Bettini deja clavado a Valverde
El campe¨®n ol¨ªmpico consigue al fin, a los 32 a?os, el 'maillot' arcoiris, el t¨ªtulo que le faltaba, y el murciano logra el bronce
Antes de partir Paolo Bettini se entretuvo dando un beso a una mujer acodada tras las vallas -"a mi esposa, a qui¨¦n si no"; 'pero era vieja', "pues a mi madre, a qui¨¦n si no", explic¨® en chispeante di¨¢logo- y cuando ech¨® a andar el pelot¨®n ya le llevaba unos metros. Aceler¨®, dio un cachete en el culo a su amigo Paolini, que le esperaba, y tir¨® para adelante. Comenzaba una carrera de 265,9 kil¨®metros que seis horas y cuarto despu¨¦s deber¨ªa convertirlo en campe¨®n del mundo. Eso ya lo sab¨ªa Bettini, sab¨ªa que pasara lo que pasara le tocaba ganar, pero lo que no sab¨ªa, lo que no pod¨ªa ni imaginarse, era que la carrera no se decidir¨ªa en la subida al duro repecho -como muchos imaginaban-, ni tampoco en el falso llano previo al descenso -como unos cuantos auguraban-, ni siquiera en el descenso propiamente dicho -como alguno intent¨®-, sino en una curva, como as¨ª sucedi¨®.
La victoria no lleg¨® en el llano, ni en el ascenso, ni en el descenso, sino en una curva
"Cuando me pas¨® Zabel como un cohete, ya no pude ni reaccionar", sostuvo el espa?ol
Mediada la carrera, mientras una fuga de 15 corredores marcaba el tempo en el centro de Salzburgo compitiendo con los toques de campana de todas las iglesias al un¨ªsono, Serge Parsani, el veterano director del Quick Step, reflexiona mientras engulle una empanada de carne acompa?ada de col fermentada en una mesa junto a la meta. "En la fuga est¨¢ Tosatto, que es de mi equipo, y en el pelot¨®n est¨¢ tambi¨¦n Boonen, el actual campe¨®n del mundo, de mi equipo", dice. "Pero si me dan a elegir entre los dos para ganar hoy, me quedo con Bettini, el que m¨¢s lo merece". No hace falta que recite su curr¨ªculo, que es de obligado conocimiento en todas las escuelas de ciclismo -Paolo Bettini, toscano de Livorno, la roja, 32 a?os, campe¨®n ol¨ªmpico en Atenas 2004, ganador de cuatro monumentos, San Remo, dos Liejas, un Lombard¨ªa, un palmar¨¦s que hace m¨¢s sangrante una ¨²nica ausencia, la de un maillot arcoiris de campe¨®n del mundo-, ni tampoco sus cualidades cicl¨ªsticas, reconocidas por todos los aficionados del mundo, su capacidad de romper los grupos, su car¨¢cter atacante, su resistencia a la fatiga, su velocidad final, ni sus cualidades personales, generosidad, simpat¨ªa, compa?erismo, para que todos est¨¦n de acuerdo: Bettini debe ganar. Bettini ganar¨¢.
Bettini no gan¨® en el ascenso al repecho, pese a que intentara destruirlo con sus piernas de dinamita a falta de 30 kil¨®metros para el final, demasiado lejos, demasiado corto para marcar la diferencia -como tambi¨¦n lo comprob¨® Vinok¨²rov, una sombra de la explosiva persona que revent¨® la Vuelta-; Bettini tampoco gan¨® en el descenso, que, como comprobaron Cancellara, el del pedal m¨¢gico, y Rebellin, al final, no era lo suficientemente fuerte. Bettini gan¨® en una curva gracias a Samuel S¨¢nchez.
Llegada la sexta hora, a 15 minutos del final, un grupo de 50 se prepara para el sprint. Llegada la sexta hora, recordaba Alcide Ceroto, empresario de pompas f¨²nebres, a gente como Coppi le bastaba con un puente sobre la v¨ªa para dejar a todos; llegada la sexta hora, ayer en Salzburgo, a Samuel S¨¢nchez le bast¨® con gritarle a Valverde, 700 metros para la llegada, "?ponte a mi rueda, que yo te llevo!", para reinventar el ciclismo. "Hay que ver, hay que ver", reconoc¨ªa Bettini, "lo que me faltaba por ver, que un Mundial se decidiera en una curva". A rueda de Samuel, que traza como los motoristas, que lima las esquinas, que en un visto y no visto se ha ido, se fue Valverde. Y con un canto en los dientes se quedaron O'Grady, McEwen, Boonen, los sprinters m¨¢s puros, lo que esperaban s¨®lo la ¨²ltima recta. Pero el murciano no es un an¨®nimo. El murciano ha ganado este a?o la Lieja y la Flecha, y ha quedado segundo en la Vuelta. Y todo el mundo sabe que el murciano es r¨¢pido, muy r¨¢pido, que tiene genio y velocidad. Y a 700 metros de la llegada muchos pares de ojos vigilaban sus movimientos. A la rueda de Valverde salt¨® inmediatamente Zabel, un monumento viviente. Y, desgraciadamente, Bettini, que vio la jugada, hizo un esfuerzo supremo y consigui¨® enlazar. Pero se hab¨ªa sobrepasado el punto de no retorno. No se pod¨ªan parar. Y all¨ª se fueron los cuatro, curva a la derecha, curva a la izquierda, curva a la izquierda, recta, meta a 300 metros. "Y yo iba feliz", dijo Zabel, "porque no iba Freire, el que me dej¨® de plata en el Mundial de Verona y en la San Remo de 2004. Y pensaba que ya me tocaba ganar". "Y yo iba ansioso", dijo Bettini. "Sab¨ªa, sab¨ªa que iba a ganar, pero la l¨ªnea nunca llegaba, parec¨ªa que se alejaba, el sprint m¨¢s largo de mi vida". "Y yo iba convencido de que el Bala iba a rematar", dijo Samuel, que a 150 metros se apart¨® a la derecha para dejarle pasar a su compa?ero. "Y yo lo intent¨¦", dijo Valverde. "Pero cuando me pas¨® Zabel como un cohete rojo por la izquierda yo no pude ni reaccionar, y s¨®lo pude ver c¨®mo Bettini al final remontaba tambi¨¦n al alem¨¢n".
Valverde, que no est¨¢, evidentemente, acostumbrado a terminar tercero de un sprint de cuatro, est¨¢ ligeramente cariacontecido con el bronce en el cuello cuando se le acerca Zabel, plata y le pregunta cu¨¢ntas medallas lleva ganadas en los Mundiales. "Tres", le responde el murciano, "dos de plata y una de bronce". "Las mismas que yo", responde Zabel, "pero la diferencia es que yo tengo 36 a?os y ¨¦sta era mi ¨²ltima oportunidad para el oro, y t¨² tienes 10 a?os menos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.