Las haza?as del se?or Hern¨¢ndez Fern¨¢ndez
El entrenador de la selecci¨®n de baloncesto es un autodidacta con una enorme capacidad para liderar equipos
El se?or Hern¨¢ndez Fern¨¢ndez, de nombre Jos¨¦ Vicente y mejor conocido como Pepu, parece ser un hombre corriente a quien ¨²ltimamente le suceden hechos extraordinarios. Hern¨¢ndez Fern¨¢ndez -mediana estatura y mediana edad, gesto serio acentuado por una barba que le acompa?a casi desde el principio de los tiempos- entr¨® hace unos d¨ªas en un restaurante acompa?ado de unos amigos cuando entre los comensales se desat¨® el furor y puestos en pie irrumpieron en una c¨¢lida ovaci¨®n. Su figura despierta admiraci¨®n en todo el pa¨ªs, y es l¨®gico que as¨ª sea: es el t¨¦cnico que ha dirigido la selecci¨®n espa?ola de baloncesto que acaba de conseguir el t¨ªtulo mundial. Pero del reconocimiento a la admiraci¨®n hay un largo trecho, propiciado, en este caso en particular, porque es un hombre que ha sabido mantener la distancia. ?C¨®mo es Pepu, el entrenador capaz de hacer ganar a un equipo y conseguir al mismo tiempo que todos los jugadores se hayan sentido igualmente felices y part¨ªcipes del ¨¦xito?
"No s¨®lo mira la calidad y el talento. Observa c¨®mo es el jugador socialmente, se comunica con ¨¦l y sabe sacarle siempre un extra. Valora lo que dice"
"No me gustan los vestuarios sumisos donde el entrenador habla y todos callan. Me gusta la gente que pregunta el porqu¨¦ de las cosas"
Uno de sus ex jugadores lleg¨® a definirle como un alquimista, un hombre especialmente dotado para moderar ego¨ªsmos, aunar voluntades, rebajar tensiones y desatar ambiciones dentro de un grupo humano en la b¨²squeda de un objetivo com¨²n. Pepu es adem¨¢s un director que sabe utilizar el mensaje (no obstante, se matricul¨® para estudiar periodismo e hizo unas pr¨¢cticas en la cadena SER), y su biblia particular se resume en una palabra que difunde en numerosas ocasiones: compromiso. Se enfrenta ahora ante un fen¨®meno nuevo en su carrera: la gesti¨®n del ¨¦xito. ?Ser¨¢ capaz de resolverlo con la misma eficacia?
Hace unos d¨ªas, un periodista chino le solicit¨® una entrevista para la portada de una revista de gran tirada. En el n¨²mero anterior, la portada estuvo dedicada a Yao Ming, el gigante chino en la NBA y quiz¨¢ el deportista m¨¢s famoso en aquel pa¨ªs. Ahora el turno era para al se?or Hern¨¢ndez Fern¨¢ndez. El periodista le coment¨® que en su pa¨ªs la final del Mundial hab¨ªa sido vista por 150 millones de ciudadanos, pero que, lejos del impacto deportivo, hab¨ªa causado un profundo inter¨¦s hacia su persona la noticia de que dirigi¨® aquel partido horas despu¨¦s de haber conocido la noticia de la muerte de su padre. "Me explic¨® que en China las cuestiones relativas a la familia y la sangre tienen un especial inter¨¦s", explica Pepu, todav¨ªa bajo los efectos del Mundial. No se le ha pasado por alto que se han dirigido a ¨¦l numerosos peri¨®dicos y revistas econ¨®micas. A todo el mundo le interesa saber c¨®mo se gestiona un grupo humano para que el ¨¦xito no tenga exclusiones. Y en el secreto de esa f¨®rmula m¨¢gica parece que est¨¢ Pepu Hern¨¢ndez.
Puede decirse que su carrera profesional, hasta el momento de ser nombrado seleccionador, era dif¨ªcilmente comparable con la de cualquier otro entrenador en activo. Nadie pod¨ªa presentar un curr¨ªculo al mismo tiempo tan dilatado como sucinto: s¨®lo hab¨ªa entrenado a un club, el Estudiantes, que es una rareza deportiva nacida de un colegio madrile?o, el Ramiro de Maeztu; un club caracterizado por ser uno de los de m¨¢s bajo presupuesto de la ¨¦lite del baloncesto espa?ol. Nunca sali¨® de ese misterioso universo. Nunca fue despedido. Las dos ¨²nicas interrupciones que ha sufrido su carrera sucedieron a petici¨®n propia.
En el Estudiantes fue el entrenador del primer equipo durante 11 temporadas, en ocho de las cuales logr¨® alcanzar las semifinales de la Liga ACB: conquist¨® una Copa del Rey, disput¨® una final de la Liga ACB y una final de la Copa Korac. En ese club, Pepu Hern¨¢ndez se hizo entrenador a los 15 a?os, as¨ª que no ha tenido tiempo de ser otra cosa en esta vida. Para quien ha cumplido los 49 a?os, llevar 34 en el oficio ya es decir bastante. Cuando se le pregunta sobre su curr¨ªculo, Pepu siempre a?adir¨¢ una cifra que las estad¨ªsticas olvidan: ha sacado a 18 jugadores de cantera en nueve a?os. Pasaba por ser un entrenador tan respetado como desconocido. Quien m¨¢s y quien menos le identificaba como un producto local.
De hecho, cuando ?ngel Palmi, director deportivo de la Federaci¨®n de Baloncesto, le propone a su presidente, Jos¨¦ Luis S¨¢ez, el nombre de Pepu Hern¨¢ndez como seleccionador, aqu¨¦l reconoce que se trata del t¨¦cnico con el que menos trato personal hab¨ªa tenido. "Por un lado pens¨¦ que era una ventaja porque ven¨ªa de una situaci¨®n muy complicada con el anterior seleccionador, Mario Pesquera, a quien acababa de destituir y de quien me consideraba un amigo personal", recuerda S¨¢ez.
Por aquel entonces, mes de diciembre de 2005, Pepu Hern¨¢ndez se encontraba disfrutando de un a?o sab¨¢tico. Era la segunda interrupci¨®n voluntaria que hac¨ªa en su carrera. Curiosa esa parte de su trayectoria: Pepu Hern¨¢ndez siempre comienza sus peripecias en diciembre. As¨ª sucedi¨® cuando se estren¨® como t¨¦cnico del primer equipo (1994), cuando regresa tras su primer par¨®n (2001) y cuando le llaman para la selecci¨®n (diciembre 2005). Estas casualidades tienen algo que ver con cierta leyenda urbana que circula acerca de su relaci¨®n con la fortuna. A Pepu se le considera un hombre con baraka, y hace a?os corri¨® por el Estudiantes el rumor de que le hab¨ªa tocado un buen pellizco de millones en la loter¨ªa, rumor coincidente en el tiempo con su primera decisi¨®n de tomarse un a?o sab¨¢tico. ?l siempre lo neg¨® y lo ha seguido negando. Uno de sus ¨ªntimos amigos, Curro Blanco, reconoce que a resultas de esa leyenda ha tenido que aguantar muchos comentarios. "Una vez, entre bromas, le echamos en cara que lo negara. Est¨¢bamos en un bar. Pues bien, mientras lo negaba una y otra vez, se le ocurri¨® echar una moneda en una m¨¢quina tragaperras. ?Y revent¨® la m¨¢quina!".
Eficacia y juego a bajo precio
En el haber de Pepu no estaba tanto una cosecha de t¨ªtulos como la curiosa mezcla de eficacia y buen juego a bajo precio del Estudiantes. El Estudiantes jugaba con un extranjero menos que los dem¨¢s por propia decisi¨®n de Pepu. La extra?a mezcla de chicos j¨®venes y americanos baratos, algunos de ellos literalmente cojos, daba como resultado un juego desenfadado no exento de buenos resultados. Eran equipos r¨¢pidos y agresivos en la cancha. Y los americanos estaban tan comprometidos que parec¨ªan capaces de irse a tomar unas ca?as con los dem¨¢s despu¨¦s de un partido. El riesgo era suponer si esas caracter¨ªsticas eran exportables a otro club.
"Pepu gestiona bien las personalidades dentro de un vestuario", explica Nacho Azofra, uno de los jugadores que han estado m¨¢s tiempo a su mando. "Siempre mantiene un tira y afloja con el jugador. Sabe apretar y abrir la mano, y con cada uno aplica una f¨®rmula distinta. Te sientes c¨®modo, pero sin dejar de notar la responsabilidad". "No s¨®lo mira la calidad y el talento", a?ade Rafa Vecina, ex jugador y ayudante suyo en la selecci¨®n. "Observa c¨®mo es el jugador socialmente, se comunica con ¨¦l y sabe sacarle un extra. Escucha al jugador y valora lo que dice".
El caso de Rafa Vecina es peculiar. Procedente del Joventut, Vecina fue a parar al Estudiantes. Era un jugador veterano y con personalidad, el t¨ªpico hombre que no se calla las cosas, un perfil que no se ajusta demasiado a los gustos de muchos entrenadores. No es el caso de Pepu Hern¨¢ndez, una de cuyas m¨¢ximas se resume en una de sus c¨¦lebres sentencias: "En un equipo siempre debe haber un cabroncete". Rafa Vecina era uno de esos cabroncetes. Un provocador. "A m¨ª no me gusta un equipo de gente sumisa", explica Pepu. "No me gustan los vestuarios donde habla uno y todos callan. Me gusta la gente que pregunta el porqu¨¦ de las cosas". Vecina termin¨® siendo amigo ¨ªntimo. Tanto es as¨ª que, cuando dej¨® el baloncesto, Pepu le anim¨® a ser entrenador. "No par¨® hasta que saqu¨¦ el t¨ªtulo", a?ade. Sin experiencia, recibi¨® la propuesta de ser ayudante en la selecci¨®n.
Vecina le ser¨ªa ¨²til para trabajar la armon¨ªa del vestuario. Con Pepu, la disciplina no es severa, pero tampoco relajada. "Acepta la negociaci¨®n, pero tiene sus normas: quiere que el jugador acuda a la comida del equipo adecuadamente vestido y no abandone la mesa hasta que no lo hagan todos", apunta Azofra. Le gusta la puntualidad. "Con las multas de la temporada, Pepu organizaba una cena a la que se invitaba a todos los empleados del club con la ¨²nica excepci¨®n de los directivos", explica con sorna Alejandro Gonz¨¢lez Varona, ex presidente del Estudiantes.
No es mani¨¢tico, salvo para una cosa: la lectura de EL PA?S, peri¨®dico que lee ceremoniosamente cada d¨ªa, de atr¨¢s hacia adelante, sin perderse el crucigrama y su "imprescindible" Forges. "Lo curioso", apunta ?ngel Go?i, su segundo en el Estudiantes, "es c¨®mo lo lee, siempre bien dobladito. No se lo des mal doblado o arrugado porque te pone a parir".
Su formaci¨®n es autodidacta. A pesar de ser un hombre que ha vivido exclusivamente dentro del baloncesto y que no ha tenido ninguna otra actividad laboral, Pepu es reconocido como una persona culta y poco obsesiva de su deporte. Esa cultura le viene de una afici¨®n impenitente por la lectura, sobre todo de libros de historia. "Pepu es adem¨¢s un gran conversador", a?ade Gonz¨¢lez Varona. El ingl¨¦s es otra caracter¨ªstica peculiar, un idioma que domina en su jerga americana; dominio labrado en sus a?os j¨®venes, cuando entrenaba en el colegio americano, durante sus idas y venidas por la base de Torrej¨®n de Ardoz. Pepu es un gran conocedor de la vida americana, de su geograf¨ªa, de su historia, a pesar de no haber vivido en aquel pa¨ªs. "En el caso de los americanos, te dabas cuenta de que no fichaba jugadores, sino personalidades", explica Azofra. "Hablaba mucho con ellos y los integraba en el equipo, todo eso facilitado por su dominio del ingl¨¦s".
El resultado final es el de un hombre con un discurso y capacidad para transmitirlo. Es uno de sus secretos: saber enviar el mensaje adecuado en el momento justo. Generalmente, frases cortas y sint¨¦ticas, mensajes precisos.
"La Liga se te hace larga, y muchos equipos tienden a llegar a la fase final muy gastados mentalmente. A nosotros nos pasaba todo lo contrario", cuenta ?ngel Go?i, su segundo en el Estudiantes. Pepu sab¨ªa cambiar la din¨¢mica del equipo con sus mensajes. Pod¨ªa decirle al vestuario: "Hagamos tabla rasa, eliminemos los prejuicios. Nos limpiamos la cabeza todos, empezando por m¨ª".
En esa fase final, Pepu cambiaba las cosas justas para que el equipo apareciera fresco en la cancha. "Por eso en los play offs ¨¦ramos siempre un equipo peligroso", dice Go?i, "porque nos consideraban acabados y se equivocaban". A veces comenzaban una eliminatoria en condiciones desiguales, al grito de "?Vamos a vacilarles un rato!". O empezaban una fase final con el siguiente mensaje: "Se?ores, ahora toca divertirnos".
Puesta en escena
Pepu Hern¨¢ndez domina la puesta en escena. Viene ello de su admiraci¨®n por los grandes equipos de las universidades americanas. Le gusta el perfil del t¨¦cnico que se dirige ceremoniosamente a sus muchachos y los env¨ªa a la batalla. La diferencia estriba en que ¨¦l siempre elige, puertas afuera, quedarse en un segundo plano. "S¨ª, tengo que reconocer que Pepu es un poco predicador", apunta Azofra. En ese punto, busca el mensaje adecuado seg¨²n las condiciones de cada partido. "El a?o en el que casi ganamos la Liga", explica Go?i, "nos toc¨® el Real Madrid en cuartos de final. Perdimos el primer partido en casa, as¨ª que la gente nos daba por sentenciados. Los jugadores llegaron excitados y cabreados al vestuario. Pepu observ¨® su mirada y se dirigi¨® a ellos: 'Esto lo ganamos, lo ganamos seguro, est¨¢ hecho'. Transmiti¨® tal convencimiento, se le vio tan seguro, que le derrotamos al Madrid los siguientes partidos y le eliminamos de un plumazo".
Esa puesta en escena se reprodujo en la charla previa al comienzo de la final del Mundial de baloncesto. "No hab¨ªa que motivar a los jugadores porque bastaba verles la cara. La mirada de todos era excelente", explica Vecina. "En el vestuario reprodujimos la rutina de todos los partidos. Todos nos colocamos en el mismo sitio, unos de pie, otros sentados, tal y como lo hab¨ªamos hecho a lo largo de todo el campeonato". Pepu hab¨ªa dado las ¨²ltimas indicaciones t¨¦cnicas, hasta que lleg¨® la hora de su mensaje: "Hoy es el ¨²ltimo d¨ªa. Hemos llegado aqu¨ª para jugar este partido. Vamos a disfrutarlo. Vamos a ganar. Pas¨¢roslo bien y volvamos a casa a celebrarlo".
Hab¨ªan pasado 56 d¨ªas juntos para disputar el Mundial. Y desde el primer momento, Pepu Hern¨¢ndez difundi¨® que el objetivo era el oro. No busc¨® excusas ni recurri¨® al exceso de prudencia. "Deseaban el oro, era el sentir general. ?Por qu¨¦ ¨ªbamos a decir otra cosa?", dice Pepu. As¨ª, 56 d¨ªas despu¨¦s y tras 18 victorias consecutivas, el objetivo se hizo realidad.
Pasadas unas semanas, un jugador llam¨® a sus compa?eros en la selecci¨®n para felicitarles. Entre los muchos comentarios que se cruzaron hubo uno un¨¢nime: "Oye, tio, ?qu¨¦ bien ha estado Pepu!".
"Ayudadme por si no estoy como tengo que estar"
LA FINAL DEL MUNDIAL se disput¨® en unas circunstancias dif¨ªciles para Pepu Hern¨¢ndez. Aquella ma?ana en Jap¨®n, casi de madrugada en Espa?a, Rafa Vecina, uno de sus ayudantes, adem¨¢s de amigo
personal, recibi¨® varias llamadas.
Su mujer le comunicaba que Bel¨¦n, la esposa de Pepu, no sab¨ªa c¨®mo comunicarle a su marido que su
padre acababa de fallecer. Vecina habl¨® con Bel¨¦n y tomaron ambos la decisi¨®n de que ser¨ªa ¨¦l quien
se lo comunicar¨ªa en persona.
Sali¨® al pasillo y esper¨® a estar seguro de que Pepu se hab¨ªa levantado. Ambos hab¨ªan llegado a Jap¨®n preocupados por la salud de sus
respectivos padres, motivo por el que sus esposas se hab¨ªan quedado en Espa?a. Tras el impacto, Pepu decidi¨® que la noticia no saliera
del conocimiento de sus ayudantes y del presidente de la federaci¨®n. "Est¨¢bamos de acuerdo en que los jugadores no deb¨ªan saber nada".
Pepu les hizo una petici¨®n especial a sus ayudantes: que estuvieran atentos a ¨¦l. "Por si no estoy como tengo que estar", les dijo.
"La verdad es que durante la
final no tuve problemas. Me sent¨ª siempre metido en el partido",
recuerda Pepu. "Las emociones llegaron despu¨¦s, cuando acab¨® el partido, hasta el punto de que ahora mismo no me acuerdo muy bien
de todo lo que pas¨® despu¨¦s. S¨®lo logro recordar que me enganch¨¦
a Carlos Jim¨¦nez y que me vi de pronto en un podio con una copa entre los brazos".
Pepu no recuerda si los jugadores lo supieron tras acabar el partido despu¨¦s o mucho despu¨¦s. En realidad, le quedan pocos detalles de aquellos primeros minutos de
euforia. Recibi¨® en ese momento algunas llamadas tel¨¦f¨®nicas de amigos y colaboradores. Una de las personas que lograron hablar con ¨¦l en esos momentos tuvo esa rara sensaci¨®n de no saber c¨®mo dar el p¨¦same y la enhorabuena al mismo tiempo. Se inclin¨® por felicitarle emocionado por lo que consideraba un gran trabajo personal. Y entonces, Pepu, atento siempre a socializar cualquier ¨¦xito, le dijo: "He hecho lo que me hab¨¦is ense?ado vosotros".
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