Espa?a en Europa
Hay momentos en la vida pol¨ªtica que permiten establecer una calificaci¨®n de las estrategias seguidas por los distintos actores, y la situaci¨®n actual de Oriente Pr¨®ximo, con sus implicaciones para los pa¨ªses europeos, el nuestro entre ellos, marca uno de esos hitos. La pasada guerra de L¨ªbano ha sido mucho m¨¢s que un episodio en la secuencia de enfrentamientos entre el Estado de Israel y su entorno ¨¢rabe. Se suma a la deriva hacia el caos iniciada en la zona con la invasi¨®n de Irak y abre el camino hacia una escalada cuya culminaci¨®n, tristemente l¨®gica, ser¨ªa una acci¨®n militar, protagonizada de uno u otro modo por los Estados Unidos y por el propio Israel con el fin de impedir el acceso de la Rep¨²blica islamista de Ir¨¢n al armamento nuclear. En otras palabras, estamos ante una previsible cat¨¢strofe que har¨ªa adem¨¢s real la profec¨ªa del "choque de civilizaciones".
Ciertamente, si Bush por un lado y Ahmadineyad por otro siguen empe?ados en el choque de trenes, ¨¦ste tendr¨¢ lugar y una vez m¨¢s habr¨¢ que deplorar la impotencia de Europa, cuando no censurar su dependencia del Imperio. No obstante, el desenlace de la guerra del L¨ªbano permite atisbar otro escenario, en que la inteligencia y la voluntad de paz se impongan a la fuerza ciega. Europa por una vez tom¨® la iniciativa, gracias sobre todo al gesto de Prodi, secundado inmediatamente por Chirac y Zapatero, al desbloquear el env¨ªo de la fuerza multinacional de interposici¨®n. Conviene recordar que Prodi y d'Alema, con la conferencia de Roma, asumieron desde muy pronto el trazado de esa l¨ªnea pol¨ªtica conducente al cese de las hostilidades. Ciertamente, las posibilidades de fracaso son muy altas, y siempre ser¨¢ m¨ªnimo el rendimiento inmediato para quienes asuman ese riesgo, con Francia, Italia y Espa?a a la cabeza. Pero no exist¨ªa otra elecci¨®n racional que sirviera para conjurar una reproducci¨®n de la tragedia vivida este verano en el L¨ªbano. Y de paso entra en juego ese tercer actor europeo, alineado estrat¨¦gicamente con Norteam¨¦rica, y al mismo tiempo discrepante de la pol¨ªtica seguida por la Casa Blanca desde el 11-S y dispuesto a mirar al mundo ¨¢rabe como un interlocutor necesario, no como un enemigo, creando las condiciones para ser percibido como un mediador imparcial. Aun cuando llegara el fracaso, valdr¨ªa la pena haber efectuado el intento.
As¨ª las cosas, la decisi¨®n "intervencionista" de Zapatero supone una importante contribuci¨®n a la pol¨ªtica de paz, y como tal ha sido reconocida, sobre todo en Italia. No va a actuar como comparsa de los dos que verdaderamente deciden, al modo de Aznar en las Azores, sino como complemento imprescindible del duo francoitaliano, subrayando que se trata de mucho m¨¢s que de una acci¨®n de prestigio lanzada por dos presidentes afectados por el s¨ªndrome de grandeza, caracter¨ªstico de la "vieja Europa". Quedan atr¨¢s los gestos de hostilidad hacia Israel en la primera hora. Del mismo modo que Europa, consciente de sus limitaciones, decide con todo poner su peso del lado de la paz, el Gobierno espa?ol no duda en ofrecer sus recursos, tambi¨¦n limitados, con ese prop¨®sito. Acierta involuntariamente Acebes al establecer el contraste entre la pol¨ªtica ahora seguida y el apoyo dado por Aznar a la invasi¨®n de Irak: el americanismo ciego del gobierno PP se puso al servicio de un imperialismo igualmente ciego de Bush. Fue la materializaci¨®n en pol¨ªtica exterior de las im¨¢genes del famoso cuadro de Brueghel. Ahora se trata de una decisi¨®n consciente, que pase lo que pase realzar¨¢ el prestigio de Espa?a en la Uni¨®n Europea y ante el mundo ¨¢rabe, en una situaci¨®n cr¨ªtica en la que por peque?os que sean los mediadores, estos son m¨¢s necesarios que nunca.
Al Partido Popular de Rajoy se le ofrec¨ªa una ocasi¨®n de oro para mostrar que es capaz de hacer otra cosa que arremeter contra el Gobierno ante todo y por todo, algunas veces con raz¨®n, pero siempre con estridencia e ineficacia. Los primeros s¨ªntomas son, sin embargo, de una nueva reca¨ªda en la pol¨ªtica de descalificaci¨®n, dictada por el eterno resentimiento del 14-M. Todo vale, incluso ese env¨ªo de t¨¦cnicos militares que supondr¨ªa, para el PP, haber intervenido ya sin la autorizaci¨®n parlamentaria. Para mal de todos, estamos lejos del partido liberal-conservador que gan¨® las elecciones en 2000.
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