El mejor criterio de selecci¨®n: la imparcialidad
En el sector p¨²blico, el rendimiento se mide por el m¨¦rito y la capacidad, mientras que en el privado es la idoneidad o la persona m¨¢s adecuada al puesto de trabajo. Ambos criterios valoran el tiempo que un sujeto invierte en su aprendizaje, que se refleja en su curr¨ªculum: un registro cronol¨®gico que marca el grado de experiencia. Lo m¨¢s valorado es el car¨¢cter consecutivo de las actividades, es decir, que no existan per¨ªodos en "blanco". Pero, tanto en los procesos de selecci¨®n como en los de promoci¨®n, se subraya un factor nada desde?able: la gesti¨®n del tiempo invertido en formaci¨®n, y el previsible, ante futuras demandas de la organizaci¨®n.
Las empresas requieren la disponibilidad de tiempo: viajes, fines de semana o cenas (para engrasar relaciones que faciliten otros acuerdos). El tiempo representa el principal capital de las sociedades modernas, porque las empresas consideran que la plena dedicaci¨®n es un indicador de eficacia. Tambi¨¦n saben de los nuevos retos que plantea una sociedad globalizada, donde s¨®lo se avanza gracias al talento y la innovaci¨®n. Cualidades que se cumplen al considerar a las personas los principales activos de una organizaci¨®n.
En ning¨²n caso se pretende pedir favores, sino reclamar derechos
Aunque el t¨¦rmino persona sea central en las teor¨ªas de recursos humanos, las bondades del concepto no deben impedirnos saber si hombres y mujeres cuentan con la misma capacidad de gesti¨®n del tiempo, o si por el contrario nos hallamos ante una importante desigualdad en su uso.
Sin embargo, no basta con observar lo que hay para darlo por hecho. Por ejemplo, depositar en las mujeres la responsabilidad familiar; debida a sus "especiales dificultades" disponen de menos tiempo y les resta competencias en el mercado de trabajo. Siendo suyo el problema, suya es la soluci¨®n. Por estas razones, a la empresa no le conciernen los efectos que conlleve la convocatoria de reuniones a partir de las 19 horas. Cuando se est¨¢ obviando que las mujeres, adem¨¢s, se ocupan de las personas independientes que conviven con ellas. Las carreras profesionales masculinas -y el tiempo que precisan- se sostienen en un excedente de tiempo proporcionado por las mujeres.
A pesar del notable esfuerzo econ¨®mico que las familias espa?olas realizan para que sus hijas estudien, ¨¦stas, a diferencia de mi generaci¨®n, calculan el coste de oportunidad (cu¨¢l es el momento profesional m¨¢s oportuno para la maternidad) m¨¢s el coste de sustituci¨®n (qu¨¦ representa en su sueldo el gasto por contratar una persona que cubra su ausencia, a diferencia de otros gastos comunes, como la vivienda o el coche, que son de la pareja). Lo que explicar¨ªa un retraso en la maternidad o la disminuci¨®n del n¨²mero de nacimientos, sin obviar el despilfarro de capital humano femenino.
Otra creencia se basa en su "reciente" incorporaci¨®n al mercado, cuando las obras de la economista Margaret Maruani, o en nuestro pa¨ªs, la historiadora Cristina Border¨ªas, muestran la trayectoria laboral de las mujeres a trav¨¦s de los siglos.
Sin embargo, la mejor estrategia para imputar d¨¦ficit a las mujeres radica en considerarlas un colectivo, a pesar de representar el 51% de la poblaci¨®n. Un colectivo lo forman aquellos individuos que por sus caracter¨ªsticas se inscriben en un grupo a partir del cual defender¨¢n unos derechos comunes para superar discriminaciones: por raza, creencia religiosa o alg¨²n tipo de discapacidad, entre otras. Los hombres, en su globalidad, no forman parte de ning¨²n colectivo, salvo que posean alg¨²n rasgo que los incluya en los mismos, mientras que al conjunto de las mujeres se les atribuye la condici¨®n de colectivo por desarrollar tareas que no les corresponde en absoluto asumir en solitario, proporcionando infraestructura y cuidado a las personas dependientes e independientes. Cuando s¨®lo podr¨ªan definirse dentro del mismo aquellas que, por su condici¨®n, respondan a este esquema: mujeres maltratadas, minor¨ªas ¨¦tnicas, etc¨¦tera, pero en ning¨²n caso la globalidad de las mujeres.
Colocar al conjunto de las mujeres como colectivo reporta enormes ventajas; entre ellas, aplicar a las mujeres pol¨ªticas de protecci¨®n frente a pol¨ªticas de derechos, porque sobre los colectivos cabe hacer concesiones, asegurando cuotas o acciones positivas, para en un segundo lugar valorar sus m¨¦ritos. En virtud de este esquema, los que no son colectivo -los hombres- interpelan la presencia de mujeres en el espacio p¨²blico, entendiendo que la acci¨®n positiva vulnera la igualdad de trato. Sin preguntarse sobre las razones que expliquen la masculinizaci¨®n de los espacios de decisi¨®n. Aunque ni siquiera de la mano de los colectivos se habilita a las mujeres para compartir espacios. "El C¨®digo Conthe", la primera recomendaci¨®n de buen gobierno a las empresas sobre las ventajas de la diversidad (asimilaci¨®n de los colectivos a las empresas), ha recibido notables descalificaciones.
Con el mismo criterio se interpela a la futura Ley Org¨¢nica de Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, por su car¨¢cter intervencionista en lo relativo a la libertad de las empresas, cuando el proyecto de ley pretende todo lo contrario: que los criterios de elecci¨®n y promoci¨®n recaigan en el talento y el desempe?o profesional, sin que en ning¨²n caso el sexo del candidato act¨²e en contra suya. S¨®lo as¨ª se asegurar¨¢ el criterio de imparcialidad. Se trata de no jugar con cartas marcadas.
Si se participa de la idea de colectivo, es l¨®gico que aparezcan voces femeninas que rechacen "tratos de favor", y defiendan su posici¨®n laboral a partir de su exclusivo esfuerzo personal. En ning¨²n caso se pretende pedir favores, sino reclamar derechos. Como hizo Concepci¨®n Arenal al disfrazarse de hombre, en 1842, para poder recibir clases en la Facultad de Derecho. Se invisti¨® del aspecto de aquellos sobre quienes jam¨¢s se duda, ni se les demanda que acrediten su val¨ªa en ninguna esfera social. La igualdad exige la democratizaci¨®n de todos los espacios de decisi¨®n, saber y poder.
Soledad Murillo de la Vega es secretaria general de Pol¨ªticas de Igualdad.
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