨®n. Ya ni me altero. Resulta que todas las ma?anas me he estado encontrando las fichas del ajedrez mezcladas. Las colocaba cada una en su sitio, pero seg¨²n me ausentaba volv¨ªan a su posici¨®n anterior. As¨ª que decid¨ª que una soluci¨®n ser¨ªa jugar la partida. Ya hemos jugado cuatro, el Mal y yo, y las he ganado todas.
A lo mejor deber¨ªa hacer llamar al p¨¢rroco, para que me diese un poco de paz o me explicase qu¨¦ son estas cosas, pero ya sabes que tengo reparo en molestar a la gente con mis tonter¨ªas. Seguramente es la fiebre reum¨¢tica que me sube desde que me malogr¨¦ la rodilla, que me da alucinaciones.
Bueno, querido, que sig¨¢is bien. No te asustes. Aunque te cuente estas cosas, no estoy loca, es que me hab¨¦is dejado muy sola.
Un beso de tu mujer.
Carta n¨²mero 5
(Carta sin fechar)
?Que me cortan la pierna, Basilio, que me la cortan! ?Que lo que tengo es gangrena, que no me la pueden curar! ?Ay, qu¨¦ amargura m¨¢s grande, qui¨¦n iba a decirme a m¨ª que iba a acabar as¨ª, coja; que avergonzar¨¦ a mi hija, vieja y coja, con lo que me he re¨ªdo yo de los cojos! ?Ay, Basilio!, ?me querr¨¢s coja?
Carta n¨²mero 6
(Carta sin fechar)
El Mal est¨¢ en cualquier parte, lo noto como una energ¨ªa que se mueve, lo presiento antes de entrar en un cuarto, que est¨¢ dentro, esper¨¢ndome.
Carta n¨²mero 7
(Carta sin fechar)
En el espejo, me veo reflejada completa, con la pierna sin cercenar, y en realidad, si me giro, la tengo suelta, a medio metro de m¨ª, pero el espejo me la devuelve debajo de mi rodilla, en su sitio.
(Doctor, le a?ado estas l¨ªneas. Por favor, l¨¦alas).
Tal y como le he venido contando en nuestros encuentros, s¨®lo mantengo im¨¢genes inconexas de mi infancia; me cuesta mucho restablecer los hilos causales que les dar¨ªan una continuidad. Mi memoria s¨®lo puede aportar el dato de que, al llegar de vuelta a casa, mi padre me dio las llaves del buz¨®n para que lo fuera abriendo (esto no era nada extraordinario, mi padre me ten¨ªa encargado el cometido de sacar las cartas del buz¨®n), mientras que ¨¦l se fue adelantando porque quer¨ªa dar una sorpresa a mi madre. Saqu¨¦ la correspondencia y, junto con las postales que desde el norte hab¨ªamos enviado, encontr¨¦ varias cartas devueltas por falta de franqueo. Y ya no recuerdo m¨¢s que mi padre viniendo hacia m¨ª y pidi¨¦ndome que me fuese al parque a jugar, que mi madre hab¨ªa cambiado la cerradura y que no estaba en casa, y que ten¨ªa que ir a hacer llamar al cerrajero porque tampoco estaba la vecina para abrirle. Y que ya ir¨ªa ¨¦l a buscarme al parque.
Lentamente, a la hora de m¨¢ximo calor, me fui al parque. No hab¨ªa ni?os.
Una vez all¨ª, a solas, me puse a leer las cartas.
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