"?No metas el 11, no metas el 11!"
Valverde us¨® un desarrollo demasiado duro en el 'sprint', pese a los consejos de S¨¢nchez
Samuel S¨¢nchez es un l¨ªder nato. 900 metros despu¨¦s de haber convertido una curva a derechas -90 grados, un codo que empalma Lastenstrasse con el paso bajo del ferrocarril de Gabelsbergenstrasse-, en el ensanche de Salzburgo, el ciclista asturiano se para pasada la meta, establece su oficina medio sentado sobre su Orbea y, mientras su masajista, Torron, tambi¨¦n de Asturias, le limpia el sudor con una manopla empapada en agua de colonia, ¨¦l recibe en audiencia a todo el que lo solicita. Se paran dos o tres periodistas y empieza a contarles, voz entrecortada, emoci¨®n, falta de aliento, felicidad, la historia de la carrera.
"En los ¨²ltimos kil¨®metros, Alejandro estaba nervioso al final, tem¨ªa verse solo, no sab¨ªa c¨®mo hacer, y he tenido que tranquilizarlo, que no se preocupara, le he dicho, que yo no le iba a fallar. Y entonces, de repente", est¨¢ contando Samuel cuando le interrumpe Fran Ventoso, que se para a su lado y le rinde pleites¨ªa. "?Tercero y cuarto, tercero y cuarto!", le chilla Samuel. "Enorme, enorme", le responde el sprinter Ventoso, que se cort¨® en el ¨²ltimo repecho. "Pero ten¨ªa que haber estado yo tambi¨¦n all¨ª para ayudar. Os he fallado, os he fallado. Lo siento". "Pero no digas bobadas. Todos hemos hecho lo que hemos podido. El a?o que viene estar¨¢s mejor. ?D¨®nde estaba?", contin¨²a el asturiano, dirigi¨¦ndose de nuevo a los periodistas, cuando le interrumpe con un abrazo de oso Paco Antequera, el seleccionador.
"Qu¨¦ grande, qu¨¦ grande", le dice. "Y si s¨®lo se nos engancha uno al final, yo tambi¨¦n cojo medalla, habr¨ªa sido magn¨ªfico", responde Samuel. "Ya, ya, pero lo importante era estar ah¨ª", le tranquiliza Antequera, a quien Samuel desvela el secreto del bronce: "Es un cabezota Alejandro, es un cabezota. Le dije que no metiera el 11, que no, que con el 54 delante se iba a quedar clavado en el sprint, que le iba a faltar cambio, que era un pel¨ªn cuesta arriba, y no me ha hecho caso. Le he dicho 'no metas el 11, no metas el 11', pero nada".
El desarrollo. La multiplicaci¨®n que determina los metros que avanza la bicicleta en cada pedalada, la fuerza que es necesaria para mover el pedal. La alegr¨ªa. La frescura. La pesadez. El quid de la cuesti¨®n.
Un error genera dudas. Valverde perdi¨® la Vuelta en un descenso que afront¨® con un 52, un desarrollo demasiado liviano para bajar a Granada, para acercarse al kazajo Vinok¨²rov. Ayer, si creemos a Samuel, y no hay raz¨®n para no creerlo, si creemos tambi¨¦n al propio Valverde, a quien no le dolieron prendas reconocerlo, perdi¨® el Mundial porque en el sprint se empecin¨® en mover un 54/11, un pi?¨®n demasiado peque?o para un plato demasiado grande. "S¨ª", dijo Valverde, "me qued¨¦ clavado en la ¨²ltima recta, no pude moverlo".
En la ¨²ltima recta y en los repechos. Demasiado plato, demasiado plato, para mover ligeras las piernas, para guardar frescura. Mientras Bettini cuenta su historia en la sala de prensa, un mec¨¢nico sujeta su Time, su bicicleta, cintas doradas, sill¨ªn dorado de campe¨®n ol¨ªmpico.
Antequera, 12 medallas mundialistas en su haber desde que debut¨® con la selecci¨®n, en 1997, imperdibles dorados, peque?os, colgando de su cuello como una medalla, los imperdibles que le sobraron de prender los dorsales de sus chicos en los "maillots", contempla la m¨¢quina del italiano. Mira pi?ones y plato y mueve la cabeza. "Ves, el 53", dice, "el error de Valverde no ha estado en el pi?¨®n, en el 11, sino en meter un plato de 54 dientes".
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