Un 'sprint', una curva y una mano rota
Rabioso por no haber ganado, Petacchi se parte un dedo al dar un pu?etazo a su autob¨²s
Hay jefes de prensa y jefes de prensa.
Pascale, rubia, belga, pol¨ªglota y comisaria de la UCI, todo incluido en un cuerpo menudo, lee El noble arte del insulto, op¨²sculo del chino Liang Shiquiu, que no trata de lo que dice el t¨ªtulo, sino de c¨®mo manejar las discusiones de palabra, y alecciona a Alejandro Valverde, su cliente principal, un ciclista tan ingenuo a pie como asesino sobre la bicicleta. Se trata de buscar un equilibrio entre la llaneza con que se maneja en las entrevistas y el instinto matador que le convierte en un adversario temible en carrera. Se trata de que parte de la malicia que despliega dando pedales el prodigio de Murcia -la rabia que le sirvi¨® de combustible, por ejemplo, el s¨¢bado en la contrarreloj de Cuenca, la rabia interna que le invadi¨® cuando ley¨® que Vinok¨²rov pensaba sacarle un minuto: se va a enterar ¨¦ste de lo que vale un peine, pens¨®, y no dijo, el murciano- se transfiera a su personal apacibilidad de comportamiento.
Andrea Agostini, fuerte, s¨®lido, italiano que fue un veloz sprinter como amateur, amigo y compa?ero de equipo de Pantani, que le lanzaba en las llegadas, recorre en bicicleta los ¨²ltimos 45 kil¨®metros de cada etapa llana para pasarle el informe a su patr¨®n, Alessandro Petacchi. Se trata de que el mejor sprinter de la ¨²ltima generaci¨®n tenga todos los datos, todas las sensaciones, todos los detalles, para poder desarrollar al m¨¢ximo su arte. Visto lo que sucedi¨® en la llegada de ayer en la f¨¢brica Ford, una larga recta que, insidiosamente, est¨²pidamente, se convert¨ªa en curva a falta de 150 metros para la llegada, y visto lo que sucedi¨® despu¨¦s, en el parking de los autobuses de los equipos, quiz¨¢s mejor habr¨ªa hecho Agostini proveyendo a su jefe de una copia de El arte del insulto, o de cualquier otro libro que ayude a gestionar, a dirigir la rabia, a transformarla en infinita sutileza, que de m¨¢s informaci¨®n sobre las llegadas: el conocimiento perfecto de la ¨²ltima curva no le evit¨® al velocista italiano verse encerrado por la pareja del Lampre Corioni-Napolitano, en el giro decisivo. As¨ª, el d¨ªa marcado por Petacchi para su renacimiento triunfador despu¨¦s de la rotura de rodilla sufrida en el Giro, el d¨ªa de la llegada ideal para sus dotes de corredor que necesita grandes espacios para desarrollar la m¨¢xima velocidad, se convirti¨® en el d¨ªa de frustraci¨®n. En el d¨ªa de rabia.
Gan¨® el sprint por delante de un pelot¨®n despedazado, roto en la ¨²ltima recta, azotado por el viento, un alem¨¢n llamado Robert Forster, de 28 a?os, sprinter cuyo mayor ¨¦xito hasta el momento es la victoria en la ¨²ltima etapa del pasado Giro y que defiende los colores de una marca de agua mineral alemana, lo que quiz¨¢s increment¨® la furia de Petacchi, a quien le paga una firma de leche alemana tambi¨¦n.
El caso es que, como Olaz¨¢bal cuando qued¨® eliminado del Open de Estados Unidos de 1999, Petacchi lleg¨® hasta el autob¨²s azul del Milram, su equipo, y cuando estaba a la altura de la puerta descarg¨® sobre la chapa un tremendo pu?etazo. ?Aaaaayyyyy! Al autob¨²s no le pas¨® nada, pero la mano derecha del ciclista se hinch¨® como un globo al instante. E, inmediatamente, mientras el m¨¦dico del equipo se afanaba en romper hielo para ponerle una bolsa como un molde entre los nudillos, las lamentaciones. "Lo siento, lo siento", dijo Petacchi, a cuyo alrededor se hab¨ªa construido este a?o su equipo, el Milram. "Estaba hecho una furia porque, despu¨¦s de haber estado parado tantos meses, ten¨ªa la posibilidad real de volver a ganar. A toda costa quer¨ªa darle un sentido a una temporada destruida por la mala suerte del Giro. De todas maneras, reconozco que ha sido un gesto est¨²pido y pido excusas a mis compa?eros y a los directivos del equipo. La rabia era tal que no he logrado controlarme. En el fondo, soy un hombre, no una m¨¢quina". Junto al autob¨²s, qu¨¦ esc¨¢ndalo, r¨¢pidamente se estacionaron tres ambulancias, qu¨¦ dispendio. El ciclista s¨®lo necesit¨® una para llegar a un hospital de Valencia donde una radiograf¨ªa revel¨® la rotura del cuello del metacarpiano del dedo me?ique de la mano derecha.
Y aunque vol¨® ayer con el resto de corredores de la Vuelta, no tantos, pues unos cuantos, como Cancellara o Rebellin, se han retirado para preparar mejor el Mundial, desde Valencia hasta Almer¨ªa, donde hoy descansa la carrera, no es seguro que ma?ana Petacchi salga a disputar la etapa del Calar Alto, la primera de las tres de monta?a que ya veremos si aclaran la prueba.
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