El poder oculto
Ejercen influencia. Aceptan costosos sobornos. Y se acude a ellas para reflotar im¨¢genes y carreras. As¨ª manejan los hilos de Hollywood las estilistas de las estrellas
Es dif¨ªcil establecer qui¨¦n lo not¨® primero. No, qu¨¦ comenz¨® a resultar preocupante hacia mediados del a?o pasado. Al poco, fue cosa complicada distinguir a las starlettes Lindsay Lohan, Nicole Richie y Jessica Simpson. No es s¨®lo que la ex actriz de pel¨ªculas Disney convertida ¨²ltimamente en chica mala y las dos estrellas de ins¨ªpidos programas de telerrealidad compartieran el pelo rubio te?ido y ligeramente ondulado, estar en los huesos (y recibir cr¨ªticas de instigaci¨®n a la anorexia por ello) o el perpetuo moreno de rayos uva californianos. Eran los mismos vaqueros ce?idos de Rock&Republic, los zapatos de tac¨®n de Alexander McQueen, las camisetas de Trovata, grupo de dise?adores del momento en Los ?ngeles, y una prenda vintage aqu¨ª y unas exageradas gafas de sol all¨¢.
Detr¨¢s de este extra?o fen¨®meno que la publicaci¨®n Women's Wear Daily bautiz¨® con sorna como El ataque de los clones, y la revista People hizo notar bajo el titular Las visiones dobles de Lindsay Lohan, estaba Rachel Zoe, rubia te?ida, tambi¨¦n en los huesos, y due?a de una receta que ella misma llama "bohemia-chic" y explica como un cruce entre la herencia del Studio 54 y Saint Tropez.
Zoe es una de las estilistas m¨¢s poderosas de Hollywood. Y no precisamente por lograr que tres impresionables jovencitas acaben pareciendo sus hermanas peque?as ("es l¨®gico que algo as¨ª suceda, cuando pasas tanto tiempo con una amiga", se excusa cada vez que le sacan el tema). Mucho m¨¢s importante es la capacidad que a sus 34 a?os ha demostrado poseer para encumbrar a un tipo de estrella escasa en logros art¨ªsticos y fuertemente dependiente de su imagen. Sus consejos, aseguran los expertos en Hollywood, han hecho repuntar las carreras de Nicole Richie o Mischa Barton. Tambi¨¦n han logrado engordar considerablemente su cartera de asesoradas (en la que figuran Brittany Murphy, Kate Beckinsale o Keira Knightley) y la han convertido en una celebridad por derecho propio con una l¨ªnea de bolsos, fabricada y distribuida por la marca estadounidense Leiber, y convenientemente publicitada por sus clientas.
Algo parecido sucede con L'Wren Scott, alt¨ªsima ex modelo de 39 a?os, novia de Mick Jagger y estilista de, entre otras, Sarah Jessica Parker, Madonna o Gwyneth Paltrow. ?xitos como elegir un traje negro, de Jean Paul Gaultier, para Nicole Kidman en la ceremonia de los Oscar de 2003 le han permitido pasar de vestir la alfombra roja a pisarla y, de paso, ser acusada de crear tensiones en la banda de su pareja porque, supuestamente, no comparte las decisiones est¨¦ticas de Keith Richards. O Phillip Bloch, quien, fruto de sus aciertos como consejero de Halle Berry, ha escrito un libro y firmado contratos millonarios con la agencia de representaci¨®n William Morris y las empresas Visa y Lycra.
"La relaci¨®n entre dise?adores y estrellas es din¨¢micamente agresiva con una pieza que funciona como un engranaje y se llama estilista", explica Kelly Cutrone, fundadora de la firma de relaciones p¨²blicas People's Revolution, con sede en Los ?ngeles y Nueva York. "Las celebridades son muy importantes para vender ropa. El veh¨ªculo de los dise?adores para llegar al gran p¨²blico o conseguir minutos de m¨¢xima audiencia en la televisi¨®n. La gente las ve y quiere parecerse a ellas, vestirse como ellas, actuar como ellas".
"Cuando una estrella de cine se pone uno de nuestros trajes, le da un toque especial a la pieza. La hace, por supuesto, m¨¢s visible y deseable, pero tambi¨¦n m¨¢s humana", a?ade la pareja de dise?adores Dolce & Gabbana. El aprovechamiento es rec¨ªproco. Es indudable que una actriz gana tambi¨¦n al lucir la prenda adecuada en el acontecimiento correcto. Y todo ello favorece el poder creciente que poseen, en esos momentos de indecisi¨®n, los que se ganan la vida asesorando. Eso explicar¨ªa, para Cutrone, el viaje de ciertos estilistas en la pasada d¨¦cada. De desempe?ar un trabajo en la sombra a disfrutar de una envidiable influencia.
Y tambi¨¦n, de otros bienes, digamos, m¨¢s tangibles. La minuta que Rachel Zoe cobra de sus clientas roza los 6.000 d¨®lares diarios. Una marca puede llegar a pagar hasta un mill¨®n de d¨®lares por que una actriz de las incluidas en la lista A vista un determinado modelo en un evento importante. "Los dise?adores pagan a las celebridades", contin¨²a Cutrone, que en los noventa trabaj¨® en Bulgari. "Con regalos. Invit¨¢ndolas a tal o cual evento, poni¨¦ndoles jets privados, pagando los hoteles? Poniendo a su disposici¨®n los bienes de la compa?¨ªa, yates o lugares de vacaciones, para que los disfruten. Y, por ¨²ltimo, dando dinero contante y sonante".
Sobre todo, al acercarse la ceremonia de los Oscar, una oportunidad ¨²nica para llegar a 800 millones de espectadores. De ah¨ª que las atenciones hacia las actrices y las estilistas se multipliquen desde el momento en que se conocen las candidaturas. Llegan ramos de flores de 2.000 d¨®lares, notas autografiadas de los dise?adores y de las marcas de joyer¨ªa. Entonces, salvo que se opte por el vintage, una decisi¨®n que ha cundido desde que Julia Roberts visti¨® una pieza antigua de Valentino, comienza la peregrinaci¨®n por los talleres de alta costura de las firmas en busca de ese vestido ideal. Al t¨¦rmino, la estilista y la estrella reducen el abanico a un pu?ado de opciones, y es frecuente que la decisi¨®n final espere hasta el ¨²ltimo momento. De modo que la gran noche guarda muchas sorpresas tambi¨¦n para los dise?adores. Uno de los cuales, antes de que se entregue la primera estatuilla, ya ha recibido eso que llaman el Oscar de la alfombra roja.
Donatella Versace fue en la ¨²ltima edici¨®n de los premios la dise?adora que, seg¨²n los expertos, se adjudic¨® este galard¨®n por vestir con ¨¦xito a Salma Hayek, Uma Thurman, Jessica Alba y Hilary Swank. "Supongo que hay marcas que efect¨²an esos desembolsos", admite la modista de la firma italiana, "Versace, no. Vestimos s¨®lo a mujeres que aman llevar Versace. A esas cuatro bellas y exitosas actrices con sus cuatro estructuras corporales distintas, les ofrecimos un servicio de costura para poner de relieve sus mejores atributos y camuflar aquellos detalles no deseados. Pocas marcas brindan ese algo m¨¢s. Se limitan a prestar los vestidos. Y debo decir que, de momento, no tratamos de comprar a la estrella".
Su postura es la m¨¢s com¨²n en un escenario cuyos protagonistas prefieren, casi siempre, mantener ocultas las bambalinas y sus entresijos. Por supuesto, se admite que se invita (a desfiles o fiestas) o que, si una estrella es imagen de una marca (como Charlize Theron, para Christian Dior), en el contrato se incluya que, en las grandes ocasiones, su imagen se ponga en las manos de la firma.
Caso distinto es la compra sin disimulo de la percha que brinda tal o cual actriz. "Estamos totalmente en contra de pagar a las estrellas para que lleven nuestra ropa o acudan a nuestros desfiles", argumentan Dolce & Gabbana. "Siempre tratamos de establecer una relaci¨®n personal con las actrices porque lo hace todo m¨¢s personal y sencillo. No siempre es posible en Estados Unidos, donde permitimos a nuestros relaciones p¨²blicas mantener una asociaci¨®n con las estilistas, cuyo trabajo respetamos, y las invitamos a nuestros desfiles, igual que hacemos con los editores de moda de las revistas".
La precisi¨®n geogr¨¢fica es importante. Este fen¨®meno del poder oculto de las estilistas est¨¢ casi exclusivamente circunscrito a Estados Unidos. En Espa?a no existen, de momento, profesionales dedicados s¨®lo a la asesor¨ªa de las estrellas. "Ni siquiera la conciencia suficiente de lo importante que es la imagen en los grandes eventos", opina Antonio Rubial, de la agencia de representaci¨®n de actores Kuranda. "Las mujeres s¨ª son mucho m¨¢s conscientes. Yo, siempre que llegan los Goya, tengo la misma pelea con algunos actores, que creen que se puede asistir a un evento as¨ª vestido de vaqueros".
Cuando una de sus representadas, por ejemplo, Natalia Verbeke, recibe la invitaci¨®n para una cita de estas caracter¨ªsticas, empieza la b¨²squeda del look perfecto. "Suelo estar atenta a las tendencias por las revistas", explica Verbeke. "Algo te gusta y te diriges al showroom de la marca. En realidad, siempre acabo vistiendo de Dior, Juan Duyos o Hugo Boss. Las jefas de prensa, en el caso de Duyos, el propio Juan, o un amigo, Joan Oli¨¢, me ayudan a conjugar la imagen que yo quiero dar, lo que me pueden ofrecer y lo que mejor me sienta". "Aunque", advierte, "las marcas tambi¨¦n hacen un estudio de si tu imagen les conviene".
Un patr¨®n, sin duda, menos agresivo que en Hollywood. Cutrone recuerda que las cosas funcionaban all¨ª seg¨²n la descripci¨®n de Verbeke hace algunos a?os. Antes de que el marketing descubriera las bondades del product placement (y sus dardos envenenados, la industria no s¨®lo vive de aciertos; tambi¨¦n se teme el fracaso de que una starlette infame elija tu firma). Y antes de que figuras como las de Scott, Zoe o Bloch acumulasen tanto poder. Y cierta mala fama al explotar su influencia. T¨¢cticas que, en el mejor caso, incluyen boicotear el trabajo ajeno. ?En el peor? ?Qu¨¦ tal ¨¦sta que cont¨® una relaciones p¨²blicas al Sunday Telegraph? "Hay alguna estilista famosa", dijo, "por exigir cirug¨ªa pl¨¢stica para ella como agradecimiento".
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