Trotamundos por primera vez
Una mujer que nunca ha salido de Espa?a 'viaja' con un redactor y cuenta sus impresiones
Lo m¨¢s lejos que ha viajado ha sido a Mallorca, para su luna de miel. Juliana Carramolinos Panadero, de 63 a?os, se asoma al mundo desde la ventana de su televisi¨®n. Trabaja como cocinera en el hospital La Paz y nunca ha salido de Espa?a. La idea de dar la vuelta al mundo sin dejar Madrid le altera el biorritmo. "?Tardaremos mucho?", pregunta mirando al menor de sus dos hijos. "Voy a dejarles la comida hecha", sentencia.
Al d¨ªa siguiente nos encontramos en la Puerta del Sol. Comenzamos el recorrido en los ba?os ¨¢rabes de Medina Mayrit, en la plaza de Benavente. Juliana, ya con ba?ador, desciende a las piscinas del s¨®tano. Los tragaluces y las paredes ocres la hipnotizan. "Es como si este lugar no existiese", susurra desde el agua mientras observa una inscripci¨®n en ¨¢rabe. "Siempre hablan mal de los ¨¢rabes. Yo creo que no los conocemos", agrega.
Despu¨¦s del ba?o saltamos a la India, en Lavapi¨¦s. All¨ª se abren las puertas de una abigarrada tienda: Ropa Hind¨². "Mi hijo Rub¨¦n estuvo en la India como cooperante. Volvi¨® muy flaco y con dolor de tripa", comenta Juliana con desconfianza. Su imagen de la India est¨¢ salpicada por los insectos y calles anegadas que fotografi¨® su hijo. "?Est¨¢n hechos a mano!", exclama al examinar unos collares. "?Esto s¨ª que es un trabajo de chinos!".
M¨¢s adelante, un escaparate con figuras africanas le cautiva: "Cuando veo a los pobrecillos que vienen pensando que esto es el para¨ªso, me da no s¨¦ qu¨¦... Pero siguen viniendo". Juliana lleg¨® a Madrid hace 35 a?os tras dejar su pueblo, Campo de Criptana (Ciudad Real). "Trabaj¨¢bamos de sol a sol, sin guantes, los dedos morados. Venir a Madrid era como viajar a otro pa¨ªs".
Siguiente parada: Latinoam¨¦rica. Para cruzar el charco tomamos el metro hasta San Bernardo. Un nuevo sabor espera a Juliana detr¨¢s de la colorida fachada de la tienda Nativo. Ella explora los estantes repletos de dulces, granos y salsas que deletrea como si fueran sus primeras palabras: guayaba, achiote, choclo, mango... "?Pero si tienen qu¨¦ comer! Yo pensaba que los pobrecillos no ten¨ªan", se?ala mientras el encargado le acerca un batido de maracuy¨¢. "Es afrodisiaco", le explica. "A mi edad eso ya no sirve", sonr¨ªe Juliana, y despu¨¦s de beberlo, pregunta: "?Y c¨®mo dices que se llama?".
De camino a la plaza de Espa?a, parada en una agencia de viajes. "Yo les digo a mis hijos que viajen, que cuanto m¨¢s conozcan, mejor. Si fuera m¨¢s joven, viajar¨ªa. Empezar¨ªa por lo m¨¢s cercano y luego ir¨ªa m¨¢s y m¨¢s lejos", dice. Su esposo muri¨® hace a?o y medio; ten¨ªan planeado viajar a Par¨ªs. "Me he quedado un poco sola", confiesa ante un p¨®ster de Machu Picchu.
"?C¨®mo me imagino China? Pues con muchos chinos". Juliana intenta adivinar los ideogramas de los comercios chinos que hay bajo la plaza de Espa?a. "Con una letra dicen m¨¢s que nosotros", se?ala. En la tienda de alimentaci¨®n respira aliviada cuando ve unos nidos de pasta: "?Pero si son los que utiliza Argui?ano en la tele!". De repente, su nariz se contrae. Del bar de al lado llega un pegajoso olor a soja y verduras rehogadas. Juliana entra. Los comensales chinos la miran de reojo mientras ella analiza la carta. Su nariz no para de moverse. La dependienta, cargada de platos de tallarines, le pregunta qu¨¦ va a pedir. Ella, sin titubear, responde: "Una botella de agua". Una vez fuera, explica: "Prefiero las lentejas y los garbanzos de toda la vida".
La viajera mira su reloj con preocupaci¨®n. "?Por Dios, son las dos de la tarde! Tengo que ir a hacer la comida", exclama mientras acelera el paso hacia el metro. Su mundo la espera.
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