Im¨¢genes contra letras
La publicaci¨®n de libros de cine en nuestro pa¨ªs vive una edad dorada. Desde editoriales potentes hasta aventuras m¨¢s especializadas, uno puede encontrar textos cl¨¢sicos, biograf¨ªas, ensayos y aventuradas conclusiones a los cien a?os del invento. S¨®lo falta una cosa, lectores. Si esos libros tuvieran lectores la situaci¨®n ser¨ªa perfecta. Pero curiosamente la legi¨®n de aspirantes a las profesiones audiovisuales comparten un rechazo casi visceral hacia la palabra escrita. ?Libros y cine? ?Agua y aceite? El cine y la televisi¨®n son un refugio contra las letras. Las im¨¢genes, cada vez m¨¢s, se alimentan s¨®lo de im¨¢genes. Y el cine se invent¨® en Tibur¨®n. As¨ª que si uno pregunta qu¨¦ libros sobre cine se venden descubrir¨¢ que el triunfo est¨¢ reservado para manuales, f¨®rmulas magistrales, textos de autoayuda o la receta infalible de entra?ables profesores como Syd Field o Robert McKee. Falta quiz¨¢ que garanticen el ¨¦xito mundial en siete lecciones para arrasar del todo.
Tenemos la suerte de poder acceder a las preguntas que Truffaut le hizo a Hitchcock o a las que Rossellini se hizo a s¨ª mismo
El cine y la televisi¨®n son un refugio contra las letras. Las im¨¢genes se alimentan s¨®lo de im¨¢genes
Sin embargo, ha habido vidas de gente del cine que no desmerecen de las mejores aventuras del siglo XX. Desde pioneros hasta personajes de una particularidad digna de la mejor novela. Cuando uno lee las vidas reales de Raoul Walsh, Errol Flynn, Vincente Minnelli, Von Sternberg, Huston, Bu?uel, Bergman o Truffaut, todas ellas maravillosamente escritas, tiene la sensaci¨®n de que la aventura de hacer cine no se acaba en las pel¨ªculas. Ha habido tambi¨¦n inteligentes estudios desde lo psicol¨®gico hasta lo generacional que han compuesto apasionantes retratos de estrellas como Brando, Marilyn, Godard, Hitchcock o Ford con una dosis de fantas¨ªa y delirio estupendas. Y por supuesto libros llenos de fotos que nos recuerdan nuestros esfuerzos por parecernos a lo que vemos en la pantalla. Existe tambi¨¦n la peripecia acad¨¦mica de aquellos que han convertido el cine en materia universitaria, m¨¦todo infalible para transformar cualquier oficio apasionante en un muermo total. Y las colecciones de textos sobre cine escritos en su d¨ªa con la urgencia del estreno por periodistas y cr¨ªticos que, como les gusta decir a ellos, envejecieron bien, desde el Arcadia todas las noches, de Cabrera Infante, al Arte Termita, de Manny Farber, o la nueva vieja ola de Andr¨¦ Bazin, Andrew Sarris, Rohmer o Truffaut, hasta los que escriben hoy y que el cielo juzgar¨¢.
Tambi¨¦n ha habido unos cuantos profesionales del cine que han sabido escribir de su oficio, reflexionar sobre ¨¦l, tratar de establecer una l¨ªnea est¨¦tica o incluso un acercamiento moral al oficio. Alguno de ellos lo ha hecho con una literatura precisa y divertida. Con algunos se puede discutir a trav¨¦s del tiempo, con otros estar de acuerdo o perseguir su estela si finalmente el cine es tu oficio elegido y necesitas inventarte una tradici¨®n y una familia que te sean acogedoras. Ignorar que antes que t¨² hubo un mont¨®n de gente inteligente que se hizo preguntas sobre el arte, el divertimento, la narraci¨®n y la puesta en escena, es como avanzar en la F¨ªsica considerando a Einstein, Newton y Galileo unos mequetrefes pasados de moda.
Tenemos la suerte de poder acceder a las preguntas que Truffaut le hizo a Hitchcock o Bogdanovich a Welles, a las preguntas que Rossellini se hizo a s¨ª mismo y supo contestarse con inteligencia, a los memorandos con que O'Selznick atosigaba a sus empleados, a los escritos donde directores, guionistas, montadores y seres pr¨®ximos hablan de sus maestros, de sus man¨ªas y sus gustos, o a los diarios de trabajo de casi pioneros como Bresson hasta los muy contempor¨¢neos hermanos Dardenne.
Ah, y luego ha habido cineastas que han escrito alt¨ªsima literatura, citar¨¦ algunos de mis favoritos, con perd¨®n por los olvidos: David Niven, Groucho Marx, Budd Schulberg, Ben Hecht, Woody Allen, Rafael Azcona, Fern¨¢n-G¨®mez o Gonzalo Su¨¢rez. A casi todos les perjudic¨® tener dos carreras en un mundo fabricado por archiveros vocacionales. As¨ª que para hablar de libros y cine, lo m¨¢s prudente ser¨ªa preguntar, ?por d¨®nde empezamos?
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