Apasionante y sombr¨ªa
Construida como un inmenso desaf¨ªo de producci¨®n y con un protagonismo, el de Viggo Mortensen, pensado para llenar plateas internacionales. Y desde ah¨ª hay que verlo y juzgarlo: desde su desmesura, claro est¨¢, pero tambi¨¦n desde su ambici¨®n, desde sus ansias de convertir el ciclo novel¨ªstico de P¨¦rez-Reverte en un fresco hist¨®rico.
Y hay que decir que su elenco deslumbrante en nombres de actores (aunque no todos brillen a la misma altura) y su mezcla de gran espect¨¢culo y controlado discurso hist¨®rico, Alatriste es un filme a la vez apasionante y sombr¨ªo, pero a ratos tambi¨¦n lastrado por defectos ins¨®litos. Para empezar por el discurso hist¨®rico, el filme de D¨ªaz Yanes huye del repertorio de trajes habitual en la reconstrucci¨®n hist¨®rica hispana. Aqu¨ª la pobreza se huele, se masca, se sufre; aqu¨ª la indigencia camina del brazo con el lujo de la corte y el despilfarro para recordarnos una verdad que, en el fondo, es la que ilumina toda la pel¨ªcula: la existencia de dos Espa?as que conviven en una, la de la molicie y las intrigas de corte, y la de quienes, con Alatriste a la cabeza, encarnan los inauditos costes sociales del imperio.
ALATRISTE
Direcci¨®n. Agust¨ªn D¨ªaz Yanes. Int¨¦rpretes: Viggo Mortensen, Unax Ugalde, Ariadna Gil, Elena Anaya, Eduardo Noriega. G¨¦nero: drama hist¨®rico. Espa?a, 2006. Duraci¨®n: 140 minutos.
Ah¨ª est¨¢ la inmensa lecci¨®n de esta pel¨ªcula singular: en mostrar una Espa?a alejada del cart¨®n piedra, hecha con un realismo austero pero denunciatorio de quienes mantuvieron en pie un imperio en bancarrota. Un discurso sobre la gente de a pie, sobre los soldados que, s¨®lo por el honor y el compromiso de armas pagaron todos los platos rotos.
De ah¨ª que, m¨¢s que un filme espectacular, Alatriste sea un s¨®lido discurso hist¨®rico, y como tal, sombr¨ªo, descre¨ªdo y tremendo en su negrura. M¨¢s pel¨ªcula sobre la decadencia que sobre el hero¨ªsmo, m¨¢s discurso sobre el final de un mundo que el dorado canto a la construcci¨®n de un imperio, el filme utiliza la vida de Alatriste como una suerte de lazarillo para mostrar las luces y las sombras de una ¨¦poca. De ah¨ª que la construcci¨®n del h¨¦roe se antoje imprescindible, y la planta de Mortensen (no su hablar, un susurro inquietante cuya extra?eza no se diluye) le garantiza a Diego la elegante prestancia del guerrero.
Otra cosa son sus aventuras, que m¨¢s parecen hilvanes apresurados (tal vez por provenir de libros diferentes) que fruto del crecimiento de los personajes desde su propia evoluci¨®n: a la postre, todos los masculinos resultan demasiado de una pieza. Y otra cosa es, en fin, el triste destino que guarda para las mujeres, sumisas o ligeras de cascos.
As¨ª, Alatriste se muestra tan dual en sus hallazgos y defectos como la Espa?a que pinta inmejorablemente. Su ritmo se hace en ocasiones cansino, algunos acontecimientos ocurren lejos de la comprensi¨®n del espectador, tan opacos resultan en su s¨²bita plasmaci¨®n en la pantalla. Pero algunos de sus hallazgos se cuentan entre lo visualmente m¨¢s potente que haya dado el cine espa?ol en a?os, como ese espeluznante final en Rocroi, que clausura un mundo.
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