Aptitud y actitud
En tanto que campe¨®n de Liga y de la Copa de Europa, el Bar?a corre el riesgo de analizar sus derrotas como accidentes del juego, tal que fuera un equipo infalible, encantado de la vida y de haberse conocido. La autocr¨ªtica consiste en pasar por el confesionario y recitar "por mi culpa, por mi grand¨ªsima culpa" hasta el pr¨®ximo partido, que a buen seguro se ganara con la gorra, siempre que el equipo cumpla la penitencia.
Alrededor del equipo se ha organizado un optimismo contraproducente por no decir desmesurado al punto que los t¨ªtulos no se suman sino que se descuentan porque se le supone que todos le pertenecen. As¨ª, se insiste en la bondad de un resultado en la Supercopa que funcionar¨¢ como una cura de humildad porque llega en el mejor momento. La tesis es que no se necesita tratamiento sino que basta con un analg¨¦sico.
El Bar?a ciertamente no sufre ning¨²n problema estructural, y la p¨¦rdida de una final no es motivo suficiente como para revisar el plan y ni siquiera provocar la desconfianza. Hay ciertos tics, sin embargo, que invitan al equipo a corregirse con prontitud antes de que se conviertan en problemas irresolubles, y la mayor¨ªa se refieren m¨¢s a cuestiones de actitud que de aptitud.
Desde el punto de vista futbol¨ªstico, el Barcelona resulta por ahora imparable con el marcador a favor y, en cambio, es vulnerable con el resultado en contra. No es un equipo que sepa especular y por tanto necesita aprender a jugar mientras dura el empate: precisa tener m¨¢s tensi¨®n y atenci¨®n en el partido. El Sevilla, por ejemplo, visualiz¨® la final de la Supercopa desde que inici¨® la pretemporada, sabedor de que era el t¨ªtulo que m¨¢s al alcance tendr¨ªa durante el curso, mientras el Bar?a acudi¨® al estadio como si afrontara un amistoso m¨¢s de su exitosa pretemporada en una actuaci¨®n que evoc¨® la final de Atenas-94.
El inter¨¦s del Sevilla contrast¨® con la desidia del Bar?a, apreciable dentro de la cancha y, por una vez, tambi¨¦n fuera, cuando Ronaldinho asisti¨® el mismo d¨ªa del partido a un acto de promoci¨®n personal. El gesto del brasile?o rompe de alguna manera el c¨®digo de conducta del equipo. La salud del Bar?a se fundamenta en el esp¨ªritu de equipo, la humildad y el compromiso, valores colectivos por encima de cualquier individualismo, y los premios que van sumando las figuras del Barcelona fomentan el conflicto entre los distintos egos que se alinean en el Camp Nou. A los azulgrana se les ha vitoreado no s¨®lo por sus virtudes sino por su capacidad para alejarse de los vicios que llevaron al Madrid a la autodestrucci¨®n.
A Rijkaard se le ha duplicado el trabajo. El ejemplo del a?o pasado le anima a intervenir en el campo: si el "efecto Messi" funcion¨® entonces como est¨ªmulo, la experiencia de Zambrotta, Thuram y Gudjonhsen le puede ayudar ahora a equilibrar el plantel. Otra cosa ser¨¢ el papel del entrenador fuera del campo: los s¨ªntomas que emiten las figuras son preocupantes porque inciden en la endogamia. Al Bar?a no le conviene mirarse m¨¢s al ombligo ni contar los t¨ªtulos sino procurar ganar el pr¨®ximo partido. La abundancia provoca ceguera.
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