Joaquim Romaguera
historiador cinematogr¨¢fico Agitador cultural, fue director de la Federaci¨® Catalana de Cineclubs
Hay ocasiones en que las palabras se demuestran estrechas para dar cuenta de la verdadera ocupaci¨®n de un hombre. Sin ir m¨¢s lejos, ocurre en el caso de Joaquim Romaguera i Rami¨®, fallecido en su ciudad de Barcelona (donde hab¨ªa nacido, en 1941) ayer mismo. Joaquim era, ante todo, historiador cinematogr¨¢fico, pero tambi¨¦n muchas cosas m¨¢s. Agitador cultural, fundador de cineclubes, director de la Federaci¨® Catalana de Cineclubs (1982-1987), de cuya resurrecci¨®n fue en parte responsable; coordinador de ambiciosas obras de obligada consulta (como la pionera Enciclopedia ilustrada del cine, 1968- 1971), pero tambi¨¦n las varias series de la publicaci¨®n Cinemat¨°graf, indispensables para una mejor comprensi¨®n de lo que ha sido el cine en Catalu?a, su gran desmedida pasi¨®n.
Y muchas cosas m¨¢s. Documentalista en BTV, hombre en la sombra detr¨¢s de las varias colecciones de arte y comunicaci¨®n de Gustavo Gili (1974- 1993), Romaguera colabor¨® incansablemente en publicaciones como Avui y Diari de Barcelona, las revistas El M¨®n, Imagen y Sonido, Pel¡¤l¨¬cula (de la que fue fundador y coordinador), L'Aven? y Revista de Catalunya, y fue, ante todo, un honesto ciudadano empe?ado en cuanta causa nacionalista le viniera al paso.
A veces, en el fragor de la lucha ideol¨®gica y en la agitaci¨®n cultural a la que se lanz¨® sin tomar ninguna distancia (Romaguera pod¨ªa ser muy vehemente cuando se lo propon¨ªa: su falta de c¨¢lculo lo pag¨® en ocasiones muy caro; fue, para entendernos, un militante, la ant¨ªtesis del pol¨ªtico profesional), olvidaba alguna prudencia que el historiador que siempre fue hubiera debido intuir. Pero eso s¨®lo lo hizo m¨¢s entra?able en sus inmensas rabietas, en su desprecio por los convencionalismos, en su huida de todo compadreo; en sus b¨ªblicas rabietas.
Deja un tendal de amigos y varias obras imprescindibles, aunque como ocurre en toda aventura humana, tambi¨¦n algunas discutibles. Lo es, por ejemplo, la m¨¢s ilustre de sus criaturas, el ambicioso, bien que criticable, Diccionari del cinema a Catalunya (2005). Pero tambi¨¦n puso generosamente su pluma al servicio de la obra de profesionales a los que sac¨® del olvido, como al notable director amateur Delmiro de Caralt, a quien dedic¨® Un mecenatge cinematogr¨¤fic. Vida i obra de Delmiro de Caralt (1987); a Avel¡¤l¨ª Art¨ªs i Gener, cuya labor como escen¨®grafo radiografi¨® en T¨ªsner l'escen¨°graf. Teatre, cinema, televisi¨®, publicitat (1995); o al pionero Mag¨ª Murri¨¤, cuyas Mem¨°ries d'un exiliat (2002) anot¨® y ampli¨® en un libro indispensable. Y por encima de todo, Romaguera sigue siendo, con otro ilustre y reciente desaparecido, Homero Alsina Thevenet, el autor de un libro de consulta obligada, Textos y manifiestos cinematogr¨¢ficos (1980), con el que un par de generaciones de cin¨¦filos han aprendido a leer correctamente tantos y tantos momentos indispensables de la historia del cine.
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