Un movimiento subterr¨¢neo sutil
Presagio de un giro importante en la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos
Aqu¨ª en Washington, cinco a?os despu¨¦s de que George Bush lanzara su guerra global contra el terror como respuesta a los atentados del 11-S, estoy detectando uno de esos sutiles movimientos subterr¨¢neos que quiz¨¢ son presagio de un giro importante en la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos. Es un movimiento que se percibe en conversaciones privadas con altos funcionarios, en insinuaciones y frases a medio acabar, en lo que no dicen, tanto como en lo que dicen, o en las cosas a las que no se oponen cuando uno las dice, en el lenguaje corporal y las expresiones faciales; en todos esos registros comunicativos que no se captan a trav¨¦s de Internet, la televisi¨®n, el correo electr¨®nico ni el tel¨¦fono m¨®vil, s¨®lo mediante la experiencia, todav¨ªa insustituible, de dos seres humanos que hablan cara a cara. Y, como es algo tan sutil y subterr¨¢neo, apenas reconocido en las palabras pronunciadas en p¨²blico -y mucho menos en los hechos-, hay que ser tambi¨¦n conscientes de que puede no producirse jam¨¢s. Basta que ocurra algo, que una discusi¨®n crucial en el Despacho Oval se incline en la otra direcci¨®n, para que este cambio nunca exista.
Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que la prueba de fuego ahora no es Irak, sino Ir¨¢n. ?Qu¨¦ diferencia representa una sola letra!; una letra y cinco a?os
?Estar¨¢ preparado Bush para irse de la Casa Blanca con un Ir¨¢n que avance tal vez, poco a poco, hacia la construcci¨®n secreta de un arma nuclear?
Durante la ocupaci¨®n estadounidense, Irak se ha convertido en el campo de entrenamiento de los 'yihadistas', su grito de guerra y su causa c¨¦lebre
No obstante, hay cosas que creo advertir. No s¨®lo un reconocimiento cada vez m¨¢s patente de que Estados Unidos se enfrenta a m¨¢s terroristas yihadistas que hace cinco a?os y que, durante la ocupaci¨®n estadounidense, Irak se ha convertido en su campo de entrenamiento, su grito de guerra y su causa c¨¦lebre, seg¨²n el t¨¦rmino empleado en la Valoraci¨®n Nacional de Inteligencia de abril de 2006, filtrada en parte a los peri¨®dicos nacionales el fin de semana pasado y cuya desclasificaci¨®n parcial autoriz¨® el Gobierno de Bush el martes por la tarde. Desde el martes, eso es un hecho oficial. Lo que se puede leer en la p¨¢gina web del director de Inteligencia Nacional (www.dni.gov) es una "opini¨®n clave" consolidada de 16 organismos de espionaje de Estados Unidos. La interpretaci¨®n pol¨ªtica de esa opini¨®n sigue siendo materia de debates encarnizados, m¨¢s a¨²n en la medida en que s¨®lo quedan 40 d¨ªas para las elecciones al Congreso, pero la conclusi¨®n fundamental ser¨ªa ya muy dif¨ªcil de negar ahora. Confirma lo que casi todos los periodistas y analistas independientes, as¨ª como muchos oficiales militares sobre el terreno, dicen desde hace meses o a?os.
Pero lo que noto ahora es m¨¢s profundo. Es una sensaci¨®n creciente, no s¨®lo de que la guerra contra el terror no puede ganarse exclusivamente por medios militares -la Administraci¨®n de Bush siempre lo ha reconocido, al menos en teor¨ªa-, sino de que, en estos cinco primeros a?os, ha hecho un uso excesivo de las armas y los soldados, y demasiado escaso de los dem¨¢s instrumentos a su alcance. Robert Hutchings, que durante dos a?os, desde principios de 2003 hasta principios de 2005, presidi¨® el Consejo Nacional de Inteligencia, responsable de recopilar esas Valoraciones Nacionales de Inteligencia, lo resume muy bien. Estados Unidos, dice, ha "sobremilitarizado" la lucha contra el terrorismo. Entre las paredes restauradas del Pent¨¢gono, esa curiosa y anticuada ciudadela del poder militar estadounidense, con sus pasillos de lin¨®leo y su aire de los a?os cincuenta, un alto funcionario me dice que la clave del ¨¦xito en las operaciones de "contrainsurgencia" es un 80% pol¨ªtica y s¨®lo un 20% militar. "Quiz¨¢ incluso menos del 20%...". Existe, contin¨²a, la impresi¨®n -una impresi¨®n equivocada, se apresura a a?adir- de que Washington ha abordado esta guerra de manera unidimensional, con demasiado ¨¦nfasis en lo militar.
Lucha generacional
Y eso es en el Pent¨¢gono. En el Departamento de Estado, todos hablan de una lucha multidimensional y generacional que combine la diplomacia cl¨¢sica y el uso del poder econ¨®mico con nuevas formas de promover la democracia en el mundo isl¨¢mico. Las analog¨ªas que se emplean se refieren a la guerra fr¨ªa, no a ninguna guerra de verdad. Por supuesto, algunos siguen prefiriendo esta ¨²ltima, pero su n¨²mero y su influencia han disminuido a medida que la situaci¨®n en Irak ha ido de mal en peor.
Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que la prueba de fuego ahora no es Irak, sino Ir¨¢n. ?Qu¨¦ diferencia representa una sola letra!; una letra y cinco a?os. La pol¨ªtica actual sobre Irak se centra en controlar los da?os. Como observ¨® Ned Lamont, "ahora disponemos de un mont¨®n de opciones, todas p¨¦simas". La Valoraci¨®n Nacional de Inteligencia parcialmente desclasificada llegaba a la conclusi¨®n de que "el conflicto de Irak se ha convertido en la
[no una, sino la] causa c¨¦lebre de los yihadistas, ha alimentado un profundo resentimiento por la presencia de EE UU en el mundo musulm¨¢n y ha ayudado a cultivar el apoyo al movimiento yihadista mundial". Y segu¨ªa: "Si los yihadistas que se van de Irak consideran que han fracasado, y otros tienen tambi¨¦n esa sensaci¨®n, creemos que habr¨¢ menos militantes que se sientan inspirados para continuar la lucha". La primera parte est¨¢ basada en hechos y la segunda en especulaciones informadas, pero que son bastante veros¨ªmiles. Por desgracia, las perspectivas actuales m¨¢s probables desembocan en unos yihadistas convencidos de que han ganado. Y un pa¨ªs totalmente desgarrado.
En relaci¨®n con Ir¨¢n, el gran vencedor de la guerra de Irak, EE UU se encuentra en otro tipo de encrucijada. En el momento de escribir estas l¨ªneas, no sabemos si el jefe de la delegaci¨®n iran¨ª, Al¨ª Larijani, cuenta con la autoridad del L¨ªder Supremo, el ayatol¨¢ Jamenei (que es el verdadero presidente de Ir¨¢n), para comenzar las negociaciones sobre su programa nuclear sobre la base de la suspensi¨®n del enriquecimiento de uranio. Si dice que s¨ª, nos encontraremos con el extraordinario espect¨¢culo de ver c¨®mo la secretaria de Estado norteamericana se sienta con toda formalidad a negociar con el Gobierno de la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n, un hecho que no ha ocurrido jam¨¢s en los 27 a?os transcurridos desde la Revoluci¨®n Isl¨¢mica. Si dice que no, EE UU instar¨¢ a Rusia, China y los europeos a emprender la v¨ªa de las sanciones autorizadas por la ONU.
Pregunta de calado
Surge una pregunta de mucho m¨¢s alcance: ?estar¨¢ preparado George W. Bush para irse de la Casa Blanca con un Ir¨¢n que siga avanzando tal vez, poco a poco, hacia la construcci¨®n secreta de un arma nuclear? ?Est¨¢ dispuesto a bombardear Ir¨¢n para impedirlo o, al menos, retrasarlo? Sabemos que el Pent¨¢gono tiene planes de contingencia para el bombardeo de presuntas instalaciones nucleares, que las fuerzas a¨¦reas dicen que podr¨ªan hacerlo y que el Ej¨¦rcito de tierra clama que son sus soldados los que tendr¨¢n que afrontar las represalias iran¨ªes en Irak y otros lugares. En cuesti¨®n de vigilancia y planes detallados, los esp¨ªas y las fuerzas especiales est¨¢n ya, por lo visto, buscando respiraderos por los que salga aire caliente o huellas radiactivas de posibles instalaciones ocultas (o quiz¨¢ de cuartos de caldera, o instalaciones de se?uelo). Tambi¨¦n sabemos que los simulacros realizados por el Pent¨¢gono sobre las consecuencias de un bombardeo de Ir¨¢n acaban mal para EE UU y que pr¨¢cticamente todos los asesores pol¨ªticos en el Gobierno est¨¢n en contra de ¨¦l. No obstante, al final, la decisi¨®n depender¨¢ de un hombre: George W. Bush. Y aqu¨ª es donde volvemos a ese cambio soterrado de actitud sobre el uso de la fuerza militar como mejor forma de ganar la "guerra contra el terror". ?Ha llegado hasta ¨¦l ese cambio? ?Le llegar¨¢? Su ret¨®rica desafiante y militarista en el aniversario del 11-S indica que no. Pero una cosa es la ret¨®rica y otra la realidad.
En este momento crucial, tambi¨¦n los que vivimos fuera de Washington, tenemos que tomar una decisi¨®n. Podemos comportarnos como unos espectadores de cine, contemplar c¨®mo se desarrolla Terminator 4 en la vida real y luego volvernos a casa, excitados, horrorizados y, al mismo tiempo, con el consuelo que da la certeza de nuestra superioridad moral; eso s¨ª, hasta que una bomba yihadista nos haga saltar por los aires. O podemos tratar de apoyar tambi¨¦n nosotros el cambio incipiente que se ve en Washington, contribuir a elaborar mejores m¨¦todos que las armas y los misiles para tratar con un Ir¨¢n militante, las horribles consecuencias de la mal concebida guerra de Irak, las c¨¦lulas terroristas en nuestros propios pa¨ªses y todos los dem¨¢s peligros reales que nos amenazan incluso de forma m¨¢s directa que al habitante actual de la Casa Blanca.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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