Matar mentiras todas
Pocos a?os antes de que el Guernica viajara de Nueva York a Madrid, el artista de origen armenio y marchante de pintura graffiti Thomas Shafrazi hab¨ªa decidido atentar contra el cuadro. Era el momento culminante del Watergate, y algunos artistas norteamericanos, dedicados a crear obras de dif¨ªcil comercializaci¨®n (Robert Smithson, Chris Burden, Joseph Kosuth), pensaban que su trabajo resultaba verdaderamente ineficaz en un mundo de guerra y caos. Shafrazi cre¨ªa que ni la poes¨ªa ni las proclamas pol¨ªticas pod¨ªan redimir al mundo. As¨ª que se concentr¨® en la idea, pr¨¢cticamente suicida, de "la palabra pintada" -en alusi¨®n al t¨ªtulo de un art¨ªculo de Tom Wolfe, donde el escritor se presentaba como azote del modernismo art¨ªstico y corporativo, ridiculizado con el dibujo de un caballo cubista que se estaba ahogando con un pl¨¢tano-. La intenci¨®n del descerebrado Shafrazi era escribir directamente sobre la superficie de las grandes obras del Museum of Modern Art, desde el Blanco sobre Blanco de Mal¨¦vich hasta los ready-made de Duchamp o los drippings de Pollock.
Picasso dijo a los fascistas: "Esta pintura no la he hecho yo, la han hecho ustedes"
Shafrazi telefonear¨ªa a la agencia de noticias Associated Press. Despu¨¦s, calcul¨® que tres minutos ser¨ªan suficientes para llegar a un cuadro y graffitearlo. Escogi¨® el Guernica. Se abri¨® paso entre el grupo de personas que miraban la tela y con un spray escribi¨® con letras rojas: "Matar mentiras todas". La polic¨ªa le detuvo, registr¨® sus ropas y minutos despu¨¦s lo encerr¨® en un furg¨®n, mientras gritaba: "Soy un artista". Su amigo Richard Serra pag¨® la fianza. Por fortuna, la superficie del cuadro no result¨® da?ada porque la pintura del spray era pr¨¢cticamente inocua y se actu¨® con rapidez.
?Se merec¨ªa el imponente picasso aquel cardo antisistema? Si el Guernica representa hoy la imagen m¨¢s real, m¨¢s aut¨¦ntica, del dolor y el horror de la guerra es porque el talento de su autor supo estar por encima de su tiempo, y a la vez comprometerse con ¨¦l. Todos los elementos de su iconograf¨ªa anterior -toro, caballo, guerrero, mujeres, ni?os, p¨¢jaros- vuelven a estar presentes en el cuadro, pero no para aludir a las fuerzas oscuras del inconsciente, sino para representar la libertad asesinada por la brutalidad del fascismo. En el Guernica se concilian la vanguardia art¨ªstica y la pol¨ªtico social. Es un cuadro activista, s¨ª, la roca sobra la que muchos trabajos que as¨ª dicen llamarse terminan estrell¨¢ndose. El Guernica hizo del arte posterior pura anacron¨ªa, lo mejor que encontramos en otros creadores ya estaba en ¨¦l.
El Guernica tiene un aura implacable. Es el aura de los mitos. A lo largo del siglo XX, muchos autores se han dejado seducir por ¨¦l o lo han visitado con su paleta: Philip Guston (Bombardeo, 1937-8), Oskar Kokoschka (Alicia en el pa¨ªs de las maravillas, 1942) o Robert Motherwell; y en Espa?a, los Equipo Cr¨®nica, Guinovart o Pedro G. Romero. Pero es en el dominio de lo fotogr¨¢fico donde esta imagen fija de la destrucci¨®n humana encuentra mejor sus posibles correlatos, y en algunos casos, para resolver el problema de la supuesta evidencia y estatuto de verdad del medio. El autor camboyano Tea Kim Heang retrat¨® a un Ni?o con heridas graves que mira a su madre muerta, despu¨¦s de un ataque de cohetes al mercado central de Pochentong, en 1975. Y mucho tiempo antes, el fot¨®grafo chino norteamericano, H. S. Wong, capturaba la imagen de un ni?o en la Estaci¨®n sur de Shanghai despu¨¦s de un brutal bombardeo japon¨¦s.
Hace siete d¨¦cadas, ya exist¨ªan casos de manipulaci¨®n fotogr¨¢fica con fines propagand¨ªsticos, y no s¨®lo en pa¨ªses con reg¨ªmenes totalitarios (la frase del magnate de Prensa William Randolph Hearst, "T¨² suministras las fotograf¨ªas, yo pongo la guerra", la entienden hoy hasta los ni?os). Pues bien, la fotograf¨ªa de Wong se public¨® el 4 de octubre de 1937 en la revista Life, y en ella se ve a un ni?ito abandonado en medio de un paisaje de horror, minutos despu¨¦s de que las tropas japonesas dejaran caer sus bombas sobre una estaci¨®n de tren, en la segunda guerra chino-japonesa. Seg¨²n el pie de foto, "Wong fue el primero en presenciar esta horrible escena". La fotograf¨ªa fue publicada en 800 peri¨®dicos americanos y se calcula que 136 millones de personas la vieron. Fue un arma eficaz que sirvi¨® para preparar psicol¨®gicamente a la poblaci¨®n norteamericana para una guerra contra Jap¨®n. A?os despu¨¦s, se supo que aquella imagen hab¨ªa sido una "construcci¨®n", una sofisticada puesta en escena, con efectos especiales incluidos.
Estaci¨®n Sur de Shanghai... queda para la historia como una de las grandes mentiras del periodismo. En aquel caso, Wong no hubiera podido exclamar lo que Picasso le respondi¨® a los fascistas que calificaron el Guernica de "degenerado": "Esta pintura no la he hecho yo, la han hecho ustedes".
Babelia
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