Rel¨¢mpago Valverde, trueno Vinok¨²rov
Magn¨ªfica victoria del joven Igor Anton, mientras Kasheckin y Sastre muestran cierta debilidad
A las seis de la ma?ana se rompi¨® el cielo sobre Almer¨ªa y en el desayuno nadie hablaba de otra cosa. Del sue?o imposible, vueltas y m¨¢s vueltas en la cama, las s¨¢banas, empapadas en sudor, un l¨ªo blanco iluminado por el fulgor de los rel¨¢mpagos, animado por el retumbar de los truenos, el ulular de las sirenas de los bomberos, el viento que doblaba las palmeras, el agua azotando los cristales. Pesadillas de ciclista con los ojos abiertos y el coraz¨®n palpitando: pocas horas despu¨¦s tendr¨ªan que subir a m¨¢s de 2.000 metros, hasta casi el cielo, hasta tocar con las manos las nubes con ganas de tormenta. Qu¨¦ miedo.
A las seis de la tarde Igor Anton, 23 a?os, roz¨® con los dedos el para¨ªso y en la meta, durante unos minutos, no se habl¨® de otra cosa. De c¨®mo la Vuelta ha dejado de ser la carrera de los fuegos artificiales, de los grandes despliegues de superproducci¨®n, para convertirse en la prueba de los peque?os detalles; de c¨®mo las etapas son ahora como peque?os mecanismos de reloj, engranajes ajust¨¢ndose a la perfecci¨®n; relojes que se mueven al ritmo del coraz¨®n de los corredores. Impulsos del coraz¨®n, enorme, de Anton, por ejemplo. Todos aquellos, muchos, que llevaban toda la Vuelta contando maravillas del ¨²ltimo prodigio del ciclismo vasco, daban palmadas, saltaban, bailaban. Repasaban una y otra vez en su memoria los ¨²ltimos kil¨®metros de la subida al observatorio de Calar Alto, pero fijaban el recuerdo no en el duelo a tres Valverde-Vinok¨²rov-Sastre, sino en una menuda figura naranja que ataca una vez y se va, que hace pareja unos metros con otro joven muy bueno, Redondo, del Astana, 21 a?os, que es capturado y dejado atr¨¢s en uno de los impulsos destructores de Vinok¨²rov, pero que vuelve, que aprovecha un par¨®n t¨¢ctico para lanzarse de nuevo y, sacando fuerzas de no sabe d¨®nde, esta vez sin vuelta atr¨¢s, hasta el final. "Pero s¨ª que s¨¦ de d¨®nde he sacado fuerzas", rectific¨® despu¨¦s Anton, que es de Galdakao, como Ramontxu Gonz¨¢lez Arrieta. "Creo que he sacado fuerzas acord¨¢ndome de Roberto Laiseka, de c¨®mo mi compa?ero gan¨® el a?o pasado la etapa de Cerler".
Se habl¨® de Anton en la meta, del s¨ªmbolo del ciclismo que llega, pero, luego, se habl¨® de Valverde, claro. De Valverde, de Vinok¨²rov y de Sastre. De los movimientos de los tres que armaron la etapa, y de Kasheckin, que no tuvo su d¨ªa y pas¨® por encima de la barra de los dos minutos. De c¨®mo los kazajos se quedan en uno, aunque qu¨¦ uno, y de c¨®mo las etapas de monta?a se quedan en dos. De los ataques, cuatro, uno tras otro, bang, bang, bang, bang, truenos, rel¨¢mpagos, fuerzas de la naturaleza, de Vinok¨²rov, rostro inescrutable bajo la lluvia, moral de acero; de la facilidad en la respuesta de Valverde, rostro impasible, boca cerrada, gas en el manillar; del sufrimiento de Sastre, el cazador agazapado, el ciclista valiente que lanza sus ataques aun cuando no puede m¨¢s, que se resiste, que resiste, que resiste.
Se habl¨® de Valverde, por supuesto. De c¨®mo respondi¨® al primer golpe de Vinok¨²rov, el m¨¢s fuerte, a poco m¨¢s de seis kil¨®metros de la meta. Despu¨¦s de dejarle ganar terreno al kazajo, el murciano poco a poco acelera y, con pasmosa facilidad, sin aparente esfuerzo sobre desniveles superiores al 8%, un rel¨¢mpago amarillo, fulgurante y veloz, lo alcanza poco despu¨¦s.
Al segundo ataque de Vinok¨²rov, a cuatro kil¨®metros de la llegada, Valverde responde con facilidad y prontitud. Es un ataque sostenido que rompe a Sastre. El duelo esperado en la cabeza, Valverde-Vinok¨²rov mano a mano. ?ste es el momento. Esto no es nada. Hablan los dos. "Le dije a Vino que tirara para adelante, que Sastre se quedaba, que nos ¨ªbamos los dos y ya est¨¢", cuenta Valverde, ligeramente decepcionado por la actitud del kazajo que no entr¨® a su juego. "Pero el me dijo que no pod¨ªa. Y luego va y se l¨ªa a atacarme". "Y eso es lo que yo lo dije", responde Vinok¨²rov, "que yo prefer¨ªa atacar a subir a ritmo".
Se pararon, les alcanz¨® y les super¨® Anton, que vol¨® hacia la victoria. Les alcanz¨® y se peg¨® a ellos Sastre, quien aguant¨® s¨®lo hasta que se lanz¨® el sprint final, la caza de las bonificaciones. Valverde, el rayo, segundo, se cobr¨® 12 segundos. Vinok¨²rov, el trueno, tercero, 8s, que le valen para superar, por d¨¦cimas, a Sastre en la general, pero un poquito m¨¢s lejos, a 1.42m, de Valverde, m¨¢s cerca que nunca de la victoria final.
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