El regreso po¨¦tico de Carver
Una ma?ana de 1956 Raymond Carver se acerca en coche a la parte alta de Yakima, peque?a ciudad del estado de Washington, para entregar un pedido de la farmacia en la que trabajaba como repartidor. Mientras espera que el anciano due?o de la casa busque su chequera, le llama la atenci¨®n que haya tantos libros esparcidos por todas partes. Su mirada se posa en una revista. Es la primera vez que ve "una de esas revistas de poca circulaci¨®n". Se trata de un ejemplar de Poetry. El anciano introduce el cheque en ella y se la entrega junto a un ejemplar de The Little Review: "Ll¨¦vatelas, hijo. A lo mejor un d¨ªa escribes algo y no sabes ad¨®nde mandarlo", le dijo el anciano.
Aquella noche apenas durmi¨®, se la pas¨® leyendo las cartas y los poemas de Ezra Pound, sus postulados sobre lo que se debe y no se debe hacer al escribir. Al d¨ªa siguiente avanz¨® en el an¨¢lisis y las discusiones que inclu¨ªan ambas revistas de los diversos movimientos po¨¦ticos del siglo. Percibe entonces que su vida est¨¢ dando un giro, que toma otra perspectiva ante el mundo. Los nombres con los que se encuentra en aquel par de ejemplares, Pound, Eliot, H.D., Aldington y Joyce, empiezan a resultarle muy familiares tras la jornada laboral. A partir de entonces, Carver empieza a escribir poes¨ªa de manera regular. Pocos a?os despu¨¦s, abre el ejemplar de otra revista, Targets, para encontrarse con su primer poema publicado: The Brass Ring (El aro de lat¨®n). El poema hace referencia al aro de lat¨®n que colgaba de un brazo mec¨¢nico en los tiovivos y que se bajaba por sorpresa a la altura de los ni?os que iban en ¨¦l. Quien lograra atraparlo, se aseguraba una vuelta gratis. En sentido figurado, la expresi¨®n significa tambi¨¦n apuntar alto, alcanzar el ¨¦xito.
A vista de hoy, cincuenta a?os despu¨¦s de su encuentro fortuito con la mejor poes¨ªa angloamericana del momento, parece que Carver ha alcanzado su particular aro de lat¨®n. Est¨¢ considerado como uno de los mejores narradores norteamericanos de su ¨¦poca y como poeta ha logrado crear escuela abriendo espacios apenas transitados hasta entonces, al menos en la poes¨ªa espa?ola de la ¨¦poca. Uno de esos espacios lo genera el pensamiento concebido como conversaci¨®n del sujeto consigo mismo, pero no para s¨ª mismo. El mecanismo mental de los escritores norteamericanos est¨¢ m¨¢s entrenado en la agudeza que en la abstracci¨®n. Se nutre de la perspicacia y de la inminencia.
El aire renovador que propone la poes¨ªa norteamericana cuando empieza a ser traducida en Espa?a (m¨¢s all¨¢ de los consabidos cl¨¢sicos) abre una nueva forma de desvelar la realidad en fotogramas, sin a?adidos que tiendan a modificarla. En ese sentido, la recopilaci¨®n de la poes¨ªa de Carver que ahora se presenta ante el lector espa?ol puede ser le¨ªda como la secuenciaci¨®n de una vida fragmentada en momentos claves, no caracterizados necesariamente por la rareza sino por la intensidad y el ahondamiento en ellos.
Carver es Ray en sus poemas. Escribe en el piso de arriba de Sky House. Es un hombre disciplinado en el trabajo. Se sienta todas las ma?anas a su mesa, revisa poemas escritos en otra ¨¦poca de su vida y escribe otros nuevos para celebrar la cotidiana inmediatez de sentirse vivo. Es un hombre agradecido. Desde que el 2 de junio de 1977 se encontrara con la poeta Tess Gallagher, con gusto hubiera titulado todos sus poemas Felicidad. Carver comienza entonces su particular vuelta gratis en este tiovivo: diez a?os m¨¢s de vida cuando los m¨¦dicos s¨®lo le hab¨ªan dado seis meses debido a sus graves problemas con el alcohol.
A partir del verano de 1977, deja la bebida y comienza una nueva vida junto a Tess. Viven juntos en Ridge House, Port Angeles, Washington, cerca del embarcadero. Le gusta escuchar emisoras musicales por la noche, como cuenta en el poema Ondas de radio, le gusta pasear por la orilla del r¨ªo leyendo p¨¢rrafos sueltos de Abel Mart¨ªn y versos de Machado, uno de sus poetas de cabecera, se aficiona a la pesca y sigue de lejos los resultados del b¨¦isbol. Viven en la calma. Cuando enferma de c¨¢ncer, ambos se las ingenian para mantener esa calma la mayor parte del tiempo posible, concentrarse en ella y sacarle el m¨¢ximo fruto. Para eso hab¨ªa vivido su propina de diez a?os con una sola premisa inscrita en su mechero: AHORA.
Todos nosotros (Bartleby) se basa en la edici¨®n original de la poes¨ªa completa de Raymond Carver realizada por Tess Gallagher bajo el t¨ªtulo All of Us en 1996 y publicada en Londres por la editorial The Harvill Press. La presente edici¨®n pretende completar la visi¨®n que hasta el momento ten¨ªa el lector espa?ol de la poes¨ªa de Carver y mostrarle su variedad de registros. A su vez, la presentaci¨®n del texto original le permitir¨¢ conocer de primera mano la poes¨ªa de Carver, el alcance de cada matiz y el poder el¨ªptico que la singulariza.
Una traducci¨®n no es m¨¢s que una percepci¨®n, la interpretaci¨®n de una partitura. Pero, como dice Jaime Siles, la traducci¨®n debe ser un texto art¨ªstico porque el texto del que se traduce es un texto art¨ªstico. ?sa ha sido la intenci¨®n que me ha guiado en este trabajo, aunque la intenci¨®n no tenga necesariamente que ver con el resultado. No hay traducciones para siempre, de todos modos. Todo texto traducido requiere siempre una revisi¨®n posterior. En este volumen se revisan las traducciones anteriores de la poes¨ªa de Carver y se ofrecen versiones de un amplio n¨²mero de poemas in¨¦ditos en castellano. Lo mismo puede ocurrir en un futuro con estas versiones que hora se proponen. Y est¨¢ bien que sea as¨ª. Al fin y al cabo la traducci¨®n sigue siendo una lectura m¨¢s.
Jaime Priede es traductor de Todos nosotros.
'FELICIDAD'
Tan temprano que casi est¨¢ oscuro todav¨ªa.
Me acerco a la ventana con una taza de caf¨¦
y el atasco de siempre a estas horas de la ma?ana
en la cabeza.
Veo entonces al chico y a su amigo
calle arriba
repartiendo el peri¨®dico.
Llevan gorras y sudaderas,
uno de ellos con una bolsa al hombro.
Son tan felices
que no se dicen nada, estos chicos.
Creo que si pudieran, se coger¨ªan
del brazo.
Es temprano por la ma?ana
y est¨¢n haciendo esto juntos.
Se acercan, despacio.
El cielo empieza a cubrirse de luz,
aunque todav¨ªa cuelga p¨¢lida la luna sobre el agua.
Tanta belleza que, durante un instante,
la muerte o la ambici¨®n, incluso el amor,
no tienen cabida aqu¨ª.
Felicidad. Llega
de forma inesperada. Y sigue su camino, realmente. Cualquier madrugada te lo dice.
'PROTEGIENDO A LA N?MERO UNO'
Ahora que te has ido durante cinco d¨ªas,
fumar¨¦ todos los cigarrillos que quiera y
donde quiera. Har¨¦ bollos y me los comer¨¦
con mermelada y con tocino. Har¨¦ el vago. Ser¨¦ indulgente conmigo mismo. Pasear¨¦ por la playa s¨®lo
si me apetece. Y me apetece, a solas y pensando en mis a?os j¨®venes.
En las personas que entonces me amaron m¨¢s all¨¢ de la raz¨®n.
Y en c¨®mo yo las am¨¦ a ellas sobre todas las dem¨¢s. Excepto de una. ?Estoy diciendo que har¨¦ todo
lo que quiera mientras est¨¢s fuera!
Pero hay una cosa que no har¨¦.
No dormir¨¦ en nuestra cama sin ti.
No. No me apetece.
Dormir¨¦ ah¨ª donde suelto una blasfemia si me apetece, ah¨ª donde duermo cuando est¨¢s fuera
y no puedo abrazarte como lo hago.
En el sof¨¢ roto de mi estudio.
Babelia
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