El c¨ªrculo del miedo
Los hijos de las ¨²ltimas mujeres muertas tras a?os de malos tratos cuentan por qu¨¦ ellos no pudieron ayudar a sus madres
Carmen Cerrato llevaba 30 a?os sin visitar a su madre simplemente porque a su marido no le gustaba. Madre e hija viv¨ªan en el mismo pueblo, a 200 metros mal contados, pero Francisco Lucena, su marido, un alba?il de 58 a?os y dos escopetas en el armario, hab¨ªa conseguido a fuerza de palos y amenazas que Carmen, cuatro a?os menor que ¨¦l, se fuera apartando de su familia. Hace 10 d¨ªas, sin embargo, la mujer rompi¨® la prohibici¨®n. Fue a casa de su madre y despu¨¦s le hizo una visita a su hermana Rosario. "Yo creo", dice ahora Francisco, el mayor de los seis hijos del matrimonio, "que mi madre fue a despedirse. Por fin hab¨ªa decidido separarse de mi padre y de alguna manera sab¨ªa lo que estaba a punto de pasar".
"Lo mejor para todos era quedarse callado y no provocar a la bestia", dice un hijo
"Si una amiga no hubiera tirado de m¨ª, estar¨ªa muerta", dice una maltratada
"Lo que busca el maltratador es una esclava. Y s¨®lo se mata al esclavo que escapa"
Dos d¨ªas despu¨¦s de aquellas visitas, el s¨¢bado 26 de agosto, Francisco Lucena agarr¨® una escopeta con los ca?ones recortados -adquirida muy poco antes en el mercado negro- y mat¨® en Osuna (Sevilla) a su esposa y a su hija Carmen, de 34 a?os, embarazada de tres meses. Luego llam¨® por tel¨¦fono a sus hijos, los insult¨® y les dijo que ah¨ª ten¨ªan su "herencia", se pertrech¨® en su casa y finalmente se administr¨® un dispar¨® que lo ha dejado tuerto pero con vida.
S¨®lo unas horas despu¨¦s del crimen, algunos de los hijos de la pareja -de edades comprendidas entre los 38 y los 20 a?os- fueron relatando los detalles del horror que hab¨ªa vivido su madre desde que, todav¨ªa siendo ni?a, conoci¨® al que ser¨ªa su ruina. "Yo ten¨ªa seis o siete a?os", recuerda Francisco, de 38 a?os, "y ya ve¨ªa las palizas que ese hombre -nunca utiliza la palabra padre- le daba a mi madre. Yo me intentaba meter por enmedio y entonces me pegaba a m¨ª. Le perd¨ª el respeto enseguida, pero como no pod¨ªa con ¨¦l, a los 17 a?os me fui de casa. Ya ten¨ªa el campo libre, porque los dem¨¢s no le plantaron tanta cara. El mayor porque es un pedazo de pan, las ni?as porque son ni?as y los peque?os porque son peque?os. Y, a pesar de eso, cuando se enfadaba con ellos, casi siempre por defender a mi madre, les tiraba la ropa por la ventana o les daba una paliza. Lo mejor para todos era quedarse callados y no provocar a la bestia".
Tal relato -salpicado de detalles de una crueldad infinita, violaciones del padre a la madre, colillas apagadas en los pechos, humillaciones p¨²blicas- suscita una pregunta inevitable: ?c¨®mo entre los seis hermanos -todos mayores de edad- no pudieron sacar a su madre de ese infierno cotidiano? Jos¨¦ Ignacio Paz Ruiz es psic¨®logo del Instituto Andaluz de la Mujer. Ha atendido a decenas de mujeres maltratadas por sus maridos. Y asegura sin temor a equivocarse que "los hijos tambi¨¦n son v¨ªctimas". Lo que sucede, a?ade, es que el maltrato sigue siendo -pese a la multitud de mujeres que mueren cada a?o- un gran desconocido. "La gente", dice Paz Ruiz, "s¨®lo ve la agresi¨®n, la violencia. Y dice la t¨ªpica frase 'yo no aguantaba' o 'a m¨ª no me podr¨ªa pasar eso...' Lo que la mayor¨ªa no sabe -o no quiere saber- es que no suele haber violencia f¨ªsica si antes no la ha habido ps¨ªquica. Hay un recorrido previo de da?o, de humillaci¨®n, de un destrozo psicol¨®gico brutal. Por eso", a?ade, "no se puede hablar de una v¨ªctima y de unos compa?eros de viaje. Los hijos participan sin lugar a dudas de los da?os psicol¨®gicos que provoca un dominador de este calibre. Ellos, que est¨¢n en el c¨ªrculo m¨¢s cercano, viven el miedo y sobre todo viven el da?o. Un da?o psicol¨®gico tan profundo que les impide actuar o que incluso los lleva a justificar al padre culpabilizando a la madre. Y, por si fuera poco, entre la gente que est¨¢ a su alrededor -los familiares, los vecinos- se levanta un muro de silencio. Se piensa, o se quiere pensar, que no es tan grave, que no va a ir a m¨¢s, que en los asuntos de pareja no debemos meternos. Cualquiera llama a la polic¨ªa si el vecino hace una fiesta en su casa, pero no se le ocurre si escucha una bronca. Hay que tener en cuenta adem¨¢s que un 94% de los maltratadores no son violentos en sus relaciones cotidianas y por tanto tienen buena imagen en su entorno. Y que, por contra, la v¨ªctima, destrozada psicol¨®gicamente, va perdiendo credibilidad: va a presentar una denuncia y luego la quita, dice que no lo aguanta m¨¢s pero vuelve...".
Antonio G¨¢zquez tiene 32 a?os y es el ¨²nico hijo de Isabel Motos, la mujer que apareci¨® el pasado lunes ahorcada en su casa de Mar¨ªa (Almer¨ªa). Los investigadores se inclinan por la tesis del suicidio, pero Antonio est¨¢ convencido de que fue su padre quien mat¨® a su madre. La historia de Antonio se parece bastante a la de Francisco, el hijo mayor de la mujer asesinada en Osuna. "A los seis o siete a?os", recuerdo, "ya me enganch¨® por defender a mi madre y me puse cardiaco. A partir de ah¨ª, ya me encargu¨¦ de frenarlo". Antonio prefiere no contar c¨®mo se las apa?aba para frenar a su padre, pero que en cuanto pudo -bastante antes de la mayor¨ªa de edad- se fue de la casa paterna. Dice que intent¨® que su madre dejara a su padre, pero que no lo consigui¨®. "La relaci¨®n de mis padres se basaba en el dominio de ¨¦l y en la sumisi¨®n de ella. Cuando finalmente mi madre decidi¨® separarse, ¨¦l intent¨® por todos los medios que no lo denunciara. ?l disfrutaba de todos los bienes. Cuando, en la ¨²ltima ¨¦poca, mi madre iba consiguiendo algunos avances en su situaci¨®n personal o econ¨®mica, ¨¦l redoblaba la presi¨®n. Hasta que apareci¨® muerta".
Hay un momento en que las mujeres maltratadas corren un peligro extremo. Ni los hijos de Carmen ni el de Isabel supieron verlo. "Lo grave del maltrato", explica el psic¨®logo Jos¨¦ Ignacio Paz, "es el dominio. La agresi¨®n es una consecuencia. El esquema de la violencia es una historia de poder. Ellos quieren una relaci¨®n donde ellos manden y ella obedezca. El problema viene cuando la otra persona no est¨¢ por la faena. Entonces se pone en marcha la estrategia de la dominaci¨®n hasta que la mujer entienda que lo mejor que puede hacer es callarse, ceder, decir a todo que s¨ª. Esa estrategia de dominaci¨®n es lo que llamamos el maltrato psicol¨®gico. Si con esas estrategias, ya logran lo que buscan, no tienen que pasar a la siguiente fase. El marido de una mujer que yo trat¨¦ lo dec¨ªa claramente: 'el problema de esta casa es que no te dejas domar'. Si no lo logra, va utilizando t¨¦cnicas m¨¢s agresivas. El asesinato no suele suceder en caliente, sino cuando el maltratador asume que la ha perdido. Y entra dentro de su l¨®gica. Lo que busca el maltratador es tener una esclava y nadie es tan tonto que mata a sus esclavos. S¨®lo se mata al esclavo que se escapa. S¨®lo cuando ¨¦l asume que la ha perdido ejerce el ¨²ltimo acto de poder, que es matarla".
Luc¨ªa est¨¢ justo en ese momento de peligro. Hace un a?o cogi¨® a sus tres hijos y se fue del pueblo de M¨¢laga donde viv¨ªa. Su marido intenta ahora averiguar por todos los medios d¨®nde se encuentra. Su caso es de libro. ?l empez¨® aisl¨¢ndola -una persona aislada se domina m¨¢s f¨¢cilmente- y sigui¨® marc¨¢ndole una serie de prohibiciones. "Intent¨® que dejara mi trabajo, pero como no acept¨¦, iba todos los d¨ªas a las tres a recogerme. Si no bajaba a la hora en punto, me armaba un foll¨®n. Yo ten¨ªa pavor a un esc¨¢ndalo porque podr¨ªa acabar con mi empleo, as¨ª que a las tres de la tarde sal¨ªa corriendo del trabajo. Era humillante. Luego empez¨® con los celos. Me prohibi¨® ducharme por las ma?anas para que no fuera guapa a la oficina". Su siguiente paso fue cargarla de culpas. "Me dec¨ªa que lo ten¨ªa abandonado a ¨¦l y que ten¨ªa abandonados a mis hijos. Un d¨ªa me dijo que, ya que le hac¨ªa caso y dejaba el trabajo, se iba a matar. Cogi¨® la escopeta y se fue. Yo cre¨ª morirme. Me sent¨ªa culpable. Pensaba, qu¨¦ voy a hacer si se mata. Apareci¨® de noche. Con un conejo y una borrachera impresionante". Suelen decir los t¨¦cnicos en maltrato que cuando la autoestima se va por la puerta, la autoculpa entra por la ventana. "Yo", explica Luc¨ªa, "quer¨ªa ayudarlo. El matrimonio estaba fallando y era mi compromiso salvarlo".
Aun en los peores momentos, Luc¨ªa nunca pens¨® en dejar su trabajo y eso redobl¨® los intentos de su marido por dominarla. "Ya hac¨ªa tiempo que no quer¨ªa acostarme con ¨¦l y arremeti¨® por ah¨ª. Me persegu¨ªa toda la noche, me manten¨ªa despierta, era una tortura. Al final, era imposible negarse. Yo sab¨ªa que no lo deb¨ªa permitir y por eso, cada ma?ana, me iba de casa llorando, destrozada". Son muchas las mujeres maltratadas, dice el psic¨®logo Paz Ruiz, que se acuestan con su marido "para que no les pegue, para que no las insulte, para que no monte una bronca y despierte a los ni?os; para que no las acuse de infieles, de fr¨ªgidas, de lesbianas...; para que no las viole". Y, aunque ese maltrato no deje huellas f¨ªsicas, hay profesionales que lo califican como el peor caso de violaci¨®n.
Luc¨ªa recuerda con especial amargura la reacci¨®n de su madre cuando intent¨® buscar refugio en ella. "Me dijo que pensara en lo bien que viv¨ªamos, en la casa tan grande que ten¨ªamos, en el disgusto que se llevar¨ªa mi padre y lo peligroso que eso ser¨ªa para su tensi¨®n. Todav¨ªa, y aunque ya ha le¨ªdo el informe del forense que habla de los malos tratos, no se ha atrevido a salir de paseo por el pueblo. Por eso es important¨ªsimo que se haga un llamamiento a las familias, a los amigos, para que ayuden a las mujeres maltratadas, que las saquen en volandas y las cuiden, que ellas solas no pueden, que las han ido dejando vac¨ªas por dentro".
A Luc¨ªa se le saltan las l¨¢grimas. Sigue en peligro, pero cada d¨ªa se siente m¨¢s fuerte. Las buenas notas de sus hijos le acaban de confirmar que salir huyendo fue lo mejor que pudo hacer. En el terrible y a¨²n tan desconocido mundo del terrorismo dom¨¦stico hay dos momentos cr¨ªticos muy dif¨ªciles de predecir. Uno -se ha visto estos d¨ªas- es el que elige el maltratador para acabar con su v¨ªctima. El otro es el que elige la v¨ªctima para decir basta ya. No hace mucho una mujer se present¨® ante la polic¨ªa local de Sevilla y denunci¨® que su marido la ven¨ªa maltratando desde hac¨ªa tiempo, pero que cuando esa ma?ana se hab¨ªa levantado "con la mano dormida" decidi¨® no aguantar m¨¢s. Los agentes no entend¨ªan nada y le preguntaron que era aquello de la mano dormida. Les explic¨® que le ten¨ªa tanto miedo que todas las noches dorm¨ªa con el m¨®vil agarrado, por si ¨¦l la atacaba de nuevo, y que esa ma?ana, cuando se despert¨® y quiso abrir la mano, la ten¨ªa agarrotada.
Las noticias de esta semana -tres mujeres muertas tras a?os de malos tratos- hacen temblar a las v¨ªctimas. El viernes a mediod¨ªa, en una casa de acogida de Sevilla, una mujer que ya ha salido de ese infierno fue a visitar a las que a¨²n est¨¢n metidas en ¨¦l para darles ¨¢nimo. "Una vez mi marido me dijo que no me hab¨ªa matado para que el ni?o no viera el cad¨¢ver en el pasillo. Durante aquel tiempo, lo ¨²nico que quer¨ªa era ser vieja, que pasara todo.Su amenaza de muerte todav¨ªa pesa sobre m¨ª. Me dijo que en cuanto no le fuera imprescindible al ni?o peque?o, me quitar¨ªa de enmedio. Ahora tiene otra novia. Le ha dicho que toda la culpa de lo que le ha pasado la tengo yo. Pero yo s¨¦ que si una amiga no hubiera tirado de m¨ª estar¨ªa muerta".
La casa de acogida de la Junta de Andaluc¨ªa tiene un patio y 11 apartamentos independientes alrededor. Cada mujer vive con sus hijos. Una c¨¢mara vela discretamente por su seguridad. Se oyen risas. Por primera vez en mucho tiempo.
Carta del asesino desde la prisi¨®n
El autor de la carta es un hombre encarcelado por matar a su mujer hace algunos meses. Le escribe a un amigo desde la prisi¨®n. "Te habr¨¢s quedado de piedra cuando te enteraste de los hechos, pero la cosa ven¨ªa coci¨¦ndose de d¨ªas atr¨¢s... De buenas a primeras me pidi¨® la separaci¨®n y a m¨ª al principio me extra?¨®, pero no me lo tom¨¦ a mal. Me extra?¨® porque lo nuestro iba bien. Ella con su trabajo, yo con el m¨ªo, las discusiones y los problemas de siempre, pero de buenas a primeras me pide la separaci¨®n, se pone guapa, se arregla. Sale algunas noches y me pongo tan celoso y tan aturdido que me desconozco a m¨ª mismo. Le pregunt¨¦ si ten¨ªa otra persona y me dijo que no. Yo pienso que se juntar¨ªa con dos o tres separadas o se meter¨ªa en alguna asociaci¨®n de mujeres y le comieron la cabeza. Me dice que ya no siente nada por m¨ª. Los celos me invaden. Se apodera una fuerza extra?a de m¨ª aquella noche y comet¨ª aquellos hechos que no tienen perd¨®n de Dios. Ve¨ªa que la iba a perder y tambi¨¦n pienso que deb¨ª volcarme m¨¢s en ella y darle su posici¨®n porque a veces me pas¨¦...". Dicen los expertos que los maltratadores copian comportamientos como si hubieran ido a la misma escuela. A ¨¦ste no le import¨® que su esposa quisiera separarse, sino darse cuenta de que ya no le pertenec¨ªa.
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