Un momento en el sonido
Tras sortear con elegancia la prueba de obst¨¢culos en la que se ha convertido la ciudad de Sevilla desde que las obras comenzaron a prometernos mejoras espectaculares, y despu¨¦s de hacer frente al pago del impuesto revolucionario de aparcamiento que impenitentemente y a diario nos aplican los gorrillas, encamin¨¦ mis pasos al Lope de Vega. Desde el 13 de septiembre, el teatro es uno de los lugares encargados de acoger los espect¨¢culos de la XIV Bienal de Flamenco y precisamente ese d¨ªa actuaba uno de los grandes orgullos de la guitarra espa?ola: Vicente Amigo, que presentaba su nuevo trabajo Un momento en el sonido. Alguien me cuchiche¨® al o¨ªdo que el maestro Amigo se hab¨ªa retirado, meses atr¨¢s, a un rinc¨®n monacal de Extremadura, talmente como hiciera en su tiempo el emperador Carlos I, aunque salvando las diferencias, claro est¨¢. Mientras que uno se quiso alejar de los trajines de la Corte, el otro se dispuso a liberarse de los ritmos de moda, para conseguir escucharse por dentro sin las interferencias inevitables de las rumbas pegadizas. Eso le ha permitido sacar a la luz este nuevo trabajo musical repleto de intimismo y de ra¨ªces, un trabajo con sabor a realidad en el que el artista Vicente Amigo retoma sus or¨ªgenes.
No deber¨ªa continuar con esta cr¨®nica sin enviar un consejo a todos los amantes del flamenco que deseen aprovecharse de este mes de placeres acompasados y visuales: ?ndense bien espabilados si no han adquirido ya las localidades para disfrutar de sus espect¨¢culos preferidos porque, a estas alturas, resulta casi misi¨®n imposible encontrar un huequito en los foros que permiten abastecer el alma flamenca. De hecho, cuando decid¨ª que esta cr¨®nica estar¨ªa inspirada por el ritmo de los rasgueos guitarr¨ªsticos de Vicente Amigo, no supuse que me resultar¨ªa tan dif¨ªcil conseguirlas con tantos d¨ªas de antelaci¨®n. Por suerte, algunos tenemos ¨¢ngeles de la guarda que tienden a velar por nuestra salud cultural sin pedir nada a cambio, y as¨ª, Antonio ?lamo, que no solo dirige con estilo y soltura el Lope de Vega, sino que adem¨¢s es un artesano de la palabra escrita, vino a rescatarme para elevarme al cielo (que ese d¨ªa estaba m¨¢s o menos a la altura de un palco) para que pudiera emocionarme hasta el tu¨¦tano con la gracilidad musical de Vicente Amigo.
A las 21.00 horas, el teatro nos acogi¨® a todos en sus enormes brazos de terciopelo burdeos y no qued¨® un alma dispersa porque (como bien dec¨ªa el cartel en la entrada) el aforo estaba al completo desde el patio de butacas, hasta Para¨ªso d¨®nde, como todo el mundo sabe, elevados por encima del mundanal ruido, vigilan los ¨¢ngeles.
El escenario se ti?¨® de negro, una voz de ultratumba nos recomend¨® no hacer fotograf¨ªas y apagar los tel¨¦fonos m¨®viles y la luz brillante de un foco, le abri¨® camino a ese hombre de pelo largo y mirada limpia que, sin decir palabra, se sent¨® y abraz¨® su guitarra con pasi¨®n de hombre enamorado. Comenz¨® el espect¨¢culo. Despu¨¦s de romper el hielo, el cordob¨¦s, dio las gracias, y con su voz apacible le dedic¨® el concierto a su madre, una sevillana que, como ¨¦l mismo confes¨®, le hab¨ªa dicho hac¨ªa muy poco tiempo que ella hab¨ªa llegado al mundo nada menos que en el Callej¨®n del Agua, uno de los lugares con denominaci¨®n de origen para el arte. Vicente Amigo, asegur¨® que, desde entonces, sab¨ªa que iba a componer un tema inspirado en ese rinc¨®n de Sevilla.
- Pero ser¨¢ cuando est¨¦ bien claro en mi cabeza. Porque s¨¦ como quiero que suene.
Tras eso, sus m¨²sicos salieron a acompa?arle. Un grupo de artistas polivalentes que lo mismo acarician guitarras, que cantan con voces desgarradas o llevan la percusi¨®n dominando magistralmente el comp¨¢s. Ofrecieron lo que ¨¦l denomina "fusi¨®n sin etiquetas", porque a Vicente Amigo le inspiran los vientos de la calle, las pieles de diferentes tonalidades y los sonidos de la gente.
Como suele pasar en todos los espect¨¢culos que se precien de serlo (sobre todo en aquellos en los que al comienzo se recomienda que se apaguen los tel¨¦fonos), en el patio de butacas se escuch¨® el titileo de un m¨®vil. Vicente Amigo aprovech¨® entonces para bromear, mostrando un car¨¢cter guas¨®n mezclado con timidez.
- Ahora no puedo ponerme.
Desde ese momento, la comunicaci¨®n del artista con el p¨²blico no par¨® de ser fluida.
- ?Qu¨¦ cosas m¨¢s bonitas haces con la m¨²sica!-dec¨ªa uno.
- La m¨²sica es bonita, por eso se pueden hacer cosas bellas con ella -a?adi¨® Vicente.
-?Viva t¨²!-le dec¨ªa otro.
-No, no... viva t¨²-respond¨ªa el artista.
Al final, cuando anunci¨® que se desped¨ªa y se desvaneci¨® entre bambalinas, un repiqueteo a ritmo de buler¨ªas (como manda la tradici¨®n en esta tierra), reclam¨® al artista que volviera... s¨®lo un poco... un instante, Un momento en el sonido, como en el t¨ªtulo de su ¨²ltimo trabajo. Y ¨¦l no se hizo de rogar, volvi¨® a salir junto a sus m¨²sicos para poner en nuestros o¨ªdos un tema m¨¢s, para no dejarnos tan desamparados y que pudi¨¦semos aguantar hasta su pr¨®xima visita. Dijo "hasta pronto" con acordes marinos y despu¨¦s se fue, como lo hacen los grandes, tocando f¨ªsicamente el coraz¨®n de sus m¨²sicos y el suyo propio, mientras los espectadores casi perdemos las manos de tanto aplaudirle.
La luz brillante de un foco, le abri¨® camino a ese hombre de pelo largo y mirada limpia que, sin decir palabra, se sent¨® y abraz¨® su guitarra con pasi¨®n de hombre enamorado.
A Vicente Amigo le inspiran los vientos de la calle, las pieles de diferentes tonalidades y los sonidos de la gente.
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